J. D. Salinger: de autor a demandante (Litigar para contar)
J. D. Salinger estuvo involucrado en varios juicios. En esta nueva entrega de la serie “Litigar para contar” reseñamos uno. En esta serie publicaremos narraciones de algunos juicios históricos.
Victor Cabezas Alban*
El fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 coincidió con el lanzamiento de El guardián entre el centeno. J. D. Salinger publicó ese relato en entregas periódicas en la revista Collier’s. Seis años después se publicaría en un libro compacto que pondría las palabras, las comas y los puntos precisos para reflejar lo que una generación sentía frente a la autoridad expresada en padres, colegios, aspiraciones y cánones. El guardián entre el centeno fue una suerte de traducción del pulso de una generación. Se estima que unas sesenta y cinco millones de copias del libro se han vendido.
El éxito de la novela vino de la mano de la resistencia del autor a la exposición pública. A partir de la tercera edición, su fotografía fue retirada de la contraportada. Le pidió a su agente literario que quemara toda la correspondencia de sus seguidores. A fines de 1955 –el mismo año en que su obra despuntaba– Salinger se mudó a Cornish, un pequeño pueblo en Nuevo Hampshire. Los lectores tendrían noticias de Salinger de la mano de sus abogados.
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Salinger estuvo involucrado en varios juicios. Aquí reseñamos uno. El de Ian Hamilton, un escritor inglés que decidió escribir la biografía del escurridizo y fantasmal Salinger. A pesar de que el mítico autor de El guardián entre el centeno rechazó charlar con su ‘futuro biógrafo’, Hamilton igualmente la escribió a partir de fuentes secundarias: conversaciones con quienes lo conocían y una selección de cartas que el escritor había intercambiado con Ernest Hemingway, con sus editores y con una vecina de Cornish. Esos materiales fueron la base para construir una biografía bautizada como Salinger: A writing life.
Tan pronto el escritor se enteró de la pretensión de Hamilton de hacer su biografía a partir de sus cartas, llamó a su abogado. En 1986, el equipo jurídico de Salinger presentó una demanda en contra de Ian Hamilton argumentando que no podía usar sus misivas inéditas para construir una obra literaria autónoma. Hamilton estaba escribiendo una biografía valiéndose de su nombre, de su prestigio y de sus palabras inéditas. En primera instancia, Salinger perdió. La corte encontró que “el uso que hace Hamilton del material protegido por derechos de autor de Salinger es mínimo e insustancial”. Es decir, como las cartas inéditas no eran el foco central de la biografía, Hamilton no infringió los derechos de autor de Salinger.
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Una corte de apelaciones tuvo una opinión distinta. Ian Hamilton no estaba usando incidentalmente las cartas de Salinger, sino que eran, de hecho, un vértice de la biografía. Aunque las citas textuales no dominaban el libro, parafraseo y las referencias indirectas eran numerosas y marcaban el carácter de la obra. Eso, según la corte, infringía el derecho de autor de Salinger. Y aquí un detalle interesante. La protección legal a las obras no se restringe al conjunto de palabras. La literalidad es solo una capa, pues la asociación, ideación, la imaginación detrás de las obras literarias, ese intangible, también está protegido. Entonces, el parafraseo y el uso indirecto de la correspondencia de Salinger era una forma de integrar ese universo del autor a la biografía. Por eso había una infracción. Porque Salinger mantenía el control sobre el destino literario de esas cartas.
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La corte enfatizó que el hecho de que la correspondencia fuera inédita cambiaba el panorama del juicio y limitaba las posibilidades de Hamilton de usarla con libertad. Salinger ganó. Ian Hamilton tuvo que rescribir el libro y replantearlo. Ya no era una biografía, era una búsqueda. Una exploración de quién era ese personaje anónimo detrás del mítico nombre J. D. Salinger., que hasta ese momento protegía su anonimato, su reclusión con ahínco.
*Profesor de derecho, cuentacuentos. Transforma juicios en historias cercanas. Autor de Leyes y Leyendas, 7 juicios que cambiaron la historia.
El fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 coincidió con el lanzamiento de El guardián entre el centeno. J. D. Salinger publicó ese relato en entregas periódicas en la revista Collier’s. Seis años después se publicaría en un libro compacto que pondría las palabras, las comas y los puntos precisos para reflejar lo que una generación sentía frente a la autoridad expresada en padres, colegios, aspiraciones y cánones. El guardián entre el centeno fue una suerte de traducción del pulso de una generación. Se estima que unas sesenta y cinco millones de copias del libro se han vendido.
El éxito de la novela vino de la mano de la resistencia del autor a la exposición pública. A partir de la tercera edición, su fotografía fue retirada de la contraportada. Le pidió a su agente literario que quemara toda la correspondencia de sus seguidores. A fines de 1955 –el mismo año en que su obra despuntaba– Salinger se mudó a Cornish, un pequeño pueblo en Nuevo Hampshire. Los lectores tendrían noticias de Salinger de la mano de sus abogados.
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Salinger estuvo involucrado en varios juicios. Aquí reseñamos uno. El de Ian Hamilton, un escritor inglés que decidió escribir la biografía del escurridizo y fantasmal Salinger. A pesar de que el mítico autor de El guardián entre el centeno rechazó charlar con su ‘futuro biógrafo’, Hamilton igualmente la escribió a partir de fuentes secundarias: conversaciones con quienes lo conocían y una selección de cartas que el escritor había intercambiado con Ernest Hemingway, con sus editores y con una vecina de Cornish. Esos materiales fueron la base para construir una biografía bautizada como Salinger: A writing life.
Tan pronto el escritor se enteró de la pretensión de Hamilton de hacer su biografía a partir de sus cartas, llamó a su abogado. En 1986, el equipo jurídico de Salinger presentó una demanda en contra de Ian Hamilton argumentando que no podía usar sus misivas inéditas para construir una obra literaria autónoma. Hamilton estaba escribiendo una biografía valiéndose de su nombre, de su prestigio y de sus palabras inéditas. En primera instancia, Salinger perdió. La corte encontró que “el uso que hace Hamilton del material protegido por derechos de autor de Salinger es mínimo e insustancial”. Es decir, como las cartas inéditas no eran el foco central de la biografía, Hamilton no infringió los derechos de autor de Salinger.
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*Profesor de derecho, cuentacuentos. Transforma juicios en historias cercanas. Autor de Leyes y Leyendas, 7 juicios que cambiaron la historia.