Intimidades de una dictadura
Laura Restrepo, ganadora del premio Alfaguara 2004, habla de 'Demasiados Héroes', su nuevo libro.
Angélica Gallón Salazar
En su libro ‘Demasiados héroes’, la escritora ganadora del premio Alfaguara 2004, le da voz a una madre y un hijo que regresan a Argentina, después de muchos años, en busca de un padre y un amante, en busca de un pasado enmarcado en la dictadura de Videla que la protagonista ha decidió olvidar.
¿Cuál es el momento escritural en el que está Laura Restrepo para escribir este libro tan íntimo?
Tengo la sensación de que la literatura latinoamericana, y en eso me incluyo, carece de intimidad. Nosotros como continente le dejamos la intimidad casi que exclusivamente a la telenovela, que se arriesgó a incursionar en temas que para la novela resultaban cursis, vedados, no literarios, de poca monta, una cotidianidad que la novela latinoamericana en general no registra porque somos más dados a los procesos históricos y sociales.
Somos gente abrumada por una realidad que está por hacerse y por una historia extremadamente contradictoria y difícil que está cruda. No es como otros continentes, que tienen el espejismo de que la historia ha terminado y que entonces no vale la pena contar cosas. Allá la acción queda vedada, casi que pasa de moda, se convierte en un elemento de cursilería, de hecho un personaje que hace cosas es visto como tercermundista, lo que importa es hacer cultura sobre la cultura.
Frente a eso, los latinoamericanos, por el contrario, hemos tenido la urgencia de contar. Vargas Llosa escribe ‘La fiesta del chivo’ porque a nosotros los tiranos nos acechan y tenemos que liberarnos de ellos y de alguna manera la novela está al servicio de contar todo ese montón de acción. Entonces sentí que estábamos ahogados en la acción. Sin olvidar esa exigencia de narrar la realidad que nos circunda, que en el caso de ‘Demasiados héroes’ es la resistencia pacífica contra la dictadura, mi intento fue contar una novela con mayores dosis de intimidad, que viera los hechos pasados por las emociones y las sensaciones.
¿Y no tuvo temor de escribir otra novela más sobre la dictadura argentina?
Pero creo que lo que logra la novela es contar la dictadura argentina, que se ha contado un millón de veces en novela, pero poniéndole quizás nuevos protagonistas. Por ejemplo, la historia de la confrontación armada por parte de los montoneros se ha contado muchas veces, pero la resistencia pacífica ha sido contada mucho menos, si es que hay una novela donde se cuente, porque es invisible, se parece más a lo que hacia la gente del montón. Para mí eso tiene un valor político mayor. Yo no creo en las acciones iluminadas de un grupo que se otorga la vocería de los demás para salir a hacer cosas llamativas, yo creo mucho más que la verdadera política es la acción cotidiana invisible, paciente, que puede hacer una viejita, el panadero, la ama de casa, el estudiante y la modelo. En eso consiste la efectividad de la política y su capacidad de producir cambios.
Por otro lado, otro gran protagonista de la resistencia contra la dictadura que no figura en las novelas son los roqueros argentinos. Ellos jugaron un papel muy importante, Spinetta, Charly García son el antecedente de toda una forma de hacer política después en el continente. De la juventud que no entiende que hacer política es ir contra el partido liberal o militar, sino una oposición radical y rebelde que pasa más por la cultura que por la propia política. Ellos no eran abiertamente políticos porque no se podía, pero a través de canciones de amor y la cotidianidad se creaba una válvula de escape.
¿Cómo fue el proceso de reencontrarse con la resistencia y con esa izquierda entusiasta de su juventud?
Es fácil hacer un balance ahora de lo que fueron esos tiempos y esa izquierda, mucho más que en otros procesos latinoamericanos, porque la dictadura calló. Quien diga que la tumbaron los radicales o el peronismo, yo diría que no es verdad, es bien sabido que esos partidos, incluso el comunista, de alguna manera u otra tenían pactos de convivencia con la dictadura, quien tumba a la dictadura es la gente que está haciendo las cosas que yo cuento en el libro, es la gran resistencia cívica hecha de mínimos actos invisibles. De no ser por eso, los tiranos seguirían ahí. Hoy en día la Argentina tiene una posición civilista y pro-derechos admirable, en Argentina no es fácil que aparezca un militar y matonee hoy en día, porque la gente sale a la calle. Se ganó una conciencia colectiva de que el gobierno tiene que ser laico, civil y respetuoso de los derechos humanos.
Usted narra con mucho ahínco las reuniones que tenía la resistencia pacífica en los cafés. ¿Por qué resultaba tan riesgoso para una dictadura que la gente se pudiera reunir a hablar?
De hecho Mateo se lo pregunta críticamente a la madre: “¿Y a ellos qué les importaba que ustedes se reunieran a comer chorizo y hablar mal de ellos?”. Lo que pasa es que toda tiranía se asienta en las armas y en los usos de la fuerza, pero yo creo que hay un paso previo, más importante todavía, que es el dominio de las conciencias y ese dominio pasa por la negación de la palabra. Lograr que la gente no hable se logra con el pánico, por eso las torturas, para que la gente entre en pánico y se calle la boca. En la novela se hace alusión a casos que eran reales, en ese momento mujeres que militaban no le decían a sus hermanos. Hasta ese punto llegaba el control interno de la dictadura, la negación de la palabra. Además, los diarios no informaban sobre los desaparecidos, eso se negaba .
Hoy en día nos parece muy obvio que la dictadura argentina pertenezca a un capítulo de la historia universal de la infamia, pero en esa época eso no se decía. Muy parecido a como sucede en Colombia en donde mientras pasan las cosas no se dicen, los muertos se desconocen, las matanzas se callan y se silencian y el que dice corre riesgos. Bueno, no lo vivimos tal cual como en Argentina, todavía tenemos un margen para hablar aunque los medios son unánimes para callar. Allá eso era llevado a las últimas consecuencias, bastaba con que un vecino dijera que le parecía que tenías contactos con la resistencia para que te desaparecieran.
En el libro también se puede intuir que el rol de extranjera le daba ciertas facultades…
Claro, me daba una protección que a la final hizo que yo nunca fuera atrapada y lo sabía yo, y el partido, que me ponía a hacer cosas peligrosas, como llevar dineros. Hay una cosa que yo no conté precisamente para que los hechos no fueran los protagonistas. Un día que estuve en una comisaría y salí de ahí por extranjera.
La voz de Mateo, el hijo de Lorenza, es la voz crítica, la mirada que desbarata tanto idealismo ¿Por qué sintió la necesidad de integrar una mirada tan apática en cuanto a la política?
Yo creo que la novela se trata de Mateo, la madre es un personaje de reparto frente a su voz que de verdad viene a torpedear toda la visión que ella tiene montada. Entre mi libro ‘Historia de un entusiasmo’ y este, ‘Demasiados héroes’, los discursos son muy distintos. En el primero está la voz del militante, el cuento de buenos y malos y hay un punto de partida inamovible de que esos jóvenes que están actuando con las armas tienen la razón, hay una posición más dogmática, un entusiasmo más ciego si se quiere.
Yo no querría de ninguna manera negar ese entusiasmo aquí, pero sí hacerlo más complejo. Necesitaba un muchacho que sintiera profundamente la gran falla que le dejó la generación anterior, esa generación se olvidaba de lo privado por estar siempre en lo colectivo. Él tiene un drama que lo asfixia, y es no saber quién es su padre, entonces se enfrenta a la madre que no revela, que hace una negación sistemática de lo que eran los problemas individuales, porque así éramos. Eso tenía su razón de ser y lo reivindico enormemente ahora, porque nos permitía contrarrestar la marea de individualismo de la sociedad moderna, pero dejó vacíos enormes. Lo que Mateo dirá es: A mí que me expliquen quién era realmente mi papá, que no me vengan con cuentos de héroes.
Información: El evento se llevará a cabo en el auditorio del Centro Cultural Gabriel García Márquez, el jueves a las 7:30 p.m.
En su libro ‘Demasiados héroes’, la escritora ganadora del premio Alfaguara 2004, le da voz a una madre y un hijo que regresan a Argentina, después de muchos años, en busca de un padre y un amante, en busca de un pasado enmarcado en la dictadura de Videla que la protagonista ha decidió olvidar.
¿Cuál es el momento escritural en el que está Laura Restrepo para escribir este libro tan íntimo?
Tengo la sensación de que la literatura latinoamericana, y en eso me incluyo, carece de intimidad. Nosotros como continente le dejamos la intimidad casi que exclusivamente a la telenovela, que se arriesgó a incursionar en temas que para la novela resultaban cursis, vedados, no literarios, de poca monta, una cotidianidad que la novela latinoamericana en general no registra porque somos más dados a los procesos históricos y sociales.
Somos gente abrumada por una realidad que está por hacerse y por una historia extremadamente contradictoria y difícil que está cruda. No es como otros continentes, que tienen el espejismo de que la historia ha terminado y que entonces no vale la pena contar cosas. Allá la acción queda vedada, casi que pasa de moda, se convierte en un elemento de cursilería, de hecho un personaje que hace cosas es visto como tercermundista, lo que importa es hacer cultura sobre la cultura.
Frente a eso, los latinoamericanos, por el contrario, hemos tenido la urgencia de contar. Vargas Llosa escribe ‘La fiesta del chivo’ porque a nosotros los tiranos nos acechan y tenemos que liberarnos de ellos y de alguna manera la novela está al servicio de contar todo ese montón de acción. Entonces sentí que estábamos ahogados en la acción. Sin olvidar esa exigencia de narrar la realidad que nos circunda, que en el caso de ‘Demasiados héroes’ es la resistencia pacífica contra la dictadura, mi intento fue contar una novela con mayores dosis de intimidad, que viera los hechos pasados por las emociones y las sensaciones.
¿Y no tuvo temor de escribir otra novela más sobre la dictadura argentina?
Pero creo que lo que logra la novela es contar la dictadura argentina, que se ha contado un millón de veces en novela, pero poniéndole quizás nuevos protagonistas. Por ejemplo, la historia de la confrontación armada por parte de los montoneros se ha contado muchas veces, pero la resistencia pacífica ha sido contada mucho menos, si es que hay una novela donde se cuente, porque es invisible, se parece más a lo que hacia la gente del montón. Para mí eso tiene un valor político mayor. Yo no creo en las acciones iluminadas de un grupo que se otorga la vocería de los demás para salir a hacer cosas llamativas, yo creo mucho más que la verdadera política es la acción cotidiana invisible, paciente, que puede hacer una viejita, el panadero, la ama de casa, el estudiante y la modelo. En eso consiste la efectividad de la política y su capacidad de producir cambios.
Por otro lado, otro gran protagonista de la resistencia contra la dictadura que no figura en las novelas son los roqueros argentinos. Ellos jugaron un papel muy importante, Spinetta, Charly García son el antecedente de toda una forma de hacer política después en el continente. De la juventud que no entiende que hacer política es ir contra el partido liberal o militar, sino una oposición radical y rebelde que pasa más por la cultura que por la propia política. Ellos no eran abiertamente políticos porque no se podía, pero a través de canciones de amor y la cotidianidad se creaba una válvula de escape.
¿Cómo fue el proceso de reencontrarse con la resistencia y con esa izquierda entusiasta de su juventud?
Es fácil hacer un balance ahora de lo que fueron esos tiempos y esa izquierda, mucho más que en otros procesos latinoamericanos, porque la dictadura calló. Quien diga que la tumbaron los radicales o el peronismo, yo diría que no es verdad, es bien sabido que esos partidos, incluso el comunista, de alguna manera u otra tenían pactos de convivencia con la dictadura, quien tumba a la dictadura es la gente que está haciendo las cosas que yo cuento en el libro, es la gran resistencia cívica hecha de mínimos actos invisibles. De no ser por eso, los tiranos seguirían ahí. Hoy en día la Argentina tiene una posición civilista y pro-derechos admirable, en Argentina no es fácil que aparezca un militar y matonee hoy en día, porque la gente sale a la calle. Se ganó una conciencia colectiva de que el gobierno tiene que ser laico, civil y respetuoso de los derechos humanos.
Usted narra con mucho ahínco las reuniones que tenía la resistencia pacífica en los cafés. ¿Por qué resultaba tan riesgoso para una dictadura que la gente se pudiera reunir a hablar?
De hecho Mateo se lo pregunta críticamente a la madre: “¿Y a ellos qué les importaba que ustedes se reunieran a comer chorizo y hablar mal de ellos?”. Lo que pasa es que toda tiranía se asienta en las armas y en los usos de la fuerza, pero yo creo que hay un paso previo, más importante todavía, que es el dominio de las conciencias y ese dominio pasa por la negación de la palabra. Lograr que la gente no hable se logra con el pánico, por eso las torturas, para que la gente entre en pánico y se calle la boca. En la novela se hace alusión a casos que eran reales, en ese momento mujeres que militaban no le decían a sus hermanos. Hasta ese punto llegaba el control interno de la dictadura, la negación de la palabra. Además, los diarios no informaban sobre los desaparecidos, eso se negaba .
Hoy en día nos parece muy obvio que la dictadura argentina pertenezca a un capítulo de la historia universal de la infamia, pero en esa época eso no se decía. Muy parecido a como sucede en Colombia en donde mientras pasan las cosas no se dicen, los muertos se desconocen, las matanzas se callan y se silencian y el que dice corre riesgos. Bueno, no lo vivimos tal cual como en Argentina, todavía tenemos un margen para hablar aunque los medios son unánimes para callar. Allá eso era llevado a las últimas consecuencias, bastaba con que un vecino dijera que le parecía que tenías contactos con la resistencia para que te desaparecieran.
En el libro también se puede intuir que el rol de extranjera le daba ciertas facultades…
Claro, me daba una protección que a la final hizo que yo nunca fuera atrapada y lo sabía yo, y el partido, que me ponía a hacer cosas peligrosas, como llevar dineros. Hay una cosa que yo no conté precisamente para que los hechos no fueran los protagonistas. Un día que estuve en una comisaría y salí de ahí por extranjera.
La voz de Mateo, el hijo de Lorenza, es la voz crítica, la mirada que desbarata tanto idealismo ¿Por qué sintió la necesidad de integrar una mirada tan apática en cuanto a la política?
Yo creo que la novela se trata de Mateo, la madre es un personaje de reparto frente a su voz que de verdad viene a torpedear toda la visión que ella tiene montada. Entre mi libro ‘Historia de un entusiasmo’ y este, ‘Demasiados héroes’, los discursos son muy distintos. En el primero está la voz del militante, el cuento de buenos y malos y hay un punto de partida inamovible de que esos jóvenes que están actuando con las armas tienen la razón, hay una posición más dogmática, un entusiasmo más ciego si se quiere.
Yo no querría de ninguna manera negar ese entusiasmo aquí, pero sí hacerlo más complejo. Necesitaba un muchacho que sintiera profundamente la gran falla que le dejó la generación anterior, esa generación se olvidaba de lo privado por estar siempre en lo colectivo. Él tiene un drama que lo asfixia, y es no saber quién es su padre, entonces se enfrenta a la madre que no revela, que hace una negación sistemática de lo que eran los problemas individuales, porque así éramos. Eso tenía su razón de ser y lo reivindico enormemente ahora, porque nos permitía contrarrestar la marea de individualismo de la sociedad moderna, pero dejó vacíos enormes. Lo que Mateo dirá es: A mí que me expliquen quién era realmente mi papá, que no me vengan con cuentos de héroes.
Información: El evento se llevará a cabo en el auditorio del Centro Cultural Gabriel García Márquez, el jueves a las 7:30 p.m.