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Desde la invasión de Napoleón a España a inicios de los 1800 y la inestabilidad política que aquello traía para las colonias en América, en Colombia empezaron a gestarse movimientos que abogaban por la liberación del control de la Corona española. Los ánimos independentistas se encontraron divididos en Cartagena: los radicales, quienes querían la independencia total, y los autonomistas, quienes consideraban inoportuno el separarse del imperio.
Estos movimientos lograron la destitución del gobernador, Francisco de Montes, en 1810, y la instauración de una junta de gobierno cuyo interés principal era conseguir la independencia. En medio de este inconformismo, Germán Gutiérrez de Piñeres y su hermano Gabriel, empezaron a reunir a varios sectores de la sociedad cartagenera en el barrio popular Getsemaní, conocidos como los lanceros de Cartagena, dirigidos por Pedro Romero.
Este movimiento se dirigió hacia la nueva junta regente y lograron firmar el acta de independencia absoluta de España, convirtiéndose en la primera ciudad colombiana —y la segunda en Latinoamérica, después de Caracas— en declararse independiente.
A propósito de esta celebración, presentamos algunos poemas sobre Cartagena:
Ombligo de luna - Raúl Gómez Jattin
Dibujo tu perfil del faro a las murallas.
Luz de alucinaciones son tus ojos de hierro.
El mar salta en las piedras y mi alma se equivoca.
El sol se hunde en el agua y el agua es puro fuego.
Eres casi de sueño. Eres casi de piedra en el vaivén del tiempo.
Arquetipo amoroso firme en la turbia edad
esa manera tuya de calmarme las lágrimas.
De desbocar tu cuerpo contra el mío enloquecido
como un potro en una llanura incendiada.
De verter tus palabras en mi entendimiento
cual veneno que cura la ausencia.
De recordar cosas usadas y olvidadas
con un vuelo que ilumina y asombra
Es tarde amor. El mar trae tormenta.
Hay una luna pálida que recuerda tu ombligo
y unas nubes livianas y pesadas como tus manos
beben sedientas Así cuando yo sobre tu boca muero.
A mi ciudad nativa - Luis Carlos López
Ciudad nativa triste,
ayer reina de la mar
J. M. de Heredia
Noble rincón de mis abuelos: nada
como evocar, cruzando callejuelas,
los tiempos de la cruz y de la espada,
del ahumado candil y las pajuelas…
Pues ya pasó, ciudad amurallada,
tu edad de folletín… Las carabelas
se fueron para siempre de tu rada…
—¡Ya no viene el aceite en botijuelas!
Fuiste heroica en los años coloniales,
cuando tus hijos, águilas caudales,
no eran una caterva de vencejos.
Más hoy, plena de rancio desaliño,
bien puedes inspirar ese cariño
que uno les tiene a sus zapatos viejos…
A una ciudad muerta - José María de Heredia
Noble ciudad que fuiste la reina de los mares,
el tiburón persigue la calma de tus ruinas,
y al declinar la tarde, las sombras familiares
de tus esquifes, cruzan las aguas mortecinas.
Desde que los piratas violaron tus altares
cayeron tus murallas, decrépitas encinas,
y en tus escombros tristes, mil fúnebres collares
dejaron a su paso las balas asesinas.
Entre un cielo de llamas y un mar que riza el viento
te invaden los vapores del día somnoliento
y sueñas ¡Oh guerrera! Con los conquistadores
y cuando llena el mundo la noche con sus calmas,
recordando tus glorias, te duermes entre flores
atenta a los susurros sedosos de tus palmas…