Entre la poesía y la amistad entre mujeres
Del 16 al 21 de julio se celebrará el cuadragésimo Encuentro de poetas colombianas. Cada año se reúnen 250 mujeres para reflexionar y crear a partir de las letras.
Jorge Danilo Bravo Reina
Águeda Pizarro es la fundadora del Encuentro de poetas colombianas y está convencida de que la poesía es intrínsecamente política. Así piensa sobre todo lo esencial. Cree que las voces que se dedican a este arte no solo transmiten sentimientos individuales, sino que también reflejan experiencias y perspectivas sociales. En muchas civilizaciones antiguas, las mujeres tenían un lenguaje poético y cultural propio que había sido marginado o ignorado, así que reconocer y valorar estas voces, para ella, diversifica y plantea un nuevo panorama en el mundo.
Fundado en 1984 por Pizarro con el respaldo de su esposo, el maestro Omar Rayo, este evento se convirtió en una plataforma para la promoción y circulación de la obra de escritoras provenientes de diversas regiones y comunidades colombianas, en un intento por reunir la mayor cantidad de visiones sobre la creación. Inicialmente, el encuentro se gestó con el propósito de celebrar y destacar la poesía femenina. Entre sus participantes tuvo a figuras reconocidas del ámbito artístico como Carmelina Soto, quien asistió recurrentemente hasta su fallecimiento.
El objetivo principal del encuentro era preservar la memoria y el legado de las mujeres, quienes dedicaron sus vidas a la poesía. El Museo Rayo, bajo la dirección de Omar Rayo, publicó un libro titulado Universos, que recogió los poemas de las participantes en cada encuentro. En un formato artesanal de cartón y bajo el sello de Ediciones Embalaje, se documentaron las contribuciones de las mujeres presentes en el encuentro.
La conexión con la poesía en la vida de Águeda Pizarro tiene relación con su historia familiar e intercultural. Nació en Nueva York debido al exilio de su padre español, quien fue amigo de Federico García Lorca. La influencia literaria de su padre le inició el camino, aunque su obra nunca se publicó. Ella siempre lo leyó y quiso seguir su camino, además, se sumó la influencia de su madre, una filóloga rumana que enseñó latín y le inculcó también un amor por las letras.
Su primer encuentro con la poesía fue gracias a los viajes de su padre a Japón, donde aprendió a recitar haikus, que son poemas cortos y reflexivos propios de la cultura de ese país. Estas influencias creativas sembraron en Pizarro un interés íntimo por la lingüística, que la ha acompañado durante toda su vida.
Llegó a Colombia enamorada de Omar Rayo, quien en ese entonces era conocido como un célebre artista colombiano, con quien se encontró en Nueva York. Él la invitó a su país natal y decidió apoyarla en la publicación de su primer libro de poesía, titulado Aquí beso yo. Durante ese primer viaje conoció a poetas que eran amigos cercanos de Rayo, como León de Greiff, cuya obra y habilidad lingüística le impactaron profundamente.
Su relación con el maestro Rayo no solo fue amorosa, sino también intelectual y artística: “Él me alentó como un pigmalión moderno, guiándome en lecturas y fomentando mi desarrollo como poeta”. Después de esos encuentros con la poesía colombiana, ella fue quien decidió organizar un encuentro con un enfoque que podría considerarse feminista, celebrando y promoviendo las voces poéticas de las mujeres.
Las motivaciones para organizar el encuentro surgieron de varias influencias y experiencias personales de la poeta, quien vivía entre Colombia y Estados Unidos, donde era profesora en Barnard College. En ese contexto académico había un interés marcado en el movimiento de poesía feminista de la época, lo cual la conectó con la idea de establecer un puente cultural y poético entre ambos países.
Su interés por explorar y enseñar sobre las voces de las mujeres del continente americano fue impulsado por una beca Fulbright que le permitió impartir clases en Colombia. Esa experiencia académica y cultural la motivó a buscar y conectar con las poetas cercanas a ella, provenientes de Cali, Armenia y otras regiones del país. Además, su interés personal en el surrealismo, el dadaísmo y otras corrientes literarias también jugaron un papel importante en esta construcción.
El impulso inicial para contactar a las poetas locales surgió a través de un periodista de Manizales que sugirió el proyecto y facilitó los primeros contactos con figuras como Carmelina Soto, Ana Milena Puerta y Elvira Alejandra Quintero. Este encuentro, que se posicionó como un evento alternativo en su momento, atrajo el interés de varias mujeres que querían visibilizar su obra. Así, esa juntanza de poetas fue una respuesta a la necesidad de preservar y difundir la poesía femenina en Colombia.
A lo largo de sus 40 años, el encuentro ha experimentado transformaciones y ha evolucionado hacia una mayor inclusión y reconocimiento de la diversidad cultural y étnica de las poetas colombianas. Para Pizarro, “el cambio más notable desde aquel primer encuentro radica en la afirmación de que la poesía en Colombia no pertenece a un solo grupo o tradición, sino que es diversa y multifacética, porque abarca diferentes formas de expresión y visiones del mundo”.
La programación del encuentro incluye lecturas de poesía, presentaciones de ponencias sobre literatura de la mujer, talleres creativos y expresiones culturales de comunidades raizales. Además, se rendirá homenaje a poetas ausentes que han dejado un legado en la literatura poética del país. El acceso es libre con previa inscripción, y participarán tanto autoras reconocidas como emergentes. Entre las invitadas se encuentran Carmiña Navia, Gabriela Arciniegas con su trilogía “Helena, la reina condenada”, y otras figuras como Andrea Cote, Gabriela Castellanos y Mery Yolanda Sánchez.
“Sin duda, la poesía tiene un papel fundamental en la transformación social”, concluyó Pizarro, quien sostuvo que en América Latina y en muchas partes del mundo, la poesía asumió el desafío de expresar críticas sociales abiertas.
Águeda Pizarro es la fundadora del Encuentro de poetas colombianas y está convencida de que la poesía es intrínsecamente política. Así piensa sobre todo lo esencial. Cree que las voces que se dedican a este arte no solo transmiten sentimientos individuales, sino que también reflejan experiencias y perspectivas sociales. En muchas civilizaciones antiguas, las mujeres tenían un lenguaje poético y cultural propio que había sido marginado o ignorado, así que reconocer y valorar estas voces, para ella, diversifica y plantea un nuevo panorama en el mundo.
Fundado en 1984 por Pizarro con el respaldo de su esposo, el maestro Omar Rayo, este evento se convirtió en una plataforma para la promoción y circulación de la obra de escritoras provenientes de diversas regiones y comunidades colombianas, en un intento por reunir la mayor cantidad de visiones sobre la creación. Inicialmente, el encuentro se gestó con el propósito de celebrar y destacar la poesía femenina. Entre sus participantes tuvo a figuras reconocidas del ámbito artístico como Carmelina Soto, quien asistió recurrentemente hasta su fallecimiento.
El objetivo principal del encuentro era preservar la memoria y el legado de las mujeres, quienes dedicaron sus vidas a la poesía. El Museo Rayo, bajo la dirección de Omar Rayo, publicó un libro titulado Universos, que recogió los poemas de las participantes en cada encuentro. En un formato artesanal de cartón y bajo el sello de Ediciones Embalaje, se documentaron las contribuciones de las mujeres presentes en el encuentro.
La conexión con la poesía en la vida de Águeda Pizarro tiene relación con su historia familiar e intercultural. Nació en Nueva York debido al exilio de su padre español, quien fue amigo de Federico García Lorca. La influencia literaria de su padre le inició el camino, aunque su obra nunca se publicó. Ella siempre lo leyó y quiso seguir su camino, además, se sumó la influencia de su madre, una filóloga rumana que enseñó latín y le inculcó también un amor por las letras.
Su primer encuentro con la poesía fue gracias a los viajes de su padre a Japón, donde aprendió a recitar haikus, que son poemas cortos y reflexivos propios de la cultura de ese país. Estas influencias creativas sembraron en Pizarro un interés íntimo por la lingüística, que la ha acompañado durante toda su vida.
Llegó a Colombia enamorada de Omar Rayo, quien en ese entonces era conocido como un célebre artista colombiano, con quien se encontró en Nueva York. Él la invitó a su país natal y decidió apoyarla en la publicación de su primer libro de poesía, titulado Aquí beso yo. Durante ese primer viaje conoció a poetas que eran amigos cercanos de Rayo, como León de Greiff, cuya obra y habilidad lingüística le impactaron profundamente.
Su relación con el maestro Rayo no solo fue amorosa, sino también intelectual y artística: “Él me alentó como un pigmalión moderno, guiándome en lecturas y fomentando mi desarrollo como poeta”. Después de esos encuentros con la poesía colombiana, ella fue quien decidió organizar un encuentro con un enfoque que podría considerarse feminista, celebrando y promoviendo las voces poéticas de las mujeres.
Las motivaciones para organizar el encuentro surgieron de varias influencias y experiencias personales de la poeta, quien vivía entre Colombia y Estados Unidos, donde era profesora en Barnard College. En ese contexto académico había un interés marcado en el movimiento de poesía feminista de la época, lo cual la conectó con la idea de establecer un puente cultural y poético entre ambos países.
Su interés por explorar y enseñar sobre las voces de las mujeres del continente americano fue impulsado por una beca Fulbright que le permitió impartir clases en Colombia. Esa experiencia académica y cultural la motivó a buscar y conectar con las poetas cercanas a ella, provenientes de Cali, Armenia y otras regiones del país. Además, su interés personal en el surrealismo, el dadaísmo y otras corrientes literarias también jugaron un papel importante en esta construcción.
El impulso inicial para contactar a las poetas locales surgió a través de un periodista de Manizales que sugirió el proyecto y facilitó los primeros contactos con figuras como Carmelina Soto, Ana Milena Puerta y Elvira Alejandra Quintero. Este encuentro, que se posicionó como un evento alternativo en su momento, atrajo el interés de varias mujeres que querían visibilizar su obra. Así, esa juntanza de poetas fue una respuesta a la necesidad de preservar y difundir la poesía femenina en Colombia.
A lo largo de sus 40 años, el encuentro ha experimentado transformaciones y ha evolucionado hacia una mayor inclusión y reconocimiento de la diversidad cultural y étnica de las poetas colombianas. Para Pizarro, “el cambio más notable desde aquel primer encuentro radica en la afirmación de que la poesía en Colombia no pertenece a un solo grupo o tradición, sino que es diversa y multifacética, porque abarca diferentes formas de expresión y visiones del mundo”.
La programación del encuentro incluye lecturas de poesía, presentaciones de ponencias sobre literatura de la mujer, talleres creativos y expresiones culturales de comunidades raizales. Además, se rendirá homenaje a poetas ausentes que han dejado un legado en la literatura poética del país. El acceso es libre con previa inscripción, y participarán tanto autoras reconocidas como emergentes. Entre las invitadas se encuentran Carmiña Navia, Gabriela Arciniegas con su trilogía “Helena, la reina condenada”, y otras figuras como Andrea Cote, Gabriela Castellanos y Mery Yolanda Sánchez.
“Sin duda, la poesía tiene un papel fundamental en la transformación social”, concluyó Pizarro, quien sostuvo que en América Latina y en muchas partes del mundo, la poesía asumió el desafío de expresar críticas sociales abiertas.