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El autor florentino tituló su gran obra: Comedia. Sin embargo, Giovanni Boccaccio (su primer biógrafo) la llamó, unos años después, La divina comedia y desde entonces es así como se ha publicado en la mayor parte de las ediciones. Esta gran obra, parte fundamental del canon literario universal, ha sido estudiada desde diversas perspectivas a partir de su publicación inicial, en el siglo XIV.
Dante Alighieri, autor de este grandilocuente poema, nació en Florencia en 1265 y murió en Rávena en 1321. Le tocó vivir en una sociedad marcada por un cristianismo vehemente, por crisis políticas desencadenadas entre los poderes eclesiásticos y monárquicos; también, en una época de profundas transformaciones culturales en la que las manifestaciones artísticas y el pensamiento filosófico medievales comenzaban a transitar hacia el mundo renacentista. Conocedor y partícipe de la escena política florentina, sus actividades le costaron el destierro.
Erudito sin par, lector consumado, aplicado clasicista y pensador notable, escribió numerosos ensayos sobre pensamiento político, filosofía y crítica literaria. Es tan vasta su producción literaria y ensayística que, en términos generales, resulta difícil trazar un eje temático que caracterice su obra. Sin embargo, un común denominador, definitivamente, es su interés por la lengua. En un período en el que el latín era la lengua culta, Dante difunde el italiano corriente y desarrolla unas características filológicas allende la tradición lingüística italorrománica. Precisamente, La comedia es una de las primeras obras literarias de la época escritas en lengua vulgar (toscano), lo que hace que su recepción hubiera sido mucho más extensa. Al referirse a la obra dantesca, el académico Alessandro Vitale-Brovarone afirma: “Estos escritos ofrecen, sin duda alguna, la mejor prosa italiana, no traducida del latín, de su tiempo y de todas las épocas anteriores” (Akal, Historia de la literatura, VII, p. 347).
Pero su alcance va más allá de la prosa, ya que este acrecentamiento que hizo Dante de la lengua se ve maravillosamente reflejado en los versos inimitables de La comedia. Se trata de un poema con tres partes cuya simetría es asombrosa. Los estudios literarios coinciden en que es imposible establecer la fecha exacta en que fue escrita la obra; pero lo más probable es que la primera parte del poema, Infierno, pudo ser escrita entre 1304 y 1307; Purgatorio, entre 1307 y 1308 y Paraíso, entre 1314 y 1321, justo antes de su muerte.
Desde la perspectiva formal, el poema está construido a partir de tercetos encadenados. Está compuesto de cien cantos (número perfecto): Infierno, treinta y cuatro; Purgatorio, treinta y tres; Paraíso, treinta y tres.
El argumento del poema es un viaje al “más allá” que realiza él mismo junto con el poeta romano Virgilio (70 - 19 a. de C.) quien se encargará de guiar a Dante por los estados míticos que profesa el cristianismo, a los cuales llegan las almas de los seres humanos después de la muerte: el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso.
El poeta se ha perdido durante un sueño en una selva oscura, en un momento que él mismo califica como la mitad del camino de la vida. Allí lo hostigan tres animales: una pantera, que simboliza la lujuria; un león, como emblema de la política, y una loba, que encarna la lascivia, los deseos violentos y la codicia. Para ayudarlo, Aparece Virgilio, a quien Dante considera su gran maestro y referente intelectual. De hecho, a pesar de estar escrito en italiano toscano y basado en el cristianismo, el estilo narrativo se acerca más al movimiento clásico latino que a la literatura medieval.
Juntos viajarán por los nueve círculos del Infierno, en cuyo aparato narratológico se yuxtaponen el pensamiento aristotélico-tomístico con diferentes mitologías: la bíblica judeocristiana, la griega y las posteriores adaptaciones romanas. El Infierno tiene forma de embudo; en el círculo más amplio están, por ejemplo, Virgilio y todas las personas anteriores a la llegada de Cristo, pero cuyo comportamiento no se ajusta a otro redondel, y en el más profundo de todos reside Lucifer, el ser más maligno de la historia. En cada uno de los círculos quedan atrapados diversos personajes que se confunden entre la historia y la ficción. Por eso es viable encontrar personas de su entorno político que él mismo conoció en las cortes en las que vivió, así como personajes históricos, míticos o literarios. Esta amalgama entre lo verdadero y lo ficticio es normal, ya que la literatura y la historiografía no estaban claramente divididas. Curiosamente en el Infierno no encontramos muchas mujeres, las pocas que hay son casi siempre las grandes infieles de la historia o de la mitología, como Helena de Troya.
Después de recorrer el Infierno, conversar con muchos de los condenados e incluso observar a los peores traidores del cristianismo, Virgilio conduce a Dante al Purgatorio. Al llegar a las puertas y después de varias acciones para poder ingresar, los peregrinos entran y es marcado con siete letras “P” en la frente, que simbolizan los pecados capitales del cristianismo. Allí, escuchan unas profundas lamentaciones que si bien aterran a Dante, poco a poco va entendiendo que a medida que se mueve en los diferentes círculos del Purgatorio, habla con la gente y empieza a comprender la naturaleza de los pecados, se va borrando paulatinamente cada una de las “P”. A diferencia del Infierno, cuyos pobladores están condenados para siempre, en el Purgatorio es posible la redención, la purificación del alma y eventualmente la ascensión al Paraíso.
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Luego, se dirigen a la entrada del Paraíso. Allí no puede acceder Virgilio y, por lo tanto, la peregrinación de Dante continuará con su amada Beatriz, una muchacha a la que Dante amó, pero quien nunca le dirigió la palabra y, cuando quiso hacerlo, ya era muy tarde porque ella enfermó y murió. Beatriz representa la perfección; es la depositaria de todas las virtudes cristianas, pero además es el ideal del amor platónico y a la vez la magnificencia mariana. Es ella quien guiará a Dante a través del Paraíso hasta encontrar la plenitud y el saneamiento de su alma.
En síntesis, nos encontramos frente a uno de los grandes poemas de la historia de la literatura que combina la cultura clásica con la medieval, pero que, al mismo tiempo, sintetiza estructuras de pensamiento político, religioso, mitológico e histórico, que permite tres formas de interpretación: literal, alegórica y moral.
Cierro con una cita de Jorge Luis Borges: “Quiero recordar otro rasgo: la delicadeza de Dante. Siempre pensamos en el sombrío y sentencioso poema florentino y olvidamos que la obra está llena de delicias, de deleites, de ternuras. Esas ternuras son parte de la trama de la obra. Por ejemplo, Dante habrá leído en algún libro de geometría que el cubo es el más firme de los volúmenes. Es una observación corriente que no tiene nada de poética y sin embargo Dante la usa como una metáfora del hombre que debe soportar la desventura: ‘Buon tetrágono a i colpe di fortuna’; el hombre es un buen tetrágono, un cubo, y eso es realmente raro” (Siete noches).