Alice Munro y el poder de las historias cortas
La escritora canadiense falleció a los 82 años en la noche del lunes 13 de mayo, en su hogar en Ontario. La ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2013 se destacó por su estilo narrativo y las temáticas que abordaba en sus textos.
Andrea Jaramillo Caro
Alice Munro amaba crear historias. Desde joven esta se convirtió en una de sus actividades favoritas, esos escenarios que imaginaba de camino a la escuela y que luego pasaba al papel se transformaron en su legado para el mundo.
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Alice Munro amaba crear historias. Desde joven esta se convirtió en una de sus actividades favoritas, esos escenarios que imaginaba de camino a la escuela y que luego pasaba al papel se transformaron en su legado para el mundo.
La escritora canadiense, quien hace 10 años decidió retirarse de su oficio, encontró un refugio creativo en las letras que escribía mientras sus hijas dormían. Esas historias que materializaba en las noches fueron agrupadas en “Danza de las sombras”, un libro de historias cortas publicado en 1968. Aunque su obra comenzó a publicarse cerca de sus 40 años, Munro ya había dado muestras de su interés por la escritura. Su primer relato se publicó en 1950 y se tituló “Las dimensiones de una sombra”. Lo escribió mientras estudiaba periodismo y filología en la Universidad de Ontario Occidental, con una beca de dos años.
A través de esa oportunidad de estudio salió de Wingham, la ciudad que la vio nacer en 1931. Los años que pasó allí fueron una de las fuentes de inspiración para obras en las que relató la vida rural canadiense. Por esto fue comparada con personajes como William Faulkner y Flannery O’Connor, mientras que la escritora estadounidense Cynthia Ozick la declaró como “la Chejov canadiense”.
Wingham fue también testigo de algunas circunstancias cruciales que Alice Munro atravesó antes de convertirse en una figura literaria. Cuando su madre fue diagnosticada con párkinson, la responsabilidad de su cuidado cayó sobre su hija mayor, Munro, pero ella continuó con sus planes. En una entrevista de 2013 con Lisa Allardice de The Guardian, habló de los sentimientos que tenía hacia su madre: “Probablemente, ese fue el material más profundo de mi vida. Creo que cuando creces tienes que separarte de lo que tu madre quiere o necesita, tienes que seguir tu propio camino, y eso fue lo que hice. Ella estaba en una posición muy vulnerable, que también era de poder. Así que eso siempre fue algo central en mi vida: me alejé de ella cuando estaba profundamente necesitada y, sin embargo, todavía siento que lo hice para mi salvación”.
Aunque partió con dirección a la universidad, no terminó sus estudios: contrajo matrimonio en 1951 con su compañero, James Munro, y cambió la domesticidad de la casa de sus padres por la de un hogar propio en el que educó a sus hijas.
En 1963 se mudó con su familia a Victoria, donde la pareja abrió la librería Munro’s Books, en la que la escritora también trabajó. “El trabajo en la tienda me hizo sentir como si hubiera desempeñado una función en el mundo real. Estar en ese mundo de niños había desgastado mi confianza”, le dijo a The Guardian en 2005. Durante el tiempo en el que se ocupó del hogar creyó que no era una escritora suficientemente buena. “Era un ama de casa de grado B, tal vez una B menos. Pero cuando tenía tiempo para escribir, no podía terminar una frase. Tuve ataques de ansiedad. En parte, era una forma de personificar la situación: no podía respirar. Estaba rodeada de gente y de deberes. Era ama de casa y madre de los niños y me juzgaron por cómo desempeñaba esos papeles”, aseguró en esa entrevista.
Soñaba con escribir “una gran novela” y, aunque en 1998 aseguró que era su gran ambición antes de morir, llegó a la conclusión de que las historias cortas eran su llamado. “Realmente no entiendo una novela”, aseguró a Mervyn Rothstein de The Times en una entrevista de 1986. “No entiendo de dónde se supone que viene la emoción en una novela, pero sí en una historia. Hay una especie de tensión que puedo sentir de inmediato”. A pesar de que no logró ver realizado ese sueño, durante la década de 1970 los premios y reconocimientos comenzaron a llegar uno tras otro gracias a los relatos cortos que escribió y publicó desde los primeros años de la década de 1960, aquellos que en 1961 hicieron que el Vancouver Sun titulara una historia sobre ella como: “Ama de casa encuentra tiempo para escribir cuentos”.
Para Munro, las historias cortas fueron como una casa. Con eso las comparó en un ensayo que escribió en 1982. En su imaginario funcionaban como una forma de encerrar un espacio y hacer conexiones con otros para presentar lo que había afuera de una manera nueva. Bajo esa lógica continuó escribiendo y, para 2013, cuando ganó el Premio Nobel de Literatura, se le reconoció como la “maestra de la historia corta”.
“El nivel superficial, aparentemente prosaico, de los cuentos de Alice Munro está entrelazado de una manera interesante con su estilo de escritura y su técnica distintiva de narración. El estilo minimalista que encontramos es limpio, transparente, sutil e increíblemente preciso. Es un desafío encontrar una palabra no esencial o una frase superflua. Leer uno de sus textos es como ver a un gato caminar sobre una mesa puesta. Una breve historia a menudo puede abarcar décadas y resumir una vida, mientras se mueve hábilmente entre diferentes períodos. Alice Munro ha logrado decir más en 30 páginas de lo que un novelista puede decir en 300. Es una virtuosa de lo elíptico y, como dijo la Academia en su breve mención del premio, la maestra del cuento contemporáneo”, aseguró Peter Englund, secretario permanente de la Academia Sueca.
Cuando la llamaron para anunciarle que había ganado el premio, Alice Munro no estaba en casa. Había ido a visitar a una de sus hijas en Virginia, pues a sus 82 años vivía en Port Hope, Ontario, y ya sufría de demencia. Su salud no le permitió asistir a la ceremonia de premiación y una de sus hijas fue en representación suya. Cuando la entrevistaron ese mismo día, la escritora le dijo a la Canadian Broadcasting Corporation: “Mis historias han tenido una popularidad notable entre los cuentos cortos. Realmente espero que esto haga que la gente vea al cuento como un arte importante, no como algo con lo que se juega hasta que se escribe una novela”.