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“Tengo una costumbre muy vieja: todos los domingos por la mañana doy audiencia a los personajes de mis futuros relatos. Cinco horas, de las ocho a la una. Y no sé por qué, pero, por regla general, a estas audiencias acude la gente más descontenta del mundo, o afligida por los males más raros, o embrollada en casos muy complicados, y es muy difícil tratar… Sin embargo, los personajes de mis relatos van diciendo por ahí que soy un escritor muy cruel, sin piedad”: La tragedia de un personaje (1911), de Luigi Pirandello.
Los personajes literarios no son una ficción, son una realidad. De esta premisa se vale Luigi Pirandello (1867-1936) para representar literariamente el juego sicológico entre la realidad y la apariencia. Esta postura estética que despliega la eterna dualidad entre el ser y el parecer ser se observa en la mayoría de su producción literaria (novelas, cuentos, ensayos y, sobre todo, teatro), pero se siente con mayor vehemencia en la novela El difunto Matías Pascal (1904) y en la obra de teatro Seis personajes en busca de un autor (1921). En esta ocasión haré referencia a esta última, ya que es, a mi juicio, una de las obras de teatro más emblemáticas, tal vez porque es al mismo tiempo dramática, entretenida y sumamente compleja. Precisamente, la cita con la que inicio esta reflexión, que pertenece a un relato publicado varios años antes de que Pirandello publicara la obra de teatro, da cuenta del juego metaliterario que ronda su intención narratológica: el teatro dentro del teatro y la relatividad de la realidad.
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Luigi Pirandello nació en Agrigento (Italia) el 28 de junio de 1867. Su familia era acomodada, burguesa y anticlerical. Estudió inicialmente derecho y después letras; pasó por las universidades de Palermo, Roma y Bonn, estudió con detenimiento a los clásicos y filósofos alemanes; fue también profesor de literatura; aprendió de Ibsen y de otros representantes del teatro del absurdo, al tiempo que fue precursor de una dramaturgia futurista y una novedosa técnica escénica; dejó una vastísima obra literaria; ganó el Premio Nobel de Literatura en 1934. Murió en 1936, víctima de una pulmonía.
El argumento de Seis personajes en busca de autor es apasionante: en medio del ensayo de una obra de teatro, El juego de papeles, también escrita por el mismo Pirandello, acuden seis personas (padre, madre, hijastra, hijo, un muchacho y una niña). Ellos interrumpen la actuación y manifiestan al director que necesitan a un autor que quiera materializarlos, pues todos ellos son producto de la imaginación de un escritor, quien después de haberlos creado no los dejó registrados en ninguna obra. En ese sentido, necesitan de alguien que les permita existir y le piden al director del teatro que les ayude.
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Estas seis personas han vivido un drama y necesitan expresar su historia: el padre y la madre tuvieron un hijo. Por culpa de un romance de la madre con un empleado del padre, este expulsa a la madre de la casa y le exige dejar al hijo. Luego, la madre tiene otros tres hijos con su nueva pareja. El segundo esposo muere y posteriormente la hija mayor de ellos se ve obligada a trabajar de prostituta. El padre acude con frecuencia a esta casa de citas y en algún momento elige a la hija de su esposa. Sin embargo, justo antes de consumar el acto amoroso, aparece la madre, impide el desenlace y le relata a su exmarido su tragedia. El hombre los acoge de nuevo en su casa, a pesar de la hostilidad del hijo. La narración del drama de los seis personajes continúa y se yuxtapone a las discusiones con el director, con los otros actores y los trabajadores del teatro.
No hay un orden lógico en la trama, no hay un argumento lineal, no hay un límite en el espacio, no se sabe hasta qué momento llega la actuación y en dónde está la realidad y es ahí donde radica su genialidad. La gran mayoría de las acciones de la obra provienen de los sentimientos de los seis personajes que buscan un autor. Ellos sienten rabia, rencor, humillación, arrepentimiento y un gran etcétera que los hace muy reales. Tanto, que simplemente se independizan de su creador y se apropian de su propia tragedia, así no le guste al autor original. Pero su experiencia no puede ser representada sino por ellos mismos.
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Así, en esta obra de teatro confluyen el arte y la vida a partir de motivos comunes como la máscara, el espejo y lo infinito. Pirandello supone que todos nosotros somos, de alguna manera, personajes que nos disfrazamos y perdemos nuestra identidad, casi siempre por la mirada de los otros.
Cierro con el mismo Pirandello quien explica el alcance de su obra en el Prólogo: “[…] una mezcla de tragedia y de comedia, de fantasía y de realidad, en una situación humorística completamente nueva y muy compleja, un drama que por medio de sus personajes que respiran, hablan y se mueven solos, que lo llevan dentro y lo sufren en sí mismos, quiere a toda costa encontrar la manera de ser representado; y la comedia de las vanas tentativas de esta realización escénica improvisada”.