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Amoríos ilegales, pasión, sexo, prostitución, viajes, aventuras, crimen y muchos otros temas se pueden observar en la obra de este sacerdote francés. Ahora, no solamente en sus novelas, pues su vida inestable estuvo marcada por la dualidad entre la religión y las letras. Antoine-François Prévost es uno de los grandes novelistas del siglo XVIII, mejor llamado, Siglo de las Luces, y, por lo tanto, un paso obligatorio en la historia de la literatura. Sobre todo porque es uno de los pocos autores que no trasiegan con sus escritos al ámbito filosófico como, en cambio, sí lo hacen varios de sus contemporáneos como Rousseau, Voltaire, Montesquieu o Diderot y, en esa medida, me atrevería a llamarlo un novelista secular esencial por romper, en parte, con los esquemas que caracterizan la novelística de la Ilustración.
El abate Prévost nació el 1° de abril de 1697 en Hesdin y murió el 25 de noviembre de 1763 en Courteuil. Creció en el seno de una familia muy religiosa, que, desde que él era muy pequeño, lo tenía destinado a ser un hombre de la Iglesia. Varias veces huyó de los conventos en los que lo habían recluido para su formación religiosa católica, pero siempre tuvo que regresar por miedo a enfrentar a su familia. Inicialmente se vinculó con los jesuitas, luego se retiró y se unió al ejército, posteriormente se ordenó como sacerdote benedictino y, finalmente, se convirtió al protestantismo. Protagonizó múltiples escándalos con mujeres y amores prohibidos. Además de sus aventuras amorosas y alternancias religiosas, contrajo muchas deudas de las que le tocó huir en varias ocasiones; fue incluso encarcelado.
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Una de las obras más escandalosas para la sociedad de su época es la Historia del caballero Des Grieux y de Manon Lescaut, cuyo título se ha simplificado desde hace varios años a Manon Lescaut. Esta novela estaba incluida en una gran obra llamada Mémoires et Aventures d’un homme de qualité qui s’est retiré du monde (Memorias y aventuras de un hombre de calidad que se ha retirado del mundo) publicadas en siete tomos entre 1728 y 1731. Manon Lescaut se publicó por primera vez en 1731. Tuvo muchísimo éxito y fue considerada como inmoral y contraria a las buenas costumbres, tanto que las autoridades la retiraron de las librerías. Años después hizo unas correcciones y una nueva versión fue publicada en 1753, separadamente del resto de los relatos de la colección.
Esta narra el amor de un noble caballero, llamado Des Grieux, por una cortesana (mujer de entretenimiento), Manon. Por culpa de este amor inevitable, el caballero es desheredado y obligado a vivir con su amante en París en medio de la pobreza y no le quedó más remedio que empezar a delinquir. En un momento dado, en medio de la desventura, Manon es forzada a viajar a América (New Orleans) como prostituta, pero su gran amor no se conforma con dejarla partir y la sigue. Logran huir juntos y enfrentan una travesía por el desierto de Luisiana, pero la mujer muere de hambre y de cansancio. Finalmente, él regresa a Francia.
El narrador de este gran amor juzga e interviene para contarnos la historia de unos amantes depravados y culpables de crímenes atroces, pero al mismo tiempo protagonistas de un amor puro y enmarcado dentro de una pasión irresistible, tanto, que el lector tiende a congraciarse con el crimen en aras del triunfo del amor. Esta gran pasión ha sido objeto de las óperas de Jules Massenet en 1884 y de Giacomo Puccini en 1893. También ha sido adaptada al teatro en varias ocasiones.
En suma, se trata de una novela dinámica, fluida, llena de aventuras y de peripecias amorosas en las que el amor sentimental y carnal es el sentimiento por excelencia que logra rescatar al ser humano de las construcciones sociales, pero al mismo tiempo la pasión es la culpable de la decadencia absoluta. El héroe de la novela es un hombre atormentado e indeciso. Su pensamiento y su estricta formación noble se ven alterados por el miedo de perder a su gran amor, a pesar de tener absoluta certeza del carácter malévolo de las acciones de su amada y de él mismo. Posiblemente es también una proyección del “yo” del autor, cargado de contradicciones e indecisiones que, de alguna manera, propende por la reivindicación. De hecho, el final de la novela parece enmarcarse dentro de los preceptos cristianos: la virtud del hombre honesto termina triunfando sobre el amor pasional.
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Cierro con una cita de Mercé Boixareu, en relación con la generalidad de la obra del famoso abate: “(…) Prévost es la encarnación más fiel, dramática y emocionante de este siglo XVIII francés, rebosante de felicidad, sediento de placeres, ansioso de libertades, de sensibilidad pura, de sentimientos inocentes, lleno de contradicciones y grande en sus búsquedas” (Lecciones de literatura universal, Cátedra, p. 391).