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Mucho antes de que Hari Seldon propusiera su radical teoría de la psicohistoria, o la aparición del cerebro positrónico en el siglo XXI, el joven Isaac Asimov leía revistas pulp de ciencia ficción en las tiendas de su padre. Habían emigrado a corta edad desde Petróvichi, un pueblo en la frontera de la extinta Unión Soviética y Bielorrusia, luego de que el hijo de los Asimov superara una neumonía.
A sus dieciocho años, el fiel seguidor de la revista Astounding Science Fiction siguió el consejo de su padre y fue en persona a las oficinas para entregar uno de sus primeros cuentos en espera de su publicación. John Campbell, el director de la revista, reconoció el nombre del muchacho, quien había enviado múltiples cartas a lo largo de los años, y habló con él.
“Vi algo en ti. Estabas ansioso y escuchabas y sabía que no te rendirías sin importar cuántos rechazos te diera. Mientras estuvieras dispuesto a trabajar duro para mejorar, yo estaba dispuesto a trabajar contigo”, le dijo a Asimov, quien tuvo sus primeros seis cuentos rechazados, hasta que en 1939 logró vender “Abandonado en Vesta”, en compañía de otros dos algunos meses después, uno de los cuales fue publicado en la revista de Campbell.
Mientras continuaba con su escritura, estudiaba ciencias y hasta intentó entrar a la escuela de medicina. Tras otro rechazo, se adentró en la química, de la cual se convirtió en profesor en 1950, año en el cual publicó su primera novela “Un guijarro en el cielo”, donde daría los primeros vistazos al Imperio Galáctico. En ella, un viejo sastre es arrojado miles de años al futuro, al punto alto del imperio, descubriendo que la Tierra es una piedra radioactiva, odiada por los sistemas planetarios por afirmar que es la cuna de la expansión humana.
De la mano de Campbell, quien se convertiría en su mentor, empezó la escritura de sus historias de robots, acuñando la palabra “robótica” por primera vez en la literatura mundial. Estas historias se compilarían en la colección “Yo, Robot”, y creó tres cláusulas lógicas que estarían programadas en los cerebros positrónicos de estas máquinas pensantes:
- Un robot no puede dañar a un ser humano, o por inacción, permitir que un humano sea dañado.
- Un robot debe obedecer las órdenes dadas por un ser humano, excepto cuando tales órdenes entren en conflicto con la Primera Ley.
- Un robot debe proteger su propia existencia, mientras su protección no entre en conflicto con la Primera o Segunda Ley.
Aquellas tres leyes se diseñaron para la protección humana ante esta nueva creación superior, y en estos relatos Asimov indagaría un futuro en el que las máquinas estarían programadas con sistemas de ética, robots disfuncionales y las complejas relaciones existentes entre seres humanos y estos humanoides de metal.
“Hari Seldon —... Nació el año 11988 de la Era Galáctica; falleció en 12069. Las fechas suelen expresarse en términos de la Era Fundacional en curso, como —79 del año 1 E. F. Nacido en el seno de una familia de clase media en Helicón, sector de Arturo (donde su padre, según una leyenda de dudosa autenticidad, fue cultivador de tabaco en las plantas hidropónicas del planeta)...”. Estas son las primeras palabras que abren “Fundación”, la primera de sus novelas que versarían sobre la caída del Imperio Galáctico, publicada en 1951.
La “Saga Fundación” partió con tres títulos “Fundación”, “Fundación e Imperio” y “Segunda Fundación”, a las que añadió en la década de los 80 un par de secuelas y dos precuelas. En ella, Hari Seldon presenta al emperador la psicohistoria, que le permite predecir la caída del imperio y ofrece una salida para que se mantenga en pie: una fundación en el rincón más alejado de los territorios imperiales, el planeta inhóspito Terminus.
Ganador de varios premios Nebula, Hugo y Locus, en 1969 logró el hito de su publicación número 100, y al final de su vida, se le acreditarían la escritura de alrededor de 500 libros, entre antologías, libros de ciencia ficción, no ficción, divulgación científica y cuentos cortos. Actualmente, se le considera como uno de los “Tres Grandes” del género, en compañía de Robert A. Heinlein —escritor de “Starship Troopers” o “Todos ustedes zombies”, adaptadas a la pantalla grande como Invasión (1997) y Predestinación (2014)— y Arthur C. Clarke —autor de “2001: una odisea en el espacio”, adaptada en la película homónima de 1968—.
Varias de las ideas presentes en sus textos se hicieron realidad con el tiempo. Predijo las videollamadas, las máquinas automáticas de cocina, los vehículos que se conducen solos, y se anticipó a los peligros que traería la superpoblación de la Tierra. Aun su sueño de abrirle puertas a jóvenes escritores para publicar sus historias, tal como Campbell le ofreció a él, sigue en circulación: la revista Asimov’s Science Fiction, que fundó en 1977.