Historia de la literatura: Garcilaso de la Vega
A Garcilaso de la Vega se le llamó romántico del clasicismo por anticiparse a los movimientos del romanticismo decimonónico, por sus famosos versos endecasílabos, por la manera como rescata los personajes y temas de la mitología griega y por legarnos una poesía cargada de sentimientos íntimos.
Mónica Acebedo
¡Oh celos, de amor terrible freno quen un punto me vuelve y tiene fuerte; hermanos de crueldad, deshonrada muerte que con tu vista tornas el cielo sereno!
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¡Oh celos, de amor terrible freno quen un punto me vuelve y tiene fuerte; hermanos de crueldad, deshonrada muerte que con tu vista tornas el cielo sereno!
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Garcilaso de la Vega fue uno de los poetas y ensayistas más destacados del Renacimiento europeo, ya que dejó una huella indeleble en la historia de la literatura occidental. Sus versos trascendieron las formas poéticas medievales, no solo por la métrica y los contenidos que rescatan la mitología grecorromana y se fusionan con artificios renacentistas, sino también por la manera como logra aterrizar diversas temáticas metafísicas que anteriormente pertenecían a la teología o a la filosofía.
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Su vida misma puede ser considerada un poema incompleto que deambula entre las armas y las letras. Nació en Toledo en 1501 y murió en Niza en 1536. Era hijo de una familia noble cercana a la corte madrileña. De hecho, él mismo, siendo muy joven, fue nombrado paje del emperador Carlos I, el gobernante más poderoso del siglo XVI. Como aristócrata cercano a la corte, comenzó rápidamente su educación militar y su participación en diversos enfrentamientos bélicos, fue nombrado caballero de la Orden de Santiago y compartió algunas de las grandes glorias de España, aunque incluso padeció el destierro por desobedecer una orden directa del emperador. Se casó con Elena de Zúñiga, quien no aparece en casi ninguna de sus piezas poéticas. En cambio, otra mujer, Isabel Freyre, es constante en sus versos amorosos y es gracias a su desprecio por el poeta y por el matrimonio con otro hombre que, quizá, Garcilaso nos legó una de las voces poéticas más sentidas y despechadas. En 1536, durante una de las campañas militares, murió como consecuencia de un golpe en la cabeza con una piedra.
Se nutrió de material de la poética italiana de diversas épocas, probablemente por su larga estadía en Nápoles, en donde participó en academias literarias prestigiosas y empezó a escribir al estilo de Petrarca, tanto en latín como en castellano. Justamente, uno de los aportes más importantes para las letras españolas es que logró renovar la métrica de cuaderna vía del Mester de Clerecía, que se había convertido en un esquema poético acartonado y repetitivo.
Los estudios literarios castellanos tienden a dividir su obra en tres partes: el cancionero petrarquista, compuesto por cuarenta sonetos y cinco canciones, varios ensayos epistolares que contienen elegías en tercetos y una epístola en versos sueltos y, por último, algunas églogas pastoriles, subgénero poético que yuxtapone la lírica con el teatro.
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Los escenarios de sus poemas, usualmente, corresponden a ambientes campesinos con ninfas y pastores, con una temática que predomina en la gran mayoría de sus sonetos: el sentimiento de ausencia del ser amado. También es usual encontrar expresiones de angustia por el perpetuo conflicto entre la razón y la pasión amorosa. Asimismo, la nostalgia por el paso del tiempo es un motivo recurrente, junto con un constante canto a la naturaleza, observada de una manera casi idílica, que en algunos casos contrasta con la voz amorosa y dolorida: “Escrito está en mi alma vuestro gesto, / y cuanto yo escribir de vos deseo; / vos sola lo escribistéis, yo lo leo / tan solo, que aun de vos me guardo en esto. / En esto estoy y estaré siempre puesto; / que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, / de tanto bien lo que no entiendo creo, / tomando ya la fe por presupuesto. / Yo no nací sino para quereros; / mi alma os ha cortado a su medida; / por hábito del alma mismo os quiero. / Cuando tengo confieso yo deberos; / por vos nací, por vos tengo la vida, / por vos he de morir, y por vos muero”.
Ahora bien, el tema amoroso se entrelaza con el ánimo bélico del guerrero, lo que supone una fusión entre las armas y las letras, cuestión que desarrollarán varios de los autores posteriores del Siglo de Oro español. No obstante, la idea del héroe perfecto se la adjudica a aquel hombre que logre una muerte ejemplar, aunque es evidente que el objetivo principal de su poesía es la comunicación de sentimientos. Desde la perspectiva de la construcción formal, se destaca un lenguaje simple, claro y preciso, y acude a la norma poética propuesta por él mismo: “emplear términos no nuevos ni desusados de la gente, pero a la vez muy cortesanos y admitidos de los buenos oídos”.
Se le llamó romántico del clasicismo por anticiparse a los movimientos del romanticismo decimonónico, por sus famosos versos endecasílabos, por la manera como rescata los personajes y temas de la mitología griega y por legarnos una poesía cargada de sentimientos íntimos. Dejó huella entre varios escritores posteriores en España, como Cervantes o Lope de Vega, pero también fue conocido y alabado por sus contemporáneos gracias a que su amigo el poeta Juan Boscán publicó toda su obra dos años después de su muerte.