El Azulejo: un nido para el nacimiento y el vuelo del arte
A propósito de la inauguración de este espacio dentro del barrio San Felipe, relatamos la historia que inspiró la creación de este recinto. Según la artista plástica Patco, se busca ofrecer una alternativa para que artistas jóvenes puedan crear y circular sus obras.
Jorge Danilo Bravo Reina
Patricia Correa le dio un giro a su vida cuando dejó de ser economista para hacerse un camino como artista, que se concretó hace 20 años cuando se inició en las artes plásticas bajo el nombre de Patco. Este fue el punto de partida para transitar hacia otras búsquedas. Todo comenzó cuando tomó unas clases de pintura y, desde entonces, su vida no volvió a ser la misma: se apasionó por otras disciplinas como la fotografía, la escultura y el dibujo. A sus 64 años se reconoce como una artista multimedia.
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Patricia Correa le dio un giro a su vida cuando dejó de ser economista para hacerse un camino como artista, que se concretó hace 20 años cuando se inició en las artes plásticas bajo el nombre de Patco. Este fue el punto de partida para transitar hacia otras búsquedas. Todo comenzó cuando tomó unas clases de pintura y, desde entonces, su vida no volvió a ser la misma: se apasionó por otras disciplinas como la fotografía, la escultura y el dibujo. A sus 64 años se reconoce como una artista multimedia.
Durante alguno de estos años que acumula de trayectoria, se instaló en FLORA ars natura, que fue una de las primeras galerías que se instauraron en el barrio San Felipe, en la localidad de Barrios Unidos. Por un tiempo funcionó como un espacio artístico con programas de formación. Hasta el que el lugar cerró, Patco se dedicó a explorar el barrio y a realizar sus obras.
La inquietud de creación de Patco la movilizó a buscar un nuevo taller, pero no logró encontrar nada. En su lugar se topó con un lote, un lienzo, un espacio dispuesto para la creación, justamente en el barrio San Felipe. Algo le señaló que ese podría ser su propio taller. Parecía que todo se estaba ordenando y hasta contó con el apoyo de su hijo Miguel Steiner Correa, quien es arquitecto, para materializar la visión de un recinto dedicado a la creación.
Según contó Patco, la idea inicial fue sencilla: construir un edificio con espacios propicios para los artistas, es decir, talleres. Adicionalmente, surgió la iniciativa de incluir una cocina para aquellos interesados en tener espacios para la experimentación gastronómica. Era claro que no podía faltar un lugar para acoger las exposiciones de diferentes disciplinas, una visión con una libertad propia.
Se pensó este recinto como algo diferente a una galería, donde generalmente hay una curaduría y un montaje por parte de la casa. En este caso, la intención fue diferente, pues es el artista sería quien propondría una disposición de los elementos exhibidos para dar el sentido estético de su obra, una suerte de libertad para las propuestas donde el enfoque principal sería apoyar la circulación artística.
San Felipe, barrio creativo
Durante la pandemia, Patco frecuentó FLORA y realizó sus exploraciones artísticas. Según ella, fue ahí cuando se apropió emocionalmente del barrio San Felipe. En su proceso de habitar y reconocer aquel lugar, se empezó a hacer preguntas, surgió en ella una curiosidad por investigar la historia del barrio. Comenzó a indagar por la transformación que tuvo este recinto en los últimos años. Actualmente, alberga varias galerías, talleres de artistas, teatros, restaurantes y otros espacios que se han ido trasladando hasta este sector de la ciudad.
La artista contó que, en años anteriores, lo más usual era caminar por las calles y encontrar talleres, pero diferentes a los que estaba acostumbrada, unos que pertenecían a mecánicos, artesanos o reparadores. Este particular cruce de oficios hizo que San Felipe se convirtiera en un circuito propicio para la creación y la experimentación con la materia.
A Patco le resultó interesante la idea de un barrio donde hubiese comités de artistas y galeristas que se reunieran a buscar estrategias de circulación artística para quienes quisieran proponer su arte. De referente tenía el caso de Open San Felipe, que reunía a varios agentes culturales para abrir al público la visita a muchas exposiciones que exaltaban una gran cantidad de obras de todas las formas, colores, olores y sabores.
El Azulejo, un nuevo nido para artistas
Un Azulejo es un ave que se pasea por todo el país, también es una pieza geométrica multicolor hecha en cerámica, pero en este caso es el nombre que Patco le puso a una de sus obras, en la que cuenta la historia del barrio San Felipe y el Monumento a los héroes que está muy cerca de allí. Azulejo también es el nuevo recinto que la artista puso al servicio de la creación.
Primero se hizo una observación de las calles, las casas, los árboles y las personas que habitaban la cuadra, las estructuras y formas que tenía el barrio. Después de contrastar miradas, se puso a construir. Se pensó como una obra moderna con una larga estructura metálica que daría la impresión de ser una torre con muchas ventanas abiertas. Se levantó muy rápido, tan solo tardaron 11 meses. Y se pintó de azul, un contraste con el ocre del ladrillo.
Esta torre nació como una alternativa para que los artistas tuvieran espacios de trabajo adecuados donde se permitiría la experimentación y, sobre todo, pudieran llegar jóvenes con propuestas frescas. Se pensó como un espacio abierto donde pudiese circular el trabajo sin la necesidad de tener una larga experiencia. Se pensó, pues, como un nido propicio para iniciar el vuelo en el mundo del arte. Un lugar de nacimientos y de libertades.
Para la inauguración, Patco eligió una muestra “contundente”. Llamó a fotógrafos que conocía, cada uno con una visión distinta. Les explicó el proyecto y aceptaron casi de inmediato. El Azulejo abrió sus puertas el pasado jueves 20 de junio y su acto inicial fue una exposición llamada “Cinco miradas”.
Esta muestra contó con la participación de varios fotógrafos, entre ellos, Óscar Monsalve, reconocido por sus retratos de artistas; Fernando Cano con su propuesta de fotografía en blanco y negro; Stefano Munari, un joven que documentó el proceso de construcción del recinto; Miguel Winograd, un artista muy poético que presentó paisajes del páramo utilizando materiales no convencionales como telas y, finalmente, Andrés Anzola, un fotógrafo profesional que capturó paisajes en Colorado, Estados Unidos, rindiendo homenaje a sus montañas.
Tras la apertura de este espacio creado para todos aquellos que estén en el camino de la experimentación, se espera que los jóvenes artistas se motiven a circular sus exploraciones, sea cual sea la disciplina que manejen. También se diseñó para aquellos que han consolidado su trayectoria: una alternativa nueva para crear o presentar sus trabajos.