Irene Vasco: la heroína que usa los libros como un talismán
La escritora colombiana recibió el Premio IBBY Outstanding Reading Promoter, un reconocimiento mundial por sus más de cuarenta años trabajando como promotora de lectura en Colombia.
Irene Vasco es escritora, promotora de lectura, buena conversadora, generosa, graciosa, noble y es, sobre todo, una mujer inspiradora. Es imposible oírla hablar de la lectura sin que siembre certezas, dudas, ganas de saber más… es imposible no querer salir corriendo a comprar uno o muchos libros. Irene es, tal y como lo leyó el jurado que le otorgó el Premio Outstanding Reading Promoter, la heroína que no le ha temido a la violencia, a las complejidades sociales o a las kilométricas distancias para llegar con sus libros a las comunidades del territorio colombiano. Su maleta siempre está lista, claro, con libros, pero también con títeres y muñequitos en miniatura.
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Irene Vasco es escritora, promotora de lectura, buena conversadora, generosa, graciosa, noble y es, sobre todo, una mujer inspiradora. Es imposible oírla hablar de la lectura sin que siembre certezas, dudas, ganas de saber más… es imposible no querer salir corriendo a comprar uno o muchos libros. Irene es, tal y como lo leyó el jurado que le otorgó el Premio Outstanding Reading Promoter, la heroína que no le ha temido a la violencia, a las complejidades sociales o a las kilométricas distancias para llegar con sus libros a las comunidades del territorio colombiano. Su maleta siempre está lista, claro, con libros, pero también con títeres y muñequitos en miniatura.
La Organización Internacional para el Libro Juvenil (IBBY), tal y como lo señala la página oficial, “es un colectivo sin ánimo de lucro compuesto por asociaciones y personas de todo el mundo comprometidas con la idea de propiciar el encuentro entre los libros y la infancia”. El premio que recibió Irene Vasco, junto con la pakistaní Basarat Midhat Kazim, se estableció en 1986 y “es otorgado bienalmente a dos grupos o instituciones cuyas actividades sean juzgadas como contribuciones especiales a los programas de promoción de lectura para niños y jóvenes”.
El Premio IBBY es, entonces, un reconocimiento de alto calibre para una hechicera de las letras que ha construido un legado de enseñanzas y publicaciones y que sigue labrando caminos para seducir a grandes y chicos hacia la lectura a través de sus talleres, sus libros y de la biblioteca La Alegría que creó en Tolú, Sucre, de la mano de la comunidad del lugar. En la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo) lanza su más reciente publicación “Expedición las mil y una noches”.
Esta es la conversación que tuvo con El Espectador.
Empecemos por lo más reciente: el Premio IBBY Outstanding Reading Promoter que recibió el pasado martes 9 de abril por su trabajo como promotora de lectura en nuestro país. ¿Qué significado tiene eso para usted?
Es una gran sorpresa porque como bien sabes el mío es un trabajo de campo, me la paso en las comunidades buscando lectores y no suelo estar dentro de esa esfera de concursos. Cuando me nominaron tuve que averiguar de qué se trataba ese premio y ahora que ya lo gané, se convirtió en una enorme alegría porque es el reconocimiento al trabajo que hacemos muchos promotores de lectura en Colombia. Somos batallones haciendo esto, enfrentamos desafíos no solo por las dificultades de la geografía, sino por la violencia que muchas veces no nos permite llegar a ciertos lugares. Y, sin embargo, allá llegamos con el convencimiento de que Colombia tiene que ser un país lector y con ello romper este legado de la Colonia en donde las poblaciones nativas y negras sencillamente no tenían acceso a la educación.
Me llamó la atención que fue nominada por Canadá. ¿Por qué ese país?
Porque a Fundalectura, que es la representante de IBBY en nuestro país, le preguntaron desde Canadá qué proyecto había en Colombia que pudieran nominar y acá recomendaron mi nombre y mi trabajo.
En un fragmento de la reseña que leyó el jurado cuando anunció el premio, señaló: “Irene Vasco es conocida por ser una heroína con influencia que se enfrenta a los desafíos de leer a niños en zonas peligrosas y que carga sus libros como un talismán”. ¿Le gusta esa definición?
Sí, y de hecho cuando me preguntan si no me da miedo ir a los territorios donde hay problemas de orden público y donde no todo el mundo se arriesga a ir, yo digo, pero es que voy con libros que me protegen y son como talismanes. “La mayora de los libros” me dicen en Cauca, por ejemplo, y eso ya es una carta de presentación que quita el matiz político o cualquier otro que sea peligroso.
Por este premio recibirá un dinero y parte de él debe invertirlo en un lugar que promueva la lectura. ¿Será ese lugar la biblioteca La Alegría, en Tolú, que usted creó?
Así es. La biblioteca La Alegría es el único lugar donde observo un proyecto sostenible. Han pasado veinticuatro años, lo conozco desde el día uno porque yo llevé los primeros libros, sé exactamente qué ha pasado con cada niño y niña y cómo se ha transformado cada familia y toda la comunidad. Este es un proyecto que no tiene sustento económico, ni institucional, ni del municipio, ni de la gobernación, es auténticamente comunitario.
Hablemos del trabajo que la hizo merecedora del IBBY: la promoción de lectura que lleva haciendo por cerca de 40 años. Promoviendo la lectura, ¿qué lugar y comunidad la han sorprendido más?
En el 98 fui a Popayán a dar un taller. Yo estaba acostumbrada a dictarlos en Espantapájaros Taller y yo decía: bueno, este taller es para niños de 5 a 12 años, o para maestros, bibliotecarios, es decir, yo ponía las reglas. Y en Popayán vi que en auditorio había de todo, personas que no sabían leer, indígenas, profesores, niños y jóvenes y entonces yo dije: “qué pena, pero yo pedí otro tipo de público”, y Rodrigo Torres que era del área cultural del Banco de la República, que luego se volvió mi gran amigo, me dijo “usted entonces no sirve para esto. ¿Usted cree que en las comunidades las mamás tienen una nana para entregarles los hijos mientras asisten a un taller? ¿O qué la gente puede organizarse como usted quiere?”. Y yo dije, “ah, bueno, este señor me está diciendo que no sirvo, ¡pues yo sí sirvo!” Y en instantes cambié el chip, supe que sí podía ser una gran promotora de lectura y logramos hacer el encuentro más maravilloso. A partir de ahí, todo cambió para mí.
¿Qué es lo más grato de su experiencia como promotora de lectura?
La emoción que se crea. Lo mejor de mis talleres es que puedo hacer, que el otro descubra que sabe algo que no sabía que sabía hacer. Y es increíble el diálogo que se establece entre los seres humanos. Con los Wayuu me pasa algo que me emociona mucho. Para ellos es muy importante la reciprocidad, para lo bueno y lo malo. Y cuando yo hago talleres me dan regalos, me tejen mochilas, chinchorros y me hacen sentir parte de ellos. Termino abrazada con los mayores, lo cual es inusual entre ellos y me dicen “usted es de aquí, vuelva”.
¿Qué papel juegan las bibliotecas públicas en la promoción de lectura?
Para mí son la institución redentora. Mira esta imagen (Irene muestra una foto que tiene guardada en su celular): son dos niños Nukak antes de pandemia y que por primera vez en su vida vieron un libro. Estaban desnuditos y mi trabajo era entregar los libros que mandaba el Ministerio de Educación. El más chiquito le muestra a su hermano un ratoncito que ve en la imagen. Eso significa que ese niño ya se volvió un niño lector. Ese rol lo cumplen las bibliotecas públicas.
Entremos al universo de Irene, la escritora de literatura infantil y juvenil con publicaciones que ya suman cerca de cuarenta libros. Sus relatos tienen ficción, pero no esconden la realidad de la violencia o las innumerables dificultades del territorio colombiano. Narra los ríos, los caminos empedrados, las montañas, las ciudades, las hazañas, la alegría, la tristeza, la rabia, el miedo y la curiosidad. Y, a veces, deja en sus historias un halo de esperanza. ¿Es esa una lectura correcta?
Sí, pero no estoy tan segura del halo de esperanza. Ojalá los lectores lo tomen así. Pero cuando termino de escribir libros como “Mambrú se fue a la guerra” o “El último vuelo de Hortensia” yo soy la que no siento la esperanza. Y finalmente yo también soy lectora, aunque sea escritora. Yo quisiera dar más esperanza, pero no la encuentro porque escribo sobre todo lo que veo.
En FILBo está presentando su más reciente libro “Expedición Las mil y una noches”. ¿Nos podría narrar una pequeña reseña?
Es una gran aventura, es un viaje. Lo más importante es ese mapa que descubrí de países que van desde África hasta China por donde circulan los personajes; entrar y salir por India, Pakistán, ir a Samarcanda, lugares con nombres preciosos y poéticos. Con el libro acompaño a los personajes de Las mil y una noches y cuento cosas que no sabe la gente. Por ejemplo, en “Aladino y la lámpara maravillosa”, el malo que es el mago que lleva a Aladino a la gruta donde está la lámpara, parte de Marruecos, es un mago africano, y recorre toda la Ruta de la Seda hasta llegar a China donde está ese niño que él sabe por su magia que es el único que puede sacar la lámpara de la gruta. Este es un libro para que los niños de hoy en Latinoamérica conozcan más sobre el mundo árabe.
Quisiera pedirle un mensaje para los padres de familia que no tienen tan clara la importancia de leer.
Los padres de familia hasta cierta edad y en ciertos entornos no son lectores. Pero lo que sí les pido es que sean narradores, que transmitan, que tengan la palabra viva y que les cuenten historias a sus hijos. De allí pueden salir hijos lectores. Eso se necesita para tener un país lector, para tomar decisiones y poder participar como personas maduras, y no como infantes, en el proceso de construcción de una nación.