Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Son las dos de la tarde del 2 de septiembre de 2020 y es difícil ver los cerros por la lluvia. En la 19 con carrera 4ª, lugar en el que Dilan Cruz fue herido de muerte el año pasado, John Fitzgerald está acurrucado dentro de una carpa roja, en la que no caben más de dos personas. Su novia, Karina Chacón, lo acompaña. Él se descobija para dar abrazos y ella, con una delicadeza casi maternal, lo vuelve a abrigar. Le muestro el carné de periodista a Fitzgerald para que me deje acercar y con la mano me pide que vaya hasta donde él está. Tiene la boca cosida con seis puntadas, así que intenta hacer un sonido que simula un saludo. Me abraza y se levanta de la silla para dejarme sentar. Lleva 72 horas sin comer ni tomar líquidos. Su huelga comenzó el pasado domingo, 30 de agosto, a las dos de la tarde y lo último que tomó fue un vaso de cerveza. Quiere que el presidente se siente a hablar con él. Su condición para quitarse las puntadas y comer es sentarse con el Gobierno para concretar garantías para los artistas y los comerciantes en Colombia.
Le sugerimos leer Así planea abrir sus puertas el Teatro Petra
John Fitzgerald tiene 43 años. Es parte de los miles de artistas colombianos que tuvieron que dejar de producir por cuenta de la pandemia. El domingo 30 de agosto le entregó una escultura de hierro a la familia de Dilan Cruz, joven de 19 años que falleció a causa de una lesión cerebral causada por armas del Esmad durante las protestas del paro nacional que se llevaron a cabo en noviembre de 2019. La placa que acompaña la escultura dice: “Las armas no son la excusa. La educación lo es todo”.
“El tiempo corre en contra de la vida de John”, dice un hombre con sombrero que, por medio de un micrófono, les habla a las personas que acompañan la protesta del artista. “Lo único que le pido a la policía es que no nos vayan a echar gases ni a traer al Esmad. Al primero que matarían es a John”, les dice Karina Chacón a algunos agentes que rodean la manifestación. Hay más de 50 personas mojándose, bailando y exigiendo la presencia del Gobierno y el Distrito para negociar.
Lo que no puede decir Fitzgerald lo dice Karina. Me cuenta que hasta hoy “les paran bolas”. Que su pareja nació en Cali y fue criado en Santa Rosa de Cabal. Que se manifiesta de esta forma porque “en este país tuvo que atentar contra su cuerpo para que no atenten contra nadie más”. Quieren que la economía naranja se las dejen a los empresarios, pero no a los artistas. Fitzgerald escucha el término y, con dificultad, me dice: “Quieren que me reinvente. Soy escultor. ¿Qué debo hacer? ¿Volverme soldador de carros?”. Después agrega que no pide imposibles: reformar leyes para los artistas, recursos para esta crisis y garantías para la vejez.
Si le interesa leer más de Cultura, le sugerimos: La imagen fotográfica de Nereo López
Fitzgerald es artista hace 20 años. Tiene puesto un buzo café, un jean negro y unas medias del mismo color. Acurrucado en su carpa y aferrado a una cobija azul rey con huellas de perro pintadas, le aprieta las rodillas a Karina cuando la escucha decir las razones que lo llevaron a buscar un cirujano para que le cosiera la boca: “No queremos más masacres. Estamos mamados de esta guerra”.
“Johnnnnnnn, queremos decirte unas palabras”, le grita alguien por fuera de la carpa. Él suelta las cobijas y comienza a buscar unos zapatos. Encuentra uno rojo, se lo pone y se suelta del brazo de Karina, que le pide que se quede. Le dice que está muy débil, que no vaya. Él se levanta y con un pedazo de la boca en el que se soltaron las puntadas, le dice que para eso están ahí. “Vinimos a escucharnos”, y se levanta.
En las escaleras del Centro Comercial y Residencial Barichara hay gente bailando y recitando poemas escritos para el momento. Karina Chacón, mientras tanto, me va contando que esto estaba planeado desde hace varios días. Dice que lo decidió después de querer hablar en varias ocasiones con el gobierno Duque y, después de tantos intentos fallidos, decidió “cerrarse la boca”.
Ella, además de acampar con Fitzgerald desde el domingo, no se le despega ni un segundo. ¿Ya comiste?, le pregunto, y me dice que no. Que ella es la voz de su novio y no puede perderse nada. En las noches también los acompañan dos comerciantes y un miembro del Congreso de los pueblos. Los ocho hijos del artista le preguntan a Chacón por el estado de su papá, que escucha que la Secretaría de Salud advirtió que si su salud se complica, se lo llevarán a una clínica. Él, con el pedacito de la boca libre, anuncia que hasta que el Gobierno no se siente a negociar, no se irá. Dice que se encadenará a un poste si intentan llevárselo.
Le sugerimos leer Otra mañana más: Santiago Cruz de vuelta a lo independiente
Fitzgerald, antes de irse con un grupo grande a acompañar los tambores que bloquean la calle 19, se detiene y piensa de qué forma es más fácil que le entiendan. Después me dice: “Escribe que ya no nos maten. Que apoyen el arte y la cultura, que es lo que más vale. Los médicos son los más importantes, pero después siguen los artistas, que son quienes nos están salvando en medio de esta crisis”.
Por su parte, el Ministerio de Cultura publicó un comunicado de prensa en el que dio cuenta de la interacción entre el delegado de la Defensoría del Pueblo, quien estará encargado del acompañamiento y la protección de Fitzgerald, y el coordinador de artes plásticas del Ministerio de Cultura, Andrés Gaitán. También dijeron que es no es verdad que el Gobierno no haya querido hablar con el artista. “Nos permitimos aclarar que el Ministerio de Cultura siempre ha estado y estará abierto a la comunicación con toda la ciudadanía, por lo tanto, afirmaciones en el sentido sobre no encontrar atención o respuesta por parte del Ministerio carecen de veracidad”.
Sobre el comunicado, el colectivo que acompaña a Fitzgerald en su manifestación, “Artistas unidos”, respondió que valoran la preocupación del Gobierno por la salud del artista, pero creen que hay una tergiversación de las peticiones y siguen sin concretar soluciones: “En ningún momento se pidió la financiación total de un centro cultural para él. Vemos con suma gravedad que se tergiverse la información, pues esto parece ir en vías de confundir y contrarrestar las solicitudes que desde diferentes sectores de la Cultura se han exigido”. La respuesta concluye con el listado de peticiones que hace Fiztgerald y el colectivo:
1. Repartición de poderes. Transparencia, cero corrupción y asignación equitativa de curules.
2. Garantías para artistas y cultores. Creación de la gran Ley del artista. Modificación y creación de normas y políticas públicas para dar garantías y proteger los derechos de los mismos. Separación y autonomía total del Ministerio de cultura y la economía naranja, modelo que transgrede los derechos fundamentales de los artistas y de todos los colombianos.
3. Garantías económicas justas para los comerciantes y empresarios.
4. Renta básica.