Homenaje: Recuerdos de Frank (Pancho) Safford (1936-2022)
Homenaje al profesor tejano que escribió sobre historia de Colombia y documentó el aporte del espíritu empresarial antioqueño al desarrollo del país.
Enrique Ogliastri Uribe, especial para El Espectador
Con Frank Safford perdimos a uno de los mejores historiadores colombianos y a un gran amigo. Nacido en El Paso (Texas), su nana mexicana le llamó “Pancho” desde que nació (en Colombia el Frank-cisco habría sido Pacho) y así lo llamó su familia desde entonces. Su padre era un médico rural, que en esa zona fronteriza hacía las visitas domiciliarias a caballo.
Pancho tenía una mente brillante e inquisitiva y lo admitieron en Harvard; él mencionaba que la más exclusiva universidad del mundo tenía desde entonces la política de buscar diversidad en su cuerpo estudiantil, oriundos de geografías y culturas distintas, con la idea de que se aprende tanto de los profesores como de los compañeros; así entró a la casa de estudiantes más exclusiva de esa universidad. Allí conoció a Joan, su gran pareja de toda la vida e hija de un importante profesor de física.
Al terminar en Harvard, se fue a hacer su doctorado en historia en Columbia (Nueva York), donde escogió estudiar a Colombia, tras leer el texto de Nieto Arteta, quien sugería que el origen de las diferencias entre liberales y conservadores eran sus intereses económicos (Pancho llegaría a una conclusión opuesta).
Se fue con Joan a vivir durante 18 meses a Colombia (1961-2) y a buscar datos de historia empresarial que culminarían en la que, en mi modesta opinión, sería la mejor contribución de su vida académica: la tesis doctoral de 1965, “Commerce and Enterprise in Central Colombia 1821-1870″. Esta obra maestra ha tenido varios intentos de traducción, y hay una versión ligeramente revisada en el tintero.
Otra contribución a mi juicio muy importante e influyente fue su artículo “Significación de los antioqueños en el desarrollo económico de Colombia: un examen crítico de la tesis de Everett Hagen”, que acogió el Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura en 1967. Escrita directamente en español y publicada tal cual (sin correcciones gramaticales ni de otro tipo) dio las claves fundamentales para entender al espíritu empresarial paisa (https://repositorio.unal.edu.co/handle/unal/40666).
Muy prolífico, deja una docena de libros importantes sobre Colombia (y Latinoamérica) entre los cuales destacaría “El ideal de lo práctico” (The ideal of the practical).
Como amigo, Pancho era extraordinariamente divertido y estimulante. Lo conocí en Northwestern University cuando hice allí mi doctorado y él era profesor de historia (aunque parte de esos años estuvo en la U. de Tejas, Austin).
Después se alojó muchas veces en mi casa en Bogotá, donde pasaba semanas trabajando intensamente durante todo el día, pero a partir de las 8 de la noche venían unas horas de buen humor, de cocinar con parejas de amigos, vinos y chispeante conversación. De igual manera, se podía trabajar durante los fines de semana en una finca, pero las noches eran de diversión, que incluía guitarras y canciones con los amigos músicos.
Pancho apoyó la connotada carrera como abogada y fiscal de su esposa, correspondiendo lo que antes ella había hecho por él, y fue muy estimulante padre de Marcus y Joshua. Lo recordaremos siempre.
Con Frank Safford perdimos a uno de los mejores historiadores colombianos y a un gran amigo. Nacido en El Paso (Texas), su nana mexicana le llamó “Pancho” desde que nació (en Colombia el Frank-cisco habría sido Pacho) y así lo llamó su familia desde entonces. Su padre era un médico rural, que en esa zona fronteriza hacía las visitas domiciliarias a caballo.
Pancho tenía una mente brillante e inquisitiva y lo admitieron en Harvard; él mencionaba que la más exclusiva universidad del mundo tenía desde entonces la política de buscar diversidad en su cuerpo estudiantil, oriundos de geografías y culturas distintas, con la idea de que se aprende tanto de los profesores como de los compañeros; así entró a la casa de estudiantes más exclusiva de esa universidad. Allí conoció a Joan, su gran pareja de toda la vida e hija de un importante profesor de física.
Al terminar en Harvard, se fue a hacer su doctorado en historia en Columbia (Nueva York), donde escogió estudiar a Colombia, tras leer el texto de Nieto Arteta, quien sugería que el origen de las diferencias entre liberales y conservadores eran sus intereses económicos (Pancho llegaría a una conclusión opuesta).
Se fue con Joan a vivir durante 18 meses a Colombia (1961-2) y a buscar datos de historia empresarial que culminarían en la que, en mi modesta opinión, sería la mejor contribución de su vida académica: la tesis doctoral de 1965, “Commerce and Enterprise in Central Colombia 1821-1870″. Esta obra maestra ha tenido varios intentos de traducción, y hay una versión ligeramente revisada en el tintero.
Otra contribución a mi juicio muy importante e influyente fue su artículo “Significación de los antioqueños en el desarrollo económico de Colombia: un examen crítico de la tesis de Everett Hagen”, que acogió el Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura en 1967. Escrita directamente en español y publicada tal cual (sin correcciones gramaticales ni de otro tipo) dio las claves fundamentales para entender al espíritu empresarial paisa (https://repositorio.unal.edu.co/handle/unal/40666).
Muy prolífico, deja una docena de libros importantes sobre Colombia (y Latinoamérica) entre los cuales destacaría “El ideal de lo práctico” (The ideal of the practical).
Como amigo, Pancho era extraordinariamente divertido y estimulante. Lo conocí en Northwestern University cuando hice allí mi doctorado y él era profesor de historia (aunque parte de esos años estuvo en la U. de Tejas, Austin).
Después se alojó muchas veces en mi casa en Bogotá, donde pasaba semanas trabajando intensamente durante todo el día, pero a partir de las 8 de la noche venían unas horas de buen humor, de cocinar con parejas de amigos, vinos y chispeante conversación. De igual manera, se podía trabajar durante los fines de semana en una finca, pero las noches eran de diversión, que incluía guitarras y canciones con los amigos músicos.
Pancho apoyó la connotada carrera como abogada y fiscal de su esposa, correspondiendo lo que antes ella había hecho por él, y fue muy estimulante padre de Marcus y Joshua. Lo recordaremos siempre.