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Jeisson Segura: “Uno no persigue los sueños, ellos nos buscan”

Soy, gracias a mi familia: una persona persistente, optimista, soñadora, amigable, leal, fiel a mis principios e ideales. Sin mis seres queridos, sin la música y sin mis amigos yo no sería nada.

Isabel López Giraldo
03 de junio de 2023 - 02:11 a. m.
"Soy adicto al estudio, cursé dos pregrados y haciendo la maestría comencé una especialización a distancia en la Universidad Pedagógica Nacional, precisamente en pedagogía", dijo Jeisson Segura.
"Soy adicto al estudio, cursé dos pregrados y haciendo la maestría comencé una especialización a distancia en la Universidad Pedagógica Nacional, precisamente en pedagogía", dijo Jeisson Segura.
Foto: Archivo particular
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Orígenes

Rama paterna

María Elena Segura, mi abuela, fue una mujer sencilla, humilde, servicial, hospitalaria. Tuvo un hijo con Marco Fidel González, mi abuelo de sangre, luego se unió a Fideligno Bustos, a quien reconozco como abuelo. Fideligno es de la vereda El Hatillo y se radicó en Bogotá ante la muerte de mi abuela para estar cerca de toda la familia. Es muy amoroso, noble, inspira amor. La ausencia de mi abuela hace eco en todos, en él, especialmente, pues se demostraron siempre su inmenso amor.

Luis Antonio Segura, mi papá, es un hombre del campo, nació en El Peñón, Cundinamarca, cuna de sus padres. Fue criado por su mamá y por María Luisa Medellín, su abuela materna, una mujer muy disciplinada y recia, y por Olegario Segura. Creció con sus tíos como si fueran hermanos. Trabaja desde sus cinco años. Comenzó cogiendo café y hacía panela en el trapiche de la finca. A sus siete se trasladó a Bogotá a vivir con su papá, pero también trabajando, lo hizo como mensajero. Tuvo otros empleos para poder tener su propio sustento. Contando con tan solo la primaria, ingresó a la Policía Nacional para prestar el servicio obligatorio, luego se vinculó formalmente. Como a los policías los trasladan tanto, tuvo la oportunidad de conocer a mi mamá en Cáqueza, Cundinamarca. Se casaron siendo muy jóvenes los dos, y su familia se enteró tiempo después dadas las dificultades en las comunicaciones: su vereda es de muy difícil acceso, solo llega un bus en la mañana y otro al final del día, además, luego hay que caminar, aún hoy es de esta manera.

Rama materna

La familia de mi mamá es campesina. Sus abuelos maternos fueron Mamá Tránsito y Papá Crisanto, y los paternos Silverio y Dominga. Sus padres, Briceida Herrera, de recio carácter, quien vive en su ley, que impone, y José del Carmen, silencioso, noble, trabajador, comerciante: vendía mercados. Son padres de ocho hijos. Me dicen que me parezco a mi abuelo José del Carmen en que me gusta tener mi propio espacio, valoro el silencio, hacemos los mismos gestos.

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Teresa, mi mamá, es la mayor de tres hermanas mujeres y la tercera de los hijos. A sus ocho años se encargaba de ordeñar las vacas a las cinco de la mañana antes de irse para la escuela y era la responsable de cocinar para los trabajadores de la finca, también de los oficios de la casa. Siempre le gustó estudiar, pero no pasó de la primaria debido a diversos motivos que viven muchas familias campesinas. Mi sueño es que continúe con su formación académica. Es una mujer muy inteligente, que lee mucho, aprendió algo de alemán y de inglés dados mis viajes. A ella le debo mi vena musical, pues era quien cantaba canciones como La de la mochila azul en las izadas de bandera y mientras trabajaba.

Mis papás se conocieron porque el colegio de mi mamá quedaba cerca a la estación de Policía del pueblo. Los lunes, día de mercado, se veían. Entonces, empezaron a enviarse noticas. Mi papá habló con sus suegros y con sus cinco cuñados para pedir permiso para verla. Mamá se casó a sus quince años, mi papá le lleva doce años. El pasado marzo cumplieron cuarenta años de feliz matrimonio.

Infancia

Ángela Teresa, mi hermana, nació en Chipaque, y es mayor un año a Luis Antonio, quien nació en La Mesa. Soy menor a ella ocho años y nací en Bogotá, ciudad de donde mis papás no se volvieron a mover. El hecho es que los tres nacimos de Cundinamarca.

Nací de ojos azules, luego me cambiaron a verdes, era rubio. Fui el más consentido de la casa, me celebraron los cumpleaños, pues no era usual en mi familia, entonces me preparaban flanes, gelatinas y postres. Mis papás ofrecían un almuerzo especial, pero no fiesta, en cambio, mis hermanos sí me festejaban todo. Puedo decir que tuve una infancia muy feliz y que recibí muy buen ejemplo en mi casa.

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El narcotráfico fue un tema del que no nos escapamos, menos siendo mi papá policía, pues nos significaba un riesgo mayor. Era muy difícil para nosotros salir de la ciudad. Cada vez que visitábamos a nuestros familiares, nos hacían recomendaciones de no hablar, de no decir que papá era policía, mamá tampoco llevaba los carnets de salud que lo identificaran en los retenes. Lo viví una vez, pero me impactó sobremanera. Detuvieron la flota en que íbamos a Villavicencio, se subieron un par de hombres con su camuflado, armas y botas pantaneras pidiendo papeles. Por fortuna no pasó nada, no dije nada, yo, que era el más chiquito y que generaba más riesgo.

Academia

Guardo bellos recuerdos de mi etapa escolar. Comencé a los cinco años en preescolar en la escuela, Centro Educativo Distrital Casa Blanca, jornada de la tarde porque mi mamá no quería ponerme a madrugar en ese primer año de estudios, luego me trasladé a la jornada de la mañana. Esta era rústica, de un solo piso, patio grande, de teja y ladrillo, pero dejó en mí muy bellos recuerdos. Aquí hice los grandes amigos de la vida, con quienes compartí mis inicios en la música, aunque mi despertar musical se dio al escuchar cantar a mi mamá.

Las profesoras de la primaria eran mujeres. Clara Ochoa, la de música, nos enseñó flauta dulce, aunque no nos enseñó a leer pentagrama, sino que escribía las notas: do, re, mi… Este instrumento me despertó mucha curiosidad. Llegaba a mi casa a practicar y a sacar melodías de música que escuchaba en la radio. Como era evidente mi facilidad, Clarita me imponía más trabajo que a los demás y me incluía en las izadas de bandera para que interpretara la flauta, así como mi mamá cantaba en las suyas. Esto le dio piso a mi historia musical.

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El bachillerato lo cursé en el Colegio INEM, en el Francisco de Paula Santander, de Kennedy. Para ingresar, los alumnos provenientes de las escuelas distritales debíamos contar con los mejores promedios, lo que hizo que me esmerara durante toda la primaria, pues mi meta era lograrlo como lo habían hecho mis hermanos, quería seguir sus pasos. Una vez llegué a quinto de primaria los colegios hicieron un convenio que permitió ingresáramos todos los alumnos independiente de las notas, lo que en ese momento me generó frustración, pues también pasaron los más vagos. Luego ya no me importó. Tenía tan solo once años.

En este colegio nos rotaban de salones, los departamentos se identificaban por colores, así las aulas, debíamos entonces desplazarnos por sus instalaciones. Continué estudiando con todos mis amigos y quisimos ingresar a la Banda Sinfónica Experimental, como la llamaban. La Banda solía hacer desfiles por la localidad, comparsas y demás actividades que me llamaban mucho la atención. Se publicó en el boletín escolar un anuncio que invitaba a los estudiantes interesados en conformar la banda, para que se presentaran en tal lado, tal día y a tal hora. Pero no me presenté, no quise ir, precisamente porque mis amigos también quisieron hacerlo y me parecía demasiado compartir: la cuadra, el salón, los extracurriculares. Sentía que lo hacían por seguirme, algo ególatra de mi parte, pero eso experimenté, cosas de niños. Nunca lo había confesado, ahora ya lo saben. ¡No me culpen!

Resultó que al día siguiente me contaron que, como Julio Velasco, el director, no se había presentado, los habían citado nuevamente. Esta vez, decidí acompañarlos después de clases. Fuimos y Julio nos dijo que nos esperaba el sábado a las ocho de la mañana en al auditorio del Colegio. Nos presentamos, nosotros los chinches, como nos decían a los primíparos, pero también muchísima otra gente. Nos indicó que estaríamos en percusión menor con claves, el triángulo, los platillos; con el tiempo se nos asignaría un instrumento, etapa en la que muchos son los llamados y pocos los escogidos. Efectivamente, se empezó a decantar el grupo de aspirantes y al final quedamos ocho o diez personas, varios de mis amigos y otros nuevos. Se interpretaba música colombiana y universal bajo los arreglos que hacía el director.

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Mes y medio después Julio les asignó a todos un instrumento, menos a mí. El criterio que aplicó tuvo que ver con la estatura del músico y el tamaño del instrumento, por ejemplo, al de brazos largos le tocó el trombón, y no lo hizo por facilidad o por talento. Al final me acerqué para manifestarle que yo había quedado por fuera, entonces me dijo que lo buscara en el próximo ensayo. Así hice, entonces me preguntó qué instrumento quería tocar. Pero yo solo conocía la flauta dulce, por lo que improvisé contestándole que el saxofón, esto por la influencia que tenía de Los Simpson. Fue a buscar uno para mí y me dejó solo para que lo tocara mientras él dirigía la banda que estaba en un salón contiguo. Me dijo: “nos vemos más tarde”.

Si bien lo hice sonar, no sentí la magia ni la conexión que imaginé tendría. Al cabo de una hora lo busqué en el departamento de artes para decirle que no me había gustado. Me preguntó si tenía un cuaderno pentagramado, en efecto, y se lo entregué. De inmediato me indicó: “Usted va a tocar trompeta”. Señaló las posiciones de la trompeta en una quinta: do, re, mi, fa, sol. Así fue y hoy puedo afirmar que la trompeta fue mi primer amor.

Éramos tres trompetistas que compartíamos una trompeta y una boquilla. Empecé como trompeta cuatro, lugar que ocupábamos quienes apenas estábamos comenzando. La primera vez que me senté con la banda toqué Playa, Brisa y Mar sin saber leer partitura, pero me habían puesto una en frente. El compañero me explicó un poco y tuve que aprender sobre la marcha.

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Con el tiempo y con mucho esfuerzo, mis papás me compraron mi primera boquilla, que costó doce mil pesos del 2003. En mi casa ensayaba las partituras de la banda con la flauta dulce, sacaba canciones que luego pasaba a la trompeta. Practicaba nueve horas a la semana y avancé muy rápido, pues a los dos meses ya fui trompeta dos. No había pasado un año y ya era trompeta uno y solista de la banda.

En séptimo, en el 2004, por primera vez nos presentamos a un concurso estudiantil de bandas sinfónicas en La Vega, Cundinamarca. Ganamos todos mucho, aunque no el premio. Este compartir me unió muchísimo a mis amigos. Fue cuando decidí que quería ser músico. Sin saber qué era el amor, supe que estaba haciendo lo que amaba, me sentía feliz.

Al año siguiente, sacaron al director de la banda, pues hacía tiempo que se había pensionado y no le fue permitido continuar vinculado laboralmente. Esto fue un bajonazo para todos. Se acabó la banda. Un estudiante de grado once nos motivó a que siguiéramos tocando, pero sin nuevo repertorio, sin una guía. En la medida en que se iban graduando sus integrantes, se fue reduciendo su tamaño. No volvieron a contratar a nadie y ningún profesor del departamento de artes se quiso comprometer con el encargo.

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El hacer parte de la banda nos concedía algunos privilegios, permisos para los ensayos, por ejemplo. Nos permitieron seguir con las prácticas hasta que llegó un profesor nuevo, sabía de música salsa, merengue, tocaba teclado y tenía un bar al que nos llevaba a trabajar gratis en horario nocturno a los que él consideraba los más talentosos, tal vez no con una mala intención, fue una experiencia más para nosotros acercándonos a otras músicas. Nos quejamos y se generó un escándalo que lo sacó del colegio. Sin embargo, frente a la nueva ausencia de director, seguimos tocando para nosotros y por nosotros.

Al momento de la graduación, en el 2008, les dije a todos los integrantes de la banda que era impensable que desde que habíamos comenzado en sexto veníamos tocando para los graduandos y que no lo hiciéramos para nosotros. No se contaba con rector en propiedad, sino con rectora encargada, con quien hablé tomando el liderazgo de los músicos. Le manifesté que quería organizar algo para tocar en nuestro grado. Estuvo de acuerdo, no sin antes vernos ensayar y conocer el programa.

Resulta que, en ese período, en el que estábamos sin rumbo, pero en el que seguíamos ensayando, sumamos dos bandas, la nuestra y la de otro INEM, el del Tunal. Allá solo había orquesta de cuerdas, mientras que nosotros éramos vientos y percusión. Nos unimos dirigidos por un estudiante del Tunal, en un único concierto tuvimos nuestra primera experiencia orquestal. Como banda seguimos participando en concursos. Nos invitaron a algunos a presentarnos en el instituto técnico industrial centro Don Bosco, de padres Salesianos, para tener una experiencia muy grata, con quienes tuve la oportunidad de participar en dos ocasiones más en el concurso de bandas estudiantiles y juveniles de La Vega, Cundinamarca.

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Al hacer las cuentas de músicos e instrumentos de mi colegio, me fue evidente que nos quedábamos cortos, entonces invité a que se sumaran para el grado a la gente del Don Bosco y a otros de la vida. Esta fue la primera vez que dirigí en mi vida. Tomé toda la responsabilidad, haciéndome cargo a mis dieciséis años. Los administrativos del colegio me dieron llaves del auditorio y me confiaron toda la responsabilidad. El 4 de diciembre de 2008, fue la primera vez que dirigí la banda en concierto, posterior a los ensayos preparatorios. Lo único que sabía de dirección era lo que había aprendido al observar a Julio Velasco. Recuerdo, haciendo un poco de retrospectiva, que, cuando él nos dirigía, yo pensaba que algún día yo dirigiría la banda, me hice ese propósito y lo estaba cumpliendo el día de mi grado. Dirigí las obras que previamente había escogido confundiendo algunos esquemas de marcación, ahora lo sé. Me entendieron todo, pero, técnicamente estuvo incorrecto.

Dos años más tarde, el nuevo rector del INEM me llamó porque quería revivir la banda. La dirigí entre 2011 y 2013. Cumplí mi sueño y me enorgullece su resurgimiento. Tuvimos conciertos en el Jorge Eliécer Gaitán, entrevistas en City TV. Algunos de mis estudiantes hoy estudian profesionalmente música, lo que celebro y me alegra enormemente.

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Fundación Nacional Batuta

En mi casa no teníamos Internet, entonces no contaba con información que me permitiera saber cómo hacer una carrera de músico. Ingresé a la Fundación Batuta, donde se dieron mis primeros acercamientos a la música sinfónica. Surtí el proceso de pre-orquesta, de instrumentos de percusión menor y flautas dulces en todas sus gamas, esto por un semestre. Luego pude empezar con un instrumento sinfónico en la orquesta, para, por primera vez, tocar una sinfonía, la primera de Beethoven en Do Mayor.

Este fue otro despertar, pues lo único que conocía hasta el momento era la banda del colegio, ahora veía la orquesta y tocaba en ella. No conocía el fagot ni el oboe ni tantos otros instrumentos. Me encanté con la música llamada clásica, me cautivó. Con ansias locas quise tocar trompeta y recibir por primera vez una clase con profesor.

Estando en pre-orquesta bajó un profesor que nos dijo: “Muchachos, ¿algún interesado en estudiar fagot?” Por comenzar rápido levanté la mano y lo estudié por un semestre. Este es un instrumento de la familia de las maderas, en algunos aspectos completamente diferente a la trompeta. Al semestre siguiente me presenté a audición para mis clases de trompeta, fui aceptado y cumplí mi sueño.

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La Orquesta Batuta Bogotá la integraban los mejores de cada Batuta del país, y yo tuve la fortuna de entrar para abrirse aún más el panorama. Hicimos giras. Estuve en el Festival Sinfónico de Pereira, el del 2009. También toqué en el León de Greiff, el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, el auditorio Fabio Lozano, entre otros. Ya era otra categoría que me abrió más el mundo sinfónico.

Universidad Nacional

Mi hermano estudiaba en la Universidad Nacional de Colombia, entonces me dijo: “Mire que yo a veces paso por un edificio que es el Conservatorio y veo a unos muchachos estudiando afuera. Creo que hay un programa básico antes de la carrera”. Averigüé y confirmé que efectivamente podía presentarme al programa básico de estudios musicales. Resulta que desde que cursaba noveno grado me había propuesto estudiar en la Nacional, era otra de mis metas. Mi hermana es egresada de la Distrital, mi hermano de la Nacional y yo le apuntaba al Conservatorio.

Cursando once me presenté a música instrumental, Trompeta, en la Nacional donde pasé el examen general, pero no los específicos. Se entiende, pues jamás había recibido una clase de teoría musical ni nada cercano. Los profesores me invitaron a revisar el programa básico al que me presenté varias veces, sin suerte. En algún momento decidí tomar clases con un profesor de trompeta de la Nacional, quien me animaba a que lo siguiera intentando.

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Universidad distrital

Fue entonces cuando decidí presentarme a la Facultad de Artes ASAB, de la Universidad Distrital. Pasé al preparatorio de artes musicales en trompeta. Aquí tuve el mejor profesor de trompeta de mi vida, Heraclio Mateus, quien me cambió la vida en este sentido.

Resulta que yo había desarrollado problemas técnicos con mi instrumento en Batuta. Esto me confundió, ya no sabía cómo tocar, en los recitales me temblaba la boca, el sonido no era el mismo, todo se volvió traumático hasta que llegué a la Distrital. Pero nunca abandoné mi sueño de estudiar en la Nacional.

Por esos días asistí a uno de los festivales de música de Cartagena, Organizado por la fundación Salvi en cabeza de Julia Salvi, donde recibí clases de trompeta con profesores de la London Symphony Orchestra, cuando surtía un proceso de transformación técnica estudiando ocho horas diarias sin sentir que avanzara. Tenía claro que quería hacer música, pero no me sentía cómodo con la trompeta.

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Decidí entonces acercarme a Bellas Artes, lugar donde tenían lugar las clases magistrales del festival, pasé frente a un salón en el que cantaba un tenor, un aria que llevo marcada en mis recuerdos ‘’Una furtiva lágrima, aria de la ópera L’elisir d’amore de Gaetano Donizetti y quise esperar hasta que terminara la clase. Este fue mi primer acercamiento a la ópera y me encantó. En la ASAB participaba en el coro en el que hicimos una puesta en escena, pero nada más allá. El hecho es que se acabó el día y busqué a Hans Mogollón, el maestro de canto, para preguntarle, con toda la pena del mundo: “¿Será que estoy muy viejo para empezar a cantar?” / “¿Qué edad tienes?” / “Diecinueve años” / “Estás perfecto, ¡adelante!”.

Universidad Nacional

Regresé con la idea de estudiar canto, sin que fuera algo que hubiera considerado en el pasado. En Bogotá hablé con el director del coro, le pregunté si daba clases de canto para tomarlas y poder presentarme a la Nacional. El tema es que no contaba con recursos para pagarle y él aceptó lo que le ofrecí, diez mil pesos la hora de clase. Recibí las clases a las siete de la mañana, una hora bastante incómoda para la voz. Ahí canté Arias Antiguas en italiano.

Después de cuatro clases asistí a un recital de canto del Conservatorio de la Nacional que ofrecieron alumnos de la maestra Ángela Simbaqueba. Me impactó la escenografía, la teatralidad del canto, aunque no entendía qué estaban cantando, pero sí el contexto. A la semana siguiente me encontré en el pasillo a la profesora después de mi clase de trompeta. Entonces decidí hablarle: “Disculpe, quisiera saber si usted da clases de canto”. Pero no enseñaba a particulares, entonces me recomendó a uno de sus alumnos. Como vio mi trompeta, me preguntó con quién estudiaba. Al ser un profesor de la Nacional, asumió que ya era alumno de carrera de la Universidad. Entonces me dijo que podía inscribir con ella la asignatura Canto Complementario. No dije nada y me retiré.

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Me sentí tan mal, pues ya estaba inscrito en el examen de admisión, en el que sería evidente que no era alumno, entonces decidí llamarla. Le expliqué el mal entendido en una reunión personal que le pedí. Faltaban dos semanas para los exámenes. Me preguntó qué iba a cantar y me recomendó ir con mi pianista para escucharme una semana antes.

Muy nervioso me presenté, me escuchó y supo que tenía cosas por corregir, pero decidió que no me cambiaría nada, dada la premura del examen, me recomendó cantar como lo acababa de hacer. También me contó que en el examen hacían una entrevista y me preparó para ella. Me dijo: “Seguramente los jurados te van a preguntar cómo vas a hacer para estudiar en las dos universidades al tiempo canto y trompeta”. Y fue más allá, porque me sugirió las respuestas.

El día del examen me presenté ante tres jurados de canto, Simbaqueba era uno de ellos. Comencé con un ejercicio técnico, luego me pidieron un Aria que interrumpieron de inmediato, a los cinco compases. Pensé que había salido muy mal. Ángela me dijo que me formularían unas preguntas, justo las que ella ya me había mencionado. Respondí según su consejo, buscando la conexión entre la trompeta y la voz, instrumentos que se complementan. Cantar es el instrumento natural y la trompeta, al ser un instrumento de viento, ayuda con el canto.

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Ese día tenía un examen teórico en la Distrital. Mientras lo presentaba, timbró mi teléfono. Me autorizaron a contestar la llamada y era Ángela Simbaqueba, quien me dio la noticia de que había pasado, que sería su alumno, pero que no debía decir nada porque los resultados saldrían en un par de semanas, gesto que me llenó de alegría y hasta el día de hoy agradezco.

Asumí como una señal el que debería tener este recomienzo. No fue fácil mencionarlo en mi casa, pues me acababan de comprar una trompeta mejor, muy superior. Pero, nuevamente, me apoyaron. Dejé en pausa la trompeta e inicié este nuevo camino. Realicé mi sueño al estudiar donde siempre quise hacerlo.

En la primera clase individual en su salón, 209, abrió su agenda y comenzó a preguntarme por mí, por mis papás, por mis gustos, mis deportes, tal como lo hacía con todos sus alumnos. Cuadramos horarios, el más avanzado tenía prioridad y lo que estaba disponible era para los que apenas iniciábamos. Mis clases quedaron los miércoles a las ocho de la mañana, media hora seguida de otro estudiante con quien cuadramos tomar los dos una hora, pero él poco asistía, entonces pude aprovechar todo el espacio para mí.

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Las arias se cantan de memoria, algunas en italiano, otras en diferentes idiomas, y canciones colombianas en español. Comencé a leer sobre el mundo de la lírica, a escuchar obras. Presenté una audición para el coro filarmónico de Bogotá con las clásicas del amor, hacían las temporadas de Zarzuela con el maestro Jaime Manzur en el Teatro de Bellas Artes. Este fue mi primer trabajo como cantante.

Cursaba tercer semestre de básicas cuando la profesora me animó a inscribirme en la carrera. Tuve que presentar ocho obras. Fui admitido en el segundo intento, pues, me ocurrió lo contrario que la primera vez, ahora no pasaba el examen general, entonces no me llamaron para el específico. Eso cambió para música, ahora los exámenes específicos tienen mayor peso. Mi hermana, quien es ingeniera, y mi hermano, zootecnista, me ayudaron a prepararme.

Cursando primer semestre, la Orquesta Filarmónica de Bogotá creó las agrupaciones juveniles para darles un impulso con un sueldo a los jóvenes y brindándoles experiencia artística de alto nivel. Entre esas agrupaciones estaba el Coro Filarmónico Juvenil al que me presenté y pasé. Soy barítono bajo. Canté como corista con directores de talla internacional.

Me encantó la vida universitaria, aunque perdí mi vida social, pues me dediqué a estudiar, únicamente. Aunque esto no me impidió tener excelentes colegas y amigos de mi etapa universitaria. No hice planes por fuera de las clases. Aunque sí practiqué deportes, baloncesto y voleibol. Pero nunca abandoné el sueño de ser director.

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Música con énfasis en dirección

El Conservatorio de Música de la Universidad Nacional de Colombia ofrece una asignatura de libre elección: fundamentos en dirección. Tiene dos niveles. La inscribí y fue mi reencuentro con la dirección a nivel de pregrado. Renació este amor. Reafirmé mi gusto por dirigir. Como la Universidad permite hacer doble titulación, sin pagar más, solo teniendo excelencia académica, decidí presentar la solicitud al Consejo Académico. Música instrumental tiene canto y todos los instrumentos. Música contiene los énfasis en dirección, composición, pedagogía y jazz. Compartimos muchas cosas del pénsum, pero lo disciplinar es diferente. Las teorías y gramáticas se comparten. Fue así como tomé el mayor número de materias al comienzo para no verme afectado y contra el tiempo en los últimos semestres. Vi hasta nueve, trabajando en el coro y estudiando énfasis en dirección.

Intercambio en Francia

Se dio algo importante para mi carrera como músico. Me han encantado los idiomas, como el francés del que algo sabía por quienes habían sido mis profesores, lo estudié por mi cuenta y tomé un curso de extensión en la Nacional. Pero también descubrí que era posible hacer un intercambio. Revisé los convenios internacionales para cumplir el sueño que me había trazado de estudiar mi maestría en Europa. Si estudiaba su música, era ese mi destino, ningún otro.

Una de las universidades con convenio era el Conservatorio Superior de Música y Danza de Lyon, Francia. Apliqué en canto, envié videos de audición, documentos, compré cursos online de francés, presenté el examen oficial y certifiqué el B2 en seis meses. Con el apoyo de la Nacional, sumado a mis ahorros y al respaldo de mi familia, viajé por un semestre cuando cursaba sexto, en el 2017.

Era la primera vez que viajaba a Europa, pues ya había tenido la oportunidad de asistir a un festival de música en Brasil. Llegué nervioso, primero a Madrid, luego a Barcelona. Les decía a mis amigos que no podía creer lo que estaba viviendo. Otro sueño cumplido.

Viajé a Francia con mucha ansiedad, enfrentando una lengua extranjera. Me quedé en la residencia del Conservatorio. Era un semestre decisivo. Me prometí que mi regreso sería para adelantar mi maestría, decidiéndome si en canto o en dirección. Esta vivencia cambió mi perspectiva, no solo musical, sino en todo sentido. Viajé, conocí, experimenté, dirigí. El profesor de dirección coral me preguntó si había considerado estudiar dirección, me dijo: “Debería prepararse y regresar a hacer su maestría”. Una vez en Colombia, ya tuve claro mi destino. Estaba enfocado, decidido.

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La Orquesta del Campus UN

Terminé mi pregrado de canto con Ángela y continué con mi profesor de dirección Libardo Saavedra. Pero era claro que para ensayar dirección no contaría con un grupo de personas a diario para dirigirlas, máximo dos pianos, la logística es enorme como los recursos que demanda. Necesitaba dirigir una orquesta, una banda, un coro, entonces busqué cómo lograrlo. No podía graduarme como director de la Universidad Nacional dirigiendo pianos.

Con un compañero del énfasis creamos nuestra propia orquesta, a la que llamamos, La orquesta del campus UN, a la cual vinculamos otros compañeros del énfasis en Dirección. Tuvo la particularidad de que estaba conformada por no músicos que quisieran vivir la experiencia musical tocando de manera autodidacta un instrumento. Participaron estudiantes, profesores y egresados de todas las facultades, gente que en algún momento de su vida tuvo un acercamiento con la música, ya fuera en academia, banda de pueblo, clases particulares, pero no estudios profesionales.

Tomé el liderazgo al ser el estudiante más avanzado en dirección. Programé reuniones semanales, presenté informes. Aprendí mucho de gestión y todo lo hice de manera estructurada. La primera convocatoria fue por medio de formulario Google. Tuvimos muy buen cuórum, reunimos ciento diez personas. Logramos una orquesta más grande que la del mismo Conservatorio. Con el tiempo se empezaron a retirar algunos y al final contamos con sesenta personas para conformar un grupo estable. Los únicos requisitos fueron que contaran con su propio instrumento, que tuvieran nociones básicas de solfeo y ganas de hacer música.

Ofrecimos conciertos que interesaron a la comunidad universitaria. Nos presentamos a bienestar universitario que nos apoyó con el proyecto. Me hicieron una entrevista desde la sección de medios de la Nacional al ser la única orquesta de un campus, creada para no músicos que no hacían parte del programa de música. Creé un manual con roles, objetivos, reglas claras que seguíamos. Fui el director titular.

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Universidad de música y arte dramático de Viena

Como seguía con mis clases de canto, alcancé a graduarme en 2019, cuando presenté mi recital. Quedé muy agradecido con mi maestra. Me faltaba tan solo un año para terminar dirección, y me sentía muy contento por lo que había logrado. En el penúltimo semestre la Universidad firmó un convenio con la Universidad de Música y Arte Dramático de Viena, en Austria, la cuna de muchos directores famosos. Vinieron dos profesores a dictar clases por quince días. Uno de ellos era profesor de dirección de orquesta. Lo leí como una señal, decidí aprovecharlo al máximo y preguntarle: “Maestro, ¿usted ve objetivamente que yo pueda seguir una carrera en dirección?”. Me contestó: “Repítame la pregunta al final del curso, después de haber trabajado con usted”. Así ocurrió, me dijo: “Preséntese donde quiera: a Viena, si es su deseo”.

Comencé a estudiar alemán, adelanté cursos intensivos para viajar a Viena. Me presenté a la carrera de dirección, pero no pasé. Me dio muy duro, pero el profesor me dijo que me preparara mejor y me volviera a presentar. La experiencia me enseñó a no presentarme a una sola universidad, sino que debía hacerlo en varias, mínimo cuatro de mi interés. El último semestre aproveché nuevamente el convenio haciendo intercambio, así tendría la posibilidad de estar todo un semestre en Europa, lo que me permite movilidad para hacer mis audiciones.

Fui escogido y estuve en la clase del profesor, pero vino la pandemia. Alcancé a recibir dos clases hasta el colapso. Por fortuna, nunca estuve encerrado. En Viena cerraron el comercio, pero la gente podía salir libremente por las calles. Entonces estudié más intensivamente el idioma, presenté el examen y certifiqué el alemán.

Me llené un poco de angustia, pues todas las universidades a las que me había inscrito estaban cancelando los exámenes y otras aplazándolos indefinidamente. Mi visa se vencía en junio. No podía darme el lujo de perder el viaje. Con otros instrumentistas comenzaron a apoyarse en la modalidad virtual de videos, pero esto no era posible para un director de orquesta.

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Univerasidad de ciencias aplicadas y artes- Lucerna

La Universidad de Ciencias Aplicadas y Artes en Lucerna, Suiza, una de las que estaba en mi lista, hizo el examen virtual en el que pedían nos dirigiéramos a nosotros mismos. Los requisitos eran: enviar un video tocando una sonata clásica al piano; grabar una obra con el instrumento principal, en mi caso el canto, para lo que envié unos conciertos que tenía grabados de mi recital del día de mi grado; grabar cinco extractos de unas obras, cantando y dirigiendo al mismo tiempo que generábamos la mayor sensación de polifonía posible, y reducir dos fragmentos de un score orquestal al piano. Para mi fortuna, vivía en una residencia estudiantil en Viena que tenía piano y, como era el único músico, me apropié de él. El último paso era una entrevista en inglés y en alemán en la que me dieron la bienvenida.

Mi familia me calmó la angustia y me animó a que continuara en Viena hasta terminar mis estudios, pues incluso había nacido mi sobrino. Mi hermano me habló con tranquilidad y pensando en frío.

Llegado el momento en que se vencía mi visa, empataba con la maestría, pero no contaba con recursos suficientes. Me había presentado a la convocatoria de Colfuturo, me gané el crédito beca, pero el cheque solo llegaba una vez comenzara a estudiar. Solicité la visa suiza, la más fácil y rápida frente a la de Francia y Austria según mi experiencia personal hasta ese momento. Estando en Viena conocí al primo segundo de uno de mis profesores en Colombia, un ángel. Como para la visa requería demostrar unos recursos en mi cuenta, recursos que no tenía, él me prestó la plata.

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Algún día, mientras hablábamos en el Danubio, le pregunté la razón por la que me había prestado la plata. Me contó que él lo había vivido también, que un profesor lo había ayudado hace unos años cuando viajó a España a estudiar su doctorado, que le preguntó lo mismo y la respuesta había sido: “Hay dos tipos de personas en la vida: los que cierran puertas y los que las abren. Y yo pertenezco al de quienes las abren”. Él me respondió exactamente lo mismo. Desde ahí tengo esa filosofía de vida, la de abrir puertas y nunca cerrarlas.

Salté de Austria a Suiza para comenzar mis estudios de maestría. Como el primo de mi profesor iba con su novia a pasar sus vacaciones en Suiza me ofreció llevarme en su carro. Me dejaron en la puerta de la casa en la que me iba a instalar y sin tener que pagarles.

Resulta que yo no conocía a nadie, entonces busqué grupos en Facebook, pero no encontré como sí ocurre con colombianos en París o colombianos en Austria. Me recomendaron páginas para alojamientos. Igual, pregunté en FB y me respondió una señora que tenía una habitación cercana a la Universidad por trescientos cincuenta francos. No lo podía creer, entonces hablamos por privado. Cécile esperaba que mi estadía se limitara a pocos días a la semana, igual aceptó recibirme tiempo completo. Me pareció sospechoso, era un perfil sin fotos, pero ella sí me compartió fotografías del lugar, contaba con piano y me brindaba una bicicleta que me llevaba en cinco minutos a mis clases, otro ángel en mi camino.

Curiosamente al llegar a su apartamento, ella no se encontraba, me había dejado la llave debajo del tapete, sin conocerme, sin haberme visto siquiera en video llamada. Muy confiada. Entré, no supe qué hacer, me quedé en la cocina. Regresó en la noche, me habló como si me conociera de toda la vida, con informalidad, me ofreció comida, me mostró mi lugar sin preguntarme nada. Al día siguiente me acompañó a registrarme en la ciudad y a hacer todas mis vueltas. Fuimos al lago, porque me hizo un recorrido de la ciudad. Fue totalmente abierta, quizás por su experiencia trabajando con refugiados. Conté con mucha suerte. Permanecí aquí por dos años.

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Cuando comencé la maestría estaba terminando mi titulación en dirección, ya había cumplido todos los requisitos, solo me faltaba entregar mi trabajo de grado que hice sobre la orquesta del campus, su proceso de creación. Lo llamé Bitácora de creación y proceso de la Orquesta del Campus UN. Con este me gané el premio a mejor trabajo de pregrado en dirección. Llegó mi primer día de clases acabando de recibir esta noticia.

Me sentí un poco perdido por el idioma, estaba saturado de escuchar tanto alemán. Justo ese año entregaban el nuevo edificio tecnología de punta de la facultad de música, me tocó estrenar. Mi profesor, Clemens Heil , me dio una perspectiva mucho más enfocada y profesional. Tuve la oportunidad de escoger un minor, una subespecialidad que tomé en dirección de coro con los maestros Ulrike Grosch y Stefan Albrecht, siendo mi materia principal dirección de orquesta. Sentí que era la combinación perfecta dada mi formación como cantante, como instrumentista. Todo estaba en un mismo globo.

La maestría muy personalizada, recibía clases individuales de teoría enfocadas a la dirección. Tuve la oportunidad de dirigir tres veces por semestre la orquesta de la Universidad durante toda mi maestría, porque existe esa práctica real.

Quedaron experiencias valiosísimas, tanto musicales, como de vida, amigos colombianos y extranjeros. Como nos toca a tantos, trabajé en un hotel con temática musical que me permitió cantar en algunas veladas musicales de fin de semana, pues quienes trabajábamos allí éramos estudiantes de música, en su mayoría extranjeros. Atendíamos todas las labores, desde house keeping hasta atender las mesas, en la lavandería, en la cocina. Con los recursos de mi trabajo no gasté tanto lo del crédito. Pero también, durante el primer semestre me gané una beca de la Fundación Hadfy, que otorga una para medicina y otra para música por año para un estudiante talentoso de la Universidad. Es un solo desembolso que me ayudó muchísimo.

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Pese a la pandemia nunca tuve una clase virtual. Los conciertos atendían las normas de bioseguridad: usábamos tapabocas, no había público, tocábamos distanciados dos metros. Si había una clase online era porque se enfermaba un profesor, como gran evento.

La maestría también me dejó la experiencia maravillosa de ser escogido para dirigir un coro de señores, adultos mayores que iban de cuarenta a ochenta y tres años. Ninguno era músico. Pertenecían a un club muy organizado que contrata a un director profesional para que trabaje con ellos. Con esto crecí enormemente en muchos aspectos: en el idioma, en experiencia, en práctica profesional, en investigación pedagógica y didáctica.

Estando aquí, me presenté a mi primer concurso internacional de dirección de orquesta en Rumania. Sacaron la primera selección online por hoja de vida y pasé el primer filtro. Me presenté para las pruebas presenciales junto a sesenta y tres concursantes más de todo el mundo. Pasé a la semifinal junto a trece personas. Dirigí la Orquesta Filarmónica de la Brasov, experiencia valiosísima. También dirigí orquestas profesionales como Festival Strings Lucerne, Zentralschweizer Jugendsinfonieorchester, Berlín Sinfonietta, Ars Nova ensamble, Orquesta Sinfónica Universidad de Almería, Filarmónica de Brasov, Orquesta Pro-Arte MDW Viena, Orquesta sinfónica de Pazhardik, entre otras, oportunidades que no muchos colombianos tenemos, y las cuales me he ganado gracias a mi talento, disciplina, constancia y persistencia.

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Me hicieron mi primera invitación para dirigir en Bulgaria la Orquesta Sinfónica de Pazhardik en un programa de una semana, el solista era un gran violinista amigo, colombiano. Dirigí en Berlín Sinfonietta. En el 2022 me presenté a un segundo concurso internacional en Almería, España: de ochenta y cuatro participantes llegué a los ocho semifinalistas. En Francia dirigí el ensamble Ars Nova, de música contemporánea de gran reconocimiento y bajo la tutoría de un compositor y director de orquesta húngaro, Peter Eötvös , quien es una leyenda viva. Conté con su mentoría por una semana, en el que usó un lenguaje totalmente diferente al que estoy acostumbrado. La Filarmónica de Medellín me invitó a hacer la prueba de director asistente en 2022. Vine, me presenté, no fui escogido, pero era la primera vez que me invitaban en Colombia a dirigir una orquesta profesional.

Estuve en el lugar y momento indicados. Todo se me dio porque recibí otra noticia cuando la Universidad Nacional me informó que, entre los concursos de trabajos de grado, el mío había ganado el tercer puesto a nivel nacional en el concurso Otto de Greiff.

Especialización en pedagogía

Soy adicto al estudio, cursé dos pregrados y haciendo la maestría comencé una especialización a distancia en la Universidad Pedagógica Nacional, precisamente en pedagogía.

Universidad distrital

En diciembre del 2022 decidí regresar a Colombia para retribuirle al país todo lo que soy. Mi propósito es fortalecer las cátedras de dirección. Me presenté a la convocatoria de concurso docente de la Facultad de Artes ASAB de la Distrital como profesor de director de orquesta y como director de la orquesta Sinfónica. Fuimos seleccionados dieciocho para hacer las pruebas presenciales y me gané la plaza.

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Proyección

Soy estructurado, me gusta tener un lugar al que me proponga llegar, un sueño para cumplir. Si bien, por alguna situación de la vida la ruta cambia, se me ha dado lo que he soñado, en diferentes tiempos, en caminos inesperados.

Actualmente quiero que, en mi labor profesional docente, mi cátedra sea una de las líderes del país formando directores de alta calidad y con calidades humanas. En el ámbito profesional como director me encantaría también dirigir la Filarmónica de Bogotá, músicos a quienes he visto en los parques de la ciudad, la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, la Filarmónica de Medellín, de Caldas, de Cali... Quiero ser profeta en mi tierra siendo director de orquesta.

Mi proyección también es internacional. Quiero seguir dirigiendo orquestas, abriendo puertas en el mundo. Hace poco estuve en Lyon porque me escribieron de la Orquesta Nacional a decirme que era uno de los diez candidatos en el mundo seleccionados para hacer las pruebas de director asistente. Me presenté, fui el único latinoamericano invitado, aunque seleccionaron a otra persona, fue una experiencia de gran impacto en mi vida profesional, mi proyección es esa.

Cierre

Persiguiendo los sueños, alguno de ellos, algún día te va a encontrar. Uno no persigue los sueños, ellos nos buscan.

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Ha dirigido las siguientes orquestas y/o ensambles

Orquesta Nacional de Lyon (Francia), Ensemble Ars Nova (Francia), Berlin Sinfonietta (Alemania), Orquesta sinfónica de la universidad de Almería (España), Orquesta filarmónica de Brasov (Rumania), Orquesta de la Hochschule Luzern (Suiza), Orquesta sinfónica de Pazhardik (Bulgaria), Festival Strings Lucerne (Suiza), Zentralschweizer Jugendsinfonieorchester (Suiza), Orquesta Pro Arte MDW Vienna (Austria),Orquesta filarmónica de Medellín (Colombia), Orquesta del Conservatorio de la universidad nacional de Colombia, Orquesta Nova del Conservatorio de música de la universidad nacional de Colombia, Banda sinfónica del conservatorio de música de la universidad nacional de Colombia, Banda filarmónica juvenil de la OFB (Colombia), Banda sinfónica de FEMUSC (Brasil), Coro de la Hochschule Luzern (Suiza), Coro del Conservatoire Supérieur de Musique et Danse de Lyon (Francia), Orquesta del Campus UN (Colombia), Orquesta sinfónica facultad de artes ASAB (Colombia), coro Sooregosler chörli Oberkirch (Suiza).

Como cantante

Fue integrante del Coro Filarmónico Juvenil de la Orquesta filarmónica de Bogotá, Coro Filarmónico de Bogotá, Coro Fundación Jaime Manzur, Taller de ópera Conservatorio de Música Universidad Nacional de Colombia, Taller de ópera Conservatorio superior de música y danza de Lyon. Entre otros.

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Por Isabel López Giraldo

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Giovanni(38945)03 de junio de 2023 - 01:28 p. m.
Uff, Que fascinante historia!… que orgullo que sea colombiano y que ejemplo tan grandilocuente para la juventud… éxitos en el camino por recorrer …
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