Jean Paul Sartre y una reflexión sobre la angustia en tiempos de aislamiento
Supermercados vacíos en tiempos de pandemias nos hace pensar en la angustia que un individuo experimenta por hacerse responsable de la crisis. El existencialismo desde Sartre nos hace pensar entonces que, justamente, uno de los problemas actuales es que no estamos preparados para hacernos responsables de nuestro tiempo y de todos los que lo habitamos.
Andrés Osorio Guillott
Resulta inaudito que un centro comercial deba poner letreros en donde se aclare que las personas no se pueden llevar más de dos unidades por producto. Una imagen así, donde se obliga a tener empatía con los otros, lo que de por sí ya es contraproducente porque la empatía surge de la voluntad y no del deber, dice mucho de una sociedad caníbal, que devora a los demás en nombre del bienestar individual, que hace de la indiferencia su mayor rasgo, porque el mundo afuera puede estar matándose, pero mientras no salpiquen mis muebles de sangre y no me dejen sin mis víveres todo puede estar bien.
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Resulta inaudito que un centro comercial deba poner letreros en donde se aclare que las personas no se pueden llevar más de dos unidades por producto. Una imagen así, donde se obliga a tener empatía con los otros, lo que de por sí ya es contraproducente porque la empatía surge de la voluntad y no del deber, dice mucho de una sociedad caníbal, que devora a los demás en nombre del bienestar individual, que hace de la indiferencia su mayor rasgo, porque el mundo afuera puede estar matándose, pero mientras no salpiquen mis muebles de sangre y no me dejen sin mis víveres todo puede estar bien.
De nuevo es la presencia del miedo lo que nubla el entendimiento y, de paso, la capacidad de pensar en comunidad. En este caso, más allá del miedo señalado por Hobbes con su frase “el hombre es un lobo para el hombre”, lo que revela el acto desesperado de acaparar todos los víveres y no pensar en que los otros tienen el mismo derecho y el mismo deber de cuidarse, es una incapacidad de los que habitamos este tiempo para hacernos responsables de todos, y esa falta de cuidado colectivo se traduce en la angustia que menciona Sartre en su texto El existencialismo es un humanismo.
“El existencialista suele declarar que el hombre es angustia. Esto significa que el hombre que se compromete y que se da cuenta de que es no sólo el que elige ser, sino también un legislador, que elige al mismo tiempo que a sí mismo a la humanidad entera, no puede escapar al sentimiento de su total y profunda responsabilidad. Ciertamente hay muchos que no están angustiados; pero nosotros pretendemos que se enmascaran su propia angustia, que la huyen; en verdad, muchos creen al obrar que sólo se comprometen a sí mismos, y cuando se les dice: pero ¿si todo el mundo procediera así? se encogen de hombros y contestan: no todo el mundo procede así. Pero en verdad hay que preguntarse siempre: ¿que sucedería si todo el mundo hiciera lo mismo? Y no se escapa uno de este pensamiento inquietante sino por una especie de mala fe. (…) Todo ocurre como si, para todo hombre, toda la humanidad tuviera los ojos fijos en lo que hace y se ajustara a lo que hace. Y cada hombre debe decirse: ¿soy yo quien tiene derecho de obrar de tal manera que la humanidad se ajuste a mis actos?”.
De forma tácita se hace alusión a la empatía, esa que escasea en estos tiempos y que puede traerse de nuevo con solo poner el ejemplo de qué pasaría si el otro hiciera lo mismo, con solo citar la famosa frase de “ponerse en los zapatos del otro”. Esa alusión indirecta a un sentimiento de empatía conlleva entonces a una idea de responsabilidad que no hemos pensado y que no hemos querido aceptar. Toda acción que realice como individuo representa lo que es la humanidad, todo gesto es también el gesto de todos, nosotros no somos producto de nuestra individualidad sino de varios factores culturales, políticos y sociales. Salir a acaparar todos los productos de la canasta familiar para salvaguardar a los propios, sin pensar por un segundo en que el cuidado es para todos, es un acto que se reproduce en cantidad y que, justamente, refleja una humanidad que carece de un sentido de responsabilidad comunitario, que como lo señaló Jean Baudrillard en La sociedad del consumo, es una humanidad que le puso fin a la trascendencia y que por las mismas dinámicas del mercado el comportamiento ya no prospera o propende a un fina mayor, sino que se acomoda a la inmediatez y a las necesidades más urgentes que son dictadas por esa cultura masiva del capitalismo y la individualidad rampante.
“Y si no se dice esto es porque se enmascara su angustia. No se trata aquí de una angustia que conduzca al quietismo, a la inacción. Se trata de una simple angustia, que conocen todos los que han tenido responsabilidades”, escribió Sartre para terminar de definir la angustia que se asocia con quienes se hacen conscientes de asumir una responsabilidad ante los otros. La angustia, que puede bien convertirse en desesperación y por ende en decisiones torpes y egoístas, no se subsana con el simple hecho de realizar una acción, sino de saber encaminar cada acto hacia el porvenir del ser humano, haciendo que el desamparo, que también nos lleva al existencialismo en tiempos de incertidumbre, no nos haga temerle al peso de nuestra libertad, a esa sensación de abandono luego de haber desterrado la guía e idea de Dios en el pasado.