Ida Vitale: “No me pesan los 100 años, las cosas malas de la vida hay que olvidarlas”
El 2 de noviembre la poeta uruguaya Ida Vitale cumplirá 100 años, una cifra que no le pesa, “¿por qué debería hacerlo?”, se plantea en una entrevista con EFE en Madrid, “las cosas malas una las olvida, lo primero que debe hacer uno es olvidar las cosas malas”, y es que “¿en qué vida no las hay?”.
EFE
Cerca de cumplir un siglo de vida, la poeta uruguaya Ida Vitale regresa a Madrid para presentar la reedición de uno de sus libro más exitosos: “Donde vuela el camaleón” (editorial Lumen), publicado originalmente en 1996 e inédito en España hasta ahora, una obra a medio camino entre la poesía y la prosa que reúne cuentos, fábulas y alegorías.
Entrevistar a Vitale no es fácil por la gran cantidad de preguntas que los periodistas le han hecho en su vida, pero ella contesta riéndose que en su Montevideo natal no lo hacen: "Allá no necesitan entrevistas, los montevideanos lo saben todo, el uruguayo es suficiente, se alcanza, pero no, es buena gente", señala para recordar que a Uruguay ha ido a vivir mucha gente, sobre todo españoles.
La literata uruguaya recuerda rápidamente al escritor español José Bergamín, del que fue muy buena amiga: “por lo menos los discípulos lo queríamos mucho y eso debe ser satisfactorio para alguien que se ha tenido que ir de su país, ¿no?, y más de España que en ese momento estaba horrible”.
Ella también fue exiliada, vivió 10 años en México junto a su segundo marido Enrique Fierro tras el golpe de Estado de 1973 en Uruguay, pero nunca se sintió así: “Uno dice exiliado y parece que crea un aura de sufrimiento. No, yo fui muy feliz en todos lados. En México era una gente estupenda. En realidad era un ascenso irte a México. Solo con Octavio Paz tienen para sobrarnos”. Casi cien años “por lo menos”
“No cambiaría nada de lo que he escrito, quizá hacer otra cosa. Lo que escriba que sea mejor, pero lo que pasó, pasó”, asegura Vitale echando la vista atrás sobre su producción literaria de la que dice que no le ha quedado ningún tema por escribir. ”Nunca pensé que tenía obligación de hacer una cosa u otra, lo que salía, salía. Cuando uno escribe es espontáneo, después hay que corregir, eso es básico”, explica.
Sobre lo que ya ha escrito "pienso que siempre pudo ser mejor, pero bueno, también yo pude haber venido a un mundo mejor hecha", dice de nuevo ante risas.
Regresar a su país después de pasar por México y Estados Unidos le gustó, pero "la gente que yo quería ver ya no está. El problema de tener 100 años es que no todos llegaron, extraño a mucha gente, pero en fin. Toda la gente a la que quise y murió, pero bueno eso nos pasa a todos, tenemos que asumirlo", dice con nostalgia en la mirada.
Y a pesar de su elevada edad, Vitale no piensa en la muerte, bueno sí, "a veces cuando arreglo un cajón pienso para que quede en orden", se ríe, pero por ejemplo la impresionante biblioteca que acumula a lo largo de su vida asegura que "no me la quiero llevar puesta".
De esa biblioteca, lo importante no es cuántos ejemplares conserva, sino cuántos perdió. "De un país a otro a veces uno piensa que va a volver y no vuelve. Lo que queda tiene que quedar acá y ya", señala resignada.
Leer más: Cristina Lucía Valdés presenta hoy su nuevo libro “Sin decoro”
Jóvenes que no leen
Para Vitale la culpa de que los jóvenes no lean es "de los que escriben y de los maestros": "En casa había libros en la biblioteca, quizá la culpa es de los padres. Lo normal es que uno se apropie de todo lo que hay en la casa empezando por los libros".
Recuerda a sus profesores con gran cariño, en especial a la de italiano, "tuve excelentes profesores en todo, hasta en matemáticas", una asignatura que me gustaba "pero era algo ajeno".
Pero volviendo a los jóvenes de ahora, Vitale les recomienda "que no lean, a ver si por puro espíritu de oposición leen", dice abriendo los ojos, y recuerda que a ella lo que fascinaban las novelas porque le contaban cosas que no existían en su vida real.
Tantos años viendo como la definen en lo personal y en lo literario y Vitale resume su vida en “soy dulcera”, por su pasión desde niña por los dulces acrecentada por una comida, “el puchero”, que era recurrente en su casa. “Y me queda pendiente aprender a tocar el piano”, dice Vitale con esas ganas de todo en las cercanías de los 100 años.
Cerca de cumplir un siglo de vida, la poeta uruguaya Ida Vitale regresa a Madrid para presentar la reedición de uno de sus libro más exitosos: “Donde vuela el camaleón” (editorial Lumen), publicado originalmente en 1996 e inédito en España hasta ahora, una obra a medio camino entre la poesía y la prosa que reúne cuentos, fábulas y alegorías.
Entrevistar a Vitale no es fácil por la gran cantidad de preguntas que los periodistas le han hecho en su vida, pero ella contesta riéndose que en su Montevideo natal no lo hacen: "Allá no necesitan entrevistas, los montevideanos lo saben todo, el uruguayo es suficiente, se alcanza, pero no, es buena gente", señala para recordar que a Uruguay ha ido a vivir mucha gente, sobre todo españoles.
La literata uruguaya recuerda rápidamente al escritor español José Bergamín, del que fue muy buena amiga: “por lo menos los discípulos lo queríamos mucho y eso debe ser satisfactorio para alguien que se ha tenido que ir de su país, ¿no?, y más de España que en ese momento estaba horrible”.
Ella también fue exiliada, vivió 10 años en México junto a su segundo marido Enrique Fierro tras el golpe de Estado de 1973 en Uruguay, pero nunca se sintió así: “Uno dice exiliado y parece que crea un aura de sufrimiento. No, yo fui muy feliz en todos lados. En México era una gente estupenda. En realidad era un ascenso irte a México. Solo con Octavio Paz tienen para sobrarnos”. Casi cien años “por lo menos”
“No cambiaría nada de lo que he escrito, quizá hacer otra cosa. Lo que escriba que sea mejor, pero lo que pasó, pasó”, asegura Vitale echando la vista atrás sobre su producción literaria de la que dice que no le ha quedado ningún tema por escribir. ”Nunca pensé que tenía obligación de hacer una cosa u otra, lo que salía, salía. Cuando uno escribe es espontáneo, después hay que corregir, eso es básico”, explica.
Sobre lo que ya ha escrito "pienso que siempre pudo ser mejor, pero bueno, también yo pude haber venido a un mundo mejor hecha", dice de nuevo ante risas.
Regresar a su país después de pasar por México y Estados Unidos le gustó, pero "la gente que yo quería ver ya no está. El problema de tener 100 años es que no todos llegaron, extraño a mucha gente, pero en fin. Toda la gente a la que quise y murió, pero bueno eso nos pasa a todos, tenemos que asumirlo", dice con nostalgia en la mirada.
Y a pesar de su elevada edad, Vitale no piensa en la muerte, bueno sí, "a veces cuando arreglo un cajón pienso para que quede en orden", se ríe, pero por ejemplo la impresionante biblioteca que acumula a lo largo de su vida asegura que "no me la quiero llevar puesta".
De esa biblioteca, lo importante no es cuántos ejemplares conserva, sino cuántos perdió. "De un país a otro a veces uno piensa que va a volver y no vuelve. Lo que queda tiene que quedar acá y ya", señala resignada.
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Jóvenes que no leen
Para Vitale la culpa de que los jóvenes no lean es "de los que escriben y de los maestros": "En casa había libros en la biblioteca, quizá la culpa es de los padres. Lo normal es que uno se apropie de todo lo que hay en la casa empezando por los libros".
Recuerda a sus profesores con gran cariño, en especial a la de italiano, "tuve excelentes profesores en todo, hasta en matemáticas", una asignatura que me gustaba "pero era algo ajeno".
Pero volviendo a los jóvenes de ahora, Vitale les recomienda "que no lean, a ver si por puro espíritu de oposición leen", dice abriendo los ojos, y recuerda que a ella lo que fascinaban las novelas porque le contaban cosas que no existían en su vida real.
Tantos años viendo como la definen en lo personal y en lo literario y Vitale resume su vida en “soy dulcera”, por su pasión desde niña por los dulces acrecentada por una comida, “el puchero”, que era recurrente en su casa. “Y me queda pendiente aprender a tocar el piano”, dice Vitale con esas ganas de todo en las cercanías de los 100 años.