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En un recuento de las obras literarias más representativas de Occidente es difícil elegir una sola pieza de Félix Lope de Vega y Carpio, tal vez el escritor más prolífico de obras de teatro de todos los tiempos. Su contribución a los estudios literarios sobre la manera de hacer teatro se convierte en un referente no solo de la vasta producción literaria del Siglo de Oro español, sino de los siglos venideros. En 1609, la Academia de Madrid le solicitó un ensayo que tituló: El arte de hacer comedias. A partir de este texto, que recoge diversos elementos de la dramaturgia del siglo XVI, Lope elabora una especie de fórmula en las artes escénicas que tiene mucho éxito en los corrales de comedias y en la masificación del teatro durante el siglo XVII. En esencia, esta técnica dramática, comúnmente llamada “comedia nueva” o “comedia lopesca”, sostiene que la unidad de acción debe primar sobre las unidades de tiempo y lugar. Recomienda también mezclar lo trágico y lo cómico, probablemente siguiendo el esquema de La celestina, de Fernando de Rojas.
La obra dramática de Lope de Vega es variadísima, aunque casi siempre los núcleos argumentales tienen que ver o con el amor o con el honor, usualmente en dos planos: el de los criados y el de los amos. En algunas ocasiones a partir de la tradicional comedia de capa y espada que presenta un enredo amoroso, normalmente urbano, con protagonistas de la nobleza media, que suele destacar un tema que está arraigado socialmente, como es el caso de La dama boba, la comedia que he elegido para este recuento en la historia de la literatura, representada por primera vez en 1613.
La idea sobre que la mujer educada y conocedora no es ni buena madre ni buena esposa, no sabe amar y se aparta del papel esencial de la mujer, que era un sentir social que se ve reflejado en la literatura del siglo XVII en España de manera constante. El mismo Lope lo repite en otras de sus obras: La doncella Teodor (1610), La hermosura aborrecida (1617), El alcalde mayor (1620), La prueba de los ingenios (1614) y otras piezas que expresan ese sentimiento colectivo. Otros autores como fray Luis de León en La perfecta casada se opone tajantemente a la instrucción de la mujer y la conmina al silencio como postulado ineludible de la discreción: “Es justo que se precien de callar todas, así aquellas a quien les conviene encubrir su poco saber, como aquellas que pueden sin vergüenza descubrir lo que saben, porque en todas es no solo condición agradable, sino virtud debida, el silencio y el hablar poco (…)”. O el famoso poema de Francisco de Quevedo, quien a partir de la sátira se refiere a la femineidad letrada como un presupuesto de oposición a la belleza y discreción: “Muy discretas y muy feas, / mala cara y buen lenguaje, / pidan cátedra y no coche, / tengan oyente y no amante. / No las den sino atención, / por más que pidan y garlen, / y las joyas y el dinero / para las tontas se guarde”.
Sin embargo, en el fondo, Félix Lope de Vega y Carpio parece, por lo menos en esta comedia, criticar o burlarse de este sentir social. El argumento de La dama boba es el siguiente:
Otavio tiene dos hijas, Finea, que es “encogida, boba e imperfecta”, y Nise, “sabia, discreta y gallarda”. A la primera su tío le ha prometido una cuantiosa dote, muy superior a la de la segunda. Según Otavio, sus dos hijas son muy difíciles de casar: una por boba y la otra por bachillera (como les decían a las personas estudiosas y sabiondas). Liseo ha pactado con Otavio su matrimonio con la boba, que tiene una gran dote, pero al conocerla se impresiona por la idiotez de su prometida. Laurencio, otro noble, pretende a Nise, pero al darse cuenta de que la dote es baja y que es muy sabionda, muda sus intenciones y decide cortejar a Finea.
Al final la boba aprende a leer, a escribir y a bailar con gallardía. Luego de varios enredos todos quedan felices: Laurencio con Finea, Nise con Liseo y los respectivos criados: Pedro con Clara y Turín con Celia.
En suma, en este sencillo argumento, típico de la comedia de enredo, hay un reconocimiento implícito a que las mujeres se salen con la suya, precisamente por su conocimiento y sabiduría. Igualmente, presenta el tópico barroco sobre la preferencia del dinero sobre el intelecto e incluye la presencia marcada de los celos. No obstante, a pesar de su intención irónica, resalta al amor como herramienta para perfeccionar el espíritu, infundir sabiduría y avivar el entendimiento. Es decir, el amor educa. Y, por último, también presenta un cambio en el concepto del amor cortés medieval, ya que el amor no es exclusivamente un ideal de perfección, sino que también involucra un deseo carnal y sensual.
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