Mutis por el foro de Carlos José Reyes
Mario Yepes Londoño*
Una fuga de la escena muy a su manera: la discreta, a veces muda, salida del actor que abandona el foro en el cual su personaje ya no es el interlocutor pautado para el momento. Pero el espectador tiene muy clara la dimensión y la importancia de ese personaje y anhela que vuelva o lamenta su obligada partida. En este momento del teatro colombiano, es muy claro que el personaje y actor Carlos José Reyes se ha quedado en la memoria y en el afecto de quienes lo conocimos, lo leímos y recibimos su aporte inmenso de historiador, dramaturgo y director y que es a partir de ahora una ausencia lamentable.
Hace años que no compartía la conversación con Carlos José Reyes, por motivos absolutamente relacionados con mi propia circunstancia de anclado en Medellín por el trabajo que me ha impedido viajar o, cuando rara vez he ido a Bogotá, buscar a viejos amigos; entre estos, para mayor lamento, los de la etapa del que en su hora llamamos el Nuevo Teatro Colombiano: las décadas de 1970 y 1980; los festivales y los congresos de la Corporación Colombiana de Teatro, los encuentros por simple afecto.
En el caso de Carlos José, además y en mayor medida, por admiración y por el placer de disfrutar de una charla inteligente como pocas, en la cual a menudo intervenían otras inteligencias como Clarita, su bella y siempre chispeante esposa, y Patricia Ariza, Santiago García, Enrique Buenaventura y su hermano Nicolás, Jacqueline Vidal, Giorgio Antei, Alberto Rojas Puyo, entre otros. Desde entonces tuve de Carlos José la nítida impresión de un hombre con una muy clara ideología de izquierda, pero sin el fanatismo de las militancias altisonantes; justamente, como en los otros maestros citados, la temperancia que solo pueden dar una ilustración y cultura verdaderas, las que manifiestas en la disciplina que se ejerce, en nuestro caso el Teatro, tienen clara la distinción entre el papel del agitador y el del artista dueño de sus lenguajes y del rol del arte en la política.
En Carlos José Reyes, a esa fortaleza intelectual del arte se sumó siempre el riguroso conocimiento de la Historia; ese que suele estar tan ausente en el discurso y en la práctica de otros comediantes e intelectuales urgidos de afirmación ante los comisarios políticos, cuando no lo son ellos mismos. Y nos sirvió de manera espléndida esa capacidad en múltiples ensayos sueltos (como el que aparece en el libro colectivo El Teatro Colombiano, de Ediciones del Alba, 1985), pero sobre todo en libros como el fundamental Materiales para una historia del Teatro en Colombia, con Maida Watson Espener, de Colcultura, o su aporte a la Nueva Historia de Colombia, tomo 6 de Editorial Planeta, y Teatro y Violencia en dos siglos de historia de Colombia, que como otros libros suyos del Ministerio de Cultura es imposible de conseguir.
Miembro de la Academia Colombiana de Historia y de la Academia Colombiana de la Lengua, con mérito sobrado en su escritura nos prodigó esa esplendidez del conocimiento histórico y, agrego, de la dramaturgia cuando, con el gran realizador del cine y la televisión nacionales Jorge Alí Triana escribió los guiones de la inolvidable serie Revivamos Nuestra Historia, en la cual contaron con la asesoría del historiador Daniel Lemaitre, de manera especial para tratar la figura de Núñez y las de los responsables de la pérdida de Panamá. Allí aparecieron además otras: Manuelita Sáenz, José María Córdova, Gaitán y los sucesos del 9 de abril de 1948, los Comuneros de 1781, entre muchas que, en la sequía presente de conocimiento de nuestra historia por las generaciones jóvenes, deberían volver a ocupar la pantalla doméstica, en horario privilegiado como lo fue cuando se emitieron hace más de cuarenta años.
Si en aquel momento Revivamos Nuestra Historia estaba llenando una laguna oceánica de ignorancia (esa que tanto interesa a nuestro Establecimiento para no ser examinado), en el presente, cuando tantas cosas se están redefiniendo, esa carencia es pavorosa. Y al menos debería tenerse en cuenta, para siquiera registrar en los medios de comunicación la partida (y sobre todo la vida de producción asombrosa de Carlos José Reyes), que él también trabajó en la televisión colombiana, así no hubiera engordado en ella en ningún sentido pero sí dejando una obra sólida como pocas en el campo de la educación y del arte. Es triste y al mismo tiempo característico de lo que son esos medios y sus valoraciones en todos los campos.
Lo primero que vi de Carlos José fue su maravilloso teatro de títeres, en el Teatro La Candelaria y en el suyo, El Alacrán: La historia de Globito Manual y El hombre que escondió el sol y la luna. Tiempo después, al comienzo de la aventura de iniciar y afirmar la Escuela de Teatro de la Universidad de Antioquia, Carlos José, con la generosidad de otros pilares del teatro colombiano, acudió a ofrecernos conferencias y un seminario abierto a otros practicantes de la ciudad. Con algunos de los primeros actores de la Escuela y con niños de mi propia familia y la de unos amigos, montamos La Piedra de la Felicidad, una de las primeras obras de Carlos José publicadas por Colcultura. Ya en 1992, tuve el gusto de proponer, como editor de Teatro de la Editorial Universidad de Antioquia, la publicación de su libro Dentro y Fuera que reúne siete de sus obras. Este contó con el aporte magnífico de un prólogo de María Mercedes Jaramillo, que recomiendo a quienes interese conocer La Labor Teatral de Carlos José Reyes, con la minuciosa y cuidada atención de la notable historiadora, antologista y divulgadora del Teatro latinoamericano y colombiano.
Ya desde antes, tuvimos los primeros docentes de la Escuela de la Universidad de Antioquia un muy fecundo quehacer en varios encuentros con Carlos José por la Escuela Distrital de Teatro; Santiago García y Giorgio Antei por la Escuela Nacional de Arte Dramático; Helios Fernández, Enrique Buenaventura, Guillermo Piedrahíta y otros amigos de la Escuela de Teatro de la Universidad del Valle, con el fin de proponer y acordar en lo posible la unificación de nuestros programas académicos.
Estos encuentros se hicieron en las tres ciudades sedes y fueron una ocasión propicia para definiciones conceptuales indispensables: se trataba de fundamentar una academia superior sin precedentes, en el marco de las exigencias universitarias, con la afirmación de los propósitos de un teatro colombiano que se había impuesto a sí mismo la creación de una dramaturgia nacional, del interés prioritario en ella por ocuparse de la Historia, y en la propia formulación de lo que entendíamos por formación, tomando de la experiencia universal pero en nuestro contexto. En todo ello fueron importantes los aportes de Carlos José Reyes.
Un encuentro posterior (1983) se dio cuando este cronista fue nombrado por el rector de la Universidad de Medellín para coordinar el primer Concurso de Dramaturgia patrocinado por ella, a partir de la sugerencia del folclorista Agustín Jaramillo Londoño, el profesor Luis Fernando Calderón y el periodista E. Livardo Ospina. Para el jurado propuse y fueron aprobados los nombres de Carlos José Reyes, Gilberto Martínez Arango y el director de teatro en televisión Jaime Botero Gómez, quienes con buen juicio premiaron la obra El Cumpleaños de Alicia, del notable dramaturgo antioqueño Henry Díaz Vargas.
Siempre conservaré el recuerdo de las charlas, aparte de las obligadas sesiones privadas del jurado, cuando en casa mi esposa y yo disfrutamos del saber y del humor de Botero, Reyes y Martínez, no solo sobre sus propias vivencias teatrales y, en el caso de los dos primeros, en la televisión, sino a propósito de la política y los acontecimientos de la hora.
Una divulgación de vastos alcances hasta los grupos de Teatro, las instituciones educativas y las bibliotecas públicas, tanto como al público lector, de la obra de Carlos José Reyes, sería un justo homenaje del Ministerio de las Culturas a quien merece ser recordado entre los grandes del Teatro colombiano.
* Director, dramaturgo, y fundador de la Escuela de Teatro de la Universidad de Antioquia, donde fué docente de Literatura, Historia y Dramaturgia desde 1972, y actualmente en las Facultades de Educación, y de Comunicaciones y Filología.
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Una fuga de la escena muy a su manera: la discreta, a veces muda, salida del actor que abandona el foro en el cual su personaje ya no es el interlocutor pautado para el momento. Pero el espectador tiene muy clara la dimensión y la importancia de ese personaje y anhela que vuelva o lamenta su obligada partida. En este momento del teatro colombiano, es muy claro que el personaje y actor Carlos José Reyes se ha quedado en la memoria y en el afecto de quienes lo conocimos, lo leímos y recibimos su aporte inmenso de historiador, dramaturgo y director y que es a partir de ahora una ausencia lamentable.
Hace años que no compartía la conversación con Carlos José Reyes, por motivos absolutamente relacionados con mi propia circunstancia de anclado en Medellín por el trabajo que me ha impedido viajar o, cuando rara vez he ido a Bogotá, buscar a viejos amigos; entre estos, para mayor lamento, los de la etapa del que en su hora llamamos el Nuevo Teatro Colombiano: las décadas de 1970 y 1980; los festivales y los congresos de la Corporación Colombiana de Teatro, los encuentros por simple afecto.
En el caso de Carlos José, además y en mayor medida, por admiración y por el placer de disfrutar de una charla inteligente como pocas, en la cual a menudo intervenían otras inteligencias como Clarita, su bella y siempre chispeante esposa, y Patricia Ariza, Santiago García, Enrique Buenaventura y su hermano Nicolás, Jacqueline Vidal, Giorgio Antei, Alberto Rojas Puyo, entre otros. Desde entonces tuve de Carlos José la nítida impresión de un hombre con una muy clara ideología de izquierda, pero sin el fanatismo de las militancias altisonantes; justamente, como en los otros maestros citados, la temperancia que solo pueden dar una ilustración y cultura verdaderas, las que manifiestas en la disciplina que se ejerce, en nuestro caso el Teatro, tienen clara la distinción entre el papel del agitador y el del artista dueño de sus lenguajes y del rol del arte en la política.
En Carlos José Reyes, a esa fortaleza intelectual del arte se sumó siempre el riguroso conocimiento de la Historia; ese que suele estar tan ausente en el discurso y en la práctica de otros comediantes e intelectuales urgidos de afirmación ante los comisarios políticos, cuando no lo son ellos mismos. Y nos sirvió de manera espléndida esa capacidad en múltiples ensayos sueltos (como el que aparece en el libro colectivo El Teatro Colombiano, de Ediciones del Alba, 1985), pero sobre todo en libros como el fundamental Materiales para una historia del Teatro en Colombia, con Maida Watson Espener, de Colcultura, o su aporte a la Nueva Historia de Colombia, tomo 6 de Editorial Planeta, y Teatro y Violencia en dos siglos de historia de Colombia, que como otros libros suyos del Ministerio de Cultura es imposible de conseguir.
Miembro de la Academia Colombiana de Historia y de la Academia Colombiana de la Lengua, con mérito sobrado en su escritura nos prodigó esa esplendidez del conocimiento histórico y, agrego, de la dramaturgia cuando, con el gran realizador del cine y la televisión nacionales Jorge Alí Triana escribió los guiones de la inolvidable serie Revivamos Nuestra Historia, en la cual contaron con la asesoría del historiador Daniel Lemaitre, de manera especial para tratar la figura de Núñez y las de los responsables de la pérdida de Panamá. Allí aparecieron además otras: Manuelita Sáenz, José María Córdova, Gaitán y los sucesos del 9 de abril de 1948, los Comuneros de 1781, entre muchas que, en la sequía presente de conocimiento de nuestra historia por las generaciones jóvenes, deberían volver a ocupar la pantalla doméstica, en horario privilegiado como lo fue cuando se emitieron hace más de cuarenta años.
Si en aquel momento Revivamos Nuestra Historia estaba llenando una laguna oceánica de ignorancia (esa que tanto interesa a nuestro Establecimiento para no ser examinado), en el presente, cuando tantas cosas se están redefiniendo, esa carencia es pavorosa. Y al menos debería tenerse en cuenta, para siquiera registrar en los medios de comunicación la partida (y sobre todo la vida de producción asombrosa de Carlos José Reyes), que él también trabajó en la televisión colombiana, así no hubiera engordado en ella en ningún sentido pero sí dejando una obra sólida como pocas en el campo de la educación y del arte. Es triste y al mismo tiempo característico de lo que son esos medios y sus valoraciones en todos los campos.
Lo primero que vi de Carlos José fue su maravilloso teatro de títeres, en el Teatro La Candelaria y en el suyo, El Alacrán: La historia de Globito Manual y El hombre que escondió el sol y la luna. Tiempo después, al comienzo de la aventura de iniciar y afirmar la Escuela de Teatro de la Universidad de Antioquia, Carlos José, con la generosidad de otros pilares del teatro colombiano, acudió a ofrecernos conferencias y un seminario abierto a otros practicantes de la ciudad. Con algunos de los primeros actores de la Escuela y con niños de mi propia familia y la de unos amigos, montamos La Piedra de la Felicidad, una de las primeras obras de Carlos José publicadas por Colcultura. Ya en 1992, tuve el gusto de proponer, como editor de Teatro de la Editorial Universidad de Antioquia, la publicación de su libro Dentro y Fuera que reúne siete de sus obras. Este contó con el aporte magnífico de un prólogo de María Mercedes Jaramillo, que recomiendo a quienes interese conocer La Labor Teatral de Carlos José Reyes, con la minuciosa y cuidada atención de la notable historiadora, antologista y divulgadora del Teatro latinoamericano y colombiano.
Ya desde antes, tuvimos los primeros docentes de la Escuela de la Universidad de Antioquia un muy fecundo quehacer en varios encuentros con Carlos José por la Escuela Distrital de Teatro; Santiago García y Giorgio Antei por la Escuela Nacional de Arte Dramático; Helios Fernández, Enrique Buenaventura, Guillermo Piedrahíta y otros amigos de la Escuela de Teatro de la Universidad del Valle, con el fin de proponer y acordar en lo posible la unificación de nuestros programas académicos.
Estos encuentros se hicieron en las tres ciudades sedes y fueron una ocasión propicia para definiciones conceptuales indispensables: se trataba de fundamentar una academia superior sin precedentes, en el marco de las exigencias universitarias, con la afirmación de los propósitos de un teatro colombiano que se había impuesto a sí mismo la creación de una dramaturgia nacional, del interés prioritario en ella por ocuparse de la Historia, y en la propia formulación de lo que entendíamos por formación, tomando de la experiencia universal pero en nuestro contexto. En todo ello fueron importantes los aportes de Carlos José Reyes.
Un encuentro posterior (1983) se dio cuando este cronista fue nombrado por el rector de la Universidad de Medellín para coordinar el primer Concurso de Dramaturgia patrocinado por ella, a partir de la sugerencia del folclorista Agustín Jaramillo Londoño, el profesor Luis Fernando Calderón y el periodista E. Livardo Ospina. Para el jurado propuse y fueron aprobados los nombres de Carlos José Reyes, Gilberto Martínez Arango y el director de teatro en televisión Jaime Botero Gómez, quienes con buen juicio premiaron la obra El Cumpleaños de Alicia, del notable dramaturgo antioqueño Henry Díaz Vargas.
Siempre conservaré el recuerdo de las charlas, aparte de las obligadas sesiones privadas del jurado, cuando en casa mi esposa y yo disfrutamos del saber y del humor de Botero, Reyes y Martínez, no solo sobre sus propias vivencias teatrales y, en el caso de los dos primeros, en la televisión, sino a propósito de la política y los acontecimientos de la hora.
Una divulgación de vastos alcances hasta los grupos de Teatro, las instituciones educativas y las bibliotecas públicas, tanto como al público lector, de la obra de Carlos José Reyes, sería un justo homenaje del Ministerio de las Culturas a quien merece ser recordado entre los grandes del Teatro colombiano.
* Director, dramaturgo, y fundador de la Escuela de Teatro de la Universidad de Antioquia, donde fué docente de Literatura, Historia y Dramaturgia desde 1972, y actualmente en las Facultades de Educación, y de Comunicaciones y Filología.
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