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Para evitar un nuevo Holocausto, “recordar ya no es suficiente, hay que aprender de los que dijeron no”, aseguró el escritor italiano Ivan Sciapeconi, que publicó en español 40 abrigos y un botón, la odisea real de un grupo de niños judíos “salvados” por los habitantes de un pueblo del norte de Italia.
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Profesor de primaria en una escuela "de alta complejidad", donde enseña a niños llegados "en patera", Sciapeconi explica que escribió su primera novela para contar una "historia de solidaridad y acogida" sobre los menores en el Holocausto, pero también sobre sus propios alumnos.
“Era el momento de hacerlo, vemos que en Italia, y no solo aquí, está de vuelta un fuerte racismo”, dice el autor, que recuerda que el detonante fue la noticia de que un individuo había disparado a seis inmigrantes africanos en su localidad natal, Macerata, en el este del país.
Una asignatura llamada racismo
Sciapeconi, un admirador de la literatura en español que cita a Ernesto Sabato o Almudena Grandes, entre otros muchos autores, cuenta en 40 abrigos y un botón la historia de los habitantes Nonantola, que en 1942 escondieron en Villa Emma a 40 menores de varios países centroeuropeos que escapaban de los nazis.
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La novela protagonizada por Natan, un personaje inspirado en una de las niñas que vivieron la historia real, proporciona un atisbo de optimismo en medio del horror y recuerda a quienes dieron “un paso adelante” en una Italia fascista en la que, como explica el escritor, los niños estudiaban “una asignatura llamada racismo”.
Casi todos los personajes son reales, como el sacerdote Arrigo Beccari y el médico Giuseppe Moreali, declarados ‘Justos entre las Naciones’ por Israel, y Sciapeconi revela un “pequeño rastro” para localizarlos en el libro: cada vez que el protagonista dice un nombre y añade “que no será olvidado”, esa persona existió.
Un dolor que necesita ser curado
40 abrigos y un botón es una historia actual, pues muchos niños se ven obligados a huir y a vivir situaciones que recuerdan a las que sufrieron Natan y sus amigos 80 años antes.
“Los chicos que llegan a ‘Villa Emma’ huyen sin tener culpa. Los niños que llegan hoy a Europa tampoco la tienen, pero todos llevan un dolor que necesita ser curado. Los primeros encontraron un pueblo, Nonantola, que lo hizo, pero tengo la impresión de que hoy en día es más difícil hallar historias valientes de acogida como esta”.
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Sciapeconi eligió ser profesor por eso: "El verdadero trabajo del maestro se mide en los niños y niñas que tienen menos oportunidades en la vida".
Y en el Día en Memoria de las Víctimas del Holocausto, que se celebra cada 27 de enero, reflexionó: “En Italia tenemos manifestaciones neofascistas continuamente, en Alemania también, así que recordar no es suficiente, tal vez es necesario aprender de las personas que dijeron que no, esa es la historia de Villa Emma”.
Los chicos de Nonantola "recibieron una educación fascista, pero cuando conocieron a los judíos cambiaron de opinión y los aceptaron. Eso es lo que tenemos que aprender de ellos: estar siempre listos para hacer frente al racismo, ese es el lugar que puede reunirnos".
Solo el perdón puede romper el círculo
Los protagonistas de la novela sueñan con llegar a Palestina, algo que ahora parece una terrible paradoja, pues en Gaza ahora los niños muren bajo las bombas de Israel, cuyos habitantes fueron las mayores víctimas del Holocausto.
“Escribí este libro en 2020. En un momento dado, Natan dice, al pasar por debajo de banderas con la esvástica, que el lugar al que llegarán no debe tener banderas. Ahora allí hay un enfrentamiento de dos nacionalismos opuestos. Parece una predicción de lo que iba a pasar”, comentó.
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Israel “debería saber que en este momento las bombas que caen en Gaza, caen sobre las cabezas de los niños que probablemente serán terroristas en 20 años. Así no se logra la paz. No se hace un buen uso de la memoria”.
Para romper el círculo “sería necesario el perdón”, aunque tiene muy clara la mejor solución: “Soy un firme defensor de los desertores, cuando la gente abandone las guerras no habrá más”.