Historia de la literatura: “Paradiso”
Esta novela, escrita por José Lezama Lima, es cómica y, al mismo tiempo, triste y esencial para entender gran parte de la literatura cubana del siglo XX.
Mónica Acebedo
Paradiso es una de las novelas más importantes de la literatura cubana y un referente fundamental en la narrativa hispanoamericana. Publicada en 1966 por José Lezama Lima (1910-1976), a partir de una prosa neobarroca que se nutre de las vanguardias francesas. Se trata de una manera experimental de narrar. Cuenta la infancia y juventud de José Cemí, el protagonista (un posible álter ego de Lezama). En el relato, lenguaje, poesía, fantasía, mito y realidad se fusionan en un universo complejo y novedoso. Afirma María Zambrano en la introducción de la edición de Archivos de 1988: “Paradiso es, en principio, el viaje ritual que Dante Alighieri cumple en La divina comedia, al tener que descender a los infiernos para luego reaparecer dejando en prenda su luz en la oscuridad” (Intro, XVII).
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Paradiso es una de las novelas más importantes de la literatura cubana y un referente fundamental en la narrativa hispanoamericana. Publicada en 1966 por José Lezama Lima (1910-1976), a partir de una prosa neobarroca que se nutre de las vanguardias francesas. Se trata de una manera experimental de narrar. Cuenta la infancia y juventud de José Cemí, el protagonista (un posible álter ego de Lezama). En el relato, lenguaje, poesía, fantasía, mito y realidad se fusionan en un universo complejo y novedoso. Afirma María Zambrano en la introducción de la edición de Archivos de 1988: “Paradiso es, en principio, el viaje ritual que Dante Alighieri cumple en La divina comedia, al tener que descender a los infiernos para luego reaparecer dejando en prenda su luz en la oscuridad” (Intro, XVII).
José María Andrés Fernando Lezama Lima nació el 19 de diciembre de 1910 en La Habana, Cuba. Cuando era estudiante participó en las marchas contra Arturo Machado. Estudió derecho, aunque nunca se graduó. Desde muy joven empezó a escribir poesía y ensayos, participó en revistas literarias, y fue un ávido lector de filosofía, de los clásicos griegos y latinos, de los poetas del siglo XVII español (en especial Luis de Góngora). Paradiso es la única novela que el autor publicó en vida y que se demoró, según él, 16 años escribiendo. Fue parte de lo que Severo Sarduy llamaría el movimiento “neobarroco latinoamericano”, que consistía en expresar el arte, la literatura y la historia retomando las tendencias barrocas del Siglo de Oro español, junto con las realidades políticas, sociales y estéticas del continente.
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Esta tendencia se ve reflejada en la novela de Lezama, que resalta la forma sobre la esencia, que se incorpora a la trama y hace de la prosa una nueva experiencia. Son memorables las palabras de Julio Cortázar a Emmanuel Carballo a propósito del manuscrito de Paradiso: “Primera cosa: la puntuación. (…). Lezama, con la complicidad de los tipógrafos cubanos, conspira abiertamente contra sí mismo por la frecuente insensatez de su puntuación. El principio dominante parece ser el respiratorio (y esto no es broma, tratándose de alguien que respira con dificultad), es decir, que las comas se suceden monótonamente, con un ritmo accesorio al verdadero ritmo profundo del sentido y del sonido”. (Edición de Paradiso, Archivos, p. 718). En efecto, da la sensación de que las comas son el efecto del asma del protagonista.
Ahora bien, la trama no tiene un hilo conductor preciso, aunque supuestamente se cuente la vida de Cemí. En principio es autobiográfica, simbólica y se acerca más a la tradición oral que él tanto conoce de los clásicos. La obra ha sido analizada y comentada hasta la saciedad y, con todo, cada vez que se lee se encuentran más aspectos narratológicos. Podría decirse que es una novela de formación, ya que expone asuntos personales del protagonista desde su niñez y la manera como va desarrollando su pensamiento, explora intimidades de Cemí que no necesariamente resultan relevantes o útiles para construir la trama, simplemente están ahí, pero también es una obra que refleja la cubanidad en un juego metafórico con material bíblico. Encontramos motivos como la comida, la homosexualidad: “Cuando hablamos de homosexualismo me parece a veces que generalizamos con exceso, otras pienso que hemos caído tan solo en las zarzas del sexo”. Se hace referencia a los prostíbulos de hombres, al chisme que dialoga con la intelectualidad y la erudición cubana, a la censura del régimen sobre algunos escritores y a la muerte.
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José Cemí es un niño enfermo de asma que tiene constantes pesadillas. Es el consentido de las mujeres de la familia y las criadas: “El aire del campo le hará bien a su asma, aunque es una enfermedad tan rara y especial, que a lo mejor le sucede con tantas yerbas y flores, que empeora”. Además, por su enfermedad, es usual que no salga mucho y que se quede en casa leyendo. Su padre es un coronel del ejército y su infancia transcurre en un campamento militar en el que su padre trabaja. Luego el padre muere y esta partida temprana va a marcar gran parte de sus angustias: “Cemí asociaba toda separación a la idea de la muerte. El regreso de toda partida era la ausencia del morir”. Se narra también cómo Cemí descubre el sexo, sus viajes de vacaciones, las relaciones con su madre, sus amigos y todas sus vivencias subordinadas a una manera muy especial de ver la realidad. La narración se presenta en desorden cronológico y los sucesos no son importantes.
En conclusión, es una prosa compleja que supuestamente narra una vida normal, que no tiene nada extraordinario. Pero es excepcional porque se construye con metáforas, sensaciones, pensamientos, símbolos, literatura y un desordenado formalismo. El pensamiento interior del personaje, su relación con el mundo, con los libros, con la poesía y con la gente que lo rodea se convierten en el detonante de una trama sin trama. Es cómica y, al mismo tiempo, triste y esencial para entender gran parte de la literatura cubana del siglo XX.
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