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Homenaje al arte colombiano en Tokio

Los japoneses inauguraron exposiciones, en uno de los museos más vanguardistas, en las que exaltan obras de Beatriz González y Óscar Murillo.

Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador
31 de octubre de 2021 - 02:00 a. m.
Mural que exalta los nichos del Cementerio Central de Bogotá, intervenidos por la artista colombiana Beatriz González en memoria de los muertos sin nombre. / Foto de Gonzalo Robledo
Mural que exalta los nichos del Cementerio Central de Bogotá, intervenidos por la artista colombiana Beatriz González en memoria de los muertos sin nombre. / Foto de Gonzalo Robledo
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El Museo de Arte Mori de Tokio exhibe hasta enero de 2022, en dos exposiciones paralelas: el homenaje de Beatriz González a los muertos sin tumba que deja la violencia en Colombia y el capítulo japonés de un experimento estético con escolares de todo el mundo dirigido por el artista vallecaucano Óscar Murillo. (Recomendamos: Lea más notas de Gonzalo Robledo sobre la cultura japonesa).

Situado en el piso 53 de la céntrica torre Roppongi Hills, el Mori es conocido por traer a Tokio las propuestas internacionales más vanguardistas. Es, pues, el escenario natural para presentar la obra de Murillo, artista de 35 años que figura desde 2019 en las grandes ligas del arte contemporáneo gracias al Premio Turner, otorgado a artistas ingleses o residentes en Inglaterra. Pero para mostrar que la creatividad no tiene límites de edad, el Mori presenta de forma simultánea la obra de 16 mujeres de todo el mundo, entre los 71 y 105 años, en una exposición titulada Another Energy (La otra energía).

Casi todas las artistas cuentan con trayectorias profesionales que superan con creces el medio siglo, como Beatriz González, que tiene 88 años y a mediados del siglo pasado ya era invitada de bienales como la de São Paulo, en Brasil, o la de Venecia, en Italia. “Comparar lo antiguo con lo nuevo no es realmente importante”, afirma Mami Kataoka, directora del Museo de Arte Mori y co-curadora de la exposición. La energía del título no hace referencia a la fuerza física necesaria para competir con los demás, aclara Kataoka y añade: “Se trata de una energía de profundización o exploración interior que busca comprender lo desconocido, impulsada por la curiosidad de cada una de las artistas”.

Como todas las entrevistas para este reportaje, la exposición se organizó por vía telemática. La inauguración fue un austero convite al que solo asistió la pintora japonesa Kimiyo Mishima. Por orden de edad, la muestra la encabeza la cubana Carmen Herrera, pintora residente en Estados Unidos, quien cumplió 106 años cuando la exposición ya se había iniciado. Por su elegante geometría, y su colorido vital y optimista, las pinturas y esculturas de Herrera son un oasis para la más pura reflexión estética en un recorrido de 130 obras centradas en problemáticas de desigualdad y temáticas de género, raza y credo.

Nombres como el de la suiza Miriam Cahn, la inglesa Phyllida Barlow, la egipcia Anna Boghiguian o la citada Mishima confirman que la exposición es también un homenaje a artistas de primer nivel, que por el hecho de ser mujeres no han tenido la misma visibilidad de sus colegas masculinos de la misma generación.

Aunque muchas de ellas tocan problemáticas contemporáneas, la fotografía mural “Los nichos del Cementerio Central de Bogotá”, intervenidos por Beatriz González con siluetas de cargadores de muertos, es una de las obras que los organizadores de la exposición consideran “políticamente más comprometidas”.

El crítico alemán Martin Germann, el otro curador de la muestra, explica que González decidió presentar obras recientes para poder tocar temas sociales y políticos del presente colombiano. “Su arte está socialmente comprometido y llega a lo más profundo de la vida cotidiana. Además, se informa críticamente a través de la historia del arte con citas del Minimal Art y el Pop Art”, explica el estudioso.

Destaca también el recurso de “repetir infinitamente los motivos como una forma de actualizar las cosas”, en referencia a la reiterada silueta de los improvisados recogedores de muertos convertidos ya en íconos del presente colombiano.

Para entender mejor el drama colombiano, en una de las paredes se puede ver un video sobre la instalación original “Auras anónimas” en el cementerio bogotano (recientemente declarado Patrimonio Cultural de la Nación) y otras obras protagonizadas por mujeres que sufren el dolor de la pérdida de seres queridos en el conflicto.

Una visitante a la exposición comentó en su cuenta de Instagram la fuerte impresión que le causaron los “muertos sin nombre” colombianos y citó la frase de Beatriz González que resume la esencia de su obra: “El arte nos dice lo que la historia no puede”.

Como otras instituciones del mundo, el Museo de Arte Mori tiene actividades didácticas, cuya finalidad es impulsar la creación cultural en las escuelas. Por eso, el proyecto “Frequencies” (“Frecuencias”), desarrollado por Óscar Murillo junto a la politóloga Clara Dublanc, parecía hecho a su medida.

Desde 2013, Murillo empezó a enviar lienzos a colegios en todo el mundo para que los alumnos, casi siempre adolescentes, los peguen en sus pupitres y dibujen en ellos durante seis meses.

Según Yahagi Manabu, asistente de curador del Mori y encargado del proyecto, Murillo grabó mensajes de video para alumnos de tres escuelas de primaria y secundaria en el vecindario del museo, pero se abstuvo de darles “nociones preconcebidas sobre lo que es ‘Frecuencias’ y esperaba que interactuaran con los lienzos de forma natural”. Muchos de los 300 estudiantes se alegraron de ver sus dibujos expuestos en un gran museo junto a la obra de Murillo y la de niños de otros países.

A diferencia de los estudiantes de países como Brasil, Sudáfrica, Suecia o Estados Unidos, donde los dibujos de corazones, calaveras y arcoíris son los más frecuentes, en Japón el gato-robot Doraemon, las banderas nacionales y los caracteres japoneses recién aprendidos en la clase de lenguaje fueron los más recurrentes.

Manabu manifiesta su sorpresa al confirmar que la pandemia apenas estuvo presente en los lienzos de los niños, pese a que la vida escolar ha sufrido cambios drásticos. “Lo importante del proyecto de Murillo es permitir que los alumnos liberen su energía en los lienzos, por eso apreciamos también los garabatos que parecen intrascendentes o incluso irreconocibles”, concluye el curador.

Los estados de emergencia y las recomendaciones oficiales de reducir las salidas a lo estrictamente necesario afectaron las visitas a los museos en todo Japón. Por eso, el calendario original de ambas exposiciones fue ampliado y la obra de los dos artistas colombianos permanecerá en Tokio tres meses más de lo previsto, hasta el 16 de enero de 2022.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador

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Pathos(78770)01 de noviembre de 2021 - 04:16 p. m.
Muy originales las propuestas y con mucho contenido tanto artistico como politico
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