César Santiago Álvarez, el virtuoso de los títeres
César Santiago Álvarez, quien falleció este 7 de noviembre, creía que el títere más perfecto era el ser humano. Catalina Valencia, Fabio Rubiano, entre otros integrantes del sector cultural colombiano, lo recuerdan a él y a su obra, que fue fundamental para el desarrollo del teatro nacional.
El sueño de los títeres llegó a César Santiago Álvarez durante su tiempo en el grupo de teatro Arte Latino, lugar donde él y su hermano Iván Darío tuvieron su primer acercamiento a las artes escénicas. Tres años después, en 1976, con la apertura de la Escuela Nacional de Títeres, empezaron su camino de profundización en el arte que los llevaría al reconocimiento nacional.
Entre muchos nombres, y como una respuesta a la seriedad con la que se llamaban otras compañías teatrales, los hermanos Álvarez pensaron en un nombre poético que expresara sus ideales y compromiso con el arte y la libertad: “Libélula dorada”. Sintieron que la libélula iba en sintonía con su interpretación del quehacer artístico, mientras que el color dorado permitía homenajear a los antepasados.
Para César Santiago Álvarez, según una entrevista para Pulzo en 2019, “las marionetas son ideología, significan mucho más que su titiritero en ese sentido. Ellas transmiten diversión y risas. Pero son mucho más. El teatro es un acto ritual”. Esta idea brotó en el teatro La Libélula dorada en Bogotá, donde, tras el escenario, se encuentra la llamada “sala de parto”, en donde daban luz a nuevas ideas, nuevos títeres.
En este pequeño cuarto, la creación de las marionetas traía consigo una simbología casi religiosa, en la que “el grado sumo de la comunión es cuando el títere vive por el titiritero, y los comulgantes o espectadores creen que ese títere tiene vida propia. Es el acto supremo de la magia”, dijo para el diario El Espacio, y agregó: “El títere es una escultura en movimiento que danza en el espacio bajo la armonía de un pentagrama, bajo el calor de un arco iris; también es la plástica, es la música, es la poesía, es el rito del teatro”.
Durante la celebración de los 15 años de Libélula dorada, en 1991, año en el que lanzaron el libro “Delirium Titerensis”, el poeta Juan Manuel Roca afirmó: “César e Iván Darío Álvarez han llevado a un rango artístico que rebasa el casi siempre adocenado teatro colombiano, un arte que en nuestro medio se ha mirado siempre de soslayo por aquellos que hablan de lo teatral en letras góticas, unos, en letras de neón y lentejuela, los más”, durante el discurso que entregó en este evento que realzaba a este artista ya consolidado en las esferas del teatro nacional.
Este 7 de noviembre se reportó la muerte de César Santiago Álvarez. Su fallecimiento visibiliza aún más a los cientos de marionetas y utopías soñadas en múltiples obras a lo largo de su carrera. Para conmemorarlo, algunos de sus allegados hablaron para este diario:
“César fue una de las personas más dulces que conocí. La primera conexión que tuve con el teatro fue a través de él y del Teatro Negro de Praga. Para mí, aunque no eran iguales, había una similitud en su desarrollo creativo. Sin duda, César era un luchador del arte, del teatro y del teatro infantil. Tuve la oportunidad de apoyarlo y trabajar con él en un festival que, como decimos nosotros, es muy ‘guerreado’, El Manuelucho. Este festival es muy importante porque realmente nuestros héroes culturales, nuestros artistas, quienes elevan al país y ponen las estéticas y narrativas artísticas y culturales en un lugar destacado, no son suficientemente valorados ni apoyados. Urge que personas como César reciban homenajes en vida que les permitan desarrollar su labor con más recursos en cada uno de los lugares donde están. Esa es la reflexión fundamental que me deja este homenaje, que me hubiera gustado hacerle de manera más amplia, porque la trayectoria de César y lo que le dejó al país y a Bogotá es muy importante para la cultura, el teatro, especialmente el teatro infantil, y, sobre todo, para las artes en Colombia”, afirmó Catalina Valencia, coordinadora de la línea de cultura de la Fundación Pares.
“Para toda nuestra generación, la Libélula Dorada ha sido una referencia ineludible. Además de ver sus obras: ‘Los espíritus lúdicos’ (tal vez la obra que más nos hemos repetido), ‘El misterio de la isla acracia’, ‘Ese chivo es puro cuento’, y últimamente, ‘La nariz del Dr. Freud’; y repetirlas, nos sabíamos los textos, los decíamos hace 40 años y hoy en día todavía los seguimos repitiendo. Es doloroso aceptar que se muera un artista tan lleno de vida, de proyectos, de ideas, de cosas para dar. Pero es más difícil de aceptar que se muera un titiritero. Es como si se muriera un niño. César era la mitad de la Libélula. Hoy abrazamos a Iván, su hermano, y sabemos que no queda solo, que tiene un grupo consolidado, que quedan sus personajes para seguir saliendo a escena y manteniendo viva la fuerza de César. Larga vida a la Libélula”, dijo el actor y dramaturgo Fabio Rubiano.
“Ditirambo Teatro, su grupo artístico y todo el equipo técnico y administrativo lamenta el fallecimiento de César Santiago Álvarez, gran amigo, artista, gestor, creador y titiritero, por sobre todo un ser humano alegre y siempre amable y dispuesto a servir. A su familia, amigos y todo el equipo de Teatro y Títeres Libélula Dorada extendemos nuestro saludo de cariño, solidaridad y fortaleza. Luz… mucha luz… en su camino a la eternidad”, escribió la cuenta oficial de Ditirambo Teatro en la publicación de Instagram del Teatro Libélula Dorada, en donde confirmaban el fallecimiento de uno de sus fundadores.
En 2003, cuando habló para el diario El Espacio, el periodista Ricardo Rondón le preguntó “¿Qué es la vida para un titiritero?”. César Santiago Álvarez respondió: “Es un acto mágico, sorprendente y maravilloso. El títere más perfecto es el ser humano”.
El sueño de los títeres llegó a César Santiago Álvarez durante su tiempo en el grupo de teatro Arte Latino, lugar donde él y su hermano Iván Darío tuvieron su primer acercamiento a las artes escénicas. Tres años después, en 1976, con la apertura de la Escuela Nacional de Títeres, empezaron su camino de profundización en el arte que los llevaría al reconocimiento nacional.
Entre muchos nombres, y como una respuesta a la seriedad con la que se llamaban otras compañías teatrales, los hermanos Álvarez pensaron en un nombre poético que expresara sus ideales y compromiso con el arte y la libertad: “Libélula dorada”. Sintieron que la libélula iba en sintonía con su interpretación del quehacer artístico, mientras que el color dorado permitía homenajear a los antepasados.
Para César Santiago Álvarez, según una entrevista para Pulzo en 2019, “las marionetas son ideología, significan mucho más que su titiritero en ese sentido. Ellas transmiten diversión y risas. Pero son mucho más. El teatro es un acto ritual”. Esta idea brotó en el teatro La Libélula dorada en Bogotá, donde, tras el escenario, se encuentra la llamada “sala de parto”, en donde daban luz a nuevas ideas, nuevos títeres.
En este pequeño cuarto, la creación de las marionetas traía consigo una simbología casi religiosa, en la que “el grado sumo de la comunión es cuando el títere vive por el titiritero, y los comulgantes o espectadores creen que ese títere tiene vida propia. Es el acto supremo de la magia”, dijo para el diario El Espacio, y agregó: “El títere es una escultura en movimiento que danza en el espacio bajo la armonía de un pentagrama, bajo el calor de un arco iris; también es la plástica, es la música, es la poesía, es el rito del teatro”.
Durante la celebración de los 15 años de Libélula dorada, en 1991, año en el que lanzaron el libro “Delirium Titerensis”, el poeta Juan Manuel Roca afirmó: “César e Iván Darío Álvarez han llevado a un rango artístico que rebasa el casi siempre adocenado teatro colombiano, un arte que en nuestro medio se ha mirado siempre de soslayo por aquellos que hablan de lo teatral en letras góticas, unos, en letras de neón y lentejuela, los más”, durante el discurso que entregó en este evento que realzaba a este artista ya consolidado en las esferas del teatro nacional.
Este 7 de noviembre se reportó la muerte de César Santiago Álvarez. Su fallecimiento visibiliza aún más a los cientos de marionetas y utopías soñadas en múltiples obras a lo largo de su carrera. Para conmemorarlo, algunos de sus allegados hablaron para este diario:
“César fue una de las personas más dulces que conocí. La primera conexión que tuve con el teatro fue a través de él y del Teatro Negro de Praga. Para mí, aunque no eran iguales, había una similitud en su desarrollo creativo. Sin duda, César era un luchador del arte, del teatro y del teatro infantil. Tuve la oportunidad de apoyarlo y trabajar con él en un festival que, como decimos nosotros, es muy ‘guerreado’, El Manuelucho. Este festival es muy importante porque realmente nuestros héroes culturales, nuestros artistas, quienes elevan al país y ponen las estéticas y narrativas artísticas y culturales en un lugar destacado, no son suficientemente valorados ni apoyados. Urge que personas como César reciban homenajes en vida que les permitan desarrollar su labor con más recursos en cada uno de los lugares donde están. Esa es la reflexión fundamental que me deja este homenaje, que me hubiera gustado hacerle de manera más amplia, porque la trayectoria de César y lo que le dejó al país y a Bogotá es muy importante para la cultura, el teatro, especialmente el teatro infantil, y, sobre todo, para las artes en Colombia”, afirmó Catalina Valencia, coordinadora de la línea de cultura de la Fundación Pares.
“Para toda nuestra generación, la Libélula Dorada ha sido una referencia ineludible. Además de ver sus obras: ‘Los espíritus lúdicos’ (tal vez la obra que más nos hemos repetido), ‘El misterio de la isla acracia’, ‘Ese chivo es puro cuento’, y últimamente, ‘La nariz del Dr. Freud’; y repetirlas, nos sabíamos los textos, los decíamos hace 40 años y hoy en día todavía los seguimos repitiendo. Es doloroso aceptar que se muera un artista tan lleno de vida, de proyectos, de ideas, de cosas para dar. Pero es más difícil de aceptar que se muera un titiritero. Es como si se muriera un niño. César era la mitad de la Libélula. Hoy abrazamos a Iván, su hermano, y sabemos que no queda solo, que tiene un grupo consolidado, que quedan sus personajes para seguir saliendo a escena y manteniendo viva la fuerza de César. Larga vida a la Libélula”, dijo el actor y dramaturgo Fabio Rubiano.
“Ditirambo Teatro, su grupo artístico y todo el equipo técnico y administrativo lamenta el fallecimiento de César Santiago Álvarez, gran amigo, artista, gestor, creador y titiritero, por sobre todo un ser humano alegre y siempre amable y dispuesto a servir. A su familia, amigos y todo el equipo de Teatro y Títeres Libélula Dorada extendemos nuestro saludo de cariño, solidaridad y fortaleza. Luz… mucha luz… en su camino a la eternidad”, escribió la cuenta oficial de Ditirambo Teatro en la publicación de Instagram del Teatro Libélula Dorada, en donde confirmaban el fallecimiento de uno de sus fundadores.
En 2003, cuando habló para el diario El Espacio, el periodista Ricardo Rondón le preguntó “¿Qué es la vida para un titiritero?”. César Santiago Álvarez respondió: “Es un acto mágico, sorprendente y maravilloso. El títere más perfecto es el ser humano”.