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Javier Sáez: la inteligencia artificial es una amenaza para la ilustración

El ilustrador también mostró su descontento por la digitalización de la venta de historietas.

Salvador Ruiz
26 de marzo de 2024 - 12:01 a. m.
Javier Saéz ganó Premio Nacional de Ilustración en España.
Javier Saéz ganó Premio Nacional de Ilustración en España.
Foto: Agencia EFE
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Javier Sáez, Premio Nacional de Ilustración de España, escritor y pintor, considera que la inteligencia artificial (IA) entraña una amenaza para la ilustración, donde “puede entrar como un elefante en cacharrería”, y recuerda otra época de los quioscos, que eran “una biblioteca en la calle” y estaban “llenos de historietas”.

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Este polifacético creador, que se resiste a la tecnología, percibe la IA como un invitado muy inquietante: “Es como si estás en casa con tu familia haciendo vida normal y, de repente, descubres que se ha colado una presencia que no acaba de ser un invitado, que no sabes quién es y que resulta invasiva”.

“La pintura tiene un lado físico, estás trabajando con materia, parece que ahí todavía tenemos una ciudadela, una fortaleza que nos protege; pero en el mundo digital no se sabe qué es un vídeo real, un fake (uno falso). En la ilustración digital lo mismo, esto puede entrar como un elefante en cacharrería”, señala

Sáez añora los cómics de quiosco y afirma que para entender estas publicaciones “hay que entender lo que significaron los quioscos, que estaban llenos de historietas”, y asegura que era un fenómeno popular que ha desaparecido. “El cómic ahora ya no lo ves en la calle, tienes que ir a buscarlo o pedirlo por Amazon. Ya no tiene un público tan amplio como en el pasado”.

Sobre si cree que las administraciones deben fomentar la lectura de cómic, Sáez es reacio a pensar que la solución de los problemas la deba dar el Estado. “Lo que me gustaría es que el Estado no nos cree problemas como artista. Más que reforzar la cultura de la subvención, preferiría que como autónomo no me crearan muchos problemas, sobre todo de tipo burocrático, de tipo fiscal”, resalta.

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El quiosco de antaño lo recuerda como “el gran mediador porque era una biblioteca en la calle, pero esto ya no se puede traer de vuelta porque la gente por la calle va mirando el móvil”, reflexiona para añadir que quizás se podrían emprender políticas para crear puntos de lectura.

Los cómics, su juego infantil

“Con cinco años estaba haciendo libritos y tengo cómics de cuatro años, era mi juego infantil”, rememora. Su proceso creativo lo compara “con una maraña, con una selva”, porque van surgiendo más proyectos de los que puedes realizar “y se ahogan unos a otros”.

Este Premio Nacional de Ilustración en 2016 explica que los niños de finales de los años 60 o 70 tenían en casa muchos tebeos y que su afición le vino “del roce con los libros” y con aquellas publicaciones. “Hacía libros de animales, tebeos, me inventaba periódicos. Lo único que no hice fue ‘la guía de teléfonos’. Era como un juego de simular un libro y hacer mi versión, pero, sobre todo, los tebeos, las historietas”, evoca.

Popeye

Confiesa que le gustaban mucho las tiras cómicas de Popeye el marino y que tiene “cierta fijación con cosas muy lejanas en el tiempo” y la “literatura barata de monstruos” de carácter popular, y entiende que un ilustrador tiene algo de pintor y algo de escritor. Le cuesta señalar al mejor ilustrador: “Si me preguntara el mejor pintor me resultaría más fácil porque diría Velázquez; en esto de la Ilustración, uno encuentra referentes por todas partes, para mí lo son el gran arte, pero también la publicidad y el cine”.

“La gente quiere recuperar el soporte, el contacto con el papel; aunque como ya no está la mediación del quiosco, hay que buscar ese encuentro de otra manera”, incide, al tiempo que destaca la apuesta de la editorial sevillana Barrett al reeditar su libro Extraños, un tributo a los cómics clásicos y películas de terror de serie B.

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Ahora trabaja en un contrato de obra artística con la Diputación de Huesca y en una exposición para Madrid en junio; se mueve entre el arte y la literatura y sitúa el público principal del cómic en los jóvenes o adultos jóvenes, entre los 30 y 40 años.

Un valor en sí

Aunque considera que el cómic vale como cantera de lectores de otro tipo, cree que “puede ser un medio valioso de por sí. Si después de leer un cómic acabas leyendo El Quijote es magnífico, pero si lees buenos cómics, también tiene un valor”.

“La Ilustración, lo que tiene, es una gran capacidad narrativa. Estoy dibujando y estoy contando cosas; como me he movido siempre en una especie de lugar fronterizo, me encuentro cómodo en un terreno que no es exactamente literatura, ni exactamente el arte que entendemos del museo”, asevera. Y recuerda que “no era lo mismo abrir un tebeo que coger un libro, El Quijote con grabados de Doré; eran dos experiencias, todas muy atractivas” y cree que ahí se aficionó a la ilustración.

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Por Salvador Ruiz

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