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Hay palabras que se elevan como el fuego y libros que son incendios, carreteras inacabadas en las que dos rinocerontes retratan la fragilidad del mundo y del dolor. En esta novela hay un niño que sueña con marcharse de su ciudad en un avión y dejar una danza de fuego agitándose vanidosamente sobre el cielo, hay un hombre que carga el recuerdo de ese niño como un fantasma en su cuerpo y encuentra en el humo de los cigarrillos el abrazo de su madre, las sonrisas infantiles de su hermano y el carácter indescifrable de su padre. Aquí el amor está profundamente atravesado por el desastre y los problemas tienen nido en la cabeza, sin embargo, aquel niño consigue aniquilar todos los destinos posibles y hacer del caos su propio reino, en el que “darse por vencido cuando ya se está vencido” no es opción, porque en el fondo todos han pensando cómo sacudirse la tristeza de permanecer donde no se desea, ni se está tranquilo, mientras los aviones juegan a desaparecer en las agitadas alas del viento. Cuando se es pequeño no se está lleno de imposibilidades, basta con imaginar o asentar el dedo en cualquier lugar de un mapa para que cientos de mundos comiencen a existir.
¿Por qué eligió los aviones como elemento principal de la novela?
Quizá por lo que representan. De alguna manera son un símbolo del lugar hasta donde hemos podido llegar, hasta donde ha podido materializarse nuestra imaginación y, sobre todo, nuestro deseo de imitar a la naturaleza. Volar siempre me ha parecido fascinante y me subí a un avión por primera vez ya muy grande, no tuve la posibilidad de volar cuando era niño, y creo que esa pudo haber sido una experiencia única. Es como acercarse de alguna forma a la muerte. Quizá por esa emoción que me producen, siempre imagino mi muerte en un vuelo aéreo, es casi una fantasía adolescente, pero se quedó ahí incrustada en mi forma de ser. Siempre que subo a un avión espero, de alguna extraña manera, que se caiga.
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¿La humanidad necesita ver las cosas sumidas en el fuego para reaccionar?
Creo que es necesario arder un poco, que todo arda hasta reducirse a cenizas, incluso uno mismo. Creo que ante todo necesitamos quemar esas viejas ideas acerca de nosotros mismos. El fuego purifica de alguna forma. Cuando las cosas se chamuscan alrededor de uno hay un nuevo comienzo, a pesar de que todo apeste. Es como si fuese necesario acabar con todo algunas veces para que las cosas renazcan de nuevo.
¿Qué piensa del lugar del arte en este momento que atraviesa la humanidad, específicamente con la presencia de una pandemia amenazante y las protestas sociales?
Creo que las cosas cada vez están peor, y no solo por esta nueva forma de aislamiento social, sino porque la naturaleza humana es cada vez más despiadada, más enferma por el poder y por el afán de acumular. Las cosas son cada vez más injustas, más inequitativas y los ataques más frontales. Sin embargo, creo también que hay una nueva forma de enfrentar al establecimiento, que las voces que se suman son cada vez más fuertes, y en esa dimensión creo que el arte juega un papel fundamental, no solo como representación o denuncia o ambientación, sin como catalizador, como mecha que posibilite esa detonación que tanto anhelamos muchos de nosotros. El artista hoy juega un papel crucial en las calles, en las mesas de trabajo, en los barrios y en las comunidades. Ya la imagen del artista aislado y atormentado apesta un poco, creo que hoy más que nunca su papel está en medio del caos, enfrentando junto al otro esta eclosión de nuevas formas de pensar y de sentir esas otras representaciones. “Hay momentos para boxear y hay momentos para escribir”, dijo alguna vez Roberto Bolaño y esa es una frase que me gusta repetirme.
¿Si pudiera robar un avión a dónde iría y por qué?
Me iría ya mismo a la casa de mi mamá porque es el lugar más bonito del mundo. Porque es el único lugar en el que me siento a salvo, porque están mis hermanos y mi papá que son la gente con la que más me identifico intelectual y emocionalmente. Así sea una familia como cualquier otra, con sus altos y bajos, creo que son mi pandilla, mi crew favorito y el lugar a donde siempre quiero regresar.
¿Cuál es la belleza del fuego?
Hay un encanto especial en el fuego, una especie de hipnosis que hace que a pesar de lo peligroso que parezca uno se paralice ante su magnitud. El fuego ha sido un símbolo muy importante para muchas culturas, sin él seguramente no existiríamos como especie. Además, hay una belleza extraña en eso de que la tierra es el único planeta en el que puede producirse el fuego porque en los demás no hay suficiente oxígeno. Me gusta mucho, por ejemplo, que el fuego esté relacionado con el fin de todo y a la vez con los nuevos comienzos. Las tradiciones de fin de año, por ejemplo, son una muestra de ello: quemamos algo, un muñeco, la idea alguien, el pasado, una carta con lo que queremos dejar ir, pero a la vez esperamos un nuevo nacimiento.
¿Qué guarda en su caja negra?
Cada vez acumulo menos cosas y cada vez dejo escapar más recuerdos. El arte de renacer sin apegos según el Budismo zen (sin que yo sea budista) se llama “impermanencia”, y, por tanto, en el dejar ir, dejar fluir, en liberarse de los apegos del mundo, materiales e inmateriales, he encontrado poco a poco algunas de las respuestas que tanto buscaba, quizá otra forma de permanecer. Sin embargo, aún me cuesta deshacerme de todo y en esa caja negra hay aún muchos recuerdos malos y buenos, algunos nombres importantes para mí, algunas cosas que aún tengo que cambiar o me gustaría ser, pero que seguro nunca podré alcanzar. Hay también mucho inconformismo, tristeza, muchas emociones encontradas y sobre todo muchas ganas de escribir eso que quiero escribir, eso que aún no sé si llegará. Hay también una fuerte dosis de ansiedad y ganas de que todo cambie algún día.
¿Cuál sería una canción para incendiar cosas?
Últimamente he estado escuchando la discografía de NOFX y de CRASS que fueron dos bandas que escuché en mi adolescencia y a las que les había perdido el rastro. Creo que cualquiera de sus canciones funcionaría de maravilla como banda sonora de ese gran incendio que aún nos queda por ver.
¿Contra qué estrellaría su avión?
Contra el ubérrimo porque es la representación de todo lo que está mal en este país. Por un lado, me la imagino como una finca gigante, como ese latifundio hermoso, pero improductivo, sobre el que se ha erigido la imagen más siniestra y letal de nuestra historia política reciente. Pero igual no sé ni manejar carro, menos pilotear un avión con las coordenadas exactas para alcanzar mi objetivo y pasar a la historia de una buena vez.
Lo invitamos a que escuche el capítulo 13 de la audionovela Yo Confieso