“El miedo a la muerte se reduce a no haber tomado las decisiones correctas”
La autora Inma Rubiales, de 22 años, presentó en Colombia su última novela, “Todos los lugares que mantuvimos en secreto”, la historia de una joven que decide irse lejos para escapar de todo, pero también para encontrarse con ella misma.
Samuel Sosa Velandia
Irse lejos para escapar. No sentirse parte de un lugar (ni del propio hogar). Querer encontrar una razón. Preguntarse por el sentido de la vida. No negarse a la muerte. Creer que no hay salida... Quizás esas no son ideas o pensamientos ajenos a nuestra realidad. Algún día nos sentimos así. Y eso es sobre lo que Inma Rubiales escribió y lo que decidió encarnar en Maeve, la protagonista de su última novela.
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Irse lejos para escapar. No sentirse parte de un lugar (ni del propio hogar). Querer encontrar una razón. Preguntarse por el sentido de la vida. No negarse a la muerte. Creer que no hay salida... Quizás esas no son ideas o pensamientos ajenos a nuestra realidad. Algún día nos sentimos así. Y eso es sobre lo que Inma Rubiales escribió y lo que decidió encarnar en Maeve, la protagonista de su última novela.
Todos los lugares que mantuvimos en secreto es la séptima publicación de esta autora española de 22 años, que desde pequeña estuvo interesada por la sofisticación del lenguaje y que usaba palabras “difíciles” para escucharse más interesante, y aunque ella lo recuerda como un acto de vanidad, ese fue el paso que necesitó dar para aventurarse por el mundo de la escritura y la lectura.
Sus papás la inscribieron a un conservatorio de música y le pidieron que hiciera más amigos, que porque era muy tímida. Pero ella prefirió sentarse a dialogar con los libros y usar ese cuaderno de pentagramas para escribir sus propias historias. Así comenzó su camino como una escritora, una que ha logrado crear una comunidad, porque dice que escribe “desde la verdad y la honestidad”.
Sus lectores se identifican con ella y con sus relatos. Se emocionan, lloran, celebran, gritan, como ocurrió en Bogotá el pasado 30 de julio (su primera vez en Colombia), que presentó su última novela, que narra la historia de Maeve, una mujer que espera salvarse a sí misma, que desea sentirse parte de algo, que se debate entre la vida y la muerte. Pero que también es reflejo de que detrás de ella hay una autora consciente y con mucho por contar.
¿Cuál fue la necesidad que encontró en usted para contar esta historia?
Hay novelas que surgen como un chispazo, que luego resultan en un incendio y de pronto tienes todo el libro en las manos. Y hay otras que son más un rompecabezas al que le faltan piezas y que tienes que ir lijando cada una con cuidado, para que encajen perfectamente. En este caso, Todos los lugares que mantuvimos en secreto fue de las segundas. Este libro surgió con la premisa de una chica que se va a otra parte del mundo a encontrarse a sí misma y luego ya empezó a surgir toda la ambientación. El primer capítulo lo escribí en un viaje de tren durante la gira de la novela anterior, El arte de ser nosotros, cuando escuché una canción de Gracie Abrams, que es una de mis cantantes favoritas. En ese momento vino el impulso de escribir. Saqué el cuaderno y como si estuviera poseída, deje todo plasmado. Tenía ese deseo de hablar de la muerte y la vida, que son dos temas presentes en la novela y en mi cabeza.
Maeve, la protagonista, emprende un viaje lejos de casa para encontrarse con ella misma y para reconocer su lugar en un mundo, al cual siente que no pertenece. ¿Por su cabeza ha pasado esa idea de irse lejos y no volver?
No, la verdad es que yo soy una persona muy familiar. De hecho, vivo relativamente lejos de mi familia, y la paso mal, porque a mí me gusta mucho estar con mis papás, con mi perro y con mi hermana. Pero en el caso de Maeve, sí creo que ella necesitaba un cambio brusco, y por eso hago que se vaya a Finlandia, porque allá se podrá encontrar con ella misma y recordar a su madre, ya que fue donde vivió sus primeros años de vida. En una conversación que tuve con mis amigas nos dimos cuenta de que los recuerdos que uno tiene de pequeño no son propios, sino que más bien los has tomado prestados de la gente que te rodea, y esa es una de las bases de la historia.
Por ejemplo, yo me mudé de casa cuando tenía seis años y lo que me acuerdo de la vivienda anterior es por las fotos que he visto en los álbumes. Intento hacer memoria y en mi cabeza no hay recuerdos creados por mí misma. ¿Y qué pasaría si de pronto todas esas memorias no existieran? ¿Qué pasaría si hubieras crecido con un padre que ha decidido borrar todos esos recuerdos de la infancia y que no te ha permitido acceder a ellos? ¿Te sentirías vacío? ¿Sentirías que hay algo en ti que no encaja? ¿Sentirías que te faltan piezas? Todo eso es lo que Maeve siente y piensa, y por eso llega a Finlandia, para encontrar lo que le falta.
Decidió enviar a Maeve hasta Finlandia sin usted conocerlo. De hecho, viajó hasta ese país ya después de publicada la novela. ¿Por qué escogió este destino? ¿Cómo fue recrear un lugar del que no hay recuerdos?
Fue un asunto de mucha imaginación y también de bastante documentación. Tuve la suerte de hablar con un chico español que vivía en Finlandia, que encontré por casualidad en Instagram y, con mucha valentía, le escribí y le dije que estaba haciendo una novela y que sí podía hacer una videollamada para entrevistarlo. Lo normal habría sido que me dijera que no, pero su respuesta fue que sí. Estuvimos hablando por cerca de cuatro horas y yo le hice preguntas, que quizás a él le parecieron tontas, pero que para mí eran necesarias. Necesitaba saber en especial cómo eran las casas y todo lo que no se encuentra en internet.
¿Y cómo fue el momento cuándo aterrizó en Finlandia? ¿Tenía miedo de que lo que hubiese escrito no coincidiera con la realidad?
Yo iba aterrorizada, además que viaje cuatro días antes de que se publicara la novela, entonces en el avión yo no dejaba de pensar en que si lo que había escrito era mentira. Me preguntaba por cómo le iba a explicar eso a la editorial, cuando todos los libros ya estaban preparados para salir. Pero fue todo lo contrario. Llegué allí y me di cuenta de que había plasmado cosas que, incluso, no me había contado mi amigo o que no estaban en internet. De alguna manera, con mi imaginación, había plasmado elementos que nunca había visto. Eso me emocionó.
Al pasar por las primeras páginas uno cree que Maeve es la única narradora en la historia, pero luego nos encontramos con que hay otra voz, la de Connor. ¿Cómo fue poner a conversar a dos personajes, que son tan distintos, incluso por su sexo?
La verdad es que no estaba planeado. Mi primera intención era que Maeve fuera la única narradora, porque es cierto que aunque Connor también tiene mucho protagonismo en el libro, para mí la historia era de ella, de su madre, y de todo este camino de descubrimiento que emprende. Pero de pronto, en el capítulo 4, me bloqueé y mi querido Connor decidió que quería narrar también. Así que tuve que reestructurar toda la historia para lograrlo.
Hay veces que de pronto el instinto te dice que ese camino es incorrecto y tienes que hacerle caso, aunque eso implique cambiarlo todo y volver a empezar. En ese momento me enfadé bastante, pero ahora ya lo he superado, y me he reconciliado con Connor. Y es que narrar desde dos puntos de vista siempre le da a la historia mucha más complejidad para el escritor, pero también ofrece al lector la posibilidad de conocer a los protagonistas de manera independiente. No porque sea una historia de romance, ambos solo existen cuando están juntos. Cada uno tiene sus sueños, sus inseguridades, su propia vida. Sin embargo, para lograrlo hay que salirse de sí misma. Cuando creé a Connor, yo deje de ser Inma Rubiales y me convertí en él, con todo lo que eso implica.
Si bien dice que tuvo que salirse de usted misma para crear a sus personas, quisiera saber si hay algo de usted en Maeve, o si quizás se inspiró en alguien...
Maeve no está inspirada en nadie. Realmente, lo de contar su historia surge de la necesidad por narrar cómo es sentirse perdida. Muchas veces me preguntan en las entrevistas que por qué una persona tan joven piensa tanto en la muerte y mi respuesta es que creo que todos pensamos mucho en ella, pero no en el sentido de “voy a morirme mañana”, sino porque cuando eres joven estás tomando decisiones importantes que te hacen pensar en si te estás equivocando o si te vas a arrepentir de lo que estás haciendo. Ese es el verdadero miedo a la muerte se reduce a no haber tomado las determinaciones que deberías. Y eso es lo que le pasa Maeve y con lo que yo y muchos de mis lectores nos identificamos.
Hablemos de las cosas, los lugares o las personas que la inspiran para escribir cada una de sus historias...
En mi caso me inspiro de todo. Creo que los escritores somos como esponjas y cuando uno está escribiendo es como que si se estrujara hasta quedar vacío y reseco y es cuando viene la falta de inspiración y la página queda en blanco. Pero luego llega el momento de llenarse de cosas, que es cuando hay que empezar a consumir mucha cultura, a salir de casa y a vivir experiencias para que la esponja vuelva a llenarse y te puedas estrujar otra vez.
Yo salgo mucho a la calle, aunque me parece que aburrirse también es bueno. Vivimos en una sociedad en la que, con las redes sociales y la instantaneidad, tenemos la necesidad de estar entreteniéndonos todo el tiempo, pero realmente sentarte en la cama sin hacer nada y aburrirte como una ostra es buenísimo para la imaginación. Uno empieza a inventarse historias y cosas. A mí me ayuda mucho, por ejemplo, ese momento antes de dormir, cuando cierras los ojos y tu cerebro, se pone a recordarte eso que hiciste hace diez años y que fue terriblemente avergonzante. Allí me redirijo a mis novelas y empiezo a pensar en cómo voy a escribirlo. Y por supuesto, que leo mucho, de todos los géneros posibles, no me cierro a ninguno.
¿Y ha pensado escribir sus propias historias, pero de otro género? ¿O quiere quedarse con lo juvenil y romántico?
Lo que estoy escribiendo no es tanto novela juvenil, aunque se catalogue como tal, pues los protagonistas ya tienen 22 y 23 años. Antes, cuando empecé a publicar mis primeras novelas, que tenía 17 años, sí fueron totalmente juveniles. Creo que ahora es más young adult (joven adulto), y quizá dentro de 10 años escriba novelas más adultas, porque yo creo que me saldrá de manera natural, como ahora mismo que tengo 22, y entonces escribo sobre esa experiencia. Respecto a cambiar de género, me gustaría probar con la fantasía o la ciencia ficción, por eso me alivia y me emociona saber que tengo tantos años de escritura por delante para intentarlo todo.
¿Cree que la novela juvenil y romántica es desestimada por algunos lectores y editores? ¿Ha sentido un rechazo por eso?
Sí, el mercado del libro es bastante hostil. Además, yo creo que sufro doble prejuicio porque escribo romántico y soy joven. Pero la verdad es que no me importa en el sentido de que ese público que tiene prejuicio en torno a la romántica tampoco es el público al que yo me dirijo. Soy fiel creyente de que cuando uno quiere conectar con un determinado lector, de manera inevitable, tienes que no gustarle a otro. Si el sacrificio para poder conectar con mis lectoras, que son chicas de 15, 16 o 20 años, quienes me apoyan y se emocionan con mis historias, es renunciar a ese otro público que odia la romántica, está bien. Pero sí lo invitaría a leer, investigar y a que abran la mente a la romántica, que tiene muchos tipos.
¿Cómo fue el proceso de reconocerse escritora? ¿Le costó por miedo o por falta de confianza al ser tan joven?
La verdad ese proceso empezó a surgir más por otras personas, que por mí. Mi papá, que siempre está pendiente de todas la noticias y las cosas que publican sobre mí, incluso las encuentra antes que la propia editorial. Y en una de mis primeras entrevistas me pusieron algo así como: “Inma Rubiales, la escritora...”, y mi padre me lo pasó y lo primero que me dijo fue: “Yo te llamo escritora y la gente ya te considera escritora”. Eso fue como un momento de revelación. Sin embargo, el síndrome del impostor sigue atacando; por desgracia, es algo muy común, y llega en esos momentos en los que sabes que te está yendo muy bien. Sigo creyendo que nadie va a llegar a las firmas, sigo dudando de lo que escribo, sigo pensando que no va a gustar, pero creo que también ese cuestionarse constantemente puede ser bueno para mantenerse alerta y no acostumbrarse a que todo saldrá bien y más en un mundo como el artístico que todo es muy cambiante.