Historia de la literatura: Lolita
“Lolita”, la novela más conocida del escritor ruso Vladimir Nabokov, fue publicada por primera vez en 1955. En 1962 Stanley Kubrick realizó la adaptación cinematográfica, en la que el autor participó.
Mónica Acebedo
“¡No somos demonios sexuales! ¡No violamos como los buenos soldados! Somos caballeros tristes, suaves, con ojos de perro, con bastante demonio para sofrenar nuestra ansiedad en presencia de adultos, pero dispuestos a dar años y años de vida por una sola oportunidad de tocar a una nínfula. Hay que descartarlo: no somos asesinos. Los poetas nunca matan”, Vladimir Nabokov.
A pesar de que a comienzos del siglo XX ya otros autores como D. H. Lawrence (1885-1930) y James Joyce (1882-1941) habían escrito tramas de pasión sexual y erotismo, la publicación de Lolita, en 1955, del ruso-estadounidense Vladimir Nabokov (1899-1977) fue un escándalo. Calificada como pornográfica e indecente, muchos editores se negaron a publicarla. También se prohibió su circulación en varios países. Sin embargo, la crítica supo que se trataba de un texto que marcaría la historia de la literatura por su calidad narratológica, su complejidad temática y al, mismo tiempo, su estructura directa. Fue escrita cuando el autor ya tenía cierto renombre en el medio literario y, como afirma Enrique Murillo, “Lolita resume las cualidades que hacen de su autor un clásico universal y un mestizo de dos literaturas tan diferentes entre sí como la norteamericana y la rusa” (La literatura admirable, Pasado y Presente, 2018, p. 612).
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Vladimir Vladimirovitch Nabokov nació el 23 de abril de 1899 en St. Petersburgo, en el seno de una familia tradicional y acomodada. Después de la Revolución de 1917 se exilió en Inglaterra junto con su familia. Se graduó en 1922 de la Universidad de Cambridge en lenguas románicas y eslavas. Inició su carrera literaria con textos en ruso, (es famosa una traducción de Alicia en el país de las maravillas), escribió también en francés, aunque finalmente el inglés se convirtió en la lengua de su prolífica pluma. Vivió en Alemania, Francia y Estados Unidos de América, adonde emigró en 1940. Su obra consta de ensayos, artículos académicos, poesía, traducciones y novelas. Murió en Montreux (Suiza), el 2 de julio de 1977.
El eje argumental de Lolita es simple: un profesor de Literatura cuarentón se obsesiona con una niña de doce años, conflictiva y con numerosos problemas propios de la adolescencia. El libro se inicia con el prólogo de un editor ficticio, llamado John Ray, Jr. (doctor en Filosofía), quien nos advierte que lo que vamos a leer son unas páginas escritas por un hombre (Humbert Humbert) que murió de trombosis coronaria en una prisión, días antes de que comnzara su juicio. El texto del difunto se llamaba Lolita o las confesiones de un viudo de raza blanca. Advierte el apócrifo prologuista que el autor es un hombre que será juzgado por asesinato y afirma, además que “Lolita presenta situaciones y emociones que el lector encontraría exasperantes por su vaguedad si su expresión se hubiere diluido mediante insípidas evasivas. Por cierto que no hallará en todo el libro un solo término obsceno”. Pide excusas por insistir en que “lo ‘ofensivo’ no suele ser más que un sinónimo de lo ‘insólito’; que una obra de arte es, en esencia, siempre original, por lo cual su naturaleza misma hace que se presente como una sorpresa más o menos escandalosa”. Pero también recalca que el texto es un caso clínico que “habrá de ser, sin duda, una obra clásica en los círculos psiquiátricos”.
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En el manuscrito, Humbert cuenta que cuando él tenía trece años conoció a Annabel Leigh, una joven que se convirtió en su primer amor y luego murió de tifus. El protagonista sigue adelante con su vida: estudia, se convierte en profesor, se casa, su matrimonio fracasa y muchas otras cosas, pero siempre sigue obsesionado por su primer amor y con un apetito sexual por las nínfulas o niñas púberes, como su amada Annabel, con quien no pudo consumar su deseo. En algún momento, se muda a los Estados Unidos y se aloja en la casa de una viuda en un pueblo pequeño de Nueva Inglaterra. La mujer tiene una hija de doce años llamada Dolores (Lolita). Desde el comienzo Humbert se prenda de la niña, la sigue a todos lados, la observa y deja registro de su obsesión en un diario. Al mismo tiempo, la madre de la niña, Charlotte, eventualmente, se enamora de Humbert y mientras Lolita está en un campo de verano, Humbert decide casarse con Charlotte con el propósito de mantenerse cerca de su verdadera amada. Pero luego Charlotte descubre los diarios y en una escena de rabia sale a la calle, es atropellada por un carro y muere. Humbert recoge a Lolita en el campo de verano, le cuenta sobre la muerte de su madre y se convierte legalmente en su tutor. Inician un viaje que además sirve al narrador como metáfora vivencial. La relación padrastro-hija es vertiginosa, violenta y sobre todo extraña: “Lolita ha entrado en mi mundo, en la sombría y misteriosa Humberlandia, con violenta curiosidad, y lo había inspeccionado con una mueca de divertido disgusto, pero para aquel entonces me parecía que estaba dispuesta a marcharse de él con un sentimiento muy similar a la franca repulsión”. Años después, Lolita enferma, es secuestrada, tiene que vivir unos sucesos abruptos y lidiar con una adultez precoz y una sociedad decadente.
En conclusión, se trata de un ejemplo de literatura posmoderna, una memoria ficcional, que evoca la experiencia y los sentidos, pero también dibuja la sociedad estadounidense del momento. Está narrada desde una perspectiva subjetiva que transmite, a partir de un lenguaje variopinto, expresiones artísticas, vocablos en otros idiomas, juegos de palabras, metáforas, patrones y otros aparatos lingüísticos como narraciones eróticas que nunca llegan a ser descriptivas.
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“¡No somos demonios sexuales! ¡No violamos como los buenos soldados! Somos caballeros tristes, suaves, con ojos de perro, con bastante demonio para sofrenar nuestra ansiedad en presencia de adultos, pero dispuestos a dar años y años de vida por una sola oportunidad de tocar a una nínfula. Hay que descartarlo: no somos asesinos. Los poetas nunca matan”, Vladimir Nabokov.
A pesar de que a comienzos del siglo XX ya otros autores como D. H. Lawrence (1885-1930) y James Joyce (1882-1941) habían escrito tramas de pasión sexual y erotismo, la publicación de Lolita, en 1955, del ruso-estadounidense Vladimir Nabokov (1899-1977) fue un escándalo. Calificada como pornográfica e indecente, muchos editores se negaron a publicarla. También se prohibió su circulación en varios países. Sin embargo, la crítica supo que se trataba de un texto que marcaría la historia de la literatura por su calidad narratológica, su complejidad temática y al, mismo tiempo, su estructura directa. Fue escrita cuando el autor ya tenía cierto renombre en el medio literario y, como afirma Enrique Murillo, “Lolita resume las cualidades que hacen de su autor un clásico universal y un mestizo de dos literaturas tan diferentes entre sí como la norteamericana y la rusa” (La literatura admirable, Pasado y Presente, 2018, p. 612).
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Vladimir Vladimirovitch Nabokov nació el 23 de abril de 1899 en St. Petersburgo, en el seno de una familia tradicional y acomodada. Después de la Revolución de 1917 se exilió en Inglaterra junto con su familia. Se graduó en 1922 de la Universidad de Cambridge en lenguas románicas y eslavas. Inició su carrera literaria con textos en ruso, (es famosa una traducción de Alicia en el país de las maravillas), escribió también en francés, aunque finalmente el inglés se convirtió en la lengua de su prolífica pluma. Vivió en Alemania, Francia y Estados Unidos de América, adonde emigró en 1940. Su obra consta de ensayos, artículos académicos, poesía, traducciones y novelas. Murió en Montreux (Suiza), el 2 de julio de 1977.
El eje argumental de Lolita es simple: un profesor de Literatura cuarentón se obsesiona con una niña de doce años, conflictiva y con numerosos problemas propios de la adolescencia. El libro se inicia con el prólogo de un editor ficticio, llamado John Ray, Jr. (doctor en Filosofía), quien nos advierte que lo que vamos a leer son unas páginas escritas por un hombre (Humbert Humbert) que murió de trombosis coronaria en una prisión, días antes de que comnzara su juicio. El texto del difunto se llamaba Lolita o las confesiones de un viudo de raza blanca. Advierte el apócrifo prologuista que el autor es un hombre que será juzgado por asesinato y afirma, además que “Lolita presenta situaciones y emociones que el lector encontraría exasperantes por su vaguedad si su expresión se hubiere diluido mediante insípidas evasivas. Por cierto que no hallará en todo el libro un solo término obsceno”. Pide excusas por insistir en que “lo ‘ofensivo’ no suele ser más que un sinónimo de lo ‘insólito’; que una obra de arte es, en esencia, siempre original, por lo cual su naturaleza misma hace que se presente como una sorpresa más o menos escandalosa”. Pero también recalca que el texto es un caso clínico que “habrá de ser, sin duda, una obra clásica en los círculos psiquiátricos”.
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En el manuscrito, Humbert cuenta que cuando él tenía trece años conoció a Annabel Leigh, una joven que se convirtió en su primer amor y luego murió de tifus. El protagonista sigue adelante con su vida: estudia, se convierte en profesor, se casa, su matrimonio fracasa y muchas otras cosas, pero siempre sigue obsesionado por su primer amor y con un apetito sexual por las nínfulas o niñas púberes, como su amada Annabel, con quien no pudo consumar su deseo. En algún momento, se muda a los Estados Unidos y se aloja en la casa de una viuda en un pueblo pequeño de Nueva Inglaterra. La mujer tiene una hija de doce años llamada Dolores (Lolita). Desde el comienzo Humbert se prenda de la niña, la sigue a todos lados, la observa y deja registro de su obsesión en un diario. Al mismo tiempo, la madre de la niña, Charlotte, eventualmente, se enamora de Humbert y mientras Lolita está en un campo de verano, Humbert decide casarse con Charlotte con el propósito de mantenerse cerca de su verdadera amada. Pero luego Charlotte descubre los diarios y en una escena de rabia sale a la calle, es atropellada por un carro y muere. Humbert recoge a Lolita en el campo de verano, le cuenta sobre la muerte de su madre y se convierte legalmente en su tutor. Inician un viaje que además sirve al narrador como metáfora vivencial. La relación padrastro-hija es vertiginosa, violenta y sobre todo extraña: “Lolita ha entrado en mi mundo, en la sombría y misteriosa Humberlandia, con violenta curiosidad, y lo había inspeccionado con una mueca de divertido disgusto, pero para aquel entonces me parecía que estaba dispuesta a marcharse de él con un sentimiento muy similar a la franca repulsión”. Años después, Lolita enferma, es secuestrada, tiene que vivir unos sucesos abruptos y lidiar con una adultez precoz y una sociedad decadente.
En conclusión, se trata de un ejemplo de literatura posmoderna, una memoria ficcional, que evoca la experiencia y los sentidos, pero también dibuja la sociedad estadounidense del momento. Está narrada desde una perspectiva subjetiva que transmite, a partir de un lenguaje variopinto, expresiones artísticas, vocablos en otros idiomas, juegos de palabras, metáforas, patrones y otros aparatos lingüísticos como narraciones eróticas que nunca llegan a ser descriptivas.
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