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Paso sin detalle por la programación para decir que lo distrital es una muestra pequeñita, pero nutrida, de la opulenta oferta de jazz de Bogotá. Hay propuestas ortodoxas y experimentales, unas que reciben el influjo de la música del norte del continente, otras que exploran maneras de entrar en contacto con lo autóctono y otras que pisan los terrenos del ruido y la improvisación libre. Esto da cuenta de una escena local dinámica que va más allá de la intención de emular lo que ocurre en Estados Unidos y Europa, y que, más bien, busca aportar a esta suerte de lenguaje universal con perspectivas frescas e innovadoras.
Con los invitados nacionales e internacionales, que le apuestan a la cumbia, la electrónica, el flamenco, el folclor iberoamericano y lo afrolatino, se insiste en que la etiqueta ‘jazz’ como género musical está mandada a recoger (esto desde hace mucho tiempo), para entenderla, mejor, como dijo el año pasado en esa tarima el guitarrista Sergio Páramo: “una filosofía de creación”. Quienes lean estas líneas y tengan prejuicios con el jazz porque lo asocian con elitismo, academicismo y refinación (o aburrimiento), los invito a que se olviden de ello y descubran el jazz como una manera de entablar diálogos musicales en la que todo es posible, interesante y divertido.
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En virtud de lo anterior, y como siempre, vale la pena asistir a Jazz al Parque con un espíritu de curiosidad. Primero, para enterarse de qué está pasando con la movida local y apoyarla. Los lugares en los que circula este tipo de música en Bogotá, bares y centros culturales pequeños, de aforo limitado y boletería (aunque siempre barata), pueden ser vistos por la mayoría como una barrera. Pero este es un festival de entrada gratuita, en un parque con capacidad para miles de personas y un ambiente muy amigable. Y segundo, para dejarse sorprender por lo elástica que es esta música, que con más regularidad se cruza con el pop, el rock, el rap, la salsa y el folclor de todo el mundo, con lo de masas y lo popular.
Ahora, es menester hacer un llamado de atención al Instituto Distrital de las Artes –IDARTES– por su tardanza y falta de estrategia en la comunicación previa al festival. La imagen oficial fue lanzada hace apenas pocos días, y las redes sociales y página web oficiales contienen muy poca información sobre los artistas. Esta desatención es grave, pues no se convoca a una audiencia que debería ser cada vez más grande en medio de un contexto local, nacional y mundial en el que hay más y más jazz que se manifiesta de muchas formas diversas en diálogos inter y transdisciplinares. Ojalá en los próximos días corrijan para lograr llamar a un público amplio.
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Finalmente, me sorprenden negativamente dos decisiones de programación. La primera es la omisión del regreso de Edy Martínez a Colombia, el lanzamiento de su último disco y el estreno reciente de una película biográfica que celebra al pianista. Martínez es uno de los veteranos más importantes del jazz colombiano y debería ser invitado central este año. La segunda es que parece que lo de la big band femenina del año pasado, que tanto nos entusiasmó, que alguna muestra dio de que se impulsaría el papel de la mujer en el jazz local, podría quedarse en un one hit wonder, pues todo indica que este año no hay big band, ni femenina ni mixta.
En conclusión, Jazz al Parque no pierde su atractivo y las decisiones de programación parecen acertadas, a pesar de que el festival de este año pueda ser más pequeño que los de las versiones anteriores, pre y postpandémicas. Surgen dudas sobre la forma en la que el IDARTES cierra este año y con ello un ciclo de gobierno local, pero la cita hay que cumplirla y evaluar este evento a la luz de la calidad artística.
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