Jorge Carrión: “Las librerías ponen un espejo frente a ti para cuestionarte sobre tu origen”
En esta entrega del especial “Fuera del papel”, el escritor y periodista español habló para El Espectador sobre las librerías como las protagonistas de su libro “Contra Amazon” y su relación con ellas.
Andrea Jaramillo Caro
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Jorge Carrión no tiene un único recuerdo del lugar al que se refiere como “una librería de verdad”. De la que sí alberga múltiples memorias es de la librería Robafaves de Mataró, la ciudad donde creció. “Allí descubrí los libros de calidad, la literatura y la libertad infinita que sientes allí. La seguridad que sientes y la voluntad de estar muchas horas ahí, divagando y paseando”, afirmó en entrevista para El Espectador.
El escritor y periodista español contó que antes de Robafaves y los libros se enamoró de los cómics y revistas que vendían en un estanco cerca de su casa, en un barrio periférico de Mataró. “Eso lo dice Hannibal Lecter en El silencio de los inocentes, que uno empieza deseando lo que tiene más cerca. Mi deseo de papel, de cultura y de conocimiento empezó con los quioscos, con los estancos, con la revista. De adolescente me compraba revistas de videojuegos, casi no jugaba, no tenía videoconsola, pero leía mucho sobre ellos. Como siempre me interesó mucho la información, llegué a los libros un poquito después, a través de la biblioteca y la librería”.
Fueron esos espacios, las librerías, las que lo llevaron a escribir la obra Librerías en 2013 y que, en su texto de 2019, Contra Amazon, cobraron protagonismo como un personaje principal. Para Carrión, esa palabra que utilizamos para referirnos a estos espacios es “polisémica y contiene muchos significados”. “El tipo de librería que a mí me interesa, que me convoca, que me emociona, es la librería de autor o de autora. En estas entras y hay una resistencia, hay un secreto, hay un misterio que tienes que resolver como un detective. Y vas descubriendo cómo piensa, cómo es el cerebro de ese librero, por cómo ha convertido el espacio en una especie de reflejo de su vida interior y de su modo de entender la literatura y los libros”, aseguró.
Ese misterio por desvelar podría ser interpretado también como la base para las crónicas y los ensayos narrativos que llenaron las páginas de Contra Amazon. Sin embargo, este texto partió de un manifiesto que fue publicado en JotDown, donde Carrión expuso siete razones por las que está en contra de la empresa de Jeff Bezos. “Porque no quiero ser cómplice de una expropiación simbólica” es una de las razones que explicó y, siguiendo la línea de que Amazon no es una librería, sino un hipermercado, en su segunda razón titulada “Porque todos somos cyborgs, pero no robots”, argumentó que “para nosotros un libro es un libro. Y su lectura -atención y regalo- es un rito, el eco del eco del eco de lo que fue sagrado”, refiriéndose a la forma en que la compañía de logística da igual valor a un paquete de galletas que a un libro.
“Contra Amazon” se publicó por primera vez en 2019. Ahora que han pasado cinco años, ¿cómo ve el panorama de las bibliotecas y librerías?
Yo diría que lo más importante que ha pasado, evidentemente, ha sido la pandemia. La pandemia nos reconectó con nuestras bibliotecas y con nuestras librerías. Durante las primeras semanas consumimos mucho Netflix, mucha serie y película, pero agotamos los catálogos de contenidos digitales. En cambio, descubrimos o recordamos que los catálogos de los libros son infinitos. En una vida puedes ver todas las buenas películas, pero en una vida no puedes leer todos los buenos libros. También nos dimos cuenta, por el aislamiento, por la soledad, por el confinamiento, de lo importante que era la biblioteca de nuestro barrio, de nuestra ciudad, y las librerías de nuestra vida cotidiana. De modo que yo creo que el ecosistema del libro salió reforzado de la pandemia, tanto emocionalmente como económicamente.
Uno de los temas que abordó durante la Feria del Libro fue la inteligencia artificial, sobre la que también ha escrito. ¿Cómo cree que este desarrollo tecnológico se ha introducido en las librerías y cómo las ha afectado?
Retrospectivamente, porque cuando escribía los libros como “Librerías” y luego “Contra Amazon”, empecé a hablar de los algoritmos, a través del algoritmo de Amazon, y amplié el foco a las bibliotecas, porque empecé a visitar sistemáticamente también bibliotecas cuando viajaba. Así llegué a escribir una novela que se llama Membrana, que imagina el museo del siglo XXI, que ha sido construido por una inteligencia artificial del 2100, y donde se explica la historia del siglo XXI. En ese museo no se mencionan las librerías. ¿Por qué? Porque es una obra escrita por una narradora algorítmica para la cual los libros en papel son el pasado. Yo, en cambio, no opino lo mismo que mi narradora. Creo que el libro en papel tiene mucho futuro. Creo que, si ahora mismo entra un niño en una librería y se enamora del objeto libro, las librerías van a llegar al siglo XXII, porque vamos a querer defender y mantener eso que queremos en nuestras vidas cuando seamos adultos, si es lo que aprendemos de niños. Además, creo que las librerías van a ser, junto con las bibliotecas y los museos, el contrapeso necesario de la inteligencia artificial. Van a ser el lugar donde vamos a buscar la información verificada y editada, y será el lugar donde buscaremos los libros que les permitan entender qué pasa con los algoritmos.
En estos cinco años desde que escribió este libro y las siete razones que presentó en el manifiesto, ¿hay alguna creencia de las que expresó en ese manifiesto que haya cambiado o que se haya transformado?
El manifiesto lo escribí mucho antes que se publicara el libro y para mí sigue siendo vigente porque no es un ensayo académico, es un manifiesto de carácter vanguardista, político, poético, que quería llamar la atención sobre lo que estaba haciendo Amazon en ese momento en el mundo. Creo que la historia me ha dado la razón, en el sentido de que el espacio simbólico que creó Amazon con la autopublicación y el tipo de velocidad, de prisa, sin sentido que imprimió a nuestra relación con los objetos, en general, y con los libros, en particular, han favorecido lo que está ocurriendo ahora con la inteligencia artificial generativa. Amazon hace unas semanas anunció que limita a tres los libros que puede publicar un usuario en un día, por la cantidad de libros que se están publicando automáticamente escritos, sin ningún tipo de edición ni de supervisión. De modo que lo que está pasando ahora es que se han reafirmado mis intuiciones de hace una década de que Amazon era un agente muy negativo para el mundo del libro, en particular, y para la estructura del conocimiento y del saber, en general.
En el pasado ha hablado de la contradicción de que sus obras sean vendidas en Amazon y cómo usa usted esta plataforma. ¿Cómo se ha acercado a estas dicotomías desde la publicación de su libro? ¿Cómo ha cambiado su relación con la compañía teniendo en cuenta lo que dijo sobre cómo la historia ha probado su punto?
Me he radicalizado con respecto a Amazon, en el sentido en que no tengo casi relación con esa empresa, más allá de las series que veo. Pero, por otro lado, yo no soy un activista, yo soy un escritor, de modo que me parece muy bien que la gente compre donde quiera. Lo que intento es darles las herramientas para pensar en eso. Las contradicciones mías con Amazon o de cualquiera con el mundo contemporáneo son inevitables. Somos conscientes de que las redes sociales nos espían y nos manipulan, pero seguimos en ellas. Creo que lo que importa es estar informado y tomar decisiones micropolíticas al respecto.
Volvamos a las librerías. Cuando visita una, como cuenta en su libro, ¿en qué es en lo primero que se fija y cómo lo consigna en sus textos?
Primero, no puedo evitar reconocer. Tú quieres descubrir, pero en verdad no puedes evitar proyectar lo familiar en lo desconocido e intentar, a través de lo que ya has visitado, interpretar lo que estás viendo. Entonces yo siempre busco ese tipo de librería de autor, independiente, con una arquitectura, un diseño particular, por lo general no muy grandes. Cuando son grandes me interesan las que son muy espectaculares con arte contemporáneo. A menudo lo que pasa es que ya las he descubierto en Internet. Llego a la ciudad ya con una lista de las librerías y bibliotecas que quiero conocer porque las he estudiado primero en Internet. Primero está el reconocimiento, la identificación de los elementos que sabías que ibas a encontrar y después está el descubrimiento, la fase más interesante y posterior, en la que interpretas, ubicas la librería o la biblioteca en la constelación de las que conoces y acabas por encontrar un dato nuevo o comprándote un libro que nunca habías visto.
Utilizó la palabra “descubrir” y en su texto habla del concepto de las librerías como laberintos y que trazan cartografías. Esa idea de perderse y encontrarse o encontrar algo en una librería. Quisiera que hablemos un poco sobre esto. ¿Usted cómo se pierde y encuentra en las librerías?
Yo vengo del viaje, de viajar mucho y de estudiar el viaje y creo que en mis primeros viajes intenté abarcar geografías muy extensas. Por ejemplo, recorrí 6.000 kilómetros por Australia o caminé por Escocia o hice el Camino de Santiago entero durante un mes. Pero al tiempo me di cuenta de que más que las geografías extensas, me interesaban las geografías micro, que representan lo macro. Y encontré ese tipo de mapas en las ciudades, que es mi obsesión, y en pequeños espacios dentro de las ciudades, como las librerías y las bibliotecas. Pero la sensación es la misma, de paseo, de ir curioseando, de hacer digresiones y de ir viendo y conectando. La mirada que conecta es la mirada que me interesa. Por eso yo diría que todos mis libros tienen estructura de viaje o de red, y que ese laberinto que tú comentas lo busco en las librerías, y los busco en los museos, en los archivos y en general en las ciudades.
Mencionaba también en el libro que las preguntas que nos plantea una librería son personales y no intercambiables. ¿Usted cuáles se ha planteado en estos espacios?
Muchas. La relación de lo local con lo global, cómo te limitan los idiomas que conoces, por qué te limitan el cerebro y te limitan tu percepción del mundo, hasta qué punto una librería es una ficción de clase, hasta qué punto mi origen humilde en una casa donde no había libros me hizo desear tener libros por una cuestión de buscar el conocimiento, pero también por una cuestión de querer ascender socialmente. Hay librerías que son muy snob, ¿por qué me siento tan cómodo en un lugar snob? Yo creo que una librería te pone un espejo delante de ti y te hace preguntarte cuestiones profundas sobre tu origen, sobre tus lecturas, sobre tu vida, sobre tus viajes, sobre tus límites.
Ahora que habla del esnobismo, también menciona en su texto el tema del prestigio del libro. Hablemos un poco sobre eso, ¿cómo se mantiene vivo en las librerías y las bibliotecas personales que uno construye?
Es muy interesante porque es un prestigio absoluto y ridículo. En ciertos círculos, haber leído según qué libros es fundamental para tu reconocimiento, para tu profesión, para tu prestigio, y en cambio después vas a los mercados de antigüedades y ves bibliotecas enteras porque no hubo ni un solo heredero de esa persona que quisiera quedarse con su biblioteca o con esos libros que para él fueron tan importantes. Todo tiene que ver mucho con un contexto, en el cual se le da valor a algo que se puede o no tener. No obstante, en un mundo como el nuestro, que destruye las jerarquías y en el que todo es muy fugaz, yo diría que el libro en particular y lo analógico en general está teniendo un prestigio, un aura, que están perdiendo otro tipo de objetos culturales. De pronto el regreso de la industria del vinilo o del revelado de fotografía analógica tiene que ver con eso, con que no podemos vivir de píxeles, somos coleccionistas por naturaleza, no podemos coleccionar series de televisión o canciones digitales y, en cambio, seguimos coleccionando libros. Y vivimos en arquitecturas reales, físicas, tenemos que decorarlas de algún modo, con cuadros, con discos, con tecnología, pero finalmente muchos lo hacemos con libros.
De esa colección mental que tiene, ¿cuál sería la librería que más lo ha impactado?
Hay muchas, no hay una. Hay la constelación, y yo creo que esa constelación tiene que ver con las librerías a las que siempre regreso. Las que me han impactado son aquellas que hacen que yo vuelva siempre a ellas, y a forma parte como de mi biografía sentimental.
Este tema de regresar a estos lugares lo interpreto como una suerte de enamoramiento por esas librerías. ¿Cómo se da ese enamoramiento de estos espacios físicos que colecciona en su cabeza?
Hay como un doble enamoramiento, o dos tipos de deseo. El enamoramiento por el espacio, y el enamoramiento por la idea. Cuando fui a París la primera vez y fui a Shakespeare and Company, me enamoré de un espacio muy entrañable, histórico, y de nuevo el reconocimiento. Había leído tanto sobre Shakespeare and Company, pero en cambio hay otras librerías, por ejemplo, La Palinuro de Medellín, que es una de las librerías que más me ha gustado, es más la idea, porque ese local cambia, cada cierto tiempo. Pero hay una idea de los libros leídos de Luis Alberto Durango, el librero, hay como una especie de concepto. Entonces hay dos tipos de relación sentimental con las librerías, o bien porque me enamoro de los espacios, donde me siento muy cómodo, a veces me siento protegido. Viajar solo, como yo he hecho durante años, a veces es duro, estás triste, estás desubicado, te preguntas yo qué hago aquí, y en la librería siempre he encontrado el refugio. Pero a veces es más bien la conversación con el librero o con la librera. Son charlas que duran muchos años y que te vinculan sentimentalmente más allá del espacio con una idea o con una persona.
¿Cómo cree que se ha distorsionado la definición de libro y librería desde la aparición de Amazon?
Creo que Amazon finalmente ha reforzado la librería para lo que yo llamo los “letraheridos”. Letraherite es una palabra catalana que se puede traducir como amante de los libros y que funciona para hablar de esta relación que tenemos con los libros. Creo que los booklovers hemos salido reforzados con Amazon como antagonista, de hecho, este libro casi no habla de Amazon, que de algún modo estaba como antagonista, si tú dices que las librerías son los protagonistas del libro, el Voldemort de la librería sería Amazon. Si los booklovers hemos salido reforzados, en cambio mucha gente que no tenía una relación con las librerías ha perdido la posibilidad de descubrir esa relación.
Me quiero devolver a esta analogía que hizo con Harry Potter y Voldemort. Si Amazon fue el gran villano, aunque haya otros antagonistas en el libro, y esos eran de los que debían ser protegidas las librerías cuando publicó su libro en 2019, ¿de qué debemos proteger a estos espacios hoy?
Creo que de el mal uso de la inteligencia relativa generativa, que es la desinformación, las fake news, los deepfakes y en general la posverdad. Porque son una máquina de impulsar el fascismo y la ultraderecha. Para mí las librerías y las bibliotecas son máquinas en cambio de democracia y de verificación y de conocimiento editado. De modo que Amazon era un síntoma de problemas mayores y profundos y muy antiguos, como es el imperialismo, lo que ahora se llama la disrupción, que básicamente es interrumpir un sistema que funciona para proponer otro que no se sabe todavía si funciona y sobre todo qué consecuencias éticas y morales va a tener. Se interrumpió el sistema tradicional de nuestra relación con los libros, sólo para vender más libros. Jeff Bezos se convirtió en el hombre más rico del mundo, consiguió su objetivo, pero en ningún momento le importó en absoluto cómo mutaban los valores, cómo mutaban las relaciones sociales, cómo el e-commerce potenciaba la soledad y creaba de hecho una pandemia de soledad.