Javier Chinchilla: “Escribir me ha dado madurez mental”
Una entrega más de la serie Historias de vida, escrita por Isabel López Giraldo. El artista plástico Javier Cinchilla habla de sus orígenes, su trayectoria en las artes (plásticas y escritura), además de su paso por la academia.
Isabel López Giraldo
Me considero cauto, solitario, poco romántico. Soy un devenir de situaciones, un artista ecléctico.
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Me considero cauto, solitario, poco romántico. Soy un devenir de situaciones, un artista ecléctico.
Orígenes
El apellido Chinchilla viene de España. Pedro Chinchilla, ascendente paterno, viajó a América por Misisipi, bajó a Costa Rica y a Colombia hasta el Norte de Santander. Gustavo Chinchilla, mi papá, llegó muy niño al Huila. Comenzó como soldado, luego fue suboficial del Ejército, donde se le reconoció como enfermero. Fue una persona muy alegre, polifacética, un filántropo a quienes todos quisieron.
Edelmira Nieto, mi madre, nació en el Cauca, se crio en el Huila, fue docente y se dedicó toda la vida a coser en su Singer, y lo sigue haciendo a sus ochenta y tres años. Es una mujer muy sensible, tradicional, nació para ser madre. La definiría como una campesina pulidita, hermosa.
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Cuando mis papás se conocieron, mi papá era viudo con hijos. Se casaron y conformaron una familia de nueve hijos.
Pilares de la familia
Mi papá murió cuando yo tenía siete años, entonces crecí con mi mamá y rodeado de nueve hermanos. La tradición católica fue guía para nuestra educación, al igual que la disciplina y el ejemplo. Recuerdo siempre ver a mi mamá leyendo. Nos sacó adelante cosiendo y apoyada en la pensión que le dejó papá de la Policía Nacional.
Academia
Para ir a la escuela mi mamá me entregó un lápiz de color amarillo de marca Mirado, un borrador de rayas que más parecía para lijar paredes y un cuaderno herencia de alguno de mis hermanos, pues estaba empezado. Esa fue mi preparación para la academia, aunque nunca me gustó porque yo quería seguir jugando y no hacer nada más.
El primer día de clases me llamó la atención el ver que unos niños lloraban, siempre he sido observador. Fue ahí cuando empezó mi inquietud por las artes, mis compañeros decían que yo dibujaba bien, hacía los dibujos de los proyectos de mis hermanos mayores. En quinto de primaria un profesor me preguntó: “¿Usted qué hace, pinta, canta?”. Se retiró y me dejó pensando. Alguna vez ubicó el dibujo de un gato en el tablero y pidió que lo dibujáramos, y resultó que el trabajo de otro niño y el mío fueron los mejores. De ahí siguió el hacer las carteleras del colegio que atrajo un buen número de enamoradas.
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Mi mamá tenía en la biblioteca de la casa la enciclopedia española Nuestro Siglo, con ilustraciones maravillosas que llamaron mi atención, pues mi psicología ha sido gráfica. Pero a todos incomodaba que un niño tocara los libros, entonces me la llevaba a escondidas a mi cuarto.
Desde niño he sido buen conversador, el que cuenta chistes, los profesores me ponían a leer frente al grupo, pero académicamente no lograba obtener buenos resultados. En algún momento se me ocurrió apoyarme en los compañeros para que me hicieran las tareas, hice trampa en las evaluaciones, les compensaba con mis trabajos de dibujo que hice para ellos.
Un profesor me dijo que yo debería estudiar Derecho, pero yo tenía claro que lo mío era el arte, lo que él desestimó. Siento distancia y hasta temor a la competencia, no me han gustado los concursos.
Pasé por varios colegios y los dos últimos años los hice en uno nocturno. Vibré con todo lo que nos tocó vivir en los años ochenta. Una vez me gradué, viajé a Cúcuta donde mi hermano estaba vinculado a la Marina, después se hizo comerciante. Trabajé con él durante los tres años, pero también busqué dónde estudiar arte y llegué al Instituto de Cultura del Norte de Santander. Conté como profesores a Helena Merchán y Emiliano Villamizar. Una profesora me pidió que dibujara algo y de inmediato me dijo que al día siguiente me vincularía como asistente. Fue así como conocí un caballete, un pincel, un óleo.
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Universidad del Cauca
Después de un año como asistente, pasé a la Universidad del Cauca donde hice el pregrado en artes. Aprendí de artistas como Ever Astudillo, Ricardo Amaya, Adolfo Torres. La experiencia en Popayán fue otro asunto, me formé en plástica, dominé la técnica, los conceptos, la teoría, el método, tenía todo para desarrollar una carrera, pero no me reconocí como artista. El profesor Torres nos dijo: “Todo profesional debería enseñar por lo menos una hora (a la semana), también debería hacer las cosas por amor”.
Trayectoria
Una vez obtuve el título viajé a Pitalito, también a Cúcuta, donde intenté vivir del arte y me estrellé contra la realidad. Por esos días mi hermano me dijo que cuando compró un repuesto, se lo entregaron envuelto en un periódico en el que leyó que requerían de un diseñador gráfico. Me presenté y esa misma tarde me asignaron doce materias. Entonces comencé como docente en el Instituto Bolivariano de Diseño Gráfico, luego fui docente de arquitectura en la Universidad de Santander, pero con sentimientos encontrados, pues si bien la docencia me proveía de recursos para pagar mis cuentas, lo que quería era pintar.
Decidí retirarme e irme a vivir al campo donde empecé a descubrirme en soledad. Ahí supe que sí era pintor. En un libro de arte que publicó el Banco Davivienda, consignó una entrevista a Juan Antonio Roda en la que contestó a una pregunta de esa forma: “Un artista nace, pero no sé cuándo”. Yo sentí que nací en ese momento. Soy un artista no figurativo, mi preocupación plástica es la abstracción.
La mayor libertad que tiene el ser humano es la de expresarse, escucharse, valorarse, ser consciente de los momentos de calma con la inquietud de la vida. Me han impactado, conmovido, conversaciones con gente del arte, quienes me llenaron de entusiasmo para continuar. Es el caso de Roda, de Gustavo Zalamea cuando estaba en la Escuela de Artes de la Nacional, quienes tuvieron resonancia en mi devenir como artista.
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Alguna vez me encontré con un indigente en una Semana Santa en Popayán, quien mientras yo dibujaba en la calle me dijo: “Qué bien que lo hagas así. Parece un Goya. Lo importante es que no te copies”. Nunca lo volví a ver.
También recuerdo a una niña de Pitalito, quien se presentó a una convocatoria de la Alcaldía, en la que coincidimos. Era 1977. Llevé un pedazo de cartulina rosada que mi hermana me había dado, también el lápiz amarillo y el borrador de rayas. La niña, muy pobre, llevó una cajita de seis colores, como para esculpir en mármol, me dijo: “¿Necesita colores?”. Era lo único que ella tenía. No logro olvidarla. Alguna vez le dije a una amiga que me ayudara a encontrarla, sé que vive en el Putumayo y, si lee esto, ojalá me busque porque le quiero regalar uno de mis cuadros.
Escritor diletante
He sido un diletante de la escritura. He escrito dos libros de arte como producto de mi protesta a la academia. El más reciente: Dibujar es escribir, escribir es dibujar. Escribir me ha dado madurez mental, me ha llevado a dar cambios en mi propuesta artística como pintor y me condujo a la escultura.
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Escultor
Después de mucho dibujar, comencé el proceso inverso, el de desdibujar, porque pasé a la abstracción después de trece o catorce años de estudiar diferentes técnicas. Descubrí elementos pictóricos que fueron los pilares para decidirme por la escultura. Sentí que lo que ya había hecho en pintura requería otro nivel. Quería perforar mi alma y también un material más duro para impactar un espacio físico, pero también mental.
Exposiciones
Entre un número importante de exposiciones en el país y otras internacionales, recuerdo muy especialmente la que hice en el Museo de Arte Moderno Eduardo Ramírez Villamizar en Pamplona. Exponer en la casa del maestro Villamizar junto a sus obras, leerlas, observarlas, palparlas y estudiarlas, para luego pasar a la sala en la que se exponía mi trabajo, me brindó una gran satisfacción. No he dejado de pintar, pero me intereso ahora más por la escultura.
Participé, por invitación de Darío Ortiz, en una colectiva junto a David Manzur y con obras de Villamizar, mi más reciente exposición que acabamos de desinstalar en el Museo de Arte del Tolima. Esta ha sido muy importante para mí.
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