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Indígenas trans, desplazadas en Colombia, combaten la discriminación con arte

A través de fotografías, grabados y declaraciones, las mujeres relatan su experiencia siendo discriminadas y rechazadas por sus comunidades emberas mientras buscan su lugar en el mundo.

Paula Cabaleiro/ EFE
31 de enero de 2024 - 03:39 p. m.
Algunas personas asisten a la exposición "Awera en Bakatá", el 30 de enero de 2024, en el Museo Nacional en Bogotá (Colombia).
Algunas personas asisten a la exposición "Awera en Bakatá", el 30 de enero de 2024, en el Museo Nacional en Bogotá (Colombia).
Foto: EFE - Mauricio Duenas Castaneda
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Las Traviesas es el nombre que representa a las más de cien mujeres indígenas trans que fueron excluidas de su propia comunidad y decidieron emprender hace años el “awera”, que en lengua embera significa el “camino para ser mujer”, según explica Verónica Tascón, una de las indígenas artistas.

“Nosotras somos más de ochenta chicas que convivimos desde hace tres años y muchas se ven obligadas a trabajar en el café, aunque a mí lo que más me gustaría sería poder dedicarme exclusivamente al arte y a la confección de telas y joyas”, dice haciendo referencia a que la “traviesa” también es como se le suele llamar a la cosecha secundaria o de menor importancia del café.

El Museo Nacional de Colombia organizó hace año y medio una serie de talleres para que Las Traviesas, procedentes del municipio de Santuario, ubicado a 60 kilómetros de la capital del departamento de Risaralda (oeste), emprendiesen su primer viaje a Bogotá y aprendiesen nuevas técnicas.

Desde el domingo y hasta el 25 de febrero, ese mismo espacio está dedicado a ellas y su arte con la exposición interdisciplinar “Awera en bakatá”.

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“Ellas mandaron todas sus obras por mensajería y a través de las obras y sus testimonios cuentan cómo es su vida en Santuario”, cuenta el curador del Museo Nacional, Andrés Góngora, mientras hace el recorrido de la exposición entre los coloridos colibríes artesanales colgados del techo.

La exposición

En el lado derecho de la sala Talleres del Panóptico del Museo Nacional de Colombia, las brillantes litografías artesanales de las mujeres llenan de luz la blanca sala.

Una litografía es una técnica de estampación artesanal en la que a través de una piedra caliza graban los diseños y posteriormente añaden colores y texturas para hacerlas únicas. “Nosotras aprendimos la técnica gracias a talleres”, cuenta Verónica.

Entre ellas, destaca la que lleva el título de ´Espíritu del fuego´, una litografía sobre papel en un fondo rojo del que emergen llamas sobre la silueta de una figura demoníaca negra, que se completa con el cuadro contiguo que muestra la misma figura en color blanco y llamas negras.

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El muro izquierdo de la sala está ilustrado con fotografías que en su mayoría pertenecen al documental ‘Aribada’ de Natalia Escobar, sobre quien Verónica dice que ella les “ayudó mucho a juntarnos” en el momento de crear la comunidad.

Las fotografías se complementan con declaraciones de las mujeres donde cuentan cómo fue la transición dentro y fuera de las comunidades en las que vivían: “En español se dice trans, en emberá se dice “wera pa” que significa hombre que se convierte en mujer”.

Una nueva familia

Las Traviesas trabajan en fincas del eje cafetero “en un empleo que es muy machista”, explica el curador, y son indígenas procedentes de los pueblos embera chamí y embera katío, pero que, a pesar del desafío de la soledad, han trabajado en crear una comunidad para vivir en paz y construir “una nueva familia”, como leen los carteles que dan la bienvenida a la exposición.

La de las Traviesas es una comunidad abierta e inclusiva en la que aceptan a “chicas en condiciones similares que necesiten refugio”, y según afirma la indígena, incluso llegan a ellas menores “de entre 12 y 16 años”.

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Así como llegan nuevas “chicas mariposa”, como Verónica las define, también fallecen otras ya sea por la violencia y homofobia o por el VIH, explica el curador de la exposición.

A pesar de que su lengua incluye un término que serviría para definir su identidad de género, en su comunidad las rechazaron y se vieron obligadas a abandonarla e inaugurar una en la que sí haya respeto entre ellas. “Todavía la estamos creando y queda mucho camino por delante”, concluye, esperanzada, Verónica.

Por Paula Cabaleiro/ EFE

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