“Huellas de la desaparición” en el Museo La Tertulia: memoria y no repetición
Melissa Aguilar, curadora del Museo La Tertulia, habló de la llegada de la muestra “Huellas de la desaparición” a este recinto, que realiza un abordaje estético sobre el conflicto en Colombia.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Cuando se comenzó a armar la programación expositiva del Museo La Tertulia, su directora, Ana Lucía Llano Domínguez, y la curadora Melissa Aguilar, decidieron que “Huellas de la desaparición” sería una muestra “muy pertinente” para el recinto: potenciaría una agenda académica que impactaría a Cali, pero también a Buenaventura, otra ciudad con la que se querían reforzar temas culturales con respecto al conflicto territorial en el país.
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Cuando se comenzó a armar la programación expositiva del Museo La Tertulia, su directora, Ana Lucía Llano Domínguez, y la curadora Melissa Aguilar, decidieron que “Huellas de la desaparición” sería una muestra “muy pertinente” para el recinto: potenciaría una agenda académica que impactaría a Cali, pero también a Buenaventura, otra ciudad con la que se querían reforzar temas culturales con respecto al conflicto territorial en el país.
Aguilar habló para El Espectador sobre la muestra, que se centró en hechos violentos en Urabá, el Palacio de Justicia y el territorio nukak, tres casos específicos que se dieron en el contexto del conflicto armado en Colombia. La exposición, producto de una investigación entre la Comisión de la Verdad y Forensic Architecture (F.A), ya estuvo en el Museo de Arte Miguel Urrutia de Bogotá y el Museo de Arte Moderno de Medellín.
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Esta exposición utilizó tecnologías especiales para recrear hechos muy dolorosos para el país: qué tipo de facilidades, digámoslo así, ofrece la exposición gracias a estas tecnologías…
Uno de los grandes trabajos que hace Forensic, es que a través de la tecnología y las imágenes que aparecen gracias a ellas, se entiende mejor una información que, normalmente, en el ámbito jurídico y académico, es densa: cifras, documentos teóricos, etc. Y logran todo esto a través de modelados 3D, esquemas, infografías, etc. Todo esto para que los públicos que no trabajamos en estos ámbitos y no estamos acostumbrados a la evidencia, nos acerquemos. Lo valioso no es solamente saber que estos hechos ocurrieron, sino comprender cómo ocurrieron.
Hablemos de la utilidad de esa precisión para exponer los hechos: ¿para qué nos sirve saber cómo y cuándo ocurrió todo?
Esa es la pregunta del millón, sobre todo teniendo en cuenta que los museos, para muchas personas, siguen siendo recintos que se buscan para la belleza y la contemplación. Es decir, se sigue pensando que los museos son solamente para alojar cosas muy agradables, y ahí es cuándo la pregunta es pertinente. En Colombia aún hay un alto grado de resistencia y negacionismo alrededor de toda esta historia del conflicto: es mucho más cómodo ignorar o suavizar ciertos hechos. La exposición no solamente se pensó para quienes creen que el conflicto ocurrió, sino para todos los que aún dudan o niegan que aquí ha habido un conflicto, y para las que aún insisten en que esa memoria es inútil.
¿Por qué hablar de conflicto en un museo?
Porque los museos, sobre todo los de vocación contemporánea, son espacios para la negociación. Son lugares propicios para el diálogo. Para pensar temas difíciles que necesitan miradas críticas y que se convierten en retos de ciudad. Esta muestra contiene una rigurosidad científica y habla de hechos comprobables, por lo que también cumple con una labor de reparación para las víctimas.
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En la muestra se contrastó la versión oficial con algunos testimonios de los hechos de violencia tratados. Hace poco hablé con el historiador Javier Ortiz Cassiani sobre la imposibilidad de saber, exactamente, qué fue lo que pasó, porque la memoria y las versiones jamás serán tan fieles a la realidad como quisiéramos, ¿qué piensa?
Hay una cantidad de teóricos que se han dedicado a pensar en la memoria, un campo en disputa, justamente, por la imposibilidad que mencionas: cuando se habla del pasado, es muy difícil tener certezas. La distancia que pone el tiempo sobre los hechos y el lugar en el que se vivieron afecta las percepciones. Esto no quiere decir que no hayan ocurrido; sin embargo, en relación con la memoria, creo que no hay que perderla, no hay que dejar de darle espacios para construirla, deconstruirla y reconstruirla. Los museos tenemos la función de detonar preguntas y hacer que las personas se vayan pensando en su propio país e historia.
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Dicen ustedes que en esta muestra la noción de desaparición excede la aplicación de una práctica centrada en las personas —desaparición forzada— para abarcar, también, territorios, ecosistemas, prácticas culturales, evidencia y pruebas judiciales, ¿cómo?
La desaparición es el concepto transversal de toda la investigación. Cuando la Comisión de la Verdad y Forensic escogieron los casos para investigar, hubo dos criterios específicos: sucesos en los que las comunidades de víctimas hubiesen vivido el conflicto; es decir, estuviesen ligados al evento de alguna forma y quisieran dar testimonio, y el segundo, que pudiese aplicarse a la amplitud del concepto de desaparición. O sea, que no solo tuviese que ver con la desaparición de personas, sino también con otros elementos como la tierra, que se plantea en esta muestra como un actor que sufrió pérdidas dentro del conflicto armado. También se muestra que desaparecieron prácticas de la vida campesina, indígena y otras formas de vida que se vieron brutalmente transformadas.
Algunas personas indican un agotamiento del tema y la insistencia en hablar acerca del conflicto armado, ¿cómo abordarlo o proponerlo para seguir despertando interés en no abandonar esta memoria?
Creo que la gran respuesta está en el arte. Ha habido diferentes formas para hablar sobre violencia política, historia, conflicto, y si se siguen promoviendo, habrá más diversidad, que dependerá de la subjetividad de cada artista para proponernos ese acercamiento. No podemos cambiar el ADN de nuestro país, que lamentablemente tiene un gran componente de hechos violentos. Estos sucesos no nos determinarán, pero conocerlos nos puede conducir a la no repetición, justamente, porque nos interesamos en entenderlos y promover la reconciliación.