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La búsqueda del cuarto camino continúa. La insatisfacción existencial prevalece, pero también la posibilidad de encontrarle un sentido a la vida. Desde esa perspectiva, a pesar del sufrimiento, la injusticia o la distorsión de las ideas, el despertar de la conciencia en el mundo interior constituye una opción. Son algunas motivaciones de los difusores de la obra y búsqueda personal del filósofo, escritor y compositor armenio, George Ivánovich Gurdjieff, fallecido en 1949 pero vigente en los cinco continentes a través de los estudiosos de su exploración espiritual. En Colombia, el primer grupo se creó hace cincuenta años entre Cali y Bogotá y, desde el próximo martes 26 de noviembre, una muestra de danzas y música para piano empiezan a celebrar su medio siglo de encuentros.
Cuenta la psicóloga Gladys Jimeno que el primero en tomar contacto con este buscador de la verdad fue el arquitecto chileno Eduardo Varela. Hacia septiembre de 1974, él vivía en Cali, pero tenía nociones sobre George Gurdjieff. Así que circularon las ideas del creador del Instituto para el Desarrollo Armónico del Hombre y de ese impulso nació el primer grupo del capítulo Colombia. Pronto la difusión de sus enseñanzas abrió nuevas rutas y encontró eco en Bogotá. En 1979, el director de teatro británico Peter Brook divulgó su obra “Encuentro con hombres notables”, basada en los viajes de Gurdjieff por Asia Central, y la difusión de esa película se convirtió en el punto de encuentro de quienes todavía persisten en el legado de un hombre que se describió a sí mismo como “un simple maestro de danzas”.
Esa película, que aborda las experiencias de Gurdjieff a lo largo de dos décadas que influyeron en su búsqueda interior, patentó el grupo definitivo. Desde entonces, encontró en Colombia momentos y escenarios para reunirse a seguir creando “perspectivas desde el mundo real”. Además de Gladys Jimeno, de forma presencial o a la distancia, se fueron integrando Virginia Daza, Marta Ramírez, Gabriel Villamizar, Ignacio Salazar, Sergio Muñoz, Germán Silva, Ricardo Concha, Carlos Avendaño, Alfredo Molano, María Elvira Molano, entre otros. Una confluencia inicial de chilenos, colombianos y de otras nacionalidades, todos interesados en investigar los escritos y testimonios de un ser extraordinario cuyas “vislumbres de verdad” merecen ser estudiadas por su vigencia.
Sintetizar los aportes de Gurdjieff ha sido parte de la misión, pero cada sesión de trabajo y grupos rotativos ha tenido su particularidad. Son cincuenta años que comenzaron con espontáneos encuentros alrededor de la meditación, el debate diverso o la indagación de la unidad a través de la danza, hasta constituir una sede estable en el barrio Palermo en Bogotá, que desde hace un cuarto de siglo continúa con sus puertas abiertas para recibir a nuevos estudiosos y danzantes del cuarto camino. Con el mismo sentido renovador que definió con precisión el médico francés Alexandre de Salzmann: “No hay que dormirse en las certezas ni creer que ya lo hemos comprendido todo. Renovarse es vivir el hecho de que la verdad no puede capturarse o encerrarse en una de nuestras cajas mentales”.
Con amplios conocimientos y experiencias del budismo, el sufismo, el hinduismo o el cristianismo ortodoxo, en su momento Gurdjieff planteó su propuesta para encarar el reto del despertar de la conciencia. Sin demeritar el dominio corporal, la vida de oración o el control mental, el cuarto camino pretende el desarrollo armónico del intelecto, las emociones y el cuerpo físico, sin apartarse de los deberes cotidianos ni de las realidades del mundo. En palabras de Gladys Jimeno, un abordaje a la riqueza interior en íntima conexión con las fuerzas de la vida. En su derrotero personal, la misma vitalidad que en 1987 le permitió crear la revista Ojo de agua, hoy convertida en la corporación que convoca a la celebración de los cincuenta años del camino de la conciencia con Gurdjieff.
Se trata de un conversatorio sobre sus ideas y su interpretación en Colombia, con una muestra de danzas y música de los pianistas Alejandro Álvarez Muñoz, Yleana Bautista de La Torre y Charles Ketcham Guerrero. En el Centro Nacional de Artes, Delia Zapata Olivella, engalanado para la danza como un ejercicio de meditación colectiva. Una puesta en escena de corrientes de energía compartida en las que cada persona a través de flexiones, inclinaciones, pasos, movimientos, se articula consigo misma y con el grupo, al compás del piano, con los pies, los brazos, las cabezas, explorando en los misterios del cuerpo, las emociones y la mente. El maestro, nacido en Alexandropol, en la frontera entre Rusia y Turquía, además de danzante, fue compositor de melodías de inspiración kurda, armenia y afgana.
En 1919, en París, Gurdjieff conoció a Jeanne de Salzmann, una pianista y maestra de música y danza nacida en Reims (Francia), quien lo acompañó treinta años y se convirtió en su asistente hasta su muerte. Con ella desarrolló muchos grupos de enseñanza y también muchas prácticas de danza. Cuando falleció Gurdjieff ella mantuvo la difusión de sus ideas. Una transición de conocimiento con énfasis artístico que explica María Elvira Molano, del movimiento Gurdjieff: “Son danzas sagradas que llamamos movimientos, bellos y difíciles, que requieren mucha atención, y buscan canalizar y profundizar las energías que integran la mente, el sentimiento y el cuerpo”. Representación de la vida en movimiento, “enseñanza viva de acercamiento a la conciencia desde la cotidianidad”, concluyó.
Esa es la invitación de fondo de este 26 de noviembre. Una cita alrededor de la memoria de Gurdjieff, la música y la danza, con los recuerdos de uno de los primeros encuentros del capítulo Colombia, cuando en la agenda cultural bogotana se anunció la proyección de la película “Encuentros con hombres notables” de Peter Brook, y de esa convocatoria surgió un grupo heterogéneo de defensores y danzantes del cuarto camino. Algunos ya no están y otros los representan. Han vuelto a repasar la vida y obra del caminante armenio, a revisar “Los relatos de Belcebú” a su nieto o “Las perspectivas desde el mundo real”, y acudirán al reencuentro para recordar, vibrar con la música y la danza, y confiar en que el cosmos, la naturaleza y la conciencia superior armonicen sus dádivas en una noche abierta.