Historias de vida: Mauricio Gómez (In Memoriam)
En esta nueva entrega de la serie Historias de Vida, creada y producida por Isabel López Giraldo, presentamos una entrevista con el periodista Mauricio Gómez, quien falleció recientemente.
Isabel López Giraldo
Orígenes
Fui criado en una familia estrechamente relacionada con el periodismo y la política. Mi abuelo Laureano Gómez, acompañado por José de la Vega, fundó un periódico al que llamó El Siglo hoy el Nuevo Siglo.
En los años 30 y 40 del siglo pasado, la política se hacía esencialmente a través de los periódicos, pues no había televisión como tampoco Internet ni ninguno de los demás medios de comunicación que se conocen hoy. Cuando estaba pequeño no me daba cuenta de la importancia de los periódicos con relación a la vida política pero sí me llamaba la atención que a la casa llegaran por lo menos tres, lo que ocurría muy temprano en la mañana. Y buscaba verlos de primero. Si bien no entendía nada de política, pues tenía ocho años, igual buscaba afanoso esa lectura.
A mis cinco años viví en España hasta los siete, cuando regresamos al país. A mi familia la desterraron cuando hubo un golpe contra mi abuelo, pero de eso tengo muy poca memoria pues todo ocurrió a mis cinco años. Lo que sí recuerdo es que en el colegio me apodaron “godo”. No sabía qué significaba, pero me ponía rojo, por supuesto. Luego me explicaron que era la forma como calificaban a una persona cuando pertenecía a una familia conservadora.
De los periódicos disfrutaba las fotos y las caricaturas. Ahí me di cuenta de que mi papá aparecía en muchas, casi a diario, tanto en El Tiempo como en El Espectador. Eran muy críticas y duras, pues lo dibujaban como el diablo o como un caníbal con un hueso en la cabeza dándole vueltas a una olla donde estaba cocinando a sus enemigos. Todo esto fue un arma muy efectiva contra mi padre, porque, en lugar de controvertir sus ideas, lo hacían en series. Caricaturizaban todo lo que él decía.
En mi casa no se hablaba de política, pero sí de música, de cine, de deportes. Desconozco las razones por las que la política no era un tema, pero no tenía mayor acogida.
En la primera candidatura a la presidencia de mi padre contra Alfonso López, junto con los compañeros de mi edad, ayudé haciendo campaña puerta a puerta. Entregábamos afiches y demás.
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El día de las elecciones, en 1974, fui vacunado contra la política. Por la mañana llegó a mi casa un señor diciendo: “¡Qué maravilla! Por fin se encontró el candidato que era”. Decía también que a Álvaro Gómez le cabía el país en la cabeza, pero también varios otros más. Que qué tipo para ser claro con lo que expresaba. Y destacaba las soluciones que tenía para los temas del país. Pero no le fue bien a mi papá. En la noche, el mismo señor decía: “¡Cómo se nos ocurrió ponerlo de candidato cuando es la única persona que une al Partido Liberal!”
Ese día supe que el mejor amigo por la mañana, puede ser el mejor enemigo por la noche. Esto fue así sin que hubiera pasado más allá de una derrota electoral. Lo que quiere decir que no había ningún principio que los uniera, solo un buen resultado electoral. Aprendí mucho de esta desafortunada situación y, al mismo tiempo, me dejó ver los riesgos y el concepto de amistad en la política. Nunca había considerado la idea de participar en política, pero esto fue definitivo.
Al final de mi niñez, cuando tenía once o doce años, con un par de compañeros de colegio, Mauricio Luna y Juan Manuel Mosquera, hicimos un periódico al que llamamos “La antena gimnasiana”. Fue aquí donde empezó mi afición por el periodismo. También fui director de un grupo de teatro del colegio. He de confesar que esa actividad servía a mi búsqueda por vencer la timidez, mi fiel compañera.
Carrera universitaria
Cuando llegó el momento de escoger mi carrera, sin dudarlo, decidí Derecho. Nunca supe el porqué, pues ni siquiera mi papá me sugirió que la estudiara.
Cursando la carrera me dediqué, en la última fila de la clase, a leer libros que no tenían nada que ver con Derecho. No me interesaba para nada, no me interesó nunca, no me gustó y tampoco quería ejercer. Ninguna de las clases llamaba mi atención. Me aguanté la frustración de haber escogido una carrera que no era la mía.
Durante este tiempo hice varias obras de teatro, dirigí un grupo que se llamaba “La Farsa”. Alguna vez adapté unos textos de Julio Cortázar a teatro; hicimos la obra “Por escrito gallina una”. Se trataba de una tomadera de pelo entre veintiséis personas de cinco universidades distintas.
Puedo afirmar que me equivoqué, pese a que la cursé hasta graduarme de abogado, muy contra mi voluntad, pues supe siempre que no la iba a ejercer. Pero mi padre me dijo: “Lo que uno empieza, tiene que terminarlo”. A lo que contesté: “Me falta la tesis y no quiero hacerla”. Y él me respondió: “Pues le obliga”. Acabé bautizándola “La planeación, un derecho político”. Creo que todavía tiene el record de ser la tesis más corta jamás escrita en la Facultad de Derecho de la Universidad Javeriana.
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El cartón de abogado quedó dentro de un cajón, ni siquiera lo enmarqué. No puedo decir que el Derecho me haya servido mucho, quizás solo en mi calidad de periodista para entender algunos términos, pero para absolutamente para nada más.
Artes gráficas - Inglaterra
Luego fui a estudiar Artes Gráficas a Inglaterra. Me interesaba aprender cómo manejar la impresión pues mi familia tenía una imprenta, pero al volver esta se quebró.
Tuve pues la posibilidad de trabajar en El Siglo, que en ese momento lo dirigía mi padre. Encontré a varios periodistas de mi edad, entre ellos a María Isabel Rueda; Álvaro Montoya, periodista y caricaturista; Juan Diego Jaramillo, quien ya murió; Enrique Pulecio, que adaptó mis crónicas a un libro.
Me encargaron las páginas internacionales. Fui responsable de dos de ellas que, en ese momento, era más de lo que tenía El Tiempo en ese frente. Utilizamos las radio fotos, que llegaban, se iban imprimiendo como un cable, línea por línea. Es decir, en lugar de imprimir un texto, se imprimía una imagen. Fue así como decidí utilizar ese material, entonces, hice dos columnas de solo fotos.
También sacamos afiches de los equipos de futbol, lo que significó un éxito total. Este un periódico de poco tiraje, el día del afiche, se multiplicaba por diez.
Televisión - Noticiero 24 Horas
Se me dio la posibilidad de pasar a televisión en el Noticiero24 horas, el que dirigí durante diez años. Era una época muy difícil, la del enfrentamiento de Pablo Escobar con la prensa. Estuvimos todos muy amenazados y la situación era muy complicada en el país.
Asumí sin tener idea de lo que se trataba. Yo no había visto una cámara de televisión en mi vida, pero conté con muy buenos maestros como Javier Darío Restrepo, hoy uno de los decanos del periodismo colombiano.También Raúl Gutiérrez, Jorge Ortiz, Guillermo Aldana, Amparo Peláez, Gloria Cecilia Gómez, Olga Behar.
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Para ese momento no había sino dos canales en Colombia, el Canal Uno y el Canal A. Nosotros hacíamos el noticiero del Canal Uno, a las siete de la noche, por lo mismo nos veía mucha gente pues no se contaba con cable como alternativa.
En algún momento hubo crisis de presentadores, lo que siempre ocurre. Conocí por accidente a Margarita Rosa de Francisco, cuando grababa El Gallito Ramírez. Yo quería que presentara, era muy joven e inexperta, pero tenía carisma, era muy linda y sabía leer, por lo mismo, tenía las cualidades para presentar.
Busqué que un joven presentara con ella, pero me dijo: “Yo presento si es con Usted, de otra forma no cuente conmigo. Esto es así, porque usted sí sabe de qué está hablando”. Así pues que nos lanzamos a la aventura.
Hicimos una campaña muy dura contra Pablo Escobar, entonces comenzaron a llegar amenazas por cable y telegramas. Alguno decía: “Felicitaciones, usted también será eliminado”. Luego vino una arremetida contra los hijos de políticos. Pablo Escobar los secuestraba para presionar que no hubiera extradición de colombianos a los Estados Unidos y allí cayeron Francisco Santos, Diana Turbay, a quien mataron, Andrés Pastrana, que liberaron.
Cuando Pastrana salió de su secuestro, me buscó estando yo en España. Para ese momento hacía un programa sobre los periodistas colombianos en el exilio con Daniel Samper, Antonio Caballero, Ligia Riveros que, cuando recibió un premio de periodismo, me dijo: “Usted póngase las pilas que me cogieron a mí porque no lo pudieron coger a usted”.
Luego de varias tentativas de secuestro, de las que no sé cómo me salvé, estaba editando un programa en JES, de Julio Sánchez. Eran las doce de la noche, pues a esa hora me prestaban las máquinas, cuando fueron a mi casa ocho señores preguntando si yo estaba arrendando el apartamento.
Algún día me encontré el carro de mi papá en Inravisión, en la calle 26. Se me hizo muy extraño, pues él nunca se había metido en el noticiero para nada. Esto me hizo pensar que le había ocurrido algo, tal vez a mi mamá, pero me dijo: “Anda a leer el noticiero y ahorita hablamos”. Yo sabía que había algo y a la salida me dijo: “Te tienes que ir de Colombia y tienes que hacerlo mañana, pues me pasaron una grabación en la que hablan de tu secuestro”.
Esa noche dormí en la casa de mi padre y al día siguiente viajé a los Estados Unidos. Allá me encontré con Luis Alberto Moreno, director del Banco Interamericano de Desarrollo. Me recomendó en CNN en Inglés donde viví una experiencia completamente diferente por el desarrollo tecnológico, pues contaban con computadores que no se tenían en Colombia. Aprendí a trabajar en ellos después de un curso de dos meses.
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Quería regresar porque me hacía falta el país, así que, después de dos años, decidí renunciar convencido de que ya era el momento. Pero, al día siguiente de mi renuncia mataron a Luis Carlos Galán. Recibí una llamada de mi papá diciéndome que todavía no podía volver. Busqué otro trabajo y me recibieron en Univisión donde conocí a Jorge Ramos y a María Salinas. Decidí retirarme el día en que a mi papá lo nombraron embajador en París.
Arte en París
Venía haciendo mis trazos, me había dado por dibujar y pintar con crayolas y lápices de colores. Decidí entonces viajar con mis padres, acompañarlos y aprovechar la oportunidad para estudiar arte: dibujo, pintura y escultura.
El arte lo ejerzo en el periodismo, considero que es la única manera de abrir el horizonte, de dejar de lado los preconceptos, conquistar nuevos espacios, viajar a caminos inexplorados.
Dibujo, pintura y escultura, son tres cosas muy distintas. El primero es una cuestión muy rápida y sobre la que uno no vuelve. Cuando dibujas ya está, queda tal cual salió, es mucho más espontáneo y no hay que ahogarlo. Tuve un muy buen profesor, un señor de edad, muy sabio. Era alguien que tenía muchas cosas que decir, tanto que, al comienzo, no sabía si realmente le entendía lo que decía o si yo estaba entendiendo justo lo contrario, porque mi francés era muy malo en ese momento. Fue claro para mí cuando dijo: “Estamos en esta clase para perdernos y, si al final del curso nos damos cuenta de que no sabemos nada, el curso fue un éxito”.
Documental Colombia vive - Crónicas de CM& - Libro
Viví en París dieciséis años dedicados a pintar y a mis clases. Juré que no volvería a ejercer el periodismo, pero a mi regreso, aburrido ya de dieciséis inviernos y sin querer el siguiente, me llamaron de Caracol Televisión, pero también de la revista Semana, para proponerme la dirección de un documental dados los 25 años de historia de la revista. Se tituló “Colombia Vive” y contiene episodios muy duros de la vida nacional desde 1982 hasta el momento de la imagen de Ingrid Betancourt cuando estaba secuestrada.
Luego de esto Yamid me llamó para que le colaborara en el noticiero como crítico. Quería que hiciera unos informes sobre Medellín y me preguntó:
— Oye, ¿serás tú la persona indicada para esa tarea?
— No señor. Hace veinte años no voy a Medellín, Yamid.
— ¿Hace cuánto?
— 20 años.
—– Entonces sí es la persona precisa, para observar los cambios.
Te garantizo que, si le hubiera dicho: vivo en Medellín, él me hubiera dicho que estaba perfecto, porque con Yamid, con cara él gana y con sello uno pierde.
Comencé a hacer las Crónicas de CM&, que fueron una experiencia magnífica. A través de ellas conocí el país. Me fueron evidentes muchos problemas. No soy un periodista que pueda decir que las cosas van bien, eso no me sale, así encuentre de vez en cuando, pero muy de vez en cuando, cosas positivas. Creo que lo importante es dejar evidencia de un país cómplice de la corrupción en todos los niveles.
Las crónicas contienen denuncias de la violencia contra las mujeres, de los niños guerrilleros, de las regalías, del sistema de salud, de los parques nacionales, del río Bogotá, del Magdalena. El país tiene todo por mejorar. Me contó alguien en el Congreso que el informe de las regalías sirvió para cambiar la Ley pues estaban inequitativamente repartidas. Así, por ejemplo, el Casanare por el petróleo se quedaba con la cuarta parte, teniendo menos del 0.1% de la población. Lo importante no eran las obras, sino hacer contratos. Hoy hay mucha menos corrupción gracias a esa Ley.
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Actualmente realizo un informe sobre los aeropuertos. Al de Palestina, en el que se han gastado 400 mil millones y que requeriría 800 mil más, se lo tragó la maleza. Hace años yo informaba que el aeropuerto podría abrir en el 2011, estamos en el 2015 y no hay nada diferente a una plata enterrada.
Puedo decirte que cuento con privilegios como el de escoger los temas de las crónicas. En ocasiones Yamid me sugiere, también me da el tiempo para investigar los temas, para desarrollarlos y luego para pasarlos al aire. A ningún periodista en el mundo le dan el tiempo que me dan a mí, por lo que me considero un consentido del periodismo.
En esta etapa del periodismo no estoy frente a la cámara, sólo de manera muy sutil, para dejar constancia de que no compré las imágenes.
Edité mi libro “Crónicas” que contiene el lector QR, lo que da ocho horas de video, algo completamente novedoso. La idea original de libro era pasta dura con 2 DVD´s y dos horas de video, así que la tecnología acercará a los reportajes para que no queden cubiertos de polvo en un anaquel.
Radio
Hice pocas cosas en radio, pero todas por cuenta de Yamid, en ese momento director de Caracol Noticias, la gran figura de la radio en Colombia.
Gracias a nuestra amistad, en ocasiones hice programas para algún evento especial. Es el caso de las elecciones en los Estados Unidos. Pero no me capturó la radio, lo mío tiene que ver con la imagen.
Hicimos entrevistas, unas más o menos buenas, otras frustradas como a Pinochet: viajamos hasta Chile y a Yamid no lo dejaron preguntar, nunca supimos el porqué.
Reflexiones
El periodista suele pensar que sabe sobre algún tema y, lo que es más grave, sobre todos los temas. Pero la realidad es contraria a esa idea.
El espectro es tan grande, que resulta imposible abarcarlo todo. Muchos aspectos relevantes quedan por fuera, se publica con una gran cantidad de vacíos.
Se necesitan pies de plomo para saber cómo y dónde cortar, dejar lo más relevante.
He publicado investigaciones que considero superficiales, muchas veces precipitadas. Pero esa es la verdad de la vida, jamás sabrás todo sobre algo.
El mejor consejo que me han dado en la vida fue el de: “Haga lo contrario de lo que Usted cree que debe hacer”.
Estoy disfrutando lo que hago, pero también soy consciente de que llega un momento en el que deberé colgar la lira y retirarme, y no desgastar a la audiencia. No lo veo tan cerca, pero llegará el día en que diga: “Ya di la serenata”.
Que mi plan retiro sea el arte.
Por ahora continuaré mi camino.
La buena lectura me llena el alma. Es muy fácil encontrarla, no cuesta consumirla y genera inquietudes intelectuales. Es una antorcha del pensamiento.
Orígenes
Fui criado en una familia estrechamente relacionada con el periodismo y la política. Mi abuelo Laureano Gómez, acompañado por José de la Vega, fundó un periódico al que llamó El Siglo hoy el Nuevo Siglo.
En los años 30 y 40 del siglo pasado, la política se hacía esencialmente a través de los periódicos, pues no había televisión como tampoco Internet ni ninguno de los demás medios de comunicación que se conocen hoy. Cuando estaba pequeño no me daba cuenta de la importancia de los periódicos con relación a la vida política pero sí me llamaba la atención que a la casa llegaran por lo menos tres, lo que ocurría muy temprano en la mañana. Y buscaba verlos de primero. Si bien no entendía nada de política, pues tenía ocho años, igual buscaba afanoso esa lectura.
A mis cinco años viví en España hasta los siete, cuando regresamos al país. A mi familia la desterraron cuando hubo un golpe contra mi abuelo, pero de eso tengo muy poca memoria pues todo ocurrió a mis cinco años. Lo que sí recuerdo es que en el colegio me apodaron “godo”. No sabía qué significaba, pero me ponía rojo, por supuesto. Luego me explicaron que era la forma como calificaban a una persona cuando pertenecía a una familia conservadora.
De los periódicos disfrutaba las fotos y las caricaturas. Ahí me di cuenta de que mi papá aparecía en muchas, casi a diario, tanto en El Tiempo como en El Espectador. Eran muy críticas y duras, pues lo dibujaban como el diablo o como un caníbal con un hueso en la cabeza dándole vueltas a una olla donde estaba cocinando a sus enemigos. Todo esto fue un arma muy efectiva contra mi padre, porque, en lugar de controvertir sus ideas, lo hacían en series. Caricaturizaban todo lo que él decía.
En mi casa no se hablaba de política, pero sí de música, de cine, de deportes. Desconozco las razones por las que la política no era un tema, pero no tenía mayor acogida.
En la primera candidatura a la presidencia de mi padre contra Alfonso López, junto con los compañeros de mi edad, ayudé haciendo campaña puerta a puerta. Entregábamos afiches y demás.
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El día de las elecciones, en 1974, fui vacunado contra la política. Por la mañana llegó a mi casa un señor diciendo: “¡Qué maravilla! Por fin se encontró el candidato que era”. Decía también que a Álvaro Gómez le cabía el país en la cabeza, pero también varios otros más. Que qué tipo para ser claro con lo que expresaba. Y destacaba las soluciones que tenía para los temas del país. Pero no le fue bien a mi papá. En la noche, el mismo señor decía: “¡Cómo se nos ocurrió ponerlo de candidato cuando es la única persona que une al Partido Liberal!”
Ese día supe que el mejor amigo por la mañana, puede ser el mejor enemigo por la noche. Esto fue así sin que hubiera pasado más allá de una derrota electoral. Lo que quiere decir que no había ningún principio que los uniera, solo un buen resultado electoral. Aprendí mucho de esta desafortunada situación y, al mismo tiempo, me dejó ver los riesgos y el concepto de amistad en la política. Nunca había considerado la idea de participar en política, pero esto fue definitivo.
Al final de mi niñez, cuando tenía once o doce años, con un par de compañeros de colegio, Mauricio Luna y Juan Manuel Mosquera, hicimos un periódico al que llamamos “La antena gimnasiana”. Fue aquí donde empezó mi afición por el periodismo. También fui director de un grupo de teatro del colegio. He de confesar que esa actividad servía a mi búsqueda por vencer la timidez, mi fiel compañera.
Carrera universitaria
Cuando llegó el momento de escoger mi carrera, sin dudarlo, decidí Derecho. Nunca supe el porqué, pues ni siquiera mi papá me sugirió que la estudiara.
Cursando la carrera me dediqué, en la última fila de la clase, a leer libros que no tenían nada que ver con Derecho. No me interesaba para nada, no me interesó nunca, no me gustó y tampoco quería ejercer. Ninguna de las clases llamaba mi atención. Me aguanté la frustración de haber escogido una carrera que no era la mía.
Durante este tiempo hice varias obras de teatro, dirigí un grupo que se llamaba “La Farsa”. Alguna vez adapté unos textos de Julio Cortázar a teatro; hicimos la obra “Por escrito gallina una”. Se trataba de una tomadera de pelo entre veintiséis personas de cinco universidades distintas.
Puedo afirmar que me equivoqué, pese a que la cursé hasta graduarme de abogado, muy contra mi voluntad, pues supe siempre que no la iba a ejercer. Pero mi padre me dijo: “Lo que uno empieza, tiene que terminarlo”. A lo que contesté: “Me falta la tesis y no quiero hacerla”. Y él me respondió: “Pues le obliga”. Acabé bautizándola “La planeación, un derecho político”. Creo que todavía tiene el record de ser la tesis más corta jamás escrita en la Facultad de Derecho de la Universidad Javeriana.
Le sugerimos leer: El poder de los museos
El cartón de abogado quedó dentro de un cajón, ni siquiera lo enmarqué. No puedo decir que el Derecho me haya servido mucho, quizás solo en mi calidad de periodista para entender algunos términos, pero para absolutamente para nada más.
Artes gráficas - Inglaterra
Luego fui a estudiar Artes Gráficas a Inglaterra. Me interesaba aprender cómo manejar la impresión pues mi familia tenía una imprenta, pero al volver esta se quebró.
Tuve pues la posibilidad de trabajar en El Siglo, que en ese momento lo dirigía mi padre. Encontré a varios periodistas de mi edad, entre ellos a María Isabel Rueda; Álvaro Montoya, periodista y caricaturista; Juan Diego Jaramillo, quien ya murió; Enrique Pulecio, que adaptó mis crónicas a un libro.
Me encargaron las páginas internacionales. Fui responsable de dos de ellas que, en ese momento, era más de lo que tenía El Tiempo en ese frente. Utilizamos las radio fotos, que llegaban, se iban imprimiendo como un cable, línea por línea. Es decir, en lugar de imprimir un texto, se imprimía una imagen. Fue así como decidí utilizar ese material, entonces, hice dos columnas de solo fotos.
También sacamos afiches de los equipos de futbol, lo que significó un éxito total. Este un periódico de poco tiraje, el día del afiche, se multiplicaba por diez.
Televisión - Noticiero 24 Horas
Se me dio la posibilidad de pasar a televisión en el Noticiero24 horas, el que dirigí durante diez años. Era una época muy difícil, la del enfrentamiento de Pablo Escobar con la prensa. Estuvimos todos muy amenazados y la situación era muy complicada en el país.
Asumí sin tener idea de lo que se trataba. Yo no había visto una cámara de televisión en mi vida, pero conté con muy buenos maestros como Javier Darío Restrepo, hoy uno de los decanos del periodismo colombiano.También Raúl Gutiérrez, Jorge Ortiz, Guillermo Aldana, Amparo Peláez, Gloria Cecilia Gómez, Olga Behar.
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Para ese momento no había sino dos canales en Colombia, el Canal Uno y el Canal A. Nosotros hacíamos el noticiero del Canal Uno, a las siete de la noche, por lo mismo nos veía mucha gente pues no se contaba con cable como alternativa.
En algún momento hubo crisis de presentadores, lo que siempre ocurre. Conocí por accidente a Margarita Rosa de Francisco, cuando grababa El Gallito Ramírez. Yo quería que presentara, era muy joven e inexperta, pero tenía carisma, era muy linda y sabía leer, por lo mismo, tenía las cualidades para presentar.
Busqué que un joven presentara con ella, pero me dijo: “Yo presento si es con Usted, de otra forma no cuente conmigo. Esto es así, porque usted sí sabe de qué está hablando”. Así pues que nos lanzamos a la aventura.
Hicimos una campaña muy dura contra Pablo Escobar, entonces comenzaron a llegar amenazas por cable y telegramas. Alguno decía: “Felicitaciones, usted también será eliminado”. Luego vino una arremetida contra los hijos de políticos. Pablo Escobar los secuestraba para presionar que no hubiera extradición de colombianos a los Estados Unidos y allí cayeron Francisco Santos, Diana Turbay, a quien mataron, Andrés Pastrana, que liberaron.
Cuando Pastrana salió de su secuestro, me buscó estando yo en España. Para ese momento hacía un programa sobre los periodistas colombianos en el exilio con Daniel Samper, Antonio Caballero, Ligia Riveros que, cuando recibió un premio de periodismo, me dijo: “Usted póngase las pilas que me cogieron a mí porque no lo pudieron coger a usted”.
Luego de varias tentativas de secuestro, de las que no sé cómo me salvé, estaba editando un programa en JES, de Julio Sánchez. Eran las doce de la noche, pues a esa hora me prestaban las máquinas, cuando fueron a mi casa ocho señores preguntando si yo estaba arrendando el apartamento.
Algún día me encontré el carro de mi papá en Inravisión, en la calle 26. Se me hizo muy extraño, pues él nunca se había metido en el noticiero para nada. Esto me hizo pensar que le había ocurrido algo, tal vez a mi mamá, pero me dijo: “Anda a leer el noticiero y ahorita hablamos”. Yo sabía que había algo y a la salida me dijo: “Te tienes que ir de Colombia y tienes que hacerlo mañana, pues me pasaron una grabación en la que hablan de tu secuestro”.
Esa noche dormí en la casa de mi padre y al día siguiente viajé a los Estados Unidos. Allá me encontré con Luis Alberto Moreno, director del Banco Interamericano de Desarrollo. Me recomendó en CNN en Inglés donde viví una experiencia completamente diferente por el desarrollo tecnológico, pues contaban con computadores que no se tenían en Colombia. Aprendí a trabajar en ellos después de un curso de dos meses.
Le sugerimos: De Friedrich Nietzsche a Viktor Frankl
Quería regresar porque me hacía falta el país, así que, después de dos años, decidí renunciar convencido de que ya era el momento. Pero, al día siguiente de mi renuncia mataron a Luis Carlos Galán. Recibí una llamada de mi papá diciéndome que todavía no podía volver. Busqué otro trabajo y me recibieron en Univisión donde conocí a Jorge Ramos y a María Salinas. Decidí retirarme el día en que a mi papá lo nombraron embajador en París.
Arte en París
Venía haciendo mis trazos, me había dado por dibujar y pintar con crayolas y lápices de colores. Decidí entonces viajar con mis padres, acompañarlos y aprovechar la oportunidad para estudiar arte: dibujo, pintura y escultura.
El arte lo ejerzo en el periodismo, considero que es la única manera de abrir el horizonte, de dejar de lado los preconceptos, conquistar nuevos espacios, viajar a caminos inexplorados.
Dibujo, pintura y escultura, son tres cosas muy distintas. El primero es una cuestión muy rápida y sobre la que uno no vuelve. Cuando dibujas ya está, queda tal cual salió, es mucho más espontáneo y no hay que ahogarlo. Tuve un muy buen profesor, un señor de edad, muy sabio. Era alguien que tenía muchas cosas que decir, tanto que, al comienzo, no sabía si realmente le entendía lo que decía o si yo estaba entendiendo justo lo contrario, porque mi francés era muy malo en ese momento. Fue claro para mí cuando dijo: “Estamos en esta clase para perdernos y, si al final del curso nos damos cuenta de que no sabemos nada, el curso fue un éxito”.
Documental Colombia vive - Crónicas de CM& - Libro
Viví en París dieciséis años dedicados a pintar y a mis clases. Juré que no volvería a ejercer el periodismo, pero a mi regreso, aburrido ya de dieciséis inviernos y sin querer el siguiente, me llamaron de Caracol Televisión, pero también de la revista Semana, para proponerme la dirección de un documental dados los 25 años de historia de la revista. Se tituló “Colombia Vive” y contiene episodios muy duros de la vida nacional desde 1982 hasta el momento de la imagen de Ingrid Betancourt cuando estaba secuestrada.
Luego de esto Yamid me llamó para que le colaborara en el noticiero como crítico. Quería que hiciera unos informes sobre Medellín y me preguntó:
— Oye, ¿serás tú la persona indicada para esa tarea?
— No señor. Hace veinte años no voy a Medellín, Yamid.
— ¿Hace cuánto?
— 20 años.
—– Entonces sí es la persona precisa, para observar los cambios.
Te garantizo que, si le hubiera dicho: vivo en Medellín, él me hubiera dicho que estaba perfecto, porque con Yamid, con cara él gana y con sello uno pierde.
Comencé a hacer las Crónicas de CM&, que fueron una experiencia magnífica. A través de ellas conocí el país. Me fueron evidentes muchos problemas. No soy un periodista que pueda decir que las cosas van bien, eso no me sale, así encuentre de vez en cuando, pero muy de vez en cuando, cosas positivas. Creo que lo importante es dejar evidencia de un país cómplice de la corrupción en todos los niveles.
Las crónicas contienen denuncias de la violencia contra las mujeres, de los niños guerrilleros, de las regalías, del sistema de salud, de los parques nacionales, del río Bogotá, del Magdalena. El país tiene todo por mejorar. Me contó alguien en el Congreso que el informe de las regalías sirvió para cambiar la Ley pues estaban inequitativamente repartidas. Así, por ejemplo, el Casanare por el petróleo se quedaba con la cuarta parte, teniendo menos del 0.1% de la población. Lo importante no eran las obras, sino hacer contratos. Hoy hay mucha menos corrupción gracias a esa Ley.
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Actualmente realizo un informe sobre los aeropuertos. Al de Palestina, en el que se han gastado 400 mil millones y que requeriría 800 mil más, se lo tragó la maleza. Hace años yo informaba que el aeropuerto podría abrir en el 2011, estamos en el 2015 y no hay nada diferente a una plata enterrada.
Puedo decirte que cuento con privilegios como el de escoger los temas de las crónicas. En ocasiones Yamid me sugiere, también me da el tiempo para investigar los temas, para desarrollarlos y luego para pasarlos al aire. A ningún periodista en el mundo le dan el tiempo que me dan a mí, por lo que me considero un consentido del periodismo.
En esta etapa del periodismo no estoy frente a la cámara, sólo de manera muy sutil, para dejar constancia de que no compré las imágenes.
Edité mi libro “Crónicas” que contiene el lector QR, lo que da ocho horas de video, algo completamente novedoso. La idea original de libro era pasta dura con 2 DVD´s y dos horas de video, así que la tecnología acercará a los reportajes para que no queden cubiertos de polvo en un anaquel.
Radio
Hice pocas cosas en radio, pero todas por cuenta de Yamid, en ese momento director de Caracol Noticias, la gran figura de la radio en Colombia.
Gracias a nuestra amistad, en ocasiones hice programas para algún evento especial. Es el caso de las elecciones en los Estados Unidos. Pero no me capturó la radio, lo mío tiene que ver con la imagen.
Hicimos entrevistas, unas más o menos buenas, otras frustradas como a Pinochet: viajamos hasta Chile y a Yamid no lo dejaron preguntar, nunca supimos el porqué.
Reflexiones
El periodista suele pensar que sabe sobre algún tema y, lo que es más grave, sobre todos los temas. Pero la realidad es contraria a esa idea.
El espectro es tan grande, que resulta imposible abarcarlo todo. Muchos aspectos relevantes quedan por fuera, se publica con una gran cantidad de vacíos.
Se necesitan pies de plomo para saber cómo y dónde cortar, dejar lo más relevante.
He publicado investigaciones que considero superficiales, muchas veces precipitadas. Pero esa es la verdad de la vida, jamás sabrás todo sobre algo.
El mejor consejo que me han dado en la vida fue el de: “Haga lo contrario de lo que Usted cree que debe hacer”.
Estoy disfrutando lo que hago, pero también soy consciente de que llega un momento en el que deberé colgar la lira y retirarme, y no desgastar a la audiencia. No lo veo tan cerca, pero llegará el día en que diga: “Ya di la serenata”.
Que mi plan retiro sea el arte.
Por ahora continuaré mi camino.
La buena lectura me llena el alma. Es muy fácil encontrarla, no cuesta consumirla y genera inquietudes intelectuales. Es una antorcha del pensamiento.