Jorge Franco: “El pasado no nos define, pero nos da claridad”
El autor antioqueño estuvo en el Hay Festival Jericó y habló para El Espectador sobre la importancia que tiene la memoria en la constitución de la vida, además de lo que implica enfrentarse a un duelo a partir de su libro “El vacío en el que flotas”.
Sarah Gutiérrez
Una pareja pierde a su hijo, pero no encuentra el cuerpo. Un joven escritor gana reconocimiento, pero no tiene memoria. Un hombre que se rebusca el día a día, cumple uno de sus más grandes anhelos. Estos son los orígenes de “El vacío en el que flotas”, la más reciente publicación de Jorge Franco.
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Una pareja pierde a su hijo, pero no encuentra el cuerpo. Un joven escritor gana reconocimiento, pero no tiene memoria. Un hombre que se rebusca el día a día, cumple uno de sus más grandes anhelos. Estos son los orígenes de “El vacío en el que flotas”, la más reciente publicación de Jorge Franco.
Todo comenzó cuando un atentado terrorista transformó las vidas de Celmira, Sergio y Richi, tres integrantes de una familia víctima de una violencia que acechaba a su comunidad. El hecho marcó el inicio de esta historia, donde la memoria y el pasado jugaron un papel fundamental.
“Para mí, los recuerdos son importantes y, a pesar de que soy una persona desmemoriada, sí creo que entre más recuerdos tengas, más vida has tenido”, comentó Jorge Franco para El Espectador. Su falta de retención de recuerdos, como él dijo, lo llevó a pensar en estos cuatro personajes que protagonizaron la trama. Pensó en cómo cada uno de ellos, desde su experiencia personal, enfrentaron su presente.
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Celmira y Sergio
Celmira y Sergio conformaron una pareja que fue víctima de un atentado que les arrebató, sin dejar rastro alguno, a su único hijo. Pasar por un duelo sin elementos para afrontarlo, obligó a estos personajes a seguir viviendo con un vacío que el tiempo no logró llenar. Se acostumbraron a vivir así y fue allí donde Franco relató los desafíos de seguir navegando, aunque la corriente estuviese en su contra.
“No se puede cerrar el duelo. La esperanza no se pierde, aunque sí disminuye hasta el punto de sentir que va a desaparecer. También surge el miedo de estos padres: ¿será que algún día dejaré de pensar en mi hijo?”, comentó el autor.
En este punto, Franco también explicó cómo un acto de violencia, en este caso de desaparición, genera un efecto dominó: no solo queda el vacío para las personas inmediatamente cercanas al desaparecido, sino también derrumba a otros seres queridos como abuelos, primos o tíos.
“La relación de pareja es una de las primeras que se ven afectadas”, dijo Franco. “Surgen las culpas y los señalamientos: por qué hiciste eso o por qué no hiciste aquello, y también aparece ese pensamiento de ‘si yo hubiese hecho…’, que destruye a un grupo de personas muy amplio”.
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La vida después de la crisis es otro de los puntos en los que el autor se adentró para poner en conversación algo que en muchas ocasiones parece inimaginable. “A cualquiera de nosotros nos puede cambiar la vida en un segundo. Hay que plantear la posibilidad de seguir después de una pérdida de ese tamaño y sin una muerte a la cual llorar”, agregó.
Ánderson
En esta historia, el lector tiene la oportunidad de conocer lo que sucede en paralelo con la vida del desaparecido. Mientras los padres están en una búsqueda infructuosa del paradero de su niño, este comienza un nuevo camino sin ser consciente del que ya recorrió.
Ánderson Posada fue presentado como un autor que surgió del bajo mundo, recibió un importante premio literario y logró alcanzar la fama, pero terminó perdiéndose en sus propios excesos.
A pesar de no considerar el pasado como un elemento necesario para estar en el presente, Franco opinó que sí es importante que cada ser humano tenga claridad sobre su historia.
“La tragedia de Ánderson es que no tiene una historia. El lector la conoce. Solo cuenta con un relato hecho de retazos y contradicciones que no logra llenar su vacío, ni curar la herida de la separación de sus padres”, dijo el autor.
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El título, “El vacío en el que flotas”, está relacionado directamente con ese lugar dentro del inconsciente de este personaje que no le permite vivir una vida plena. Se encuentra en un espacio en el que “flota por inercia”, como señaló Franco. En lugar de sentir que fluye con el viento y la libertad, se encuentra estancado, buscando su sitio en el mundo.
Uriel
“Es un personaje lleno de ambigüedades. Despierta todo tipo de reacciones en los lectores”. Así es como Jorge Franco se refirió a Uriel, un hombre que en ocasiones se siente como una mujer. Disfruta del canto, del baile y de los trajes llenos de lentejuelas, y se identifica en ocasiones como Kiki Boreal. Uno de sus más grandes anhelos es tener su propio cabaré y presentarse cada noche con el público aplaudiendo y aclamando sus interpretaciones. Dentro de su lista de deseos también está tener un hijo.
La historia de Ánderson y Uriel comenzó el día del atentado. Paradójicamente, la tragedia cumplió uno de los sueños de aquella lista de deseos. Después de “tener a su chiquito”, huyó las veces que pudo de cada recuerdo que se le cruzó.
“Es un personaje que no quise plantear como bueno o malo. Está en una zona gris donde habitamos los seres humanos. Además, quise buscar una figura que tuviera una humanidad y que le dijera al lector: ‘aquí hay una historia’”.
Ubicar al lector en la mente de un personaje diferente, crea un tipo de empatía con cada uno de ellos: ayuda a que entienda las intenciones y elecciones que se van tomando en el desarrollo de la historia.
El autor admitió que este entretejido literario surgió de un “capricho” y una búsqueda de herramientas que le permitieron seguir enfrentándose a diversos retos como escritor. “Me gusta que haya una parte grande que yo desconozca de mí en este oficio para ver cómo logro resolverlo”.