Historia de la literatura: “El satiricón”
“El satiricón” es considerada una de las primeras novelas que rubricaron la tradición de la picaresca, que contrapone elementos morales y sociales a partir de personajes comunes.
Mónica Acebedo
Cambiamos de siglo en este viaje por la historia de la literatura en Occidente y nos adentramos en el siglo I d. C., con una obra que algunos estudios han catalogado como una de las primeras novelas de la literatura universal. Aunque esta afirmación ha sido cuestionada, es indiscutible que El satiricón hace parte de un corpus esencial a la hora de analizar no solamente la historia de la literatura latina, sino la genealogía de la novela. En efecto, numerosos análisis críticos se refieren a esta obra, junto con el Asno de oro, de Apuleyo, como una de las pioneras del género novelístico, a pesar de la carga axiológica que conlleva un acercamiento a esta definición, sobre todo en una sociedad grecorromana cuyo baluarte narratológico radicaba esencialmente en la épica y el teatro. Dice el ilustre Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) en el primer capítulo, “Reseña de la novela en la antigüedad clásica, griega y latina”, del libro: Orígenes de la novela, que dentro del género se deben incluir todo tipo de narraciones ficticias, como el cuento, la leyenda y los relatos costumbristas, entre otros.
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Cambiamos de siglo en este viaje por la historia de la literatura en Occidente y nos adentramos en el siglo I d. C., con una obra que algunos estudios han catalogado como una de las primeras novelas de la literatura universal. Aunque esta afirmación ha sido cuestionada, es indiscutible que El satiricón hace parte de un corpus esencial a la hora de analizar no solamente la historia de la literatura latina, sino la genealogía de la novela. En efecto, numerosos análisis críticos se refieren a esta obra, junto con el Asno de oro, de Apuleyo, como una de las pioneras del género novelístico, a pesar de la carga axiológica que conlleva un acercamiento a esta definición, sobre todo en una sociedad grecorromana cuyo baluarte narratológico radicaba esencialmente en la épica y el teatro. Dice el ilustre Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) en el primer capítulo, “Reseña de la novela en la antigüedad clásica, griega y latina”, del libro: Orígenes de la novela, que dentro del género se deben incluir todo tipo de narraciones ficticias, como el cuento, la leyenda y los relatos costumbristas, entre otros.
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Amor, amistad, sexo, erotismo, una fotografía de diversas costumbres romanas de la era de Nerón, datos sobre el lenguaje vulgar y el latín culto y una sensual mirada a la homosexualidad masculina (con la advertencia del anacronismo del término para la época) son algunos ejemplos de las ideas centrales que se dejan visualizar de este curioso arquetipo literario llamado El satiricón, originalmente atribuido a Cayo Petronius Arbiter. Sin embargo, desde hace unos años esta autoría se ha cuestionado a partir de análisis sociológicos, lingüísticos y sobre todo por falta de datos certeros; del autor que aparece en los fragmentos originales encontrados, como es lógico, no se sabe mucho. Inicialmente se relacionó a ese autor con un personaje romano del cual nos cuenta Tácito en sus Anales (obra escrita en el año 115 d. C., que da cuenta de la vida de los emperadores posteriores a César Augusto). No obstante, después, se le ha atribuido la obra a otro Petronio, también cercano a Nerón.
El satiricón es considerada una de las primeras novelas que rubricarán la tradición de la picaresca, que contrapone elementos morales y sociales a partir de personajes comunes. Puede ser considerada como una exaltación parodiada al dios Príapo (aquel que tenía un falo enorme). Precisamente, uno de los recursos es la sátira cómica, que de hecho se ha considerado un motivo muy romano y no heredado de la tradición griega. El autor presenta unos relatos, que, de acuerdo con esquemas morales posteriores, se podrían denominar “libertinos”, pero lo hace a manera de burla y no de juicio moral.
Se trata de una narración mixta contada entre prosa y verso, con motivos que yuxtaponen la sátira, el humor y la aventura o, mejor, desventura, con la fantasía, la filosofía y los vericuetos de la vida en sociedad. No se conoce el comienzo ni el final, ya que la obra ha ido apareciendo en diferentes momentos de la historia y en diversos espacios (bibliotecas y monasterios), hasta convertirse en un muestrario de fracciones. Afirma Lisardo Rubio Fernández, en la introducción de la edición de Gredos, de 1978, que la primera vez que tuvimos noticia de la obra fue en 1476. Luego, en 1564, 1575 y 1577 se fueron adhiriendo pasajes hasta una versión publicada por Juan Blevio en Ámsterdam, en 1669, que ha sido la que se ha traducido a la mayor cantidad de idiomas y a partir de la cual se han elaborado las ediciones que circulan en nuestros días.
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La novela está estructurada a partir de una narración marco, que a su vez contiene relatos insertos. El primer nivel corresponde a Las aventuras de Encolpio y dentro de dicha trama encontramos tres segundos niveles: Historia del efebo de Pérgamo, El cuento de la matrona de Éfeso y La cena de Trimalción. Se trata de la historia de Encolpio y su amante, Gitón, así como de Ascilto, el tercer personaje y amigo del protagonista. Encolpio es impotente sexualmente, ya que ha sido castigado por Príapo. Él busca, a toda costa, una cura para su mal. Ascilto está enamorado de Gitón y lo seduce. El desventurado Encolpio quisiera que su amante no le fuera infiel.
En suma, entre escenas cómicas, obscenas, sensuales, realistas, pero al mismo tiempo míticas, el hilo conductor de la narración se pierde, por momentos, probablemente por la misma fragmentación de los diferentes relatos. Pero lo cierto es que da cuenta de una prosa detallada de la vida y las costumbres mundanas de la sociedad romana de la época, que con frecuencia caía en los placeres del vicio. Probablemente el autor fracturó algunas de las formas cultas grecorromanas que enarbolaba el mundo latino, pero indiscutiblemente es una de las obras romanas que pervive y se convierte en referente literario, sociológico e incluso cinematográfico, como es el caso de la película de Federico Fellini de 1969.