I am from Yopalito: la llegada de un joropo urbano
Lady Arias habló de su nuevo álbum “I am from Yopalito” y su fusión de música llanera y pop urbano, así como de los primeros pasos en su carrera, desde su infancia en Yopal hasta su participación en Factor X.
Diana Camila Eslava
Empecemos hablando de su proyecto musical, ¿cómo lo define?
Mi proyecto es una fusión de dos mundos. En mis raíces está muy presente la música de mi tierra, el joropo, toda la música llanera, que desde pequeña siempre estuvo ahí, en mis oídos, en el ambiente de mi barrio, en cualquier lugar de Yopal. Es inevitable salir y no encontrarse con un sitio donde se escucha música llanera o con músicos tocando. Hay mucha cultura en el contexto en el que crecí. Por otro lado, mis influencias abarcan todas esas músicas que me interesaron desde niña, pero que no venían de esa raíz. Estoy hablando del pop, las músicas urbanas, el hip hop, el rap, los boleros, las baladas... todo lo opuesto a la música tradicional, folclórica. Con eso resumo mi proyecto en esos dos mundos, en esa mezcla de raíces y contemporaneidad.
Llama mucho la atención cómo ninguna influencia le quita fuerza a la otra: su música suena llanera, pero también pop. ¿En qué momento decidió que este sería el camino que quería seguir?
Hace tres años participé en un reality de televisión, Factor X, y ahí fue cuando se iluminaron mis ideas. Justo como una semana antes de la audición pensé: “¿Con qué me presento?”. En ese momento había escrito una canción que fusionaba rap con un cuatro y, en una parte, incluía un canto llanero. Esa mezcla se sentía muy especial, entonces decidí arriesgarme y mostrarla, aunque nunca se la había enseñado a nadie. La llevé al programa y me fue muy bien. Estuve un buen tiempo allí, y a la gente le gustó mucho ese estilo. Fue ahí donde realmente inició todo. También creo que empezó mucho aquí, en Bogotá, por extrañar el calor de mi tierra, por estar aquí, pero querer estar allá. En mis procesos creativos comencé a incluir ese “calorcito”, ese sentimiento que me transportaba a Yopal.
¿Y qué la hizo tomar la decisión de presentarse a un programa musical?
Pues yo llegué a Bogotá justamente para eso, para abrirme camino, abrir mi mente y explorar todas las posibilidades que pudiera encontrar en la música. Vine aquí a guerreármela, a construir un nombre, a encontrar un sonido y hacer que el proyecto evolucionara. La decisión de entrar al Factor X fue parte de esa proyección. Aunque no soy muy fan de esos formatos de televisión, pensé: “Bueno, escarbemos a ver qué hay allá. Uno nunca sabe qué puede encontrar o qué oportunidad le puede estar dando la vida”. ¿Qué podía perder? Nada. Así que decidí ir y mostrar algo mío, sin covers, con algo propio. Y, mira, salió una oportunidad muy grande. También influyó mucho mi tío Solmar, que ha sido como mi motor en todo esto. Es la persona que más ha creído en mí, que más ha invertido en mi proyecto. Desde que era niña, siempre me ha apoyado, ayudándome a tocar puertas en cualquier plataforma o escenario posible, con los recursos que hemos tenido.
A propósito de esos inicios, cuéntenos de dónde viene y cómo empieza ese camino musical.
Bueno, yo nací en Yopal. Mi papá es rolo, de aquí de Bogotá, y mi mamá es llanera, de Yopal, como toda su familia. Viví en Yopal hasta los 19 años, cuando me vine para Bogotá. Básicamente, mi vida musical empezó en Yopal: cantaba en las izadas de bandera del colegio, en los cumpleaños de las tías, en el barrio, y en cualquier concurso que se me atravesara. Siempre sentí que era un talento que tenía desde niña y que empecé a explorar desde muy pequeña. Me inquietaba lo que podía hacer con mi voz y lo que podía crear. Desde los 14 años empecé a trabajar cantando en bares y restaurantes con bandas de Yopal. Siempre tirando hacia el pop y ese universo de influencias, porque, aunque en Yopal el joropo está muy presente, no crecí tan cerca de ese género. En mi casa se escuchaba mucha música pop colombiana, como Juanes y Shakira. Claro, también sonaba joropo, pero no tanto dentro de mi casa, más bien afuera, en la radio o en el ambiente.
Entonces en Yopal inició su historia musical y continuó en Bogotá...
Allá construí un nombre; la gente me conoce como la pelada que siempre estaba cantando en todos lados. Incluso me identificaban como la sobrina del “Flaco del Internet”, porque mi tío tuvo un café internet muy conocido en Yopal. Después decidí venir a Bogotá. Quería buscar proyección, aprender bases musicales y no quedarme en lo empírico. Aquí se me abrió un mundo de posibilidades. Llegué asustada, porque Bogotá es una ciudad caótica comparada con la tranquilidad de Yopal, donde podía estar acostada en el piso tomándome un tinto sin preocupaciones. El ritmo de ambas ciudades es muy distinto. Ahora siento que traigo a Bogotá lo que aprendí en Yopal y viceversa. Es un paralelismo bonito entre dos mundos y culturas muy diferentes que se mezclan en mi música. Cuando empecé, hacía netamente pop y música urbana. Sentía que estaba en un círculo de lo cliché, hablando solo de amor. Pero cuando comencé a extrañar mi tierra, utilicé esos recuerdos y recursos del lugar donde crecí para mezclarlos con lo que también me representa aquí en Bogotá. Encontré un mundo de posibilidades en lo sonoro y en mis letras. Decidí hablar más de mi tierra, mi familia, mis amigos, y de ese lugar que extraño tanto.
¿Cómo describiría su proceso creativo? ¿La composición de una letra surge de forma espontánea o es algo que va tomando forma poco a poco?
Yo manejo el proceso de dos formas. Una es componer sola en mi casa, esperando que el “satélite de la creatividad” me pase por encima. Cuando eso pasa, agarro mi cuatro, busco acordes, improviso melodías y letras, dependiendo de lo que esté sintiendo o viviendo. Y no me refiero solo a mi vida personal; también pueden ser historias ajenas, algo que leí o un tema que me pareció interesante explorar. Por ejemplo, “Pajarito” la canción que estoy estrenando, es una metáfora que trata sobre quienes dejan su lugar de origen, se enamoran de una tierra nueva y deciden quedarse allí. La otra forma en que compongo es en el estudio con mi productor, en tiempo real. Él empieza a crear beats en el computador, y yo improviso letras y melodías. Si tengo mi cuatro a la mano, saco nueva música con él. Ahora que ya tengo mi sonido y concepto claros, puedo guiar mejor a quien esté trabajando conmigo para que no se aleje de esa sonoridad que me caracteriza.
Precisamente le quería preguntar sobre su nuevo trabajo musical...
“Pajarito”, nació como una metáfora de la historia de mi papá y, de alguna manera, también de la mía. Mi papá fue un forastero que llegó muy joven de Bogotá a Yopal buscando oportunidades. Se enamoró de la tierra, de sus costumbres, de su cultura y, claro, de mi mamá, una llanerita. Se quedó allá, y ahora nadie lo saca de Yopal. Hablarle de Bogotá es como proponerle un viaje imposible; él ya siente que su tierra es Yopal, aunque no haya nacido allí. Siento que esa historia se repitió conmigo, pero al revés. Yo nací y crecí en Yopal, pero vine a Bogotá buscando un mundo de posibilidades que allá no encontraba. Y aunque la ciudad es caótica, me abrazó a su manera. Aquí he encontrado muchas puertas abiertas, y ahora siento que esta es mi casa. Aun así, sigo yendo a mi tierra, sigo conectada con ella.
Con este trabajo está preparando un nuevo álbum, ¿De qué se trata? ¿Cómo lo podemos encontrar?
En marzo sale el álbum que estoy preparando, y por ahora pueden encontrar todos los sencillos en plataformas digitales. El álbum se llama I am from Yopalito, una frase que tiene una historia divertida detrás, porque siempre he sido muy mala para el inglés, y trato de reírme un poco de eso. Este álbum tiene mucha raíz, sonidos que me recuerdan a mi tierra, a mi familia, a mis amigos. No se trata solo de joropo, sino de combinar la tierra con lo moderno, lo industrial. A veces me cuesta explicarlo, pero básicamente es unir mi historia en Yopal con la que nació en Bogotá. Hay beats, sonidos electrónicos, mucho flow, folclor y cultura. Pueden ir escuchando los sencillos “Joropo Estileto”, “Trance”, “Pajarito” y también “Zumba que Tumba”, un tema llanero que nació de un aire llanero. Es un subgénero del joropo, pero la idea es mezclar lo urbano con el joropo. Quería hacer un joropo bien recio, netamente del sonido de allá, pero tocando temas como la diversidad sexual y otros asuntos sociales y políticos. Mi música también quiere dejar un mensaje.
A usted no solo la vemos cantar, sino también bailar, actuar. ¿Cómo entiende el arte, cómo lo explica?
Para quien no está tan cerca del arte, puede ser un poco difícil de entender. Conectarse con esa sensibilidad, con esa dimensión a la que siento, en mi caso, que llego cuando me sumerjo en mi creatividad. Siempre he sido un poco inquieta, eso es algo que me atribuyo desde muy chiquita, me gusta hacer varias cosas al mismo tiempo. Entonces aprendí a cantar, a tocar instrumentos, a componer y estoy aprendiendo a bailar. Creo que es chévere experimentar esa sensibilidad y preguntarse qué se va a hacer con eso. Mi conexión con el arte viene de lugares muy personales, la encontré explorando en mi casa. En mi caso no crecí en una casa de artistas; mi familia es más bien de comerciantes independientes. Siento que quizás no llegó a mí, pero estaba cerca y fui yo quien me acerqué. Empecé a ver letras, a revisar los CD, grababa la música que me gustaba, la que sonaba en televisión. Desde esa inquietud, siempre he explorado mi creatividad. Creo que eso es una característica importante de las personas que hacen arte.
Empecemos hablando de su proyecto musical, ¿cómo lo define?
Mi proyecto es una fusión de dos mundos. En mis raíces está muy presente la música de mi tierra, el joropo, toda la música llanera, que desde pequeña siempre estuvo ahí, en mis oídos, en el ambiente de mi barrio, en cualquier lugar de Yopal. Es inevitable salir y no encontrarse con un sitio donde se escucha música llanera o con músicos tocando. Hay mucha cultura en el contexto en el que crecí. Por otro lado, mis influencias abarcan todas esas músicas que me interesaron desde niña, pero que no venían de esa raíz. Estoy hablando del pop, las músicas urbanas, el hip hop, el rap, los boleros, las baladas... todo lo opuesto a la música tradicional, folclórica. Con eso resumo mi proyecto en esos dos mundos, en esa mezcla de raíces y contemporaneidad.
Llama mucho la atención cómo ninguna influencia le quita fuerza a la otra: su música suena llanera, pero también pop. ¿En qué momento decidió que este sería el camino que quería seguir?
Hace tres años participé en un reality de televisión, Factor X, y ahí fue cuando se iluminaron mis ideas. Justo como una semana antes de la audición pensé: “¿Con qué me presento?”. En ese momento había escrito una canción que fusionaba rap con un cuatro y, en una parte, incluía un canto llanero. Esa mezcla se sentía muy especial, entonces decidí arriesgarme y mostrarla, aunque nunca se la había enseñado a nadie. La llevé al programa y me fue muy bien. Estuve un buen tiempo allí, y a la gente le gustó mucho ese estilo. Fue ahí donde realmente inició todo. También creo que empezó mucho aquí, en Bogotá, por extrañar el calor de mi tierra, por estar aquí, pero querer estar allá. En mis procesos creativos comencé a incluir ese “calorcito”, ese sentimiento que me transportaba a Yopal.
¿Y qué la hizo tomar la decisión de presentarse a un programa musical?
Pues yo llegué a Bogotá justamente para eso, para abrirme camino, abrir mi mente y explorar todas las posibilidades que pudiera encontrar en la música. Vine aquí a guerreármela, a construir un nombre, a encontrar un sonido y hacer que el proyecto evolucionara. La decisión de entrar al Factor X fue parte de esa proyección. Aunque no soy muy fan de esos formatos de televisión, pensé: “Bueno, escarbemos a ver qué hay allá. Uno nunca sabe qué puede encontrar o qué oportunidad le puede estar dando la vida”. ¿Qué podía perder? Nada. Así que decidí ir y mostrar algo mío, sin covers, con algo propio. Y, mira, salió una oportunidad muy grande. También influyó mucho mi tío Solmar, que ha sido como mi motor en todo esto. Es la persona que más ha creído en mí, que más ha invertido en mi proyecto. Desde que era niña, siempre me ha apoyado, ayudándome a tocar puertas en cualquier plataforma o escenario posible, con los recursos que hemos tenido.
A propósito de esos inicios, cuéntenos de dónde viene y cómo empieza ese camino musical.
Bueno, yo nací en Yopal. Mi papá es rolo, de aquí de Bogotá, y mi mamá es llanera, de Yopal, como toda su familia. Viví en Yopal hasta los 19 años, cuando me vine para Bogotá. Básicamente, mi vida musical empezó en Yopal: cantaba en las izadas de bandera del colegio, en los cumpleaños de las tías, en el barrio, y en cualquier concurso que se me atravesara. Siempre sentí que era un talento que tenía desde niña y que empecé a explorar desde muy pequeña. Me inquietaba lo que podía hacer con mi voz y lo que podía crear. Desde los 14 años empecé a trabajar cantando en bares y restaurantes con bandas de Yopal. Siempre tirando hacia el pop y ese universo de influencias, porque, aunque en Yopal el joropo está muy presente, no crecí tan cerca de ese género. En mi casa se escuchaba mucha música pop colombiana, como Juanes y Shakira. Claro, también sonaba joropo, pero no tanto dentro de mi casa, más bien afuera, en la radio o en el ambiente.
Entonces en Yopal inició su historia musical y continuó en Bogotá...
Allá construí un nombre; la gente me conoce como la pelada que siempre estaba cantando en todos lados. Incluso me identificaban como la sobrina del “Flaco del Internet”, porque mi tío tuvo un café internet muy conocido en Yopal. Después decidí venir a Bogotá. Quería buscar proyección, aprender bases musicales y no quedarme en lo empírico. Aquí se me abrió un mundo de posibilidades. Llegué asustada, porque Bogotá es una ciudad caótica comparada con la tranquilidad de Yopal, donde podía estar acostada en el piso tomándome un tinto sin preocupaciones. El ritmo de ambas ciudades es muy distinto. Ahora siento que traigo a Bogotá lo que aprendí en Yopal y viceversa. Es un paralelismo bonito entre dos mundos y culturas muy diferentes que se mezclan en mi música. Cuando empecé, hacía netamente pop y música urbana. Sentía que estaba en un círculo de lo cliché, hablando solo de amor. Pero cuando comencé a extrañar mi tierra, utilicé esos recuerdos y recursos del lugar donde crecí para mezclarlos con lo que también me representa aquí en Bogotá. Encontré un mundo de posibilidades en lo sonoro y en mis letras. Decidí hablar más de mi tierra, mi familia, mis amigos, y de ese lugar que extraño tanto.
¿Cómo describiría su proceso creativo? ¿La composición de una letra surge de forma espontánea o es algo que va tomando forma poco a poco?
Yo manejo el proceso de dos formas. Una es componer sola en mi casa, esperando que el “satélite de la creatividad” me pase por encima. Cuando eso pasa, agarro mi cuatro, busco acordes, improviso melodías y letras, dependiendo de lo que esté sintiendo o viviendo. Y no me refiero solo a mi vida personal; también pueden ser historias ajenas, algo que leí o un tema que me pareció interesante explorar. Por ejemplo, “Pajarito” la canción que estoy estrenando, es una metáfora que trata sobre quienes dejan su lugar de origen, se enamoran de una tierra nueva y deciden quedarse allí. La otra forma en que compongo es en el estudio con mi productor, en tiempo real. Él empieza a crear beats en el computador, y yo improviso letras y melodías. Si tengo mi cuatro a la mano, saco nueva música con él. Ahora que ya tengo mi sonido y concepto claros, puedo guiar mejor a quien esté trabajando conmigo para que no se aleje de esa sonoridad que me caracteriza.
Precisamente le quería preguntar sobre su nuevo trabajo musical...
“Pajarito”, nació como una metáfora de la historia de mi papá y, de alguna manera, también de la mía. Mi papá fue un forastero que llegó muy joven de Bogotá a Yopal buscando oportunidades. Se enamoró de la tierra, de sus costumbres, de su cultura y, claro, de mi mamá, una llanerita. Se quedó allá, y ahora nadie lo saca de Yopal. Hablarle de Bogotá es como proponerle un viaje imposible; él ya siente que su tierra es Yopal, aunque no haya nacido allí. Siento que esa historia se repitió conmigo, pero al revés. Yo nací y crecí en Yopal, pero vine a Bogotá buscando un mundo de posibilidades que allá no encontraba. Y aunque la ciudad es caótica, me abrazó a su manera. Aquí he encontrado muchas puertas abiertas, y ahora siento que esta es mi casa. Aun así, sigo yendo a mi tierra, sigo conectada con ella.
Con este trabajo está preparando un nuevo álbum, ¿De qué se trata? ¿Cómo lo podemos encontrar?
En marzo sale el álbum que estoy preparando, y por ahora pueden encontrar todos los sencillos en plataformas digitales. El álbum se llama I am from Yopalito, una frase que tiene una historia divertida detrás, porque siempre he sido muy mala para el inglés, y trato de reírme un poco de eso. Este álbum tiene mucha raíz, sonidos que me recuerdan a mi tierra, a mi familia, a mis amigos. No se trata solo de joropo, sino de combinar la tierra con lo moderno, lo industrial. A veces me cuesta explicarlo, pero básicamente es unir mi historia en Yopal con la que nació en Bogotá. Hay beats, sonidos electrónicos, mucho flow, folclor y cultura. Pueden ir escuchando los sencillos “Joropo Estileto”, “Trance”, “Pajarito” y también “Zumba que Tumba”, un tema llanero que nació de un aire llanero. Es un subgénero del joropo, pero la idea es mezclar lo urbano con el joropo. Quería hacer un joropo bien recio, netamente del sonido de allá, pero tocando temas como la diversidad sexual y otros asuntos sociales y políticos. Mi música también quiere dejar un mensaje.
A usted no solo la vemos cantar, sino también bailar, actuar. ¿Cómo entiende el arte, cómo lo explica?
Para quien no está tan cerca del arte, puede ser un poco difícil de entender. Conectarse con esa sensibilidad, con esa dimensión a la que siento, en mi caso, que llego cuando me sumerjo en mi creatividad. Siempre he sido un poco inquieta, eso es algo que me atribuyo desde muy chiquita, me gusta hacer varias cosas al mismo tiempo. Entonces aprendí a cantar, a tocar instrumentos, a componer y estoy aprendiendo a bailar. Creo que es chévere experimentar esa sensibilidad y preguntarse qué se va a hacer con eso. Mi conexión con el arte viene de lugares muy personales, la encontré explorando en mi casa. En mi caso no crecí en una casa de artistas; mi familia es más bien de comerciantes independientes. Siento que quizás no llegó a mí, pero estaba cerca y fui yo quien me acerqué. Empecé a ver letras, a revisar los CD, grababa la música que me gustaba, la que sonaba en televisión. Desde esa inquietud, siempre he explorado mi creatividad. Creo que eso es una característica importante de las personas que hacen arte.