Historia de la literatura: “El conde Lucanor”
Se trata de una obra original que, a pesar de imitar el esquema narratológico y el estilo lectivo y moral, adecúa los preceptos cristianos y los valores caballerescos de la España medieval a sus relatos y moralejas.
Mónica Acebedo
El autor de El conde Lucanor es el infante don Juan Manuel, sobrino de Alfonso X el Sabio, este gran monarca que le dio un impulso sin precedentes a las letras y a la cultura en la España medieval. Nació en Toledo en 1282 y murió en Córdoba en 1348. Su vida, como era usual para un caballero noble de aquella época, constituyó también una novela. Se relacionó de cerca con la corte de su primo Sancho IV, a quien apodaban El bravo, y participó directamente en las disputas y los conflictos políticos entre el reino de Castilla y el de Aragón; tuvo tres matrimonios, dadas las muertes prematuras de sus nobles esposas; impulsó una rebelión en contra del rey; fue parte de varias batallas, y en general estuvo muy activo en la política de la corte. Acumuló mucho dinero y poder militar, lo que lo llevó a ser uno de los personajes más distinguidos de la aristocracia. Sin embargo, a pesar de su activa participación bélica y política, se convirtió en una de las figuras literarias más relevantes del siglo XIV, al igual que su tío en el siglo precedente.
Con motivo de la conmemoración de las luchas feministas y las tantísimas discusiones sobre las formas de ser mujer, le sugerimos leer: La única forma de ser mujer en 1926
Fue autor de diversas obras, como Livro del caballero et del escudero, escrita en prosa, que trata de la labor del noble caballero cristiano; también escribió el Libro de los estados, una obra dialógica en la que opone el judaísmo y el islam al cristianismo; pero la mayoría de los académicos coinciden en señalar El conde Lucanor como su obra cumbre, que se convirtió en parte integral del canon literario occidental. Es un libro de ejemplos o colección de exempla, que era una modalidad narrativa cuyo propósito era el de impartir lecciones morales en todo tipo de temas. Escrito, probablemente, entre 1330 y 1335, contiene 51 cuentos, apólogos o fábulas con una variada temática. Patronio es el consejero del conde Lucanor y cada vez que este tiene dudas de cualquier tipo se las traslada a su fiel funcionario, quien a partir de relatos le adoctrina y resuelve los problemas que se le plantean.
La estructura narrativa es recurrente: i) El conde Lucanor plantea el dilema: “-Patronio, (…) me aconsejan que inicie una empresa de cierto riesgo”; ii) Luego Patronio pide autorización para relatarle una historia: “(…), para que hagáis lo más conveniente, me gustaría mucho contaros lo que le sucedió a un genovés”; iii) El consejero cuenta: “-Señor Conde Lucanor, había un genovés muy rico (…) notando que se moría, reunió a parientes y amigos (…) a su mujer y a sus hijos; (…) y, cuando las tuvo cerca, comenzó a hablar en broma con su alma: -Alma, bien veo que quieres abandonarme y no sé por qué, pues si buscas mujer e hijos, aquí tienes unos tan maravillosos que podrás sentirte satisfecha; si buscas parientes y amigos, también aquí tienes muchos y muy distinguidos; si buscas plata, oro, piedras preciosas, joyas, tapices, mercancías para traficar, aquí tienes tal cantidad que nunca ambicionarás más; (…).
Y pues no te das por satisfecha con tantos bienes ni quieres gozar de ellos, es evidente que no los deseas. Si prefieres ir en busca de lo desconocido, vete con la ira de Dios, que será muy necio quien se aflija por el mal que te venga”; iv) Patronio reflexiona: “(…) pienso que no será de buen juicio arriesgar todo lo que ahora poseéis para iniciar la empresa que os aconsejan, (…)”, y v) El conde cierra con la lección moral: “Y cuando don Juan oyó este cuento, lo consideró bueno, pero no quiso hacer otra vez versos, sino que lo terminó con este refrán muy extendido entre las viejas de Castilla: El que esté bien sentado, no se levante” (Cuento IV).
Esta tradición de valerse de un cuento para ilustrar o dar lección era costumbre oriental, probablemente, de origen morisco. De hecho, muchos relatos aparecen en Calila y Dimna, en Las mil y una noches, obras a las cuales ya me he referido en esta Jácara literaria, o incluso hay cuentos que forman parte de Disciplina clericalis, la obra de Pedro Alonso de Huesca escrita en latín en el siglo XII. No obstante, lo que hizo don Juan Manuel fue yuxtaponer estas historias de la tradición arábigo-española a la realidad española y cristiana de su tiempo. También se nutrió de las fábulas clásicas, como las de Esopo.
Podría interesarle leer: Las irreverencias de un adolescente
Vemos en El conde Lucanor unos cuantos relatos enmarcados, personajes que se repiten y se adecuan a otros cuentos; dilemas que se refrendan, aunque, con diferentes moralejas; una variedad de personajes: ricos, pobres, moros, judíos, cristianos, mendigos, mercaderes, frailes, pícaros, cuerdos, locos..., y animales que hablan, personajes históricos, literarios o héroes mitológicos. El prólogo presenta los tópicos literarios de la falsa modestia: lo que tenga de bueno es hecho por Dios, lo que haya de malo es hecho por el autor.
En suma, se trata de una obra original, ya que a pesar de imitar el esquema narratológico y el estilo lectivo y moral, adecúa los preceptos cristianos y los valores caballerescos de la España medieval a sus relatos y moralejas.
El autor de El conde Lucanor es el infante don Juan Manuel, sobrino de Alfonso X el Sabio, este gran monarca que le dio un impulso sin precedentes a las letras y a la cultura en la España medieval. Nació en Toledo en 1282 y murió en Córdoba en 1348. Su vida, como era usual para un caballero noble de aquella época, constituyó también una novela. Se relacionó de cerca con la corte de su primo Sancho IV, a quien apodaban El bravo, y participó directamente en las disputas y los conflictos políticos entre el reino de Castilla y el de Aragón; tuvo tres matrimonios, dadas las muertes prematuras de sus nobles esposas; impulsó una rebelión en contra del rey; fue parte de varias batallas, y en general estuvo muy activo en la política de la corte. Acumuló mucho dinero y poder militar, lo que lo llevó a ser uno de los personajes más distinguidos de la aristocracia. Sin embargo, a pesar de su activa participación bélica y política, se convirtió en una de las figuras literarias más relevantes del siglo XIV, al igual que su tío en el siglo precedente.
Con motivo de la conmemoración de las luchas feministas y las tantísimas discusiones sobre las formas de ser mujer, le sugerimos leer: La única forma de ser mujer en 1926
Fue autor de diversas obras, como Livro del caballero et del escudero, escrita en prosa, que trata de la labor del noble caballero cristiano; también escribió el Libro de los estados, una obra dialógica en la que opone el judaísmo y el islam al cristianismo; pero la mayoría de los académicos coinciden en señalar El conde Lucanor como su obra cumbre, que se convirtió en parte integral del canon literario occidental. Es un libro de ejemplos o colección de exempla, que era una modalidad narrativa cuyo propósito era el de impartir lecciones morales en todo tipo de temas. Escrito, probablemente, entre 1330 y 1335, contiene 51 cuentos, apólogos o fábulas con una variada temática. Patronio es el consejero del conde Lucanor y cada vez que este tiene dudas de cualquier tipo se las traslada a su fiel funcionario, quien a partir de relatos le adoctrina y resuelve los problemas que se le plantean.
La estructura narrativa es recurrente: i) El conde Lucanor plantea el dilema: “-Patronio, (…) me aconsejan que inicie una empresa de cierto riesgo”; ii) Luego Patronio pide autorización para relatarle una historia: “(…), para que hagáis lo más conveniente, me gustaría mucho contaros lo que le sucedió a un genovés”; iii) El consejero cuenta: “-Señor Conde Lucanor, había un genovés muy rico (…) notando que se moría, reunió a parientes y amigos (…) a su mujer y a sus hijos; (…) y, cuando las tuvo cerca, comenzó a hablar en broma con su alma: -Alma, bien veo que quieres abandonarme y no sé por qué, pues si buscas mujer e hijos, aquí tienes unos tan maravillosos que podrás sentirte satisfecha; si buscas parientes y amigos, también aquí tienes muchos y muy distinguidos; si buscas plata, oro, piedras preciosas, joyas, tapices, mercancías para traficar, aquí tienes tal cantidad que nunca ambicionarás más; (…).
Y pues no te das por satisfecha con tantos bienes ni quieres gozar de ellos, es evidente que no los deseas. Si prefieres ir en busca de lo desconocido, vete con la ira de Dios, que será muy necio quien se aflija por el mal que te venga”; iv) Patronio reflexiona: “(…) pienso que no será de buen juicio arriesgar todo lo que ahora poseéis para iniciar la empresa que os aconsejan, (…)”, y v) El conde cierra con la lección moral: “Y cuando don Juan oyó este cuento, lo consideró bueno, pero no quiso hacer otra vez versos, sino que lo terminó con este refrán muy extendido entre las viejas de Castilla: El que esté bien sentado, no se levante” (Cuento IV).
Esta tradición de valerse de un cuento para ilustrar o dar lección era costumbre oriental, probablemente, de origen morisco. De hecho, muchos relatos aparecen en Calila y Dimna, en Las mil y una noches, obras a las cuales ya me he referido en esta Jácara literaria, o incluso hay cuentos que forman parte de Disciplina clericalis, la obra de Pedro Alonso de Huesca escrita en latín en el siglo XII. No obstante, lo que hizo don Juan Manuel fue yuxtaponer estas historias de la tradición arábigo-española a la realidad española y cristiana de su tiempo. También se nutrió de las fábulas clásicas, como las de Esopo.
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Vemos en El conde Lucanor unos cuantos relatos enmarcados, personajes que se repiten y se adecuan a otros cuentos; dilemas que se refrendan, aunque, con diferentes moralejas; una variedad de personajes: ricos, pobres, moros, judíos, cristianos, mendigos, mercaderes, frailes, pícaros, cuerdos, locos..., y animales que hablan, personajes históricos, literarios o héroes mitológicos. El prólogo presenta los tópicos literarios de la falsa modestia: lo que tenga de bueno es hecho por Dios, lo que haya de malo es hecho por el autor.
En suma, se trata de una obra original, ya que a pesar de imitar el esquema narratológico y el estilo lectivo y moral, adecúa los preceptos cristianos y los valores caballerescos de la España medieval a sus relatos y moralejas.