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La vida del irlandés Oscar Wilde (1854-1900) es en sí misma una novela que refleja el sentir social de la época victoriana en el Reino Unido. Nació el 16 de octubre de 1854 en el seno de una familia acomodada de Dublín. Su madre fue una poeta defensora del nacionalismo, mientras que su padre fue un médico que se vio involucrado en varios escándalos: hijos por fuera del matrimonio, denuncia de violar a una paciente, entre otros… Probablemente todos estos hechos contribuyeron a sus relatos. Dejó su familia en Irlanda para ir a estudiar a Oxford, en Inglaterra, donde a pesar de ser un juicioso estudiante, también forjó una cierta fama de dandy que arrastró a Londres después de terminar sus estudios. En 1895 fue a prisión por homosexual, después de haberse enamorado perdidamente de lord Alfred Douglas, otro poeta y escritor, quien abogó desesperadamente por la libertad de su amado ante la misma reina Victoria. Murió de meningitis en París el 30 de noviembre de 1900.
Famoso por sus epigramas sobre la familia, el amor, el matrimonio y muchas otras cuestiones de tipo social que recrea y al mismo tiempo parodia, y que están regados en muchos de sus relatos, ensayos y obras de teatro; también por los escándalos en su vida personal, pero sobre todo, por su compromiso y dedicación al esteticismo, aquel movimiento artístico de final del siglo XIX que supone que el arte es supremo y que debe estar por encima de cualquier creencia ética, moral, política o religiosa. Es decir, la libertad debe ser el presupuesto primordial de la creación artística. La tendencia de este movimiento y la esencia de sus principios los deja plasmados en una de sus obras más recordadas: El retrato de Dorian Gray (1890).
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En esta Historia de la literatura en Occidente me voy a referir a una comedia que, a mi juicio, es uno de los legados más representativos del polémico autor irlandés: La importancia de llamarse Ernesto (1895). Se trata de una obra de teatro en la que utiliza la comicidad y la ironía para exponer y ridiculizar las costumbres de la alta sociedad inglesa victoriana.
Jack Worthing, el protagonista, había sido adoptado por sir Thomas Cardiew, un terrateniente de la zona de Hertfordshire (de bebé lo encontró en una bolsa en la estación de Victoria). Tras la muerte de sir Thomas Jack se convirtió en el heredero, administrador de las tierras y guardián de Cecily Cardiew, la nieta del aristócrata. Tiene numerosas responsabilidades y obligaciones no solo con su familia, sino con toda la comunidad. Abrumado por ese mundo de apariencias, decide inventar que debe ausentarse en Londres frecuentemente para atender a su hermano Ernesto, que es un joven desordenado y con muchos problemas. En realidad, ese Ernesto es él mismo y es así como lo conocen en Londres. Jack está enamorado de Gwendolen Fairfax, la prima de su amigo Algernon Moncrieff. Ambos lo conocen como Ernesto, aunque su amigo está empezando a sospechar de la doble vida de Jack. Finalmente, le cuenta la verdad y al hablarle de su protegida, Cecily, Moncrieff se interesa mucho en ella. Cuando Jack le va a revelar su verdadero nombre a su amada, esta le reitera la importancia del nombre Ernesto y por eso decide guardar el secreto. Luego Moncrieff decide hacerse pasar por Ernesto, el hermano de Jack para obtener los favores de Cecily.
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Así de una forma cómica y divertida el autor parece burlarse de las costumbres de la refinada sociedad victoriana. Se vale de un juego lingüístico con la palabra: Earnest en inglés: serio, moralmente correcto; asimismo, retoma el tópico del bebé noble dejado en una bolsa, que de alguna manera también le sirve para su crítica sociológica. Incluye cuestionamientos irónicos a lo que es ser un hombre bueno: “Espero que no habrá usted llevado una doble existencia, fingiéndose un bribón y siendo en realidad un hombre bueno siempre. Eso sería una hipocresía”.
Se refiere a la naturaleza del matrimonio, es especial a si es una institución placentera o desagradable: “Pareces no darte cuenta de que en la vida conyugal tres son una compañía y dos no”. También hace alusión a las leyes hereditarias y a la unión entre parejas de la misma clase social como un código moral de la sociedad victoriana: “Las chicas jamás contraen matrimonio con el hombre con el que coquetean. No consideran que sea honesto”.
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La narración presenta la premura de inventar un otro que se adecue a las exigentes normas de comportamiento o las ridiculice y, al mismo tiempo, muestra la necesidad de escape de las rígidas leyes éticas y morales. En ese sentido, si bien es una comedia, también se le ha considerado como teatro filosófico. Adicionalmente, resalta la comida y los placeres sexuales y, al mismo tiempo, destaca los espacios de lectura y escritura. Dice Thomas C. Foster: “Wild es el maestro de la ironía cómica tanto de forma verbal como dramática, y lo logra porque presta atención a las expectativas de los asistentes” (How to Read Literature like a professor, Harper Collins, 2014, p. 257). Es decir, siempre hay una intención paródica o crítica dirigida a una sociedad que está abrumada por las reglas y los códigos morales.