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Una humareda negra cubrió la alfombra roja del Festival de Cannes. Desde lo alto de las escalinatas del Teatro Lumière, un grupo de mujeres vestidas de negro desplegaron una larga pancarta con los nombres de 129 víctimas de feminicidios en Francia, contabilizadas desde el final de la edición pasada del festival.
Después de que se imprimiera este cartel, en pocas semanas la cifra cambió a 139.
Estas mujeres pertenecen al colectivo feminista Collage, que con 200 grupos repartidos en todo el territorio francés, al caer la noche empapelan las paredes de sus respectivas ciudades con eslóganes feministas, nombres de víctimas de feminicidio y abusos. Sus actividades quedaron retratadas en el documental Riposte Féministe (de Marie Perennès y Simon Depardon) presentado fuera de competición.
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La acción del colectivo como antesala al estreno de Holy Spider (de Ali Abbasi) fue más que significativa, ambas están unidas por el hilo del feminismo. El filme del iraní-danés que compite por la Palma de Oro, se centra en un hombre, un padre de familia de aparente buena conducta que asesina a mujeres.
La historia de Holy Spider se desarrolla en Mashhad (Irán), donde las mujeres se cubren con un chador ocultando piernas y brazos, además de no poder mostrar el pelo. A la vestimenta, vigilada en las calles por “controles de moralidad” -y que de no ser cumplida está penalizada con azotes o cárcel-, se le unen todas las restricciones impuestas, la falta de derechos elementales de las mujeres, así como la ausencia de libertades.
El patriarcado iraní y los códigos morales islámicos constituyen la expresión a lo bestia de la dominancia de las estructuras patriarcales, alimentado por un sistema de opresión y represión hacia las mujeres que son blanco de abusos, maltratos, acosos y agresiones de todo tipo, incluyendo el exterminio.
Las mujeres asesinadas en Holy Spider son prostitutas y el homicida serial cree haber asumido un mandato divino: limpiar las calles de esas féminas que venden su cuerpo. Las otras mujeres en esta película, que no son prostitutas, casi corren con la misma suerte por acosos, vejámenes o maltratos.
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Lo que impacta de la película de Ali Abbasi no es la brutalidad de los homicidios. Sorprende que al asesino, después de ser descubierto, una gran mayoría lo celebre como un fiel creyente y héroe, libertador de plagas, salvaguarda de la moral.
¡Qué barbarie!, ¡qué locura!, pensamos en un grito, y hasta desde una indescriptible soberbia nos sentimos aliviadas de no vivir en la asfixia de la sociedad iraní. Pero basta con quitar los velos y cambiar del farsi a cualquier otro idioma para constatar que en nuestras sociedades –quizás exceptuando los latigazos- sucede lo mismo.
A la víctima se le condena y cuestiona, al victimario se le “analiza” y disculpa. A la mujer ultrajada se le llama de mil maneras (no suelen ser palabras muy halagadoras) y se le criminaliza, a los maltratadores se les absuelve y se les concede el beneficio de un posible “cambio”.
Holy Spider atrapa para perturbar y remover las tripas, pero sobre todo para recordar que la atrocidad iraní está en el nivel más alto. Mucho más de lo que ocurre en Occidente, donde cada semana, cada día y cada hora es asesinada una mujer.
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