Anclados al pasado en una “Isla perdida”
Hoy se estrena en todas las salas de cine del país, “Isla perdida”, la más reciente película de Fernando Trueba, en colaboración con Caracol Televisión. La historia de un romance que se desarrolla entre el suspenso, los secretos y el pasado.
Samuel Sosa Velandia
Fernando Trueba tiene la convicción de que no podemos huir del pasado. Que, aunque lo intentemos, siempre nos alcanza y nos atrapa. Bajo esa creencia escribió Isla perdida, su más reciente película, que nos aproxima a la historia de Alex, Max y Chico, quienes quieren dejar atrás lo que les pesa y les duele de la vida vivida, y se refugian en una isla recóndita de Grecia, en la que creen que sus secretos están a salvo.
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Fernando Trueba tiene la convicción de que no podemos huir del pasado. Que, aunque lo intentemos, siempre nos alcanza y nos atrapa. Bajo esa creencia escribió Isla perdida, su más reciente película, que nos aproxima a la historia de Alex, Max y Chico, quienes quieren dejar atrás lo que les pesa y les duele de la vida vivida, y se refugian en una isla recóndita de Grecia, en la que creen que sus secretos están a salvo.
La cinta comienza con Alex, interpretada por Aida Folch, quien se exilia de España después de padecer la parte amarga del amor. La mujer decide emprender un viaje hacia este pedazo del mar Mediterráneo, para trabajar como camarera en el restaurante de Max (Matt Dillon), un estadounidense que, desde hace años, vive en este lugar. Al inicio, los espectadores podrían pensar que se trata de una historia más de romance. Ella se interesa por conocer a ese hombre silencioso y tímido al que le gusta estar en la cocina, pero que, sobre todo, la hace sentir acogida.
En ese interés por saber más sobre Max, Alex conoce a Chico, personificado por Juan Pablo Urrego, quien maneja el barco que conecta la isla con tierra firme. Este joven aventurero y divertido también ha dejado su lugar natal para buscar otro hogar. Y aunque él se siente atraído por Alex, resultan siendo confidentes. Solo amigos.
A ella le intrigan cosas de aquel chef. Siente que hay un secreto que esconde. Es entonces cuando su amor no solo se hace un soplo de esperanza para él, sino que también lo obliga a abrir su “caja de pandora”. Para este punto de la historia, el romance deja de protagonizar. Llega la oscuridad.
Y ese era el objetivo de Trueba: crear un “thriller” al estilo de Alfred Hitchcock y de Patricia Highsmith, quienes han inspirado su carrera desde los inicios. La alta tensión emocional, la trama llena de giros inesperados y ese “romanticismo exacerbado, llevado a extremos psicóticos” que lo atrajo de las novelas de Highsmith, fue lo que no perdió de vista desde hace algunos años cuando escribió este guion, que no había visto las luces ni las cámaras porque primero cumplió con otros compromisos, y luego llegó la pandemia. Sin embargo, dice el director que su obsesión es imparable.
El suspenso y el “thriller” siempre lo han atraído y por eso quería volver a ese género, en el que asegura que no solo le interesa la historia, sino crear una atmósfera que potencie la narrativa. “Una de las cosas más hermosas de este género es crear con la película un clima dramático que se vaya enrareciendo, que se vuelva amenazador y angustioso. Ahí está el reto del director”. Por eso explica que este es, para él, el “género más cinematográfico que existe”, pues exige que hasta el mínimo detalle aporte a la historia.
“En el suspenso la cámara es un personaje: hace parte de la acción de lo que cuentas y te sirve para transmitir sensaciones al público. Eso te exige encontrar el mejor tratamiento visual en cada plano. A eso se debe que Hitchcock sea tan importante en la historia del cine: fue un innovador visual”, detalla Trueba.
Así decidió construir el filme en tres actos, correspondientes a las estaciones: verano, otoño e invierno, pues el color va cambiando con el paso de la historia, que comienza con la luz del Mediterráneo y termina con una atmósfera que evoca el terror y lo gótico. El cineasta asevera que nunca tuvo una película tan clara en términos visuales y que eso también le permitió determinar que la acción se desarrollaría en una isla, porque sería el escenario perfecto para encarnar los claros y los oscuros de la historia.
“La isla jugó un papel importante en la historia porque permitió mostrar cómo un lugar paradisíaco se puede convertir en un sitio angustioso. Es una película que empieza en la luz y termina en la oscuridad y, poco a poco, se va deslizando hacia otro lugar”, sostiene. Aunque encontrar ese lugar sería uno de los mayores retos de hacer este filme. Trueba cuenta que, junto a Diego López, el director de arte de Isla perdida, viajaron varías veces porque no encontraban esa isla que cumpliera con lo que tenían en su cabeza, hasta que llegaron a Trikeri, una villa griega ubicada en el golfo Pagasético, que los “enamoró a los dos”. “Llevábamos tres viajes de localizaciones sin haber encontrado lo que queríamos y, finalmente, encontramos este lugar. Sin embargo, cuando se lo dijimos a los griegos de producción, ellos nos manifestaron que era muy complicado logísticamente: era demasiado lejano. Les dije que el cine tenía la virtud de conseguir que un lugar se transformara en algo fácil de trabajar”.
Gran parte del equipo con el que trabajó para esta cinta se integró por viejos conocidos. Con algunos hizo la adaptación cinematográfica de la novela de El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince. Entre ellos, Sergio Iván Castaño, director de fotografía, y Juan Pablo Urrego.
Urrego, quien le da vida a Chico, cuenta que antes de terminar el rodaje de El olvido que seremos, Trueba le hizo la invitación para que participara en Isla perdida y que, sin dudarlo, aceptó. Tras la pandemia, en septiembre de 2022, emprendió su viaje a Grecia para interpretar a un personaje que encarna los momentos de luz en la película.
“Con Fernando teníamos videollamadas seguidas. Él quería era mostrar un personaje muy alegre y divertido que fuera un bálsamo para esta historia, pues el de Matt Dillon es un poco más pesado, más oscuro, serio e introvertido”, recuerda el actor colombiano.
Su personaje es el de un joven brasilero, una realidad totalmente alejada de la de su cotidianidad, pero dice Urrego que esa es la fortuna de la actuación: “Cada personaje te permite entender universos desconocidos”.
“Fernando me dijo que él no quería que mi personaje fuera colombiano: ya había un español, y no quería que nos comunicáramos en ese idioma, quería que la película se narrara, totalmente, en inglés. Se barajó la posibilidad de que fuera italiano, pero llegamos al brasilero, que era algo más cercano”.
El actor manifiesta que no le gustan los personajes a los que no les pasa nada en la historia. Que prefiere cuando encarnan diversas situaciones y emociones, como Chico, quien transita por el amor, el desamor y la ira. “Cada trabajo te da muchos aprendizajes y te sensibiliza. He aprendido a observar y no juzgar; a no ir tan rápido en la vida como para pasar por encima de las cosas y a entender que el pasado importa”.