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Jim Morrison murió a los 27 años, el 3 de julio de 1971, en un piso del entonces barrio bohemio del Marais, en París, lugar al que se trasladó para intentar dejar atrás su alcoholismo e insuflarse del espíritu artístico de la ciudad. Morrison fue “uno de los grandes” en la historia del rock, por el volumen y por la calidad de su obra, afirma Diego Manrique, crítico musical español, quien también cree que su grupo, The Doors, está entre los mejores.
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Canciones perfectas, dramas en el escenario
Con seis álbumes en solo cinco años, The Doors se convirtió en un grupo de primera línea, conjugando canciones pop “perfectas”, como Light my Fire, o mucho más oscuras, como The End o Riders on the Storm, según explica Manrique. Morrison, letrista, cantante y líder del grupo, llevó al extremo esos temas con interpretaciones dramáticas sobre el escenario. Familiarizado con las teorías del “teatro de la crueldad” del francés Antonin Artaud, su personaje del “Rey Lagarto” lanzaba largas peroratas y provocaciones al público y a la policía, que con frecuencia vigilaba sus conciertos.
Manrique, autor del libro sobre el grupo Jinetes en la tormenta, recuerda que los cuatro miembros de The Doors eran “chicos cultos” metidos en movimientos de vanguardia y sus canciones no tenían nada que ver con lo que se hacía entonces. Todo eso no quita que Morrison, con sus apariciones salvajes y dramáticas en el escenario, vestido de cuero negro y a veces con el torso desnudo, se convirtiera en un auténtico “sex symbol” para ambos géneros. Musicalmente, hacían rock, pop y mucho blues-rock incisivo (Roadhouse blues, por ejemplo), pero con otras influencias. El teclista Ray Manzarek venía del jazz y el guitarrista Robby Krieger era muy aficionado a la guitarra clásica española.
Tras unos años de éxito y desenfreno, Morrison llegó a París en marzo de 1971 y apenas cuatro meses después fue encontrado muerto en el apartamento que tenía alquilado. El médico que acudió certificó su muerte por una falla cardíaca y no se le realizó una autopsia. Según varios conocidos y testigos, la causa más probable de su muerte fue una sobredosis de heroína, pero jamás se investigó. Fue enterrado en el cercano cementerio de Père Lachaise. Ahí se cierra el círculo del “mito perfecto”, según Manrique. Una gran estrella estadounidense, adorada por sus fans, un sex symbol, que muere joven en París y termina en el cementerio más famoso. Añade que el mito de Morrison se asentó definitivamente tiempo después gracias al cine, con el uso de The End en Apocalypse Now (1979), de Francis Ford Coppola, y con la biográfica The Doors (1991), de Oliver Stone, lo que ha inspirado a los fans más jóvenes.
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La tumba más famosa en el cementerio de los famosos
La sepultura de Morrison en Père Lachaise “es una de las más famosas y más visitadas” de este cementerio, señala Sylvain Ecole, director del Servicio de Cementerios de París. Y eso que este es posiblemente el cementerio más célebre del mundo por el renombre de quienes aquí reposan. Óscar Wilde, Frédéric Chopin, Yves Montand, Edith Piaf, Marcel Proust, Miguel Ángel Asturias y Georges Bizet son solo algunos de los ilustres vecinos del rockero, en cuya tumba nunca faltan una foto enmarcada, flores o conchas de peregrino. Esta acumulación de celebridades, común también a los cementerios parisinos de Montparnasse y Montmartre, “es motivo de orgullo y de preocupación, porque hay muchísimo público”, reconoce Ecole.
Antes de la pandemia, los cementerios parisinos recibían cinco millones de turistas anuales, tres millones de los cuales visitaban Père Lachaise. La tumba de Morrison y las situadas a su alrededor están rodeadas por una valla que, explica Ecole, busca proteger la intimidad del lugar y “evitar que la gente se acerque demasiado a la sepultura”. Hace un tiempo robaron de la tumba un busto de mármol y una placa. Después, el padre del músico colocó otra que dice en griego: “Fiel a sus propios demonios”. Ecole insiste en pedir a los admiradores del cantante “respeto al lugar, a las sepulturas”.
Peregrinación de admiradores
Mientras Ecole habla, en pocos minutos pasan visitantes de Francia, Italia, Alemania y Países Bajos para contemplar durante un rato la sepultura, así como para tomar alguna foto o una selfie. Entre ellos destaca Bruno Gacon, con una camiseta de The Doors y una gorra en la que se lee “Jim Morrison”. Él explica que viene a París desde un pueblo del centro de Francia, al menos dos veces al año, para los aniversarios de la muerte y el nacimiento del músico. Gacon tiene permiso para pasar las vallas y limpiar un poco las flores secas. Morrison “era único” y la música de The Doors da “una sensación de culminación, pues toda ella es emoción para mí”, describe para justificar su pasión.