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Sí. John Milton Rodríguez, candidato por Colombia Justa Libres y pastor de la iglesia Misión Paz (Yumbo, Valle del Cauca), fue ateo y comunista hasta los 18 años. “No, no por elección, realmente fue por formación de mi papá. Mi papá estudió para ser sacerdote católico y en el seminario del estudio trataron de abusar sexualmente de él, entonces la tomó contra la religión y contra Dios y se encerró en el tema del ateísmo y el nadaísmo y terminó en el comunismo”. En efecto, su padre, Hernando Rodríguez Ceferino, fue uno de los fundadores de Juventudes Comunistas de Colombia.
El candidato —el mayor de cuatro hermanos— recuerda las visitas al Milagroso, los sancochos de leña y los tamales vallunos de su infancia. También, que fue creciendo entre dos extremos. Por un lado, su madre le leía las obras de Rafael Pombo, incluso, siendo un niño, llegó a actuar de Rin-Rin Renacuajo. Por otro lado, su papá le leía a Marx y a los nadaístas. “Él me instruyó, siendo yo muy chico, en temas que escapaban a mí”.
Y aunque con los años cambiaría algunas de sus ideas, su padre fue fundamental en dos aspectos de su vida: uno, la disciplina por la lectura y el otro, pero no menos esencial, porque le puso el nombre de John Milton en honor al inglés del siglo XVII, autor de un poema de 12.000 versos, El paraíso perdido, en el que se replantea el Génesis bíblico, se añaden otras mitologías como la griega y algunas semitas orientales, y se relatan las aventuras de un héroe: Satanás. “Mi nombre para mí ha sido como una identidad con aquello que es justo y que es verdadero, aquello que no es justicia y verdad, pues no va conmigo”.
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Rodríguez empezó a comprender las diferencias entre el catolicismo y el protestantismo desde muy niño, pero lo único cierto era que Dios no existía en su vida. Creció leyendo no solo a Marx y a Gonzalo Arango, sino también a Candelario Obeso y a Jorge Isaacs, de cuya obra empezó a formar su idea del amor: “María es una heroína, una heroína del amor, ¿no? Creo que muy pocas mujeres esperarían todo el tiempo que esperó María. Nunca perdió la esperanza, siempre esperó, siempre fue su amado. Siempre creyó que Efraín era para ella. Y aún en sus momentos ya trágicos y finales. Me parece que fue muy impactante. La lealtad, la fidelidad y la convicción”.
Cuando tenía él siete años su padre murió y la vida empezó a cambiar. Unos años más tarde, su madre volvería a casarse. Pero cuando Rodríguez tenía 18 años, ese matrimonio estaba a punto de acabarse por problemas económicos. Para entonces, vivían en un barrio de invasión y, cuenta Rodríguez, les faltaba “absolutamente todo. Ese momento fue difícil para la familia. Ellos se iban a divorciar y alguien les habló de un grupo de oración, fueron y empezaron a conocer las cosas de Dios, entonces empezaron a cambiar las maneras de tratarse” y decidieron seguir juntos.
Rodríguez tenía “un concepto nadaísta un poco extremo” y pensaba que si hacia los 21 años no le había encontrado sentido a su vida, la acabaría. Pero la situación del matrimonio de su madre lo llevó a cuestionar las convicciones que había tenido durante 18 años y a darle un giro de 180 grados a su vida: “Me di la oportunidad de leer otro libro que me cambió para siempre. Y fue la Biblia”.
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Cali, el origen
Rodríguez nació en 1969. Cuando era un niño, Cali empezaba a hacerse un espacio en la escena cultural con la literatura y el cine, incluso ante los gigantes culturales que en ese entonces ya eran Bogotá y que empezaba a ser la costa Caribe. “Esa riqueza que ha tenido Cali en los temas culturales, casas de la cultura, bellas artes. Todo eso fue muy importante, yo siendo un niño y siendo un joven”.
Caliwood, el Grupo Niche y el Deportivo Cali han sido fundamentales en su vida. Pero lo que más resalta de la ciudad en la que nació son las mezclas culturales: “El mestizaje en Cali fue importante, pero se mantuvo el tema de las negritudes; por ejemplo, es Cali la ciudad con mayor cantidad de personas en porcentaje de negritudes en Colombia; también hay población indígena. Entonces el tema cultural en la ciudad siempre ha sido muy importante”.
Y es de esa Cali en la que ha vivido toda su vida que ha ido desarrollando su idea de cultura. Para Rodríguez, la cultura tiene un valor individual y colectivo: “Es la expresión de los estados de ánimo y es la riqueza histórica reflejada en la expresión espontánea y sincera de aquel que la vive. Sin cultura no tendríamos pueblos. Sin cultura no tendríamos un relato para guardar la historia de una familia, la historia de una generación”.
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Mientras llega el 29 de mayo y se va diluyendo la agitada agenda de campaña, Rodríguez vuelve a los libros que en el último tiempo han sido su guía. La batalla cultural, de Agustín Laje; El vendedor más grande del mundo, de Og Mandino; El poder del pensamiento tenaz, de Norman Vincent Peale... Las respuestas que busca son cómo transformar a una nación, y generar liderazgos y solidaridad entre las comunidades: palabras más, palabras menos, los temas que hoy lo apasionan.