Inaudito Magdalena
El 46° Salón Nacional de Artistas, uno de los eventos culturales más antiguos del país, tiene como epicentro la cuenca del río Magdalena. En este territorio se asienta el 85 % de la población colombiana.
Danelys Vega Cardozo
Por allá en el páramo de las Papas, a 3.327 metros de altura, nace entre los departamentos de Huila y Cauca un río que da vida, pero que al mismo tiempo es amenazado a diario por el hombre. “Karakalí”, gran río de los caimanes, así lo conocían los antiguos pobladores llamados caribes; “Guaca-hayo”, río de las tumbas, para quienes se asentaron en el Alto Magdalena; “Arlí”, río del pez, para las tribus que habitaban territorios cercanos a Barrancabermeja; “Yuma”, río del país amigo, le decían los muiscas, y “Río Grande de la Magdalena”, así lo nombró el 1° de abril de 1501 un tal Rodrigo de Bastidas con motivo de la conmemoración del Día de Santa María de Magdalena.
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Por allá en el páramo de las Papas, a 3.327 metros de altura, nace entre los departamentos de Huila y Cauca un río que da vida, pero que al mismo tiempo es amenazado a diario por el hombre. “Karakalí”, gran río de los caimanes, así lo conocían los antiguos pobladores llamados caribes; “Guaca-hayo”, río de las tumbas, para quienes se asentaron en el Alto Magdalena; “Arlí”, río del pez, para las tribus que habitaban territorios cercanos a Barrancabermeja; “Yuma”, río del país amigo, le decían los muiscas, y “Río Grande de la Magdalena”, así lo nombró el 1° de abril de 1501 un tal Rodrigo de Bastidas con motivo de la conmemoración del Día de Santa María de Magdalena.
Una riqueza de culturas. Todas alrededor de un mismo río. Diferentes comunidades indígenas, como los caribes, zenúes, mocanás, chimilas, carares, malibúes, muzos, yaregüís, panches y pijaos, se deslumbraron con sus aguas y convirtieron de aquel río su hogar, ese que les dio de comer y beber. Porque aquel sitio fue propicio para diferentes cultivos -el de maíz fue el más extendido-, pero también fue ideal por la cantidad de animales que se encontraban a sus alrededores, como patos, garzas, lagartos, caimanes, ranas, manatíes, tortugas, peces, etc. Pero con la llegada de los españoles a principios del siglo XVI todo cambió. Los animales, en especial los silvestres, fueron desapareciendo. No fueron los únicos. Durante aquella época de la historia, que se le conoce como Colonización, la violencia se acrecentó con el fin de conquistar nuevos territorios y aumentar así el poder territorial de la corona española.
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Sin aquel río, a la entonces ciudad conocida como Santa Fe de Bogotá, durante la Colonia española, se le hubiera imposibilitado comunicarse con el puerto de Cartagena de Indias -el más importante para esa época- y de paso hubiera quedado aislada del mundo. Sin aquel río, Santa Marta y Cartagena no hubieran estrechado lazos fronterizos. Sin ese río al que llaman Magdalena, los animales y los indígenas -utilizados como mercancía- no hubieran sido trasladados por sus aguas hacia destinos desventurados. Pero sin ese río muchos hubieran muerto de hambre por carencia de alimentos. Y quién sabe si tiempo después se hubiera logrado la independencia del país sin ese río, porque a través de él navegaron tanto el ejército patriota como el real en búsqueda de sus intereses de dominio territorial y político. Sin mencionar que sin ese río y las vías terrestres que concurrían sobre él, por 450 años no hubiéramos podido comunicarnos dentro de un mismo territorio. Y sin él, los pasos de la cumbia, el sanjuanero, el pasillo y el de otras danzas como las farotas, pilanteras, cantao, chicha y matachines no se hubieran dado.
En la actualidad, el 85 % de la población colombiana se asienta sobre la cuenca del río Magdalena. Veintidós departamentos alrededor de un mismo lugar. Es la principal fuente de agua potable y de producción de energía eléctrica y agrícola. Por sus aguas navegan los derivados del petróleo y la minería. Se talan árboles a su alrededor. Los humedales son reemplazados por cemento. Por ahí dicen que caminan la Patasola, la Llorona, la Candileja, el Hombre de sombrero, el Mohán y otros “seres” más. Cerca de ahí sus habitantes han sido testigos de historias que finalizan con sangre, y sueños y futuros arrebatados. Cuerpos sin vida que han sido arrojados al río como si este fuera un botadero de carne humana. El río Magdalena es vida, pero a la vez también es muerte.
Son tres cuencas las que forman parte de este río: alta, medía y baja. Culturas y saberes distintos convergen por ahí. Por esos territorios se adentraron durante tres meses algunos de los integrantes del equipo curador del Salón Nacional de Artistas, en donde pudieron conectarse con las bases culturales de esas regiones, conocer de primera mano las diferencias tradicionales entre las cuencas, las amenazas que hoy sufre cada una de ellas debido a la intervención humana y las historias que se cuentan a sus alrededores, así como a los distintos gestores culturales, a los creadores artísticos y a los encargados de la circulación o exposición de arte. Porque en su edición número 46 se les ocurrió tener como epicentro la cuenca del río Magdalena. “Inaudito Magdalena”, así se denomina en esta ocasión el evento. “Es tratar de encontrar maneras distintas de escuchar lo que el río nos podría decir respecto a lo que le ha pasado con la historia nuestra aquí”, afirma Jaime Cerón, director artístico de este salón con respecto a la elección del nombre.
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Después de aquel recorrido se tomaron decisiones. Se llegó al consenso de que serían 26 los municipios de las cuencas del río que serían intervenidos, aunque no en todos se llevarán a cabo las exposiciones artísticas. “Es difícil que haya audiencia para los procesos en ciertos lugares en donde no hay hábitos, digamos, de apropiación cultural artística”.
El viaje se inició desde el año pasado con procesos de residencias artísticas. Aquellos que se caracterizan por un intercambio cultural y social, en donde artistas de una región se trasladan a otra y se enfrentan a circunstancias distintas, lo que les permite ampliar la vista y enriquecer sus conocimientos. “La idea principal del componente de formación es que haya artistas en residencias que traigan consigo otro bagaje cultural, que se reubiquen en términos contextuales y que propongan un proceso de laboratorio formativo”.
Y aunque los procesos formativos no tienen resultados visibles a primera vista, de él se pueden desprender materializaciones para la posteridad que sirvan como una pieza útil para la construcción de memoria, ya sea que de ahí surja una publicación, una acción pública o un festival o fiesta. Estos resultados terminan siendo sistematizados y almacenados en la página web del Salón Nacional de Artistas para que cualquier persona interesada tenga acceso a ellos.
Por el momento se han realizado tres residencias o laboratorios. Uno de curaduría, en San Agustín (Huila); otro de edición, en Honda (Tolima), y el último, de creación, en Suan, Santa Lucía y Campo de la Cruz (Atlántico). Las exposiciones artísticas comenzarán en abril de este año. Un recorrido que transitará entre las tres cuencas. El “bus” partirá desde Neiva, desde la cuenca alta, luego hará una parada en Tolima. Después se trasladará a finales de mayo a Barrancabermeja, a la cuenca media. En junio llegará finalmente a la cuenca baja, a El Plato, Mompóx y Barranquilla. En esta última ciudad -si los recursos alcanzan- se prevé cerrar el recorrido en julio con un evento festivo. “La idea es ir contextualizando y promoviendo cada pedacito del recorrido, intentando motivar a los colombianos a que se muevan a algún escenario cercano para que tengan contacto con lo que va a pasar ahí”. “La idea es que cada lugar tenga un enfoque distinto, dependiendo de cada participante”, agrega Jaime Cerón.
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Pero de pronto hasta la capital del país sería anexada y asignada como el trayecto final. “La idea es que una vez que pasemos la cuenca, hacer una muestra como de cierre simbólica aquí en Bogotá, en el Museo Nacional, que fue o que ha sido uno de los depositarios de mayor porcentaje de piezas patrimoniales tanto bibliográficas como artísticas, asociadas al río”. Para Cerón, esta ciudad tiene una deuda histórica con este territorio. “El río Magdalena surgió y sufrió por el interés de Bogotá; el hecho de demandar tantas mercancías, tantos saberes, hizo que el río fuera una artería del país, pero ese mismo ejercicio hizo que se deforestara, que se contaminara”.
En este certamen participarán tanto artistas nacionales como internacionales. Se espera impulsar un poco la economía de los municipios que serán epicentros del Salón Nacional de Artistas. Algunas de las sedes tendrán lugar en espacios no convencionales, como estaciones o bodegas de trenes. Y como dice Jaime Cerón, “para muchos municipios va a ser la primera vez en su historia en donde van a tener contacto con prácticas artísticas contemporáneas, que de hecho serán protagonizadas por sus propios pobladores”. De pronto, a raíz de esos espacios, sus pobladores se enfrenten a una confrontación entre lo real y lo imaginario. Entre lo que pensaban que era el arte y lo que en verdad es. En el nuevo significado que le atribuye quien ha sido permeado por una expresión artística.
Lo cierto es que el río Magdalena “es como una especie de Colombia en menor escala que permite ver continuidades y divergencias”, mejor dicho, este país es más río que cualquier cosa. Y a pesar del paso de los años, sus aguas turbias siguen bañando nuestras espaldas, como el que perdona a pesar de que le siguen haciendo daño.