Historia de la literatura: sor Juana Inés de la Cruz
Desde muy pequeña, sor Juana Inés de la Cruz (San Miguel Nepantla, Nueva España) aprendió a leer y escribir, y tuvo acceso a numerosos libros. Su inteligencia generó la admiración de la virreina, Leonor Carreto, quien la nombró como una de sus damas de compañía. Sin embargo, su condición de mujer e hija natural limitaba de manera permanente su conocimiento, por lo que tuvo que ingresar a la vida religiosa.
Mónica Acebedo
Para cerrar el siglo XVII, uno de los más prolíficos de la historia de la literatura en Occidente, me voy a referir a una de las escritoras más audaces de su tiempo: Juana Inés de Asbaje, mejor conocida como sor Juana Inés de la Cruz, una mujer que se aisló en la vida conventual para poder tener acceso a las letras y al conocimiento que la sociedad novohispana le negaba. Como todas las personas que se dedicaron a escribir en aquellos tiempos, más aún si se trataba de una mujer, tenemos pocos datos para confeccionar una biografía rigurosa, aunque se ha tratado de reconstruir varias veces: desde la perspectiva religiosa y espiritual, desde un punto de vista poético y literario, y a partir de una fase psicológica e, incluso, sexual. El cine y la televisión no se han quedado atrás: Yo, la peor de todas (2014), dirigida por María Luisa Benberg, y una reciente serie hablan sobre la polémica monja del tardío Barroco hispano.
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Para cerrar el siglo XVII, uno de los más prolíficos de la historia de la literatura en Occidente, me voy a referir a una de las escritoras más audaces de su tiempo: Juana Inés de Asbaje, mejor conocida como sor Juana Inés de la Cruz, una mujer que se aisló en la vida conventual para poder tener acceso a las letras y al conocimiento que la sociedad novohispana le negaba. Como todas las personas que se dedicaron a escribir en aquellos tiempos, más aún si se trataba de una mujer, tenemos pocos datos para confeccionar una biografía rigurosa, aunque se ha tratado de reconstruir varias veces: desde la perspectiva religiosa y espiritual, desde un punto de vista poético y literario, y a partir de una fase psicológica e, incluso, sexual. El cine y la televisión no se han quedado atrás: Yo, la peor de todas (2014), dirigida por María Luisa Benberg, y una reciente serie hablan sobre la polémica monja del tardío Barroco hispano.
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El mejor intento de biografía, probablemente una de las más precisas, que además sirve como referencia para entender la sociedad que la rodeaba, junto con numerosos datos sociológicos, es la elaborada por Octavio Paz: Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982). Paz reconoce que fue gracias al poeta Amado Nervo, con su libro Juana de Asbaje (1910), que la obra de sor Juana pasó de ser una reliquia a un objeto de estudio y análisis literario. Sin embargo, Octavio Paz va más allá, pues conjuga magistralmente el análisis histórico con la obra: “No basta con decir que la obra de sor Juana es un producto de la historia; hay que añadir que la historia también es un producto de esa obra” (Ed. FCE, 2004, p. 15).
Inés de Asbaje Ramírez de Santillana nació en San Miguel Nepantla, Nueva España (México de hoy), el 17 de abril de 1651 (algunos estudios afirman que la fecha es 1648) y murió en 1695. Desde muy pequeña aprendió a leer y escribir, y tuvo acceso a numerosos libros. Su inteligencia, sabiduría y precocidad generaron la admiración de la virreina, Leonor Carreto, quien la nombró como una de sus damas de compañía. Sin embargo, su condición de mujer e hija natural limitaban de manera permanente su conocimiento y amenazaban su estancia en la corte virreinal, por lo que tuvo que ingresar a la vida religiosa: primero, en un convento de las Carmelitas Descalzas, donde al parecer no tuvo acceso a los libros ni a ninguna libertad; luego, entró en la orden de San Jerónimo, donde permaneció toda su vida y escribió la mayor parte de sus obras.
Sin duda, se mereció el apodo de la “décima musa” por lo vasta y variada que es su producción literaria, pues escribió teatro, autos sacramentales, poesía religiosa y amorosa, además de ensayos y prosa. Y, aunque los géneros y contenidos varían, en la mayoría de sus escritos, incluso los religiosos, presenta a las mujeres como personas capaces de manejar su propio destino y aptas para estudiar y acceder a las letras en el mismo nivel de los hombres. Asimismo, es recurrente, sobre todo en la poesía, el uso del tópico de la decepción amorosa.
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En este corto espacio me voy a referir a dos piezas fundamentales de su obra: el poema Hombres necios que acusáis y la carta Respuesta a sor Filotea de la Cruz. El primero es un poema fundamental en cuanto a ritmo y versificación, además de ser un referente de un discurso femenino inusual para su época; y la segunda, además de reiterar, justificar y enumerar a la femineidad letrada, nos proporciona datos autobiográficos.
El poema critica a los hombres por su incoherencia entre el gusto y la censura a la que someten a las mujeres: “Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis” (v. 1-4). Es un reclamo a los hombres que acusan a la mujer por acceder a las pasiones que ellos mismos incitan. Se escucha a lo largo del poema un tono satírico y se refiere a que la mujer únicamente tiene dos opciones: si no acepta los coqueteos y las proposiciones de los hombres se la califica de ingrata y si las acepta es acusada de liviana: “Si con ansia sin igual / solicitáis su desdén / ¿por qué queréis que obren bien / si las incitáis al mal? / Combatís su resistencia / y luego, con gravedad, / decís que fue liviandad / lo que hizo la diligencia” (v. 5-12). Defiende los derechos de las mujeres y cuestiona la culpa de las prostitutas: “¿O cuál es más de culpar, / aunque cualquiera mal haga: / la que peca por la paga / o el que paga por pecar” (v. 53-56).
La Respuesta a sor Filotea de la Cruz, escrita en 1691, es la réplica a una misiva que le dirigió el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, quien escribió con el seudónimo de sor Filotea de la Cruz. En la carta le recrimina sus escritos, pues siendo religiosa y mujer, según el religioso, ella debía limitar su vida enteramente a Dios y no andar escribiendo poemas, obras de teatro y reflexiones filosóficas. Alega que las mujeres no se deben dedicar a temas filosóficos, ya que eso es asunto de hombres. Sor Juana le responde con un escrito que tiene forma de memoria personal, pero al mismo tiempo alegato y exposición de ideas. Le recuerda a varias mujeres doctas a lo largo de la historia de la humanidad y da una clase de historia, retórica y lógica en uno de los escritos más eruditos de la historia de la literatura que, además, rompe con el discurso secular y se posiciona como una pionera de los derechos de las mujeres, en cuanto al acceso al conocimiento en igualdad de condiciones con los hombres.