Historia de la literatura: “El avaro”
Las obras de Jean Baptiste Poquelin, conocido como Molière, son un referente en la historia literaria de Occidente por el contenido social y moral en un ambiente político revuelto, a partir de comedias cargadas de humor, sátira e ironía.
Mónica Acebedo
Con el ánimo de seguir viajando por la Europa del siglo XVII en la carroza de la historia de la literatura, es imprescindible seguir con uno de los más destacados dramaturgos que ha producido Francia: Jean Baptiste Poquelin, mejor llamado Molière. Sus obras se convierten en un referente literario por el contenido social y moral en un ambiente político revuelto, a partir de comedias cargadas de humor, sátira e ironía.
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Con el ánimo de seguir viajando por la Europa del siglo XVII en la carroza de la historia de la literatura, es imprescindible seguir con uno de los más destacados dramaturgos que ha producido Francia: Jean Baptiste Poquelin, mejor llamado Molière. Sus obras se convierten en un referente literario por el contenido social y moral en un ambiente político revuelto, a partir de comedias cargadas de humor, sátira e ironía.
Nació en 1622 en París, hijo de una familia tradicional de tapiceros parisinos que trabajaban para la corte. Estudió Derecho, pero muy pronto se dedicó, sin éxito, a la actuación y la dirección de teatro. Sin embargo, después instauró su propia compañía de teatro, que viajaba por toda Francia, y ahí comenzó a ser conocido. Luego obtuvo el mecenazgo y la protección de Philippe d’Orleans, hermano de Luis XIV. Bajo su ala se convirtió en uno de los más importantes autores de comedias, ya que logró establecer una nueva forma de hacer teatro a partir de la comicidad, pero con inclusión de diversos temas sociales y políticos que, adicionalmente, combinaban la tradición clásica. Entre 1658 y 1673 escribió y escenificó obras que, como afirma Harald Zielske: “Pueden considerarse como dramaturgia cómica. Con estas comedias Molière no solo queda incluido en el círculo de los dramaturgos clásicos de la Francia del grand siècle, sino que además, en lo que respecta a su repercusión ulterior, aventaja sin duda a los grandes poetas trágicos contemporáneos”. (“Comicidad y crítica social en la obra dramática de Molière”, en Historia de la literatura de Akal, p. 192).
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Murió dentro de su propio dramatismo, pues en 1673 se desplomó en medio de la representación de una de sus obras, paradójicamente, El enfermo imaginario. No obstante, se levantó con mucho esfuerzo y terminó su actuación, pero murió pocas horas después. Padecía de tuberculosis.
Elegir una obra entre las muchas que han hecho famoso el nombre de Molière, y que probablemente lo han convertido en el padre de la comedia moderna, es una labor imposible, porque todas son tan interesantes como entretenidas. Sin embargo, me voy a referir a una en particular, El avaro, que, a mi juicio, reúne varios de los elementos del neoclasicismo que alcanzará su mayor expresión con la Ilustración en el siglo posterior. Es decir, la obra supone una yuxtaposición de temas de diferencias sociales que cada vez se van a ver más marcados a medida que transcurre el tiempo y que van a desembocar en la profunda e irreconciliable división entre la creciente burguesía y la monarquía.
Escrita y representada en 1668, inspirada, posiblemente, en La olla, de Plauto (poeta romano del siglo III a. C.), que tiene como eje argumental la misma temática del hombre tacaño y egoísta, que antepone el dinero a la familia. En ese caso, el contexto espacial de la obra se ubica en París; Harpagón es el padre de un hijo, Cleante, y una hija, Elisa. Luego de la muerte de su esposa, Harpagón se ha vuelto tacaño y temeroso de que le roben su dinero. Además, trata mal a los criados y a todas las personas que lo rodean. Para evitar que le roben su dinero decide enterrarlo en el jardín. En otro plano se presentan los enamorados de Cleante y Elisa (Mariana y Valerio, respectivamente). Valerio, con el fin de estar cerca de Elisa, se hace contratar por Harpagón para ganar su confianza. Entretanto, Harpagón decide casarse con Mariana (la enamorada de su hijo) y ordena a su hija Elisa que debe contraer matrimonio con Anselmo (un viejo vecino, viudo y con mucho dinero).
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Esta trama enredada, y que en principio parece cliché, contiene numerosos elementos sociológicos como el de los nuevos ricos, que son aquellos que han venido obteniendo su fortuna, pero que supuestamente carecen de los verdaderos valores nobiliarios; la ley del dinero, que cada vez se presenta en la corte francesa como el elemento imprescindible para la estadía cerca del pretencioso y estrambótico monarca; al mismo tiempo, presenta una reflexión moral que supone justamente lo contrario: el dinero no puede comprarlo todo; asimismo, nos enfrentamos a una visión psicológica del amor paternal desfigurado por el interés material; otros sentimientos como la perversidad y la mentira, incluso cierto atisbo de burla a la aristocracia, a pesar de que Molière escribe y representa bajo el mecenazgo cortesano; también plantea el típico tema de la vejez frente a la juventud.
En resumen, se trata de uno de los autores que inaugura, junto con Corneille y Racine, el postulado dramático de corte nacionalista que servirá a los representantes de la Ilustración, un siglo después, dentro de su discurso de lucha de clases que precedió a la Revolución Francesa. Pero también se destaca la escenificación rica, diversa y original. Caridad Martínez, en su reflexión en Lecciones de literatura universal, de Cátedra, se refiere así a la comedia de Molière: “Es este un mundo que sobrepasa el ámbito de la literatura para invadir los del espectáculo y la fiesta, con todas sus implicaciones materiales, sociales y artísticas, y cuya medida no viene dada solo por el texto, sino por las condiciones de la representación y por la interpretación” (p. 327).
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El avaro, además de ser una obra de teatro cómica, contiene modelos discursivos referenciales y un hilo teórico que servirá de paradigma teatral posterior y que altera el orden social, simbólico y literario del momento.