Historia de la literatura: “El libro del desasosiego”
Este libro es uno de los referentes literarios más importantes del siglo XX. Escrito por Fernando Pessoa (1888-1935), o mejor por un tal Bernardo Soares, uno de sus tantos heterónimos.
Mónica Acebedo
“Los niños saben que las muñecas no son reales y las tratan como reales, hasta llorar por ellas y disgustarse cuando se rompen. El arte de los niños es irrealizar. ¡Bendita esa edad equivocada de la vida, cuando se niega el amor porque no existe el sexo, cuando se niega la realidad por jugar, considerando reales las cosas que no lo son!”- Fernando Pessoa.
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“Los niños saben que las muñecas no son reales y las tratan como reales, hasta llorar por ellas y disgustarse cuando se rompen. El arte de los niños es irrealizar. ¡Bendita esa edad equivocada de la vida, cuando se niega el amor porque no existe el sexo, cuando se niega la realidad por jugar, considerando reales las cosas que no lo son!”- Fernando Pessoa.
La obra como texto unificado fue publicada después de la muerte del autor, pero la empezó a escribir desde 1913. Está formada por entradas de un diario íntimo, por aforismos y reflexiones sobre asuntos cotidianos, pero también por divagaciones filosóficas. Ese conjunto de escritos fragmentados son un retrato de la Lisboa del momento, pero además son una manera de entender al autor y su literatura. En maravillosa edición del Libro del desasosiego, de Pre-Textos, que hizo el profesor Jerónimo Pizarro, dice Antonio Sáez Delgado: “El Libro del desasosiego, se ha dicho muchas veces, es una obra que escapa a los cánones y los moldes genéricos tradicionales, un libro construido a través de la acumulación de fragmentos y al que su autor nunca llegó a dar forma definitiva -ni siquiera aproximada-, con un ciclo de escritura (dividido en dos fases) muy amplio y que sigue de cerca, a veces como una radiografía silenciosa, la evolución estética del autor real de la obra, Fernando Pessoa, y la de los dos autores ficticios que merodean por sus páginas, los semiheterónimos Vicente Guedes y Bernardo Soares” (Prólogo, p. 9).
Fernando Pessoa nació el 13 de junio de 1888 en Lisboa. Perdió a su padre a los cinco años y creció junto a su madre, María Magdalena Pinheiro Nogueira, y su padrastro, Joao Miguel Rosa. En algún momento la familia se trasladó a Sudáfrica, donde comenzó sus estudios universitarios que luego continuó en Lisboa. Siempre tuvo interés por la poesía y la literatura en general, trabajó como traductor del inglés y colaboró con revistas literarias. Se vislumbran en su obra influencias de Schopenhauer y Nietzsche; fue precursor de diversos movimientos y tendencias literarias, y desarrolló varias teorías sobre la estética. De hecho, este planteamiento de la proyección de la personalidad probablemente inicia con los románticos alemanes como Goethe o Novalis. Su vida estuvo marcada por los vicios al tabaco y al alcohol. Murió de cirrosis el 30 de noviembre de 1935.
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Entre los años 1913 y 1935 redactó numerosos textos que forman parte del Libro del desasosiego, que quedaron en total desorden al momento de su muerte, pero sin ninguna duda se trataba de una autobiografía de Bernardo Soares, que le da al escrito una tendencia novelística o ficcional. Sobre Soares se refirió el mismo Pessoa como un “semiheterónimo, porque no siendo su personalidad la mía, es no diferente de la mía, sino una mutilación de ella. Soy yo, menos el raciocinio y la afectividad”.
Bernardo Soares es un contador que trabaja en una oficina de la Rúa dos Douradores. Su jefe, Vasques, según él, es un imbécil. Sus angustias, sus divagaciones vitales y su afán por entender su paso por el mundo se convierten en el hilo conductor de una trama sin trama. Soares se autodenomina un “sagrado transeúnte” que deambula por la vida y por la creación literaria: “Toda la literatura consiste en un esfuerzo para hacer real la vida”. El personaje procura adaptarse al mundo y parece entender que la única manera es no ser él mismo. Cita constantemente a Segismundo, el protagonista de la obra de teatro de corte filosófico, La vida es sueño (1635), de Pedro Calderón de la Barca; “vivir es ser otro”, afirma el protagonista.
Así se refiere Bernardo Soares a sí mismo: “He nacido en un tiempo en que la mayoría de los jóvenes habían perdido la creencia en Dios, por la misma razón que sus mayores la habían tenido: sin saber por qué. Y entonces, porque el espíritu humano tiende a criticar porque siente, y no porque piensa, la mayoría de los jóvenes han elegido a la humanidad como sucedáneo de Dios. Pertenezco, sin embargo, a esa especie de hombres que están siempre al margen de aquello a lo que pertenecen, no ven solo la multitud de la que son, sino también los grandes espacios que hay al lado. Por eso no he abandonado a Dios tan ampliamente como ellos, ni he aceptado nunca a la humanidad. He considerado que Dios, siendo improbable, podría ser, pudiendo, pues, ser adorado; pero que la humanidad, siendo una mera idea biológica, y no significando más que la especie animal humana, no era más digna de adoración que cualquier otra especie animal».
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En resumen, un juego autobiográfico que plantea un problema complejo de una especie de doble personalidad; una serie de cavilaciones y preocupaciones sobre la ciudad, la cultura, la estética, la vida en sociedad, la soltería, la soledad y muchas más cuestiones filosóficas confluyen en un texto que ha sido considerado por algunos como una novela, por otros simplemente la expresión de pasajes íntimos y sentimientos individuales. En todo caso, ese aparato narratológico creado a partir de la estructura fragmentada es una herencia fundamental para la literatura del siglo XX.