Irene Vallejo: “La Inteligencia Artificial es un capítulo más de la tecnología”
La filóloga española, quien este 7 de octubre fue nombrada como miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua, habló sobre la memoria y el lenguaje como las claves para el futuro, que parece incierto por las transformaciones tecnológicas.
Samuel Sosa Velandia
Irene Vallejo regresó a Colombia, el país que dijo que, antes de visitarlo por primera vez, “ya llevaba en el torrente sanguíneo de la lengua”. Tras su reciente paso por la Feria Internacional del Libro de Bogotá, la escritora y filóloga española llegó a nuestro territorio para asumir su lugar como miembro correspondiente extranjera de la Academia Colombiana de la Lengua, la primera y más antigua de América.
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Irene Vallejo regresó a Colombia, el país que dijo que, antes de visitarlo por primera vez, “ya llevaba en el torrente sanguíneo de la lengua”. Tras su reciente paso por la Feria Internacional del Libro de Bogotá, la escritora y filóloga española llegó a nuestro territorio para asumir su lugar como miembro correspondiente extranjera de la Academia Colombiana de la Lengua, la primera y más antigua de América.
En la ceremonia, Vallejo ofreció un discurso titulado “Palabras: anatomía de un misterio”, en el que exaltó el valor del lenguaje en la vida, sin importar su ámbito. Recordó que las letras —escritas o habladas— la han acompañado, la han inspirado y le han dado una convicción para habitar este mundo.
Días antes de este evento, Irene Vallejo estuvo en Medellín para conversar con su “maestro”, como ha llamado a Juan Gabriel Vásquez, sobre la memoria y el futuro, en el marco de la agenda académica con la que Asocajas celebró sus 70 años. Allí también reivindicó y resaltó la importancia de la palabra. Incluso, encontró que sería ella la que nos ayudaría a superar el miedo que nos suscitan los nuevos lenguajes que traen las transformaciones tecnológicas, como la llegada de la inteligencia artificial.
¿Cuál es la idea que tiene del futuro? ¿Cómo lo percibe?
El futuro está claramente relacionado con el pasado. Aparentemente, esto es una paradoja, pero creo que somos la única especie que tiene la capacidad de proyectarse hacia el pasado y de poseer tanto conocimiento sobre cómo era el mundo y las sociedades, que incluso podemos retroceder hasta el origen del propio universo. Mientras tanto, otros seres vivos solo pueden vivir en el espacio de sus vidas y experiencias, porque no tienen acceso al origen de su especie. Esa capacidad de recuperar el pasado es lo que nos permite mirar hacia el futuro, ya que nuestro conocimiento de las dinámicas sociales e históricas, además de las experiencias acumuladas, nos permitirá idear ese tiempo que está por venir. Para mí, en la memoria está el origen de nuestra capacidad de pensar e imaginar el futuro, tal como ocurre en la ciencia, donde se hacen proyecciones que son consecuencia de una serie de fenómenos derivados de la experiencia acumulada en el pasado.
¿Entonces cuál es el lugar de la memoria en el futuro?
La memoria y la predicción están íntimamente relacionadas y son la forma de expandir en ambas direcciones nuestra breve experiencia vital. Aunque normalmente lo separamos, hay una frase muy hermosa de Hannah Arendt que dice que es el futuro el que nos arrastra constantemente hacia el pasado. Cuando nos preocupamos por nuestra memoria, en realidad estamos también trabajando hacia el futuro, porque todo lo que recuperamos, analizamos y comprendemos nos proporciona un bagaje para decidir qué deseamos o esperamos. Además, nos alerta para detectar ciertos fenómenos que no queremos que se reproduzcan.
Existen ciertos elementos que nos aproximan a ese futuro y que, como se menciona, nos alertan sobre lo que puede venir en ese tiempo próximo. Ahora tenemos la inteligencia artificial, que ha llegado al presente para hacernos preguntar sobre lo que vendrá o podrá pasar con nosotros. Algunos la consideran una amenaza, mientras que otros la ven como una herramienta, ¿cómo la ve usted?
La inteligencia artificial es un capítulo más de todas las revoluciones tecnológicas que han transformado nuestra vida y nuestras sociedades. Entonces, a mí, como estudiosa de la historia de la lectura, me interesa destacar que todas las grandes transformaciones, como la invención de la escritura o la imprenta, vinieron precedidas de un gran pesimismo, similar al que estamos viviendo ahora. Se decía que era el fin de la cultura, de una época; que muchas cosas iban a terminar y a destruirse. Hay un testimonio muy curioso de Platón en boca de Sócrates, quien, en un discurso platónico, afirmó que la escritura iba a acabar con la memoria. Según él, en el momento en que los libros conservaran nuestro conocimiento, dejaríamos de tenerlo dentro de nosotros, lo que haría que dejáramos de ser sabios y confiáramos solo en lo que estuviera en los libros. Esto es muy parecido a lo que se dice ahora sobre Internet, pues se afirma que hemos dejado de cultivar la memoria y, en cambio, nos conformamos con saber dónde buscar la información. Sin embargo, desde otro punto de vista, se puede argumentar que hemos creado el cerebro expandido más enorme que ha conocido la humanidad, y que tenemos acceso a la información como nunca antes. Es decir, toda evolución tecnológica es esencialmente ambigua, porque puede utilizarse bien o mal. Todo tiene esa doble capacidad, ya que el ser humano, todo lo que inventa, desde el mismo lenguaje, puede usarlo para hacer daño o para hacer el bien. Creo que es muy interesante debatir desde una perspectiva libre de esa especie de suposición de que algo va a transformar nuestra vida.
¿Cree que será capaz de igualar la capacidad de crear e imaginar del humano?
No creo que sea una herramienta que vaya a sustituir la creatividad humana, pero sí puede liberarnos de muchas tareas rutinarias y repetitivas. Podemos utilizarla para aligerar la burocracia que a menudo nos asfixia y no nos permite hacer nuestro propio trabajo. Ojalá nos quitara parte de esa carga... ¿En qué medida será capaz de crear relatos y construir textos valiosos? No lo sé, ahora es difícil saberlo, porque lo que ha demostrado es que no es fiable: produce textos que aparentemente son convincentes, pero inventa muchos datos y falsifica información concreta, porque combina elementos que conoce, aunque no es capaz de innovar. Debemos observar la IA y exigir que quienes programan estos algoritmos lo hagan de la manera más transparente posible, porque al final eso define gran parte de nuestra vida.
En cuanto al oficio del escritor: ¿qué le preocupa de la IA?
Me preocupa todo lo relacionado con los derechos de autor. Actualmente, para entrenar a la inteligencia artificial se le está dando acceso a muchísimos textos que están protegidos, con el fin de “imitar” el trabajo de otros. También pienso en el impacto ecológico y en todos los recursos que se necesitan para mantener la IA al ritmo de crecimiento que está teniendo. Esto exige dedicar mucha agua y energía, que probablemente estamos robando a otros usos de mayor interés humano. Habrá que pensar si queremos dedicar todos esos recursos a estas nubes y grandes bases de datos de información.
Hay algunos escritores y artistas que exigen severidad contra la IA: ¿cree que se han dejado llevar por el miedo y la visión más catastrófica del asunto?
Lo que sucede es que estas prohibiciones que se proponen parecen partir de la base de que existen libros completamente generados por inteligencia artificial y otros completamente generados por seres humanos. Sin embargo, lo que va a ocurrir dentro de poco es que habrá libros híbridos que utilicen la IA, pero que sean escritos por personas... ¿Y cómo vamos a reaccionar a eso si hay una persona, una autoría, que utilizó una herramienta? De hecho, creo que ese será el futuro: no seremos suplantados, sino que trabajaremos con ella. Todo será un proceso y, al final, encontraremos maneras de ser, por un lado, y de legislar y controlar el uso lícito de esa inteligencia artificial, por otro, sin ser tan drásticos en prohibiciones absolutas. La realidad es que ya trabajamos con ordenadores y nos nutriremos de la inteligencia artificial para ciertas tareas o búsquedas, a medida que esto se vuelva más fiable.
¿Cree que el miedo a que la IA reemplace el trabajo de un escritor tiene que ver con que cada vez nos importan menos las palabras, el lenguaje y las conversaciones, y que los autores presienten que van a dejar de ser consultados, leídos y escuchados?
El problema desde hace mucho tiempo es la avalancha de información; lo que Gabriel Zaid llamaba “Los demasiados libros” se refiere a la incapacidad de abrirse paso entre las inmensas bibliografías para cada tema. Eso se nos ha ido de las manos y casi resulta imposible ser un especialista en algo, pues hay demasiada información, demasiados datos, demasiada literatura, y existe una sensación de vértigo permanente. Creo que, como todos los movimientos culturales, también son pendulares. Ante esa sensación de vértigo y de digitalización, y de una relación cada vez más impersonal con el conocimiento, simultáneamente hemos entrado en una fase en la que deseamos leer relatos muy personales, lo que llamamos autoficción, crónicas y memorias. Allí buscamos ese ingrediente humano en la palabra, que proporciona una proximidad que no tiene esa escritura más objetiva y distante, que podría ser sustituida por una máquina. Con todo esto quiero decir que, en la medida en que se populariza una determinada tecnología, se hace más raro, más especial o singular, una forma de comunicarnos y de relacionarnos con la palabra. También buscamos esa experiencia de lo único, de lo singular, de lo que tiene detrás un ser humano y una experiencia conmovedora.
¿Hay que reivindicar la palabra?
Sí, hay que reivindicar la palabra, pero aquella que promueve la comunicación, y no la que nos atrinchera. Ahí es donde creo que hay un debate importante, porque estamos viendo cómo el recrudecimiento de las oposiciones y tensiones está sucediendo en todo el mundo. Está claro que las redes sociales han contribuido a la incomprensión frente al debate más saludable. Para mí, aquí hay una brecha que cubrir y un foso que debemos encontrar la manera de atravesar para encontrarnos con la otra persona, y no seguir con esta tendencia constante a condenar, perseguir o atacar, que se ha convertido en la forma cotidiana de relacionarnos a través de las redes.
Hablemos de una de las virtudes que usted ha encontrado en el libro: la de ser un cuerpo que vive y resiste...
La literatura y las historias comienzan en las civilizaciones orales, donde las palabras eran efímeras, como el aire. Homero las llama “aladas palabras”, una hermosa metáfora de su naturaleza intangible. Nuestros antepasados comprendieron que la oralidad hacía que el conocimiento, los poemas y las memorias se perdieran de generación en generación. La invención de la escritura y los libros materializa lo que antes era solo aire y vibración. Así, el libro se convierte en el cuerpo de la palabra, su palpitar, aunque sea un objeto perecedero. Esta corporalidad también se refleja en la literatura, donde exploro el aspecto físico de los personajes: un amor se expresa de manera diferente si se tiene hambre o dolor.
La relación que tenemos con los libros es especial; son más que contenido, son objetos con historia, que pueden llevar dedicatorias o estar subrayados. A diferencia de los libros electrónicos, que son útiles y prácticos, el libro físico tiene una sensualidad única: el tacto del papel, el sonido al pasar las páginas, su olor. Además, los libros están diseñados para durar, mientras que muchos productos actuales son obsolescentes. Podemos leer obras de hace mil años sin mediación, a diferencia de recuerdos y vídeos familiares que se pierden con el tiempo y el cambio de formatos.