Historia de la literatura: “El cantar del Mio Cid”
“El Mio Cid” es un poema cuyo canto de heroísmo no solo se destaca en el campo de batalla, sino también se extiende a lo íntimo, lo familiar y lo cotidiano. Asimismo, acomoda la realidad histórica a una intencionalidad y eficacia artística, y la verosimilitud se mantiene.
Mónica Acebedo / moacebedo
El Mio Cid es para España lo que el Cantar del Roldán es para Francia y, quizá, lo que el Beowulf supone para Inglaterra. Escrito de manera anónima a comienzos del siglo XIII, probablemente hacia el año 1200 (por lo menos el manuscrito conocido), es un texto esencial para la épica castellana y un referente no solamente para la identidad literaria española, sino que además constituye un emblema modélico en Europa occidental. Es, además, el texto más antiguo de la literatura castellana y uno de los pocos cantares de gesta cuyo manuscrito se encontró casi completo. Entrelaza hechos históricos acaecidos en el siglo XI con la ficción caballeresca, aunque tiene muy marcado el carácter verosímil, a diferencia de otras epopeyas de contenido más fantástico o mítico. Juan Paredes Núñez, académico y filólogo, afirma: “En los cantares de gesta franceses hay siempre una enorme distancia con el acontecimiento histórico (…), tanto por lo que respecta al tiempo como al apego a los hechos reales”.
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El Mio Cid es para España lo que el Cantar del Roldán es para Francia y, quizá, lo que el Beowulf supone para Inglaterra. Escrito de manera anónima a comienzos del siglo XIII, probablemente hacia el año 1200 (por lo menos el manuscrito conocido), es un texto esencial para la épica castellana y un referente no solamente para la identidad literaria española, sino que además constituye un emblema modélico en Europa occidental. Es, además, el texto más antiguo de la literatura castellana y uno de los pocos cantares de gesta cuyo manuscrito se encontró casi completo. Entrelaza hechos históricos acaecidos en el siglo XI con la ficción caballeresca, aunque tiene muy marcado el carácter verosímil, a diferencia de otras epopeyas de contenido más fantástico o mítico. Juan Paredes Núñez, académico y filólogo, afirma: “En los cantares de gesta franceses hay siempre una enorme distancia con el acontecimiento histórico (…), tanto por lo que respecta al tiempo como al apego a los hechos reales”.
El héroe del poema es Rodrigo Díaz de Vivar, o mejor llamado el Cid Campeador. Fue un caballero medieval al servicio de las cortes de Sancho II y Alfonso VI. Su fecha y lugar precisos de nacimiento son desconocidos, sin embargo, la mayoría de los biógrafos suelen establecer su llegada al mundo entre el año 1045 y el 1049, muy seguramente en Quintanilla de Vivar, una población ubicada cerca de Burgos. Desde muy joven se ganó el apodo de campeador, es decir, batallador o guerrero campeón, posiblemente atribuido en sus batallas junto al rey Sancho II. La palabra Cid, por su parte, es de origen árabe y significa “señor”.
Hay varias leyendas sobre don Rodrigo y su lugar en la corte. Unas aseguran que el lugar importante en la corte lo perdió después de la imprevista muerte del rey Sancho; su hermano Alfonso, se coronó rey y, aparentemente, don Rodrigo le hizo jurar que él no había tenido nada que ver con la muerte de Sancho y que este hecho fue suficiente para ganarse la enemistad del nuevo monarca. Otros relatos niegan la existencia de este juramento y, por el contrario, sostienen que el Cid siempre tuvo una posición muy importante en la corte del nuevo rey. Son varias las referencias literarias (ninguna tan completa como esta) al Cid, lo que hace suponer que fue un héroe relevante. Dentro del ciclo del Cid también se conoce, por ejemplo, la Gesta de las mocedades de Rodrigo, de finales del siglo XIII, que estuvo perdida en un monasterio por muchos años. Igualmente, de este mismo grupo se han encontrado fragmentos de un Cantar del Sancho II, en el que se mencionan, en algunos apartes, las aventuras de don Rodrigo.
El poema se divide en tres partes: en primer lugar, se da cuenta del destierro de don Rodrigo de la corte del rey Alfonso. De hecho, al inicio del poema se presenta al Cid ya condenado al destierro de Castilla, acompañado de su primo Alvar. Como no tenía dinero, por efecto de la expulsión, se dirige donde los judíos y les deja como garantía un cofre lleno de arena, que ellos creen lleno de riqueza, a cambio de un préstamo de dinero. En esa primera parte también se hace referencia a la necesidad de dejar a su esposa e hijas en una abadía, ya que tenía la intención de iniciar una campaña militar en tierras moras contra el rey de Valencia. Durante los enfrentamientos bélicos obtiene grandes botines de guerra (la mayoría caballos), de los cuales envía una buena parte al rey Alfonso para conseguir su favor. El rey los acepta, pero todavía no lo perdona del todo. Luego viene una segunda gran batalla contra el conde de Barcelona. En esta sección también se relatan las famosas bodas de sus hijas con los infantes de Carrión, junto con otras batallas, más victorias y más regalos al rey Alfonso, quien finalmente lo perdona. En la última parte se narra la cobardía de los infantes de Carrión, sus yernos, cuyos temores son expuestos públicamente. Estos, humillados, deciden vengarse: se llevan a sus esposas a Carrión y en Corpes las azotan y las abandonan desfallecidas. El Cid pide justicia al rey; se hace un juicio contra los infantes y vence la causa del Cid. Se anulan las bodas y el poema termina con la posible boda con los infantes de Navarra y Aragón.
Es un poema épico basado en un personaje histórico que pervive en la memoria del colectivo durante muchos años, pues ya para el año 1120 se cantaban las hazañas del Cid. Pero, además, es un cantar de gesta que representa el estándar de la civilización medieval española, que se caracterizaba por ser católica, monárquica y vasallática.
Ahora bien, presenta una relación con la otredad (judíos y moros) que no es completamente maniquea, como sí lo son otras epopeyas que narran las frecuentes luchas en contra de los moros. El texto despliega una visión más humana de todas las partes involucradas en el conflicto y, por el contrario, la maldad absoluta puede provenir de los mismos caballeros cristianos y nobles, como es el caso de los infantes de Carrión. También vemos esta visión de lo humano con la trampa del Cid contra los judíos, en donde la astucia se incorpora dentro de los valores caballerescos.
En suma, El Mio Cid es un poema cuyo canto de heroísmo no solo se destaca en el campo de batalla, sino también se extiende a lo íntimo, lo familiar y lo cotidiano. Asimismo, acomoda la realidad histórica a una intencionalidad y eficacia artística y, si bien fusiona la historia y la ficción, la verosimilitud se mantiene, pues los elementos ficticios contribuyen a la construcción histórica, sin confundirla con los elementos quiméricos propios de otros cantares épicos medievales.