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                                                                                                                                Jack Kerouac: el camino de un patético beat

                                                                                                                                Cincuenta años atrás falleció Jack Kerouac, uno de los miembros de la Generación Beat de la literatura norteamericana, que influyó decididamente en las posturas ideológicas de las generaciones de los años 60 y 70.

                                                                                                                                Laura Camila Arévalo Domínguez- @lauracamilaad

                                                                                                                                Jack Kerouac (1922-1969) fue pionero de la Generación Beat. En su narrativa se destacan temas como la religión y el jazz. / Ilustración: Tania Bernal
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Puede leer: Un whisky con William Burroughs

                                                                                                                                Kerouac nació en Lowel, Massachusetts, en 1922. Fue el último de tres hijos de un matrimonio francocanadiense. En su casa siempre se habló francés, motivo por el cual su segunda lengua fue el inglés. Tal vez uno de los primeros indicios de que su nacionalidad la viviría como quisiera. Uno de los episodios que marcó la vida de Kerouac fue la muerte de su hermano Gerard, a causa de una fiebre reumática.

                                                                                                                                Ti Jean, como le decían durante su infancia, corrió feliz y con un gesto de descanso a contarle a su padre que su hermano había muerto, reacción que prendió las alarmas de una familia que nunca pudo entender la euforia del niño frente a la muerte, la espoleta del rencor que su padre fue cultivando a lo largo de los años en los que en más de una ocasión lamentó que el muerto hubiese sido Gerard y no Jack.

                                                                                                                                Durante los años de la Gran Depresión norteamericana transcurrió la adolescencia de Kerouac, una etapa de fútbol americano y mucha escritura, en la que en algunas ocasiones se avergonzó al notar que sus compañeros se burlaban de su obsesión con las letras. Intentó alejarse no solo de la pluma, sino también del sexo, acto que consideraba pecaminoso en un primer momento, y que más adelante se convertiría a una de sus más grandes obsesiones junto a la religión y las drogas.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Puede leer: Un aullido obsceno

                                                                                                                                A finales de los años 40 se inició la Generación Beat y Kerouac comenzó el recorrido por el camino cercano al éxtasis, topes de placer que tuvo que pagar muy caro, sobre todo porque no solo serían las lecturas de Pound, Fitzgerald y Scott las que lo llevarían a despojarse de cada imposición y norma literaria, sino el encuentro con Neal Cassady, quien además de compartir su gusto por el bebop, una mutación del jazz que jugaba con las notas a velocidades altas y los ritmos a destiempos, lo influenció determinantemente.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Para Kerouac, las prostitutas, drogadictos y vagabundos del Times Square eran “ángeles”, y Cassady se los puso al frente. A partir de este momento, la aventura ubicada en el Oeste, la libertad tan lejana pero tan anhelada, se convirtió en la nueva obsesión del escritor, que producía a velocidades sobrehumanas y se entregaba a la máquina sin prevenciones.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Las carreteras entre México, Nueva York y Florida fueron los principales testigos de los estados que recorrió la consciencia del escritor, a quien en la Marina calificaron con el coeficiente intelectual más alto de la base y una personalidad esquizoide. “He sostenido siempre que cuando escribes tienes que olvidar todas las normas, los estilos literarios y demás presunciones como palabras importantes, oraciones arrogantes y frases por el estilo, es decir: saborear las palabras como el vino…”, le escribió Cassady, durante una de sus tantas separaciones en un intento por motivarlo a que no se alejara del camino y la escritura. Adicto a la bencedrina o, más que a la bencedrina, a la posibilidad de mantenerse ávido y expectante, Kerouac recorría el país con una profunda oscuridad que le atravesaba la vista y el alma, atendiendo así el consejo de su amigo, que más de una vez lo abandonó ebrio y sin dinero en cualquier carretera de cualquier estado.

                                                                                                                                Kerouac jamás soltó la máquina de escribir, que comenzó a usar de una manera distinta al resto, no solo porque le exasperaba cambiar cada tanto la hoja en el rodillo y prefería pegar hoja tras hoja hasta componer un rollo, sino porque entendió que el ruido de cada tecla no era únicamente la creación de un nuevo mundo, era también el principio de su irreverencia y de su vida al margen de lo común y de lo políticamente correcto.

                                                                                                                                Jack Kerouac (1922-1969) fue pionero de la Generación Beat. En su narrativa se destacan temas como la religión y el jazz. / Ilustración: Tania Bernal
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Puede leer: Un whisky con William Burroughs

                                                                                                                                Kerouac nació en Lowel, Massachusetts, en 1922. Fue el último de tres hijos de un matrimonio francocanadiense. En su casa siempre se habló francés, motivo por el cual su segunda lengua fue el inglés. Tal vez uno de los primeros indicios de que su nacionalidad la viviría como quisiera. Uno de los episodios que marcó la vida de Kerouac fue la muerte de su hermano Gerard, a causa de una fiebre reumática.

                                                                                                                                Ti Jean, como le decían durante su infancia, corrió feliz y con un gesto de descanso a contarle a su padre que su hermano había muerto, reacción que prendió las alarmas de una familia que nunca pudo entender la euforia del niño frente a la muerte, la espoleta del rencor que su padre fue cultivando a lo largo de los años en los que en más de una ocasión lamentó que el muerto hubiese sido Gerard y no Jack.

                                                                                                                                Durante los años de la Gran Depresión norteamericana transcurrió la adolescencia de Kerouac, una etapa de fútbol americano y mucha escritura, en la que en algunas ocasiones se avergonzó al notar que sus compañeros se burlaban de su obsesión con las letras. Intentó alejarse no solo de la pluma, sino también del sexo, acto que consideraba pecaminoso en un primer momento, y que más adelante se convertiría a una de sus más grandes obsesiones junto a la religión y las drogas.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Puede leer: Un aullido obsceno

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Para Kerouac, las prostitutas, drogadictos y vagabundos del Times Square eran “ángeles”, y Cassady se los puso al frente. A partir de este momento, la aventura ubicada en el Oeste, la libertad tan lejana pero tan anhelada, se convirtió en la nueva obsesión del escritor, que producía a velocidades sobrehumanas y se entregaba a la máquina sin prevenciones.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Las carreteras entre México, Nueva York y Florida fueron los principales testigos de los estados que recorrió la consciencia del escritor, a quien en la Marina calificaron con el coeficiente intelectual más alto de la base y una personalidad esquizoide. “He sostenido siempre que cuando escribes tienes que olvidar todas las normas, los estilos literarios y demás presunciones como palabras importantes, oraciones arrogantes y frases por el estilo, es decir: saborear las palabras como el vino…”, le escribió Cassady, durante una de sus tantas separaciones en un intento por motivarlo a que no se alejara del camino y la escritura. Adicto a la bencedrina o, más que a la bencedrina, a la posibilidad de mantenerse ávido y expectante, Kerouac recorría el país con una profunda oscuridad que le atravesaba la vista y el alma, atendiendo así el consejo de su amigo, que más de una vez lo abandonó ebrio y sin dinero en cualquier carretera de cualquier estado.

                                                                                                                                Kerouac jamás soltó la máquina de escribir, que comenzó a usar de una manera distinta al resto, no solo porque le exasperaba cambiar cada tanto la hoja en el rodillo y prefería pegar hoja tras hoja hasta componer un rollo, sino porque entendió que el ruido de cada tecla no era únicamente la creación de un nuevo mundo, era también el principio de su irreverencia y de su vida al margen de lo común y de lo políticamente correcto.

                                                                                                                                Por Laura Camila Arévalo Domínguez- @lauracamilaad

                                                                                                                                Temas recomendados:

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